(Suena el timbre de la puerta de entrada de casa de Paco. Al encenderse las luces vemos el salón de una casa de clase media con la tele encendida).
PACO: (En off). ¡Ya va!
(Vuelve a sonar).
PACO: (En off). ¡Ya va, hostia!
(Vuelve a sonar con más insistencia).
PACO: (En off). ¡Me cago en la leche! (Paco aparece arreglándose la camisa en dirección a la puerta). ¡Ya va! ¿Quién es?
RAMÓN: (Es off). ¡Soy yo!
(Paco abre la puerta).
RAMÓN: (Entrando). ¿Qué pasa?, ¿no escuchabas la puerta?
PACO: ¡Joder, tío! Si ves que no te abro es por algo, coño.
RAMÓN: ¿Estabas ocupado?
PACO: Sí.
RAMÓN: Vaya. (Apaga el televisor).
PACO: ¿Por qué la quitas?
RAMÓN: La tele me pone malo.
PACO: Pues a mí me hace compañía. Me relaja mientras me preparo.
RAMÓN: Ah…
PACO: Joder, Ramón, vaya pinta tienes. Parece que hayas venido corriendo.
RAMÓN: He venido ligero de paso, sí. Voy al lavabo a refrescarme un poco. (Sale).
(Pausa).
(Paco enciende la tele).
RAMÓN: (En off). ¡Hostia tío! ¿Estás mal del estómago?
PACO: ¿Huele?
RAMÓN: (En off). ¿Que si huele?
PACO: Abre la ventanilla.
RAMÓN: (En off). Vale.
PACO: ¡Con cuidado, está un poco suelta!
(Pausa).
RAMÓN: (En off). ¿Tienes alcohol? Me he cortado un poco.
PACO: ¿Te has cortado?
RAMÓN: (En off). Sí, en casa, creo…
PACO: En el armario pequeño hay alcohol.
RAMÓN: (En off). Vale.
PACO: Te podrías haber curado en tu casa.
RAMÓN: (En off). ¿Qué?
PACO: Nada. No manches de sangre el lavabo. Laura no soporta la sangre.
RAMÓN: (En off). ¿Andrade no ha dado señales de vida aún?
PACO: No, y espero que no nos haga esperar.
RAMÓN: (En off). ¿Y Laura?
PACO: Trabajando.
(Ramón sale del cuarto de baño con la cabeza húmeda y el pelo echado hacia atrás).
RAMÓN: (Enseñando el dedo a Paco). Es un corte de nada pero…
PACO: ¡Vete a la mierda!
RAMÓN: Coño, Paco, es un corte de nada…
PACO: ¡No soporto la sangre, ya lo sabes!
RAMÓN: Pensaba que era Laura la que no soportaba la sangre. (Apaga el televisor).
PACO: ¿Qué haces?
RAMÓN: La tele, tío, que me pone malo. ¿Te importa?
PACO: Pues sí. Quiero ver qué tiempo va a hacer. Es importante.
RAMÓN: Sol. Lo he oído en la radio.
PACO: ¿Se puede saber por qué no puedo ver la tele en mi propia casa?
RAMÓN: Lo siento, es que en casa, Manoli la tiene puesta todo el día…
PACO: Ya, pero quiero ver las noticias.
RAMÓN: ¡Qué pérdida de tiempo! ¿No te lo he dicho ya? Va a hacer buen tiempo.
(Pausa).
PACO: ¿Fuiste ayer al Kytties?
RAMÓN: Sí, estuve un rato tomando algo.
PACO: ¿Quién estaba?
RAMÓN: Josué y Domínguez.
PACO: ¿Nadie más?
RAMÓN: Luego llegó Roca.
PACO: ¿Y hablasteis de algo? ¿Te comentó algo?
RAMÓN: No.
PACO: Roca es un tío raro.
RAMÓN: ¿Ah, sí?
PACO: Tú lo conoces más que yo.
RAMÓN: No sé, puede.
PACO: Sí, sí que es raro.
RAMÓN: De todas maneras, él es más colega de Andrade. Andrade le conoce mejor.
PACO: Andrade… Espero que no haga como siempre.
RAMÓN: No, no creo…
PACO: Pues de momento ya llega tarde. Espero que hoy se haya puesto las pilas. Hoy no es cualquier día…
RAMÓN: Son las cosas de Andrade…
PACO: No puedo entender a la gente que llega tarde a los sitios. La impuntualidad me pone de mal humor…
RAMÓN: A mí también…
PACO: Bueno, tú no eres precisamente un reloj…
RAMÓN: ¿Qué quieres decir?
PACO: Que no eres lo que se entiende por un tío puntual.
RAMÓN: ¿Ah, no?
PACO: No me jodas, Ramón. Siempre llegas tarde. Hoy mismo has llegado tarde.
RAMÓN: Sí, hoy he llegado tarde, vale. Habíamos quedado a menos cuarto pero he tenido que… llevar a los niños al colegio. Solo he llegado cinco minutos tarde.
PACO: Pues eso, que llegas tarde…
RAMÓN: Claro, tú no tienes ningún tipo de compromiso. Tú no sabes lo que es ir con la lengua colgando y el hígado en la boca.
PACO: ¡Vaya!
RAMÓN: ¡No, coño! ¡Es verdad! Ni que fueras perfecto.
PACO: No soy perfecto.
RAMÓN: Ya, no eres perfecto…
PACO: Pero que no tenga hijos no significa que no tenga obligaciones…
RAMÓN: Porque, no me negarás que tener hijos no es una obligación…
PACO: No lo sé, no tengo hijos.
RAMÓN: Si los tuvieras te darías cuenta de lo que es cargar con una responsabilidad que no puedes eludir ni un solo día.
PACO: Pues vale, es una responsabilidad…
RAMÓN: Porque tener hijos… joder, tener hijos… No es como decir “coño, tengo un perro”, ¿no?, joder; tener hijos es… es…
PACO: ¿Qué?
RAMÓN: Más.
PACO: Ah…
RAMÓN: ¿Ah?
PACO: No sé, qué quieres que te diga…
RAMÓN: Algo. Algo más interesante que “ah”.
PACO: Lo siento, no sé qué decir.
RAMÓN: Pues, por ejemplo, que… tener hijos es una carga.
PACO: Tener hijos es una carga.
RAMÓN: Sí. (Pausa). ¿Cuál es el plan?
PACO: El plan es que ahora nos recoge Andrade y Emilio nos espera en la gasolinera de la salida por Gran Vía. ¿Qué hora es?
RAMÓN: Las nueve.
PACO: Las nueve, ¿qué?
RAMÓN: ¡Coño, Paco, las nueve son las nueve!
PACO: Déjame ver tu reloj (le coge el brazo a Ramón y mira la hora que marca su reloj). ¿Lo ves?
RAMÓN: ¿Qué tengo que ver?
PACO: Pasan seis minutos de las nueve. No son las nueve.
RAMÓN: ¡Joder, Paco, vale, son las nueve y seis!
PACO: No, no vale. Hay una diferencia bestial entre las nueve y las nueve y seis…
RAMÓN: Seis minutos, coño, Paco.
PACO: ¿Lo ves? ¿Ves lo que te digo? Seis minutos de retraso. ¡Casi nada!
RAMÓN: Son solo seis minutos.
PACO: Tú no le das importancia, pero podría estar haciendo cualquier otra cosa en lugar de estar aquí esperando.
RAMÓN: ¿En seis minutos?
PACO: En seis minutos. ¡Siete ya!
RAMÓN: Joder, Paco…
PACO: Follar. Podría haber echado un polvo, por ejemplo.
