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EL RELATO DEL PANADERO

Hubo que reanimarlo con molletes, con hielo,

hubo que reanimarlo con berro y con mostaza,

o fue con mermelada, con juiciosos consejos,

y aún más: le propusieron alguna adivinanza.

 

Cuando al fin se sentó y recobró la palabra,

se dispuso a contar su lamentable historia.

Ordenó el Capitán: «¡Que no oiga ni una mosca!»

y, muy sobreexcitado, agitó la campana.

 

Gran silencio. Ni un grito, ni un chillido se oyó,

algún gemido apenas, algún que otro lamento,

cuando el llamado «¡Eh!» desembuchó su cuento

con antediluviana y miserable voz.

 

«Eran mi padre y madre honestos aunque pobres…»

«¡Sáltate todo eso! —exclamó el Capitán—:

No hay tiempo que perder. ¡Si se hace de noche,

nadie en la oscuridad podrá ver al Snark!»

 

«Salto cuarenta años —prosiguió entre sollozos—,

y, sin más comentarios, paso a la actualidad:

al día en que me llevasteis con vosotros a bordo

con el fin de ayudaros a cazar al Snark.

 

»Un tío muy cercano (que me dio su apellido)

me dijo cuando iba a despedirme yo…»

El Capitán gritó: «¡Sáltate lo del tío!»

y agitó la campana: con furia resonó.

 

«Me dijo —prosiguió con extrema dulzura—:

si es tu Snark un Snark, en tal caso, está bien.

Tráetelo vivo o muerto: se sirve con verduras

y enciende las cerillas en cosa de un amén.

 

»¡Con cuidado y dedales se busca; se persigue

con no poca esperanza y más de un tenedor;

se amaga con acciones de los ferrocarriles;

se le hechiza al final con sonrisa y jabón!»

 

(«¡Así es exactamente —exclamó, decidido,

en súbito paréntesis, el bravo Capitán—,

así es exactamente el método elegido

por quienes son expertos en cazar al Snark!»)

 

«¡Mas, oh tú, solfulgente sobrino, teme el día

que veas un Bujum en lugar de un Snark!

¡Pues recuérdalo entonces: con suavidad imprevista

te extinguirás y nadie nunca más te hallará!»

 

«Eso es, eso es lo que me oprime el alma

cuando pienso en las últimas palabras de mi tío.

Un tazón rebosante de trémula cuajada

¡eso es mi corazón, nada es más parecido!»

 

«Eso es, eso es…, ¡Basta de letanías!»,

le interrumpió indignado el bravo Capitán.

Y el otro que replica: «¡El terror de mi vida,

eso es, eso es: lo digo una vez más!

 

»Contra el Snark entablo una imponente lucha

en sueños, cada noche. En esas fantasías

lo cocino y lo sirvo con algunas verduras

y asimismo lo uso para encender cerillas;

 

»Mas si encontrara un día un Bujum, ese día

(bien seguro estoy de eso), en un instante, súbita

y delicadamente me desvanecería:

¡pensarlo… y se me ponen los cabellos de punta!».