Mexicali Blues

Mi método

No me gusta la gente sin agallas. Los que se dan por vencidos al primer esfuerzo. Los que carecen de autodisciplina y temen sangrar sus dedos en cada ejercicio que les impongo.

Yo sólo acepto a los que van por todo o nada. Los que no malgastan mí tiempo con excusas.

Odio los pretextos. Odio los que les echan la culpa a otros. Por eso amo la música verdadera. Las melodías auténticas. Los cantos que ofrecen consuelo al mundo con su hermosura.

Pero no me engaño: al mundo de hoy le ofende la hermosura. Le da urticaria el esfuerzo. Le da alergia la disciplina férrea.

No quieren golpes. Ni coscorrones. Ni adjetivos como idiota, estúpido o bueno para nada.

Los nazis tenían razón: Hay que dividir a las personas según sus aptitudes. Hay que darle al genio su lugar. Y al imbécil su tumba.

Pero me tocó una mala época. Los genios brillan por su ausencia. En cambio, los imbéciles se multiplican como las cucarachas. Y como las cucarachas aman los lugares subterráneos donde pueden escuchar música depravada. Donde pueden exponer su sexualidad enferma.

Vivimos la decadencia total. Habitamos un manicomio controlado por los locos. Todo me da asco.

Pero de esa mierda debo crear algo divino. De esas inmundicias puedo sacar notas bellísimas, acordes sublimes. Sólo necesito cortar y pegar. Sólo necesito rehacer el mundo a imagen y semejanza de una partitura.

La música lo limpia todo. Pero la música requiere de un director de orquesta. Y unos intérpretes que sean el coro de los lamentos.

Yo compongo. Yo doy orden. Yo comienzo el desfile con mi bastón de mando. Pero es la gente la que debe seguirme. Como el flautista de Hamelin.

Sólo que la gente de ahora son peores que las ratas. Sólo que ahora mi misión es salvadora.

Voy a librar a la tierra de sus plagas. Voy a vencer a los demonios del ruido y la gritería. Voy a aplastar a todos esos impostores. Los trogloditas que se creen músicos. Los primates que se creen cantantes. Los insectos que se creen compositores.

Ya me harté de escucharlos manchar mis oídos con sus sonidos demoníacos. No permitiré que esto siga. Que esta farsa sea tomada en serio. Adonde quiera que vaya es lo mismo.

La música se ha vuelto un mal chiste. Una broma pesada. Un concurso para tarados con ínfulas. ¡Quieren guerra, la tendrán! ¡Pero antes van a escucharme como yo quiero ser escuchado!

En unas horas más habrán de aceptar que existo. En unas horas más deberán rendirme pleitesía. ¡Y escribir, con espanto, de mi presencia entre ellos!

¡Soy tan invisible como una nota musical! ¡Soy tan perturbador como un timbre sonando en una casa vacía!

¡Yo infundo miedo en cada acorde! ¡Yo estremezco a mis enemigos!