RAMÓN: Laura se ha ido a trabajar, ¿no? Como no te hagas una paja…
PACO: Coño, pero si estuviera, podría haber echado un polvo. Si estuviera, figúrate que estuviera.
RAMÓN: ¿Delante de mí?
PACO: ¡Qué gracioso! Si tú no estuvieras y ella sí. Figúrate que tú no estuvieras y ella sí, ¿vale?
RAMÓN: ¿En seis minutos echarías un polvo?
PACO: Siete ya.
RAMÓN: ¿En siete minutos? ¿Tienes un problema?
PACO: ¿Un problema?
RAMÓN: ¡Vaya mierda de polvo, en siete minutos! Si tus polvos son de siete minutos tienes un problema; es evidente.
PACO: A veces tardamos menos todavía. No sé, tres, cuatro minutos.
RAMÓN: ¡Vaya porquería de polvos que echas!
PACO: ¡No te jode!
RAMÓN: Yo necesito al menos veinte minutos.
PACO: ¿Veinte minutos?
RAMÓN: Sí, más o menos.
PACO: ¿Siempre?
RAMÓN: A veces más. Unas cuatro veces por semana.
PACO: ¿Con tu mujer?
RAMÓN: Coño, claro. ¿Con quién si no?
PACO: Claro, si no, no tendría gracia estar veinte minutos, ahí, dale que te pego.
RAMÓN: Exacto, ¿qué gracia tendría estar veinte minutos con una tía a la que no te has follado nunca?
PACO: Claro, la gracia es esa, que sea con tu mujer.
RAMÓN: Pues sí.
PACO: Un viejo mismo podría estar más de veinte minutos con una cualquiera.
RAMÓN: Un viejo… depende.
PACO: Claro, depende, pero… pero con tu mujer…; eso es otra cosa.
RAMÓN: Totalmente diferente.
PACO: ¿Cuánto lleváis casados ya?
RAMÓN: Nueve años. No, diez, diez años.
PACO: Pues no te creo.
RAMÓN: Sí, sí, diez años. Tú estabas en la boda.
PACO: ¡No, coño! ¡Que no te creo que eches un polvo de veinte minutos con tu mujer cuatro veces a la semana!
RAMÓN: Pues créetelo.
PACO: Y una polla.
RAMÓN: ¿Para qué te iba a engañar?
PACO: Para hacerte el gran follador. Por eso.
RAMÓN: Mira, tío; si a tu edad no echas polvos de veinte minutos, es que tienes un problema.
PACO: No tengo ningún problema.
RAMÓN: Entonces es que estás estresado.
PACO: Qué chorrada. Al principio, con Laura, nos pasábamos los días follando, pero ahora la cosa está más calmada y cuando cae uno, pues no sé, desde luego no estamos veinte minutos.
RAMÓN: O sea, que tu parienta no te pone.
PACO: No, coño, no es eso. Lo que te quiero decir es que la cosa está más… normalizada. Ade- más, con toda la bronca de la fábrica, el despido y estar sin curro…; eso afecta. Es lo que le pasa a todo el mundo cuando tiene pareja estable y vienen mal dadas con el curro, ¿no?
RAMÓN: Yo tengo pareja estable y no me pasa.
PACO: Ya y tienes dos hijos, ya lo sé. Pero a los demás nos pasa. ¡No todos somos tan machotes como tú!
RAMÓN: Joder, Paco, no te pongas así.
PACO: ¡No, claro, coño, que no me ponga así! No todos somos iguales. Cada uno es como es, compañero. Por ejemplo, yo no tengo ese estúpido tic en la boca.
RAMÓN: Eso no tiene gracia. No lo puedo evitar.
PACO: No sé por qué tengo que darte explicaciones sobre mi vida sexual.
RAMÓN: No creo que sea gracioso tener un tic.
PACO: ¿No?, ¡pues yo follo en seis minutos!, ¿vale?
(Pausa).
RAMÓN: No sé por qué te pones así.
PACO: Me pongo así porque el capullo de Andrade lleva (le coge el brazo a Ramón para mirarle la hora) diez minutos de retraso. Por eso, estoy así.
RAMÓN: Ya sabes cómo es. Estará al caer, seguro.
PACO: ¿Qué coño se ha creído? ¿Que vamos a estar esperándole todo el día? Si a y media no está aquí, nos vamos los dos solos.
RAMÓN: No, eso no es posible.
PACO: ¿Por qué no?
RAMÓN: Porque le necesitamos. Tiene el coche. Y porque así era el plan y yo nunca incumplo un plan.
PACO: El plan… ¿Has comprado el periódico?
RAMÓN: Sí.
PACO: Déjamelo.
RAMÓN: Está dentro de mi mochila. Cógelo tú mismo.
PACO: ¿La abro, sin más?
RAMÓN: Sí, ¿qué pasa?
PACO: No sé, son tus cosas.
RAMÓN: No tengo secretos.
PACO: No sé, podrías llevar algo que no te gustara que viera.
RAMÓN: No, no llevo nada en particular.
PACO: Una revista porno. Podrías llevar una revista porno.
RAMÓN: No llevo ninguna revista porno. ¿Qué coño te pasa?
PACO: Nada.
RAMÓN: Joder, tío, te has levantado con el pie izquierdo.
(Pausa. Paco abre la bolsa de Ramón y saca el periódico. Empieza a ojearlo).
RAMÓN: ¿Te vas a poner a leer ahora?
PACO: Sí, para distraer los nervios. Estoy muy nervioso, así me olvido del tema. Es lo mejor. Además, de paso me informo.
RAMÓN: Yo no he podido ni desayunar.
PACO: ¿Tú? No te he visto nervioso en mi vida.
RAMÓN: Pues hoy estoy nervioso.
PACO: Pues lo disimulas muy bien.
RAMÓN: Es algo que llevo por dentro. Es genético. Soy igual que mi padre. Cuando estoy ner- vioso me da por relajarme, aparentemente, claro. Pero en realidad, me cago las patas pa bajo.
PACO: No sé cómo no te dio por meterte en los TEDAX.
RAMÓN: ¿En los TEDAX?
PACO: Esos tíos son la hostia; tienen que tener el pulso a prueba de bombas.
RAMÓN: Nunca mejor dicho, ¿pero qué tiene que ver conmigo?
PACO: Pues que buscan gente así, como tú, que sepa controlar los nervios. Porque esos tíos, cuando tienen que desactivar una bomba, ¿tú que crees, que no tienen miedo, o qué?
RAMÓN: Se cagan.
PACO: Se cagan, ahí está, se cagan las patas pa bajo. Pero tienen unos huevos que no les caben en los gallumbos.
RAMÓN: ¿Cuánto debe cobrar un tío de esos?
PACO: Una pasta, seguro.
RAMÓN: Sí, seguro que una pasta gansa.
PACO: Ese gilipollas de Andrade, ¿por qué tarda tanto?
RAMÓN: Se habrá entretenido, no sé.
PACO: Ese sí que no tiene nervios ni nada, ¿te das cuenta? Es como si estuviera vacío por den- tro. Te lo juro que me pone de los nervios. Siempre me pone de los nervios.
RAMÓN: Sí, es especial.
PACO: ¿Especial? ¡Los cojones, especial! Lo que tiene es un morro que se lo pisa. Nunca le he visto llegar a la hora. No sé cómo puedes confiar en él.
RAMÓN: Es buen tío…
PACO: Yo, porque insististe, porque si no, no le llamo.
RAMÓN: Pero si luego te partes con él.
