Comida en familia

Dedicamos mucho tiempo a tratar de compensar lo que no supimos decir.

NICHOLAS SPARKS

18.00 horas.

Malow calculó por enésima vez la diferencia horaria: debía de ser mediodía en Francia. ¿Era el mejor momento para llamar? Un domingo a esas horas, Justine seguro que estaba comiendo con su familia.

Y, sin embargo, Phueng tenía razón: no había tiempo que perder, había que pasar a la acción, y se animó. La inminencia de su muerte también tenía virtudes liberadoras.

Buscó el nombre de Justine en la agenda, y marcó el número, con el corazón en un puño. La línea dio tono una vez. A lo mejor había cambiado de número. Una segunda vez. ¿No sería mejor que saltara el buzón para familiarizarse de nuevo con el sonido de su voz? A la tercera, respondió una voz que reconoció enseguida.

—¿Hola?

Esas cuatro letras con ruido de fondo de gaviotas y olas del Atlántico avivaron sus recuerdos. Se imaginó a Justine en la playa de Trestraou. Su sonrisa, su perfume, su pelo castaño bailando al viento, su dulce voz, sus ojos color avellana, que lo miraban con tanto amor...

—...

—¿Hola? —repitió.

—¿Justine? —preguntó él con un nudo en la garganta.

—Sí...

—...

—¿Malow?

«Se acuerda de mí», se dijo para darse ánimos.

—Sí... ¿Te pillo bien en este momento?

—Sí, sí... Claro —contestó enseguida—. ¿Cómo estás?

—Bien... ¿y tú?

—Bien también.

—¿Seguro que es un buen momento? Se oye un poco de ruido.

—No te preocupes, la verdad es que me ha hecho ilusión tu llamada.

—¡¿Mamá, vienes?! —gritó una niña, cuya voz iba acercándose.

Justine tapó el teléfono con una mano.

—Ahora voy, cariño.

—Eh... Yo también estoy aquí —se quejó una voz de hombre, que Malow reconoció al instante.

—No estás sola, mejor te llamo en otro momento.

—No, tranquilo, estoy con Benjamin...

«Y con Samuel», terminó mentalmente la frase el asesor.

—Espera, que me aparto un poco.

—Tranquila, ya...ya... te llamaré más tarde. —Las palabras se ahogaban en la garganta del joven—. Yo...

No dio más de sí y fingió que la línea se cortaba para poder colgar. Se arrepentía de haberla llamado, de haber avivado la llama. Había crecido lidiando con aquella ausencia, con el vacío, con la soledad. Y, sin embargo, sus sentimientos por Justine seguían intactos. Lo demostraba el ritmo enloquecido al que en ese momento le latía el corazón.

Justine parecía feliz al otro lado de la línea. Ella y Samuel habían formado una familia. No podía ser de otra forma. Se había comportado como un imbécil. ¿Qué creía? ¿Que lo habría estado esperando todos esos años?

Malow se había perdido en sueños imposibles, golpeándose contra sus recuerdos. Había temido molestarla en medio de una comida familiar. E igual no estaba comiendo... pero ¡sí que estaba en familia!