Armados y peligrosos
Miguel Ángel Morgado, abogado defensor de los derechos humanos y el Jimmy, el jefe de los Cuervos, la principal banda de motociclistas de Mexicali, estaban en peligro.
Escondidos detrás de una puerta observaban hacia el exterior.
El exterior era un patio grande donde varios individuos armados con pistolas los estaban buscando.
El Jimmy le hizo una seña a Morgado para que no hiciera ruido.
Ambos escudriñaron la situación en silencio.
Sólo había una salida y ésta era atravesar el patio y alcanzar el pasillo angosto que daba a la calle.
En susurros el Jimmy le explicó el plan a Morgado.
—Cuando te diga, corremos en zigzag. Con suerte uno de los dos podrá escapar.
Miguel Ángel volvió a contemplar el patio.
“Es mucha distancia. No lo lograremos”.
El Jimmy le dio ánimos.
—Lo importante es agarrarlos por sorpresa.
Morgado no estaba convencido.
—En cuando salgamos de aquí nos van a ver.
—Sí. Y nos van a disparar. Pero siempre hemos salido de estos apuros. Ten fe en que somos más listos que ellos.
—De eso no estoy tan seguro —afirmó el abogado.
El Jimmy detuvo la conversación con un movimiento de su mano.
Uno de los individuos les dio la espalda. Otro buscó detrás de unos tambos de basura.
El tercero examinaba debajo de un auto para ver si allí se ocultaban.
— ¡Es ahora o nunca! —dijo el Cuervo Mayor.
—Pues será ahora —aceptó Miguel Ángel.
Y ambos levantaron sus armas.
—Suerte para ambos —dijo el Jimmy.
Y salieron corriendo como almas que lleva el diablo.
El Cuervo mayor tomó la delantera.
Morgado intentó seguirlo, pero uno de los individuos lo descubrió.
— ¡Allí van! —gritó.
Todas las armas les apuntaron.
El Jimmy escapó apenas de los disparos.
Y Miguel Ángel casi lo lograba. Uno de los individuos lo agarró de la pierna. Otro hizo lo mismo.
Miguel Ángel vio que el Jimmy, con un salto descomunal, llegaba hasta el pasillo completamente a salvo.
Entonces todos los niños de la fiesta lo apuntaron con sus pistolas de agua.
Y le dispararon al unísono.
— ¡Ganamos! ¡Ganamos!
Era una derrota absoluta.
Incluso el Jimmy regresó, entusiasmado, y vació su pistola de agua en el rostro del abogado perdedor.
—Necesitas mejor condición física, Miguelito —le espetó en la cara.
Morgado, escurriendo agua por todas partes, lo miró con enfado.
—Lo que necesito es una toalla.
Una de las mamás de aquella tropa apareció por el patio y avisó que iban a cortar el pastel del festejado, el hijo de uno de los Cuervos.
La pandilla desapareció en un instante.
El Jimmy entró a la casa para buscarle una toalla a su amigo.
Miguel Ángel contempló su imagen en una puerta de cristal corrediza: un hombre cincuentón que parecía un oso polar saliendo de las aguas del ártico.
En ese momento sonó su teléfono celular.
“Vaya, es a prueba de agua”.
—Bueno, ¿quién habla?
—Hola ¿Habló con Miguel Ángel Morgado, el director del Centro fronterizo de los Derechos Humanos?
—Ese soy yo.
—Mire, hablo de parte de Regina Orozco, secretaria general del Sindicato de Maquiladoras y Similares de Baja California. Ella le pide su ayuda inmediata. Hace unos minutos la policía del estado la detuvo bajo el cargo de asesinato. Ahora mismo deben estar en el edificio de la policía estatal para levantarle cargos en su contra y necesitamos, urgentemente, que usted...
— ¡Espere un segundo! ¿De qué asesinato acusan a Regina?
—Del candidato opositor en la elección sindical que va a celebrarse mañana, Héctor Segovia. Si no la sueltan hoy mismo no va a haber elección alguna.
—Está bien, ya entendí. ¿Con quién hablo?
—Con Jesús García, el abogado del Sindicato.
— ¿Por qué yo? ¿No puede usted encargarse?
—Claro, yo estoy llegando a las oficinas de la policía estatal. Yo me encargo de todos los trámites. Usted sólo hable con las autoridades. Que esto es un verdadero atropello a los derechos humanos de nuestra secretaría general.
Miguel Ángel vio la hora en su reloj.
—En veinte minutos lo alcanzó allí.
Y colgó.
“Regina Orozco, qué raro”.
“Una mujer de lucha, de línea dura”.
“Que se había convertido en un dolor de cabeza para muchos empresarios”.
El Jimmy le entregó una toalla con una Hello Kitty pintada en ella.
— ¿No te quedas al pastel?
—No. Una emergencia.
— ¿Otro caso para el investigador fronterizo con su capa de héroe?
Morgado dejó pasar la burla.
—Mataron a Héctor Segovia.
— ¿El ladrón Segovia? ¿El que defraudó al Sindicato de Maquiladoras?
—El mismo. Y están acusando a Regina Orozco de ser la asesina.
— ¿Ella? No creo.
—Yo tampoco.
El Cuervo mayor, sin embargo, tenía otra teoría.
—Ella sola, no. Pero no pongo las manos en el fuego como autora intelectual. Recuerdo que cuando era luchadora social no pocos de sus oponentes acabaron huyendo del estado.
—Me imagino lo que viene —concluyó el abogado—: que esto va a volverse todo un escándalo.
El Jimmy observó que Miguel Ángel aún conservaba su pistola de juguete.
—Para la próxima, zigzaguea, Miguelito.
—Hoy fui un blanco fácil. ¿Eso quieres decir?
—Quédate con la pistola y practica el tiro de agua. Mi hijo cumple años la próxima semana y hay que volver a intentarlo. Quizás esta vez logres sortear todos los disparos.
El abogado le devolvió la toalla.
—Ya veremos.
—Sí —dijo el Cuervo mayor—. Ya veremos.