PACO: Bueno, pues vale, pues le llamo para tomar unas birras por la noche. Pero si ahora contamos con él es por ti. Además, no creas que no se lo digo a la cara. Él ya lo sabe.
RAMÓN: Las cosas como son, Paco: Emilio y tú queríais un tipo ágil y rápido, ¿no?
PACO: Sí, pero disciplinado.
RAMÓN: Bueno, venga, estará al caer.
PACO: Llámalo.
RAMÓN: Me he dejado el móvil en casa. Llámale tú, aunque si está conduciendo no te va a contestar.
PACO: ¿Te has dejado el móvil en casa?
RAMÓN: Sí, a veces me pasa.
PACO: Eres gilipollas.
RAMÓN: ¿Qué te pasa ahora?
PACO: Un día como hoy y te dejas el teléfono en casa.
RAMÓN: Mejor, así nadie me molesta.
PACO: Podría pasar cualquier cosa y tú no te enterarías.
RAMÓN: Paco, no va a pasar nada.
PACO: No, claro, no va a pasar nada, señor “sabelotodo”.
RAMÓN: ¿Qué puede pasar?
PACO: Pues, por ejemplo, que lleguemos allí y no haya nadie.
RAMÓN: Qué tontería.
PACO: Sí, ríete.
RAMÓN: A ver Paco, eso no va a ocurrir.
PACO: Porque tú lo digas. ¿Y si se rajan?, ¿qué pasa si se rajan?
RAMÓN: Nadie se va a rajar.
PACO: No sería la primera vez.
RAMÓN: Esta vez no se va a rajar nadie.
PACO: Si se rajan o si se les ha pinchado una rueda del coche y no llegan, o lo que sea, habremos hecho el viaje en balde.
RAMÓN: No te preocupes. Está todo controlado. Eres la hostia, tío. No sé si te das cuenta pero te pasas la vida preocupándote por cosas que después nunca suceden.
PACO: Eso es ser precavido.
RAMÓN: Eso es ser un plasta. Ya sé que lo que quieres es ponerme nervioso para que cuando llegue Andrade le monte el pollo, pero no pienso picar.
PACO: Llegaremos tarde.
RAMÓN: No llegaremos tarde.
PACO: Más nos vale, porque podría estar haciendo cualquier otra cosa en lugar de estar aquí perdiendo el tiempo.
RAMÓN: Follar, por ejemplo. Podrías estar follando.
PACO: ¡Por ejemplo!
RAMÓN: Hazte una paja, Paco, y tranquilízate.
PACO: Háztela tú, no te jode… Una paja…
RAMÓN: ¿Tienes pipas?
PACO: Sí. En el armarito. Cógelas tú mismo.
(Ramón se levanta y coge un paquete de pipas del armario que está detras de ellos. Comen pipas).
RAMÓN: Si tanto te preocupa dónde está Andrade, llámale.
PACO: ¡Tócate los huevos! ¿Ves lo que te quiero decir? Encima de que llega tarde, tengo que gastar mi dinero para llamarle. (Coge su teléfono móvil de una mesilla y marca un número). ¿Andrade?… ¿Qué?… ¿Qué coño estás haciendo?… ¿Diez minutos? ¡Es la polla!… ¿Andrade?
RAMÓN: (Echando un vistazo por las estanterías de la estancia). ¿Qué dice?
PACO: ¡Qué cabrón! Dice que en diez minutos está aquí. ¡Eh! ¿Qué tocas?
RAMÓN: (Con unas fotos en la mano). ¿Este eres tú?
PACO: ¿Por qué no te tocas lo cojones? (Le quita las fotos a Ramón).
RAMÓN: Bueno, tío, no te pongas así.
PACO: ¿Por qué tienes que estar siempre tocándolo todo?
RAMÓN: ¿De qué vas vestido ahí?
PACO: De nada que te importe.
RAMÓN: ¡Cómo estás hoy!, ¿eh?
PACO: Estoy nervioso, tío. A mí me cuesta relajarme. ¡Y no tires las cáscaras al suelo, tienes un cenicero ahí!
RAMÓN: Lo siento. He leído en un libro de psicología que relajarse alarga la vida y nos mantiene jóvenes.
PACO: ¿Desde cuándo lees libros de psicología?
RAMÓN: Siempre me ha interesado el tema. Me hubiera gustado ser psicólogo.
PACO: Nunca me lo habías dicho.
RAMÓN: Ya.
PACO: Si hubieras sido psicólogo ahora no estarías en paro.
RAMÓN: Seguramente tienes razón. Hay mucho desequilibrado suelto.
PACO: Eso lo dirás por ti…
RAMÓN: No, en serio. Dice el libro este que todos, en mayor o en menor medida, sufrimos algún tipo de desequilibrio.
PACO: ¿Ah, sí?
RAMÓN: Sí. Por ejemplo, tú y yo estamos en paro, ¿no?
PACO: Ni me lo recuerdes.
RAMÓN: Pues bien podría ser que en nuestro subconsciente rechazáramos el concepto de trabajo. Podría ser que nos gustase ser, o sentirnos, víctimas de la sociedad en la que vivimos, en el subconsciente, claro. Imagínate lo que te estoy diciendo, ¿vale? El victimismo nos da una identidad a la cual no estamos dispuestos a renunciar, ¿me sigues? En este caso, nuestra enfermedad, porque el victimismo puede acabar siendo una enfermedad, como las paperas o el tifus, ¿entiendes?, pues nuestra enfermedad en forma de sentimiento de inferioridad nos da una identidad; ¿comprendes lo que te quiero decir?
PACO: Más o menos.
RAMÓN: Vale, la fábrica chapó y nos quedamos en la puta calle, vale. Una desgracia, sí. Luego, ¿qué? La prensa, las manifestaciones. De alguna manera nos vamos sintiendo cómodos en nuestro rol de maltratados por el capital y sin querer vamos impregnando cada pequeño detalle de nuestras vidas de victimismo y podría ser, perfectamente, que nos acabáramos identificando con nuestra desgracia hasta el punto de no querer solucionar nuestra situación. Todo eso en el subconsciente, claro está. ¿Me pillas?
PACO: Sí, te pillo.
RAMÓN: Por ejemplo, fíjate en Andrade. Tiene nuestra edad, más o menos, ¿vale? Y también lo echaron de la fábrica. Pero fíjate como todo el mundo le dice que parece más joven de la edad que realmente tiene; y problemas arrastra tantos… como tú y como yo, ¿o no?
PACO: No sé, sí.
RAMÓN: Pero se toma las cosas de manera más rela- jada. Por eso tiene ese aspecto de… Brad Pitt, ¿me sigues?
PACO: Sí…
RAMÓN: Lo relativiza todo…
PACO: Ya…
RAMÓN: Fácil…
PACO: A lo mejor es genético…
RAMÓN: Puede, pero… No…
PACO: Ah…
RAMÓN: Estoy… estoy hablando de psicología…
PACO: ¿Por eso llega siempre tarde?
RAMÓN: Pues, no tiene por qué ser eso, pero a lo mejor sí.
PACO: O sea, que él no se siente víctima de nada.
RAMÓN: Veo que me has seguido. Pues ahí está la madre del cordero.
PACO: ¿Pero qué me estás contando?, ¿que tengo algún tipo de paranoia o locura?
RAMÓN: No. Intento decirte que nada de lo que nos ocurre pasa de manera casual, es decir, que todo tiene una explicación, solo que está en nuestro subconsciente, y para encontrar la solución a nuestros miedos o problemas, o incluso enfermedades, tenemos que profun- dizar en el subconsciente. Pero esto que te estoy explicando no es nuevo. Freud ya rebuscaba, a principios del siglo XX, en el subconsciente de sus pacientes la solución a problemas de tipo emocional.
PACO: Sí, algo he oído.
RAMÓN: El psicoanálisis.
PACO: O sea que si voy a un psicólogo encontraré trabajo.
RAMÓN: Eh… no exactamente.
PACO: ¿No exactamente?
RAMÓN: No, tendrás que seguir yendo a la oficina del I.N.E.M., solo que si consigues superar ese sentimiento de víctima, irás con otra cara, otro aspecto, otra energía y, además, si visualizas el éxito conseguirás tu objetivo.
PACO: Gilipolleces, ¿entiendes? Yo te diré cuál es la verdad. La verdad es que vivimos en una sociedad en la que te juzgan según lo hinchada que tienes la cartera. ¿Que tienes diez? Eres un mierda. ¿Que tienes treinta? Eres otro mierda. ¿Que tienes millones en el banco? ¡Ahora te escucho! Eso es lo que cuenta. Si tienes la suerte de nacer en una familia de pasta, todo es más sencillo. Seguro que vendrá alguien a decirte que el dinero no da la felicidad, pero, hermano, la tristeza con dinero se lleva mejor. Ahora, si naces, como yo, en una familia de currantes, ¿qué, eh?, ¿cuál es tu porvenir, eh? Currar, colega, currar. Y curro por desgracia no hay para todos, ¿o no?, y entonces vienen los problemas. Aunque vayas a un puto psicólogo a que te abra el cerebro, te invade la tristeza, y además no tienes ni un céntimo; nada, estás “pillulli”, sin un “chus”, flojo de “gallino” sin un “mango” ni para ir al cine. ¡Qué digo al cine! Eso es para los ricos. Y te diré más, ya que no te das cuenta de la realidad. Si no hubieran venido con la mierda esa de la ampliación de la planta en Polonia, tú, yo, Andradre y dos mil más tendríamos nuestro puesto de trabajo y no nos haría falta ir a esa mierda de oficina del paro todos los días, ¿me sigues tú a mí? ¿Y sabes lo que te digo? Que mientras tú lees libros de psicología, la sociedad, la misma que se queda cruzada de brazos cuando despiden a dos mil currantes, se parte de risa en tu jeta, ¿me entiendes? ¡En tu jeta! ¿Me pillas?
RAMÓN: Eh…
PACO: Libros de psicología, ¡no te jode! Un psicólogo, ¿cuánto gana al mes?
RAMÓN: No sé.
PACO: ¿No lo sabes? Claro, eso sí que no lo pone en el libro. ¿A que no?
RAMÓN: ¿Cómo va a poner lo que gana un psicólogo? No sé lo que gana…
PACO: No, no. ¿Cuánto gana? Venga, di una cifra.
RAMÓN: Y yo qué sé. No sé, dos mil al mes.
PACO: ¿Dos mil? Más.
RAMÓN: ¿Más?
PACO: Coño, claro. En qué mundo vives. Mucho más.
RAMÓN: ¿Cinco mil?
PACO: Eso ya está mejor.
RAMÓN: ¿Mejor? Eso es un pastón.
PACO: Y más, ganan más. Seis mil. Y más, también. Y eso sin ser nada del otro mundo. El Freud ese podría ganar hasta ocho mil euros.
RAMÓN: ¿Pero qué dices? Si en la época de Freud no existían los euros.
PACO: Pero qué gilipollas que eres. Claro que no había euros, pero al cambio ese tío ganaría eso, más o menos.
RAMÓN: ¿Cómo lo sabes?
PACO: ¿Que, cómo lo sé? Lo sé y punto.
RAMÓN: Vale, ¿y qué?, ganaba ocho mil. ¿Y qué?
PACO: ¿Y qué?
RAMÓN: Sí, ¿y qué?
PACO: ¡Pues que con esa pasta es muy fácil hablar de los problemas de los demás! ¡Coño que si es fácil! Hasta yo me apunto a eso. Lo difícil es lo otro.
RAMÓN: ¿Lo otro?
PACO: Sí, lo otro. Vivir la vida, el día a día. Pagar la hipoteca, la luz, el gas. Eso es lo difícil. ¿Qué coño dice el señor psicólogo cuando vas con el agua al cuello y no llegas a fin de mes? ¿Y si te despiden porque la empresa se va a Polonia? ¿Quién se come el marrón? ¿A que no dice nada de eso? ¡Yo me levanto todos los días a buscar trabajo y esta es la cara que tengo y no pienso cambiarla! ¡Estoy harto de bajarme los pantalones!
RAMÓN: Nadie dice que te bajes los pantalones, solo que afrontes las cosas con otra actitud.
PACO: ¿Y eso qué es sino bajarse los pantalones? ¡Mira a lo que nos llevó cambiar de actitud! ¡Nos dijeron que si nos reducían los sueldos evitaríamos los despidos y como unos idiotas aceptamos! ¿Y luego qué? ¡A la puta calle! ¿Qué tiene que ver eso con la psicología? ¡Venga, déjate de cuentos chinos sobre si mi subconsciente no quiere trabajar!
RAMÓN: Yo no he dicho eso…
PACO: ¡No claro, lo he dicho yo!
RAMÓN: Lo que he querido decir es…
PACO: ¡Lo que has querido decir es que soy un puto vago! ¡Como si me gustara estar así!
RAMÓN: No he dicho eso. Escucha…
PACO: No, escucha tú. Tengo tantas ganas de trabajar que hago lo que sea. ¿Querías saber de qué iba vestido en la foto que has visto?
RAMÓN: Paco, tío…
PACO: De teléfono móvil.
RAMÓN: ¿Qué?
PACO: Sí, ríete. Eso, ríete, listo, que eres un listo tú.
RAMÓN: ¿Te vestiste de teléfono móvil?
PACO: ¡Sí, qué coño pasa! Me pagaron treinta y cinco euros por estar media mañana repartiendo folletos vestido de móvil. Esa foto que has visto era de la prueba del disfraz, porque además había que hacer una prueba para ver si me daban el trabajo; no te lo pierdas. ¡Hasta una puta prueba de selección tuve que superar! ¡No te imaginas la vergüenza que se puede llegar a pasar metido dentro de esa cosa! Así que no me hables de tener o no tener ganas de trabajar. ¡No te jode! Por eso necesitaba que llegara el día de hoy. Desfogarme es lo que necesito. Voy a explotar, ¿me entiendes? Y por eso también me jode tener que esperar a ese gilipollas de Andrade que siempre llega tarde a todas partes. Ese sí es un puto parado que no quiere trabajar ni aunque lo maten, pero ¿yo? ¡Que te den por culo a ti y a tu puto libro de Psicología!
(Pausa prolongada).
RAMÓN: Aunque no lo creas, Paco, yo también estoy a punto de explotar. Manoli… yo. Manoli creo que no soporta más esta situación. Intento evadirme, no sé, con algo. Por eso leo, lo que sea, o vengo a pasar las mañanas aquí contigo. Todo son nervios en casa. Con el sueldo de Manoli solo no llegamos… Ya casi no nos hablamos, solo discutimos.
PACO: ¿No dices que folláis cuatro veces a la semana?
RAMÓN: Antes, tío. Eso era antes.
PACO: Ya sabía yo…
RAMÓN: Desde que me despidieron, poco por no decir nada. Hoy hemos discutido fuerte. Ayer me contestaron de una entrevista que tuve el jueves pasado y me dijeron que no me habían seleccionado, y ella… No sé qué hacer. Yo también voy cada día a la oficina del paro, pero Manoli no entiende que me cueste tanto encontrar trabajo, y esta mañana… hemos discutido, muy fuerte, con los niños delante… Los niños… No le parecía bien lo de hoy… No he querido escondérselo… le he dicho adónde iba. Podría haberle dicho que iba a una entrevista o a la oficina del paro, pero no, y…
PACO: No tenías que habérselo dicho. Yo ya no le cuento nada a Laura. Es lo mejor.
RAMÓN: Yo ya no sé qué es lo mejor.
PACO: Lo mejor es que Andrade llegue ya. Se nos va a echar el tiempo encima.
RAMÓN: Paco.
PACO: ¿Qué?
RAMÓN: Somos colegas, ¿no?
PACO: A veces te mataría pero sí.
RAMÓN: Tengo que contarte algo…
PACO: Coño, Ramón, las pipas, joder. Mira cómo has puesto el suelo.
RAMÓN: Perdona, ya las recojo.
(Pausa).
PACO: Todo cambiará. Hoy empieza una época nueva para nosotros, ya lo verás.
RAMÓN: (Coge la foto de la mesa en la que Paco va vestido de teléfono móvil). Qué pinta que tienes aquí.
PACO: Lo peor es cuando alguien te reconoce.
RAMÓN: Me lo puedo imaginar.
PACO: Mamen, la hermana de Laura, paseaba por ahí con el arrogante de su marido. Tenías que haber visto la cara de cachondeo que tenían los dos.
RAMÓN: Haberla mandado a la mierda.
PACO: Me faltó poco, pero Laura y ella no se llevan muy bien últimamente y solo faltaba eso. Ahora, te juro que la hubiera mandado a la mierda.
RAMÓN: Te queda bien el disfraz…
PACO: Vete al carajo.
RAMÓN: ¿Tienes una cerveza?
PACO: ¿A esta hora? Te necesitamos bien despierto. No puedes ponerte bolinga ahora.
RAMÓN: ¿Por una cerveza? ¡Venga ya!
PACO: Bueno, ve a buscar dos a la nevera, a mí también me apetece una. Total no tenemos que conducir nosotros.
RAMÓN: (Va a buscar las cervezas. En off). ¿Te digo una cosa?
PACO: Venga.
RAMÓN: (En off). Estoy pensando en largarme.
PACO: Bueno, lárgate a partir de mañana. Hoy te necesitamos.
RAMÓN: (Entrando con las cervezas). En serio, tío. He estado pensando. Manoli no me necesita y los niños tampoco. Si me largo no me echarán de menos. Si pudiera volver atrás…
PACO: Eso lo pensamos todos.
RAMÓN: Si pudiera volver atrás no me casaría.
PACO: ¡Vaya!, ¡aquí tenemos al hombre feliz! ¡Salud, hermano! (Bebe).
RAMÓN: Salud. (Bebe).
(Pausa).
PACO: (Leyendo el periódico). “Monjes Tibetanos enseñan a meditar”. ¡No te lo pierdas! Aseguran que algunos, de tanto practicar la meditación, llegan a levitar. Vaya gilipollez.
RAMÓN: Hombre, Paco, levitar no debe de ser ninguna gilipollez…
PACO: ¡Venga ya! Vale, puedes levitar, ¿y qué?
RAMÓN: Hombre…
PACO: ¡Qué chorrada!, ¿qué mierdas consigues con eso?
RAMÓN: Si tú lo dices… (Pausa). Está buena esta birra.
PACO: Veintiocho céntimos la lata.
RAMÓN: Qué barato…
PACO: Andrade ya me está tocando los cojones. ¿De qué coño va?
RAMÓN: Andrade es Andrade.
PACO: Eres un filósofo, Ramón, coño. (Lee en el periódico). ¡Qué hijo puta!
RAMÓN: ¿Qué?
PACO: Le tocan cincuenta y ocho millones de euros en el Euromillón. ¡Qué hijo puta!
RAMÓN: Y que lo digas.
PACO: ¿Qué harías tú con cincuenta y ocho millones de euros?
RAMÓN: Joder, la hostia. Me compraría un yate.
PACO: No me jodas, Ramón, un yate…
RAMÓN: ¿Qué tiene de malo un yate?
PACO: Nada, no tiene nada de malo, pero podrías tener un poco más de imaginación.
RAMÓN: Pues a mí me parece que un yate es tener imaginación.
PACO: Pero con cincuenta y ocho millones, con esa pasta, colega, podrías comprarte, ¡yo qué sé! Una isla.
RAMÓN: ¡Anda ya! Con esa pasta no te llega.
PACO: ¡No, qué va!, ¿tú qué sabes?
RAMÓN: Coño, una isla vale más.
PACO: ¿Cómo lo sabes? ¿Has estado mirando en el Segunda Mano para comprarte una?
RAMÓN: No, no estado mirando en el Segunda Mano, pero creo que son más caras. Marlon Brando tenía una.
PACO: ¿Y qué?
RAMÓN: ¿Tú te crees que si un tipo así, un tío que estaba montado, tiene una isla, cualquiera se la puede comprar?
PACO: Pero si tienes la pasta, ¿qué? Te la compras y punto.
RAMÓN: Puedes tener la pasta, vale, pero una isla no se la venden a cualquiera, ¿entiendes?
PACO: Bueno, vale, además yo no me compraría una isla.
RAMÓN: ¿Y qué harías con la pasta?
PACO: Compraría la fábrica y volvería a contratar a todos.
RAMÓN: Eso sí que estaría bien, Paco.
PACO: De puta madre estaría. Imagínate la cara del hijo de puta ese de don Marcial Fernández si apareciera con un cheque en blanco y le dijera: “venga largo de aquí que todo esto es mío. Ponga una cifra”.
RAMÓN: Sería la hostia.
PACO: Sería la rehostia, tío. Y todos os ibais a beneficiar porque os subiría el sueldo.
RAMÓN: Joder, te ibas a quedar con la peña.
PACO: Sí, pero no lo haría para quedarme con la peña. Lo haría porque es de justicia, ¿comprendes? Y lo haría por mis cojones y para que se enteren esos patrones cabrones que se piensan que pueden andar jodiendo a la peña…
RAMÓN: Eso está muy bien.
(Pausa).
PACO: ¿Qué hora es ya?
RAMÓN: Casi y media.
PACO: A la mierda, nos vamos. Paso de Andrade. Venga vámonos.
RAMÓN: Coño, Paco. Sabes perfectamente que no podemos irnos sin él. No tenemos coche.
PACO: Pues me voy en taxi.
RAMÓN: ¿Estás loco?
PACO: Voy a llamar a ese cabrón y le voy a decir que me voy en taxi.
RAMÓN: Venga, hombre. Ahora cuando llegue te cagas en su puta madre y te quedas tran- quilo, pero hagamos las cosas bien. Es una locura ir en taxi.
PACO: Voy a llamarle.
RAMÓN: Llámale, venga.
PACO: (Marca en el teléfono móvil). ¿Andrade?… ¿Qué coño pasa, tío?… Me cago en…
RAMÓN: ¿Qué?
PACO: ¡Tendrá cara! Me ha colgao. Dice que ya está aquí. ¿Tú ves lo que te quiero decir? Nos toma el pelo. Pero, claro, es tan simpático que…
RAMÓN: ¿Tienes otra birra?
PACO: Coño, Ramón, te acabas de tomar una.
RAMÓN: Ya, pero me apetece otra.
PACO: ¿Por qué no te esperas? Tienes que estar con los cinco sentidos…
RAMÓN: Por una no pasa nada.
PACO: Son las diez de la mañana, tú verás si no pasa nada.
RAMÓN: No tengo que conducir.
PACO: Pero te necesitamos con la mente clara, joder.
RAMÓN: Paco, estoy perfectamente.
PACO: Como luego la cagues te mato.
RAMÓN: Una más no me hace nada. Lo sabré yo.
PACO: Cógela tú mismo y sácame otra a mí.
(Ramón va a por las cervezas. Suena el interfono).
PACO: ¡Ya era hora! ¡Venga coge tu bolsa!
RAMÓN: (En off). Hay tiempo de sobra, nos tomamos la birra…
PACO: Luego te invito a otra, venga.
RAMÓN: ¡Joder!
PACO: (Contesta al interfono). ¿Sí?… ¿Qué?… Pero ¿qué pasa?… ¿Qué?… ¿En serio?
RAMÓN: (Vuelve con las cervezas). ¿Qué pasa?
PACO: ¿Que, qué pasa?
RAMÓN: Sí, ¿qué pasa?, hostia.
PACO: Pasa lo que tenía que pasar. Eso es lo que pasa.
RAMÓN: ¿Y qué tenía que pasar?
PACO: Que dice que el coche se ha averiado, que está saliendo humo del capó. Eso es lo que pasa.
RAMÓN: Mal rollo. Eso puede ser la junta de culata.
PACO: ¡Junta de pollas!
RAMÓN: ¿Qué hacemos ahora?
(Llaman al timbre de la puerta. Paco va a abrir).
PACO: (En off). ¡Me cago en la leche!
(Entran Paco y Andrade).
PACO: ¡Algo tenía que pasar!
ANDRADE: ¿Y qué quieres? Se me ha jodido el coche.
RAMÓN: ¿Qué le ha pasado?
ANDRADE: Tiene pinta de ser la junta de culata.
RAMÓN: ¿Y qué hacemos ahora?
ANDRADE: Yo qué sé…
PACO: ¡Claro! ¡Tú no sabes nunca nada!
ANDRADE: Llamamos a Emilio y que nos esperen. A lo mejor se puede retrasar todo.
PACO: ¡Déjame pensar!
RAMÓN: ¡Madre mía!
ANDRADE: Paco, ¿y tu coche?
PACO: Mi coche, en el taller. Están haciéndole una revisión. Lo voy a vender la semana que viene.
ANDRADE: Pero a lo mejor te lo tienen listo.
PACO: No, tiene el eje partido. Además el taller está en la quinta hostia. No hay tiempo.
ANDRADE: Bueno, pues llama a Emilio, que lo retrasen todo y que nos venga a buscar alguien, ¿no?
PACO: Nada de eso, nos vamos en taxi.
ANDRADE: Pero ¿qué coño estás diciendo, en taxi?
PACO: Pues en taxi. ¡En taxi es en taxi!
RAMÓN: Pero ¿tú sabes lo que vale un taxi hasta allí?
PACO: ¿Y qué más da eso ahora?
RAMÓN: Pues da que no tenemos un duro. Eso da.
ANDRADE: Además, yo tengo que esperar a la grúa. No voy a dejar el coche ahí tirado.
PACO: ¡Me cago en la puta!
ANDRADE: Llama a Emilio.
RAMÓN: Llama a Emilio, Paco.
PACO: ¡Coño, que lo llame Andrade! ¡No te jode!
ANDRADE: No tengo saldo.
PACO: ¡Pero cómo se puede ir así por la vida!
ANDRADE: ¿Y qué quieres? Se me ha acabado.
PACO: ¡Se me ha acabado! ¡Se me ha acabado! ¡A mí sí que se me está a punto de acabar la paciencia!
ANDRADE: Bueno, pues tú verás, tío, yo más no puedo hacer.
PACO: (A Ramón). ¿Ves lo que te decía? (Marca un número en su teléfono móvil). Uno se deja el teléfono, y el otro, sin saldo.
ANDRADE: (A Ramón). ¿Qué le pasa?
RAMÓN: Joder, Andrade. Le pasa que llevamos más de media hora esperándote y ya sabes cómo se pone si le hacen esperar. Parece que no le conozcas.
ANDRADE: Tío, lo siento. No sabes cómo está el tráfico. La Gran Vía está imposible, con la mierda de las obras. No sé qué están haciendo en Glorias… Y si el coche, además, se estropea, coño, ¿qué quieres?
PACO: (Al teléfono). ¿Emilio? ¿Qué pasa, hombre?… Bien, mira, hemos tenido un pequeño percance… No, sí… No, coño, que no nos rajamos. No… pasa que nos hemos quedado sin coche… Pues eso que nos hemos quedao tiraos… No, no, no, estamos en mi casa. Qué te iba a decir, ¿tú podrías acércate a recogernos?… Ya… Sí ya sé, pero si hablas con los demás, seguro que se puede retrasar todo un poco… Vale, tío.
RAMÓN: ¿Qué dice?
PACO: Que va a hablar con los demás y me llama.
RAMÓN: Bueno…
PACO: Ya te vale, Andrade, ya te vale. Hemos quedado como el puto culo.
ANDRADE: Tío, lo siento.
PACO: Ya. ¿Qué hora es, Ramón? Pero la verdadera, no la que te dé la gana.
RAMÓN: Y treinta y ocho.
PACO: (A Andrade que ha empezado a liarse un porro). Pero ¿qué haces?
ANDRADE: ¿A ti qué te parece?
PACO: ¡Tío, tienes que estar a tope! ¡Son las diez de la mañana!
ANDRADE: Joder, es el primero, ¿te importa?
PACO: No… Sí, sí que me importa, no te jode… O sea, que llegas cuarenta minutos tarde y te pones a fumar un porro.
RAMÓN: ¡Joder, Paco!
PACO: (A Ramón). ¡No tío, es la actitud! Además, luego me deja toda la casa apestando a porro y a Laura no le gusta. Un respeto, joder.
ANDRADE: Abro la ventana, tío.
PACO: ¿No te puedes aguantar?
ANDRADE: Sí puedo, pero me apetece. No te preocupes, si abro la ventana se va el olor.
PACO: Sí, ábrela, pero para tirarte, por favor.
ANDRADE: Pues no sé qué decirte. Puede que lo haga.
RAMÓN: ¿Qué te pasa?, ¿estás deprimido? Come pipas.
ANDRADE: ¿Que qué me pasa? Anda, dame pipas.
PACO: ¿Qué pasa?
ANDRADE: Estoy jodido.
PACO: Yo también, de esperarte.
ANDRADE: Esto es la hostia. (Se enciende el porro).
RAMÓN: ¿Qué pasa?
ANDRADE: Yo no quería llegar tarde.
PACO: Vale, vale… ya.
ANDRADE: Hoy me he levantao de otra manera. Me he dicho a mí mismo: “hoy… voy a ser puntual. Por Paco”.
PACO: Ya lo veo. Casi lo consigues…
RAMÓN: ¡Deja que hable, coño!
PACO: ¡Encima!
ANDRADE: Es muy fuerte. ¿Cuánto hace que nos conocemos?
RAMÓN: No sé, quince años, dieciséis…
ANDRADE: Vosotros me conocéis, ¿no?
PACO: ¿Que si te conocemos? Como si te hubiéramos parido.
ANDRADE: No lo creo.
PACO: Que no, dice.
ANDRADE: No.
(Pausa).
RAMÓN: ¿Qué pasa, Andrade?
ANDRADE: Yo soy un tío con una vida… a mi manera, un poco particular, vale, pero sé perdonar.
PACO: ¿De qué coño estás hablando?
ANDRADE: ¡Cállate de una puta vez y déjame acabar, por favor!
PACO: No, si encima le tengo que pedir perdón…
RAMÓN: ¡Déjale hablar!
ANDRADE: Es importante, tíos. Lo que os decía, hoy me digo, “voy a hacer un esfuerzo”, ¿no?, “por Paco, coño, que siempre me tiene que esperar”, y me levanto y voy a la pitse a desayu- nar, como cada día. Me siento en mi mesa de siempre a las ocho como cada día, pido un bocadillo de tortilla de atún, como cada día, un agua con gas y un café con leche bien caliente, como cada día. Me digo, “coño, hoy es el día. Hoy sí que hay que dar el callo”. Me acabo el bocata y me tomo el café y me pido otro. ¿Y qué diríais que pasa?
RAMÓN: No lo sé… ¿Que está muy caliente?
ANDRADE: ¿Cómo?
RAMÓN: El café, que está muy caliente y te quemas.
(Pausa. Da unas caladas al porro).
ANDRADE: Os lo juro, yo no soy un tipo rencoroso, si algo no soy es rencoroso, o ¿sí lo soy?
RAMÓN: No, no lo eres.
PACO: No, venga, arranca de una vez. ¿Qué pasa?
ANDRADE: Es muy fuerte, tíos. Me tomo el café y pido la cuenta, y Santi, el gallego, me dice, “no, ha pagado aquella señora”. Y yo, que conozco a Santi, le digo, “venga, Santi, déjate, chaval, que ya te conozco. Que no voy a dejar que me invites hoy también, que estoy en el paro pero tengo mi dinerillo pa ir tirando”. Y me dice, “no, no, en serio te lo digo, tío, ha pagado aquella señora y me ha dicho que te debe eso y más y no sé qué rollo de que si por ella fuera te invitaba todos los días”. Y yo que conozco el barrio, sabes, digo, “coño, esto cada vez se va pareciendo más a un manicomio”. Pero por aquello de la educación y porque, coño, la verdad, tengo curiosidad, es mi naturaleza, me acerco, ¿no, tíos? Y le digo, “disculpe”. Todo esto a las ocho serían, no más, como mucho las ocho y cinco. Le digo, “disculpe, pero no nos conocemos. Yo creo que se confunde de persona”. Y la cosa es que le veo los ojos y pienso “coño, esta cara”. Y la tía, porque de lejos parecía una vieja, más estropeada que un bocata de membrillo en un desierto, pero a medida que me iba acercando hasta me pareció que estaba buena. Una pureta pero de buen ver. Vaya, que tuvo que estar buena de joven. Y yo que pienso “esta cara”, y me suelta “siéntate, por favor”; y yo sin decir nada me siento y me dice, te lo juro por que me caiga muerto ahora mismo, me dice, “tenemos que hablar”. (Suena el teléfono móvil de Andrade). ¿Quién coño me llama ahora? ¡Joder, la grúa! (Contesta). ¿Sí?…, sí, soy yo… sí…, pues esto es Carlos Arniches, un momento… (A Paco). Calle Bosque ¿qué?
PACO: Once, calle Bosque once.
ANDRADE: Calle Bosque once… ok… ¿media hora? ¡Joder!… Bueno vale… más no, que tengo que largarme… vale, vale… Sí, claro, este es mi teléfono, ¿de quién va a ser si no?… Bueno vale, adiós.
(A Ramón y a Paco). La grúa, que viene para aquí. ¿Por dónde iba?
RAMÓN: Que la pureta te dice que te sientes…
PACO: No, ya está sentado.
RAMÓN: Que te sientas.
ANDRADE: Eso, que me siento y me dice que tenemos que hablar y yo que le digo que de qué, que yo no la conozco de nada y me suelta “sí que nos conocemos. Nos conocemos de hace tiempo”. Y yo le digo, “¿de hace tiempo? pues lo siento pero ahora no caigo”. Y me dice en plan película, que si ella no sabe cómo empezar, que si es muy duro, que si esto, que si lo otro, que el de la moto y al final me suelta, pero tal cual, me suelta…
PACO: ¿Qué?
ANDRADE: “Soy tu madre”.
RAMÓN: ¡No me jodas!
ANDRADE: “Enrique, soy tu madre”; tal cual me lo suelta, como el que dice dos tercios y un pincho de tortilla, colegas. “Soy tu madre”.
RAMÓN: ¿Y qué le has dicho?
ANDRADE: ¿Qué le he dicho? Nada. ¿Qué coño le voy a decir? Me he quedao más tieso que la pezuña de una cabra, tío. Entonces nos hemos quedao mirándonos en silencio y después de unos minutos le digo, “señora usted desvaría, yo no tengo madre; mi madre, coño mi madre, mi madre se largó cuando era pequeño, mi madre”.
RAMÓN: Claro.
ANDRADE: ¡Claro! Mi madre se largó cuando yo tenía, ¿qué sé yo? Nueve años, ¡yo qué sé! Y me dice “ocho y lo siento”. Y el caso es que algo por dentro me decía que estaba diciéndome la verdad porque esa cara, joder, esa cara, claro que me sonaba. ¿Cómo no me iba a sonar? Me sonaba más que la trompeta de Neil Armstrong, colega.
PACO: Ese era astronauta.
ANDRADE: Ya pero era negro y también tocaba la trom- peta.
PACO: Me parece que no se llamaba Neil.
RAMÓN: Deja que termine, Paco.
PACO: Creo que era Louis el de la trompeta, el negro.
ANDRADE: Bueno, qué más da. La cosa es que cómo no me iba a sonar esa cara. Y además me llama Enrique, que nadie me llama así. Me cago en mi puta vida.
RAMÓN: Es muy fuerte tío.
ANDRADE: Ya te digo que si es fuerte.
PACO: ¿Pero entonces es verdad? O sea, ¿es tu madre?
ANDRADE: ¡Coño que si es mi madre! ¡Como que me han venido todas las imágenes a la cabeza! ¡Y además me llama Enrique!
RAMÓN: ¿Y qué le has dicho?
ANDRADE: ¿Que qué le he dicho? Nada le he dicho, ¿qué le voy a decir? Que muy bien, que gra- cias por el café y me he levantao; todo eso con el bar entero coscándose de todo, como en un programa de esos de la tele. Me levanto y me largo.
RAMÓN: Te largas…
ANDRADE: Me largo, sí, y la colega que viene detrás de mí y me dice. “Mira, todo lo que puedas pensar de mí es poco”, me dice. “Llevo tiempo viéndote desayunar en este bar y siempre me falta valor pero hoy me he deci- dido”, y sigue. “No voy a entrar a explicarte por qué lo hice pero te juro que tenía mis razones. Lo único que quiero es que te guar- des esto (Andrade les enseña un papelito), es mi teléfono y tal vez, dentro de unos días, quieras llamarme. Cuando lo asimiles. No te digo que sea mañana pero piénsalo, por favor”.
RAMÓN: ¿Y qué le has dicho?
ANDRADE: Nada. Me he largao.
RAMÓN: ¿Te has largao así, sin más?
ANDRADE: ¿Y qué coño quieres que haga, saltar de alegría?, ¿lanzarme a sus brazos? ¿cantar el We are the world? ¡No te jode! Claro que me he largao. O sea, que a mis cuarenta y dos tacos, se me presenta mi vieja y ¿qué quieres que haga?
RAMÓN: ¡Yo qué sé, decirle algo!
PACO: ¡Es que una madre no se encuentra todos los días, tío!
RAMÓN: ¡Exactamente!
ANDRADE: Y claro, luego me ha entrao el remordi- miento. Porque si te digo la verdad, coño, yo con mi padre nunca hablé de esto, quiero decir, que se daba por hecho.
RAMÓN: ¿Pero se daba por hecho el qué?
ANDRADE: Pues eso, que se daba por hecho. Luego, cuando mi padre murió, un poco mi abuela me contó la movida, pero para mí eso ya era el pasado.
RAMÓN: Pero si te ha entrado el remordimiento, será por algo. Será porque has tenido el deseo de hablar más con ella, ¿no?
ANDRADE: ¡Yo que sé! Sí. No te voy a engañar que desde pequeño he pensao en encontrármela por ahí, pero ahora a los cuarenta y dos palos, pues la verdad, no.
PACO: ¿Pero las vas a llamar o no?
ANDRADE: No… Sí… No lo sé. Por eso, os pregunto si yo soy esa clase de persona que se queda resentida, coño. ¿Lo soy o no lo soy?
RAMÓN: No.
PACO: Más bien lo contrario. Todo te la resbala bastante.
RAMÓN: Ya, pero esto es otra cosa.
PACO: Sí, claro esto es otra cosa.
ANDRADE: Pero otra cosa de la hostia.
PACO: ¿Entonces, la vas a llamar?
RAMÓN: Llámala.
ANDRADE: ¿Ahora?
RAMÓN: Claro, ¿cuándo si no? Piensa en esa señora ahora. Piensa en tu madre, cómo estará en este momento. Vale, tú te has llevado la peor parte, toda la infancia sin madre, seguro que fue durísimo, pero has tenido cierta suerte porque te has hecho a ti mismo; eres un tío con ideas, con personalidad. Pintas. Eres un pintor de puta madre, tienes talento y no le has hecho daño a nadie. Cualquiera en tu situación, de pequeño, podría haberse torcido, pero a ti no te ha pasado. Aún eres joven, tienes toda la vida por delante. Pero ella, imagínate todos estos años pensando, cada día de su existencia, en lo que se ha dejado en el camino. Y tampoco sabes la razón. Joder, Andrade, tienes la oportunidad de ser generoso de verdad. Mira, yo perdí a mi madre hace poco, pero tengo la sensación de no haberla conocido realmente. Si ahora pudiera tirar atrás, si pudiera, ¡coño!, intentaría conocerla a fondo. A ti te ha pasado justo lo contrario, ¿entiendes? ¡Justo lo contrario! Aprovecha esta oportunidad. Hazlo por ti… y, de paso, por mí.
PACO: Sí, y por mí también, ya que estamos. Yo pienso lo mismo. Es meterse en el subconsciente y arreglar las cosas. Eso no lo digo yo, lo dice un libro que tiene este. (Señala a Ramón).
RAMÓN: Algo así.
ANDRADE: ¡Joder!
(Pausa prolongada).
ANDRADE: ¡Qué coño de vida! No sé, necesito pensar. Dejadme que piense un rato.
(Pausa).
ANDRADE: (Ve la foto de Paco vestido de teléfono móvil y la coge). ¿De qué vas vestido aquí, tío?
PACO: (Se la quita de la mano). ¡Deja eso!
RAMÓN: De teléfono móvil.
ANDRADE: De teléfono móvil, hostia, tío, es verdad. ¿Era Carnaval?
PACO: No.
RAMÓN: Era por un curro.
PACO: (A Ramón). ¿No te puedes callar la boca…?
RAMÓN: Venga, Paco, ríete un poco, hombre. Tienes una cara.
PACO: ¡La que tengo, no me sale de los cojones reír!
RAMÓN: (Parodiando a Paco). No me sale de los cojo- nes reír.
PACO: Vamos a ver, ¿me meto yo, acaso, con vuestras manías y vicios?
ANDRADE: (Sarcástico). Nunca.
RAMÓN: (También sarcástico). No.
PACO: ¡Pues dejadme en paz, joder!
ANDRADE: (Se enciende el porro que se le había apagado mientras hablaba de su madre). Joder, creo que le he echado mucho hachís.
RAMÓN: ¿Eso no te sienta mal a esta hora, tan pronto?
PACO: ¡Mira quién fue a hablar! Llevas dos birras encima a las diez de la mañana y a saber si te habías tomado alguna antes de venir.
RAMÓN: No, no me he tomado ninguna, y si me estás llamando alcohólico que sepas que me suda la polla.
PACO: Vaya vocabulario. Vigila porque tienes niños pequeños y eso se pega en seguida.
RAMÓN: No te preocupes, no se les va pegar nada.
ANDRADE: (A Ramón). ¿Cómo están Manoli y los niños?
RAMÓN: Bien.
PACO: Hoy han tenido bronca.
ANDRADE: (A Ramón). Cuando te separes dile a Manoli que me haga una perdida al móvil.
PACO: ¿Cuándo vas a sentar cabeza?
ANDRADE: ¿Estás loco? Estoy en el paro, ¿qué quieres que haga, casarme y tener hijos? Ya sabes lo que pienso de todo eso.
RAMÓN: ¿Y qué pasa con Susi? ¿A ella no le importa? Quiero decir ¿no quiere hijos, casarse? No sé, esas cosas.
ANDRADE: Nunca he cometido la imprudencia de pre- guntarle eso a una mujer. Vosotros, en cam- bio, sí y fijaos cómo estáis.
PACO: Estamos como tú.
ANDRADE: Como yo no. Yo no tengo más obligacio- nes que las mías. Si me caigo muerto, no dejo a nadie en la estacada. ¡Buf, qué res- ponsabilidad!
RAMÓN: Bueno, ahora está tu madre.
ANDRADE: Cambia el rollo, ¿quieres?
PACO: Andrade, esa mierda que fumas te está haciendo efecto. No te das cuenta, pero poco a poco te va a afectando al coco.
ANDRADE: Sí, pero no tanto como para vestirme de teléfono móvil.
PACO: Era un trabajo, so capullo.
ANDRADE: ¿Y te pagaron bien?
PACO: Treinta y cinco euros ¿quieres la dirección? Tal vez haya algo para ti.
ANDRADE: No, gracias. Hasta que no se me acabe el paro no pienso pegar ni sello.
PACO: Eso que haces es inmoral.
ANDRADE: Ya empezamos con la voz de la conciencia…
PACO: Tú te puedes tocar los cojones y cobrar el paro porque otros trabajan por ti, ¿lo sabes?
ANDRADE: Sí, lo sé, me lo has dicho un montón de veces. Cambia el rollo.
(Suena un teléfono móvil).
PACO: (Al teléfono). Emilio, ¿qué tal?… ¿Qué?… De puta madre, ¡de puta madre!… Vale… Calle Bosque once… Perfecto. (Cuelga). ¡Perfecto! Emilio lo ha arreglado todo. Cam- bio de planes, viene para aquí a recogernos… A las doce y media. ¡De puta madre! Hoy va a ser nuestro gran día.
ANDRADE: Qué seguro estás, ¿no?
RAMÓN: Bueno, Andrade, ¿vas a llamar a tu madre, sí o no?
PACO: Eso, llama a tu madre y deja de fumar esa porquería.
ANDRADE: Estáis pesaditos, ¿eh? Necesito pensar, ya os lo he dicho.
RAMÓN: No voy a parar de insistir.
ANDRADE: ¿Por qué?
RAMÓN: Eres mi amigo, me preocupo por ti.
PACO: Te lo juro, ese libro que se ha leído le ha cambiado la vida.
ANDRADE: ¿Qué libro?
RAMÓN: Un libro de psicología.
ANDRADE: Ah, sí… ¿Desde cuándo te interesa la psicología?
PACO: Desde siempre. Dice que quería ser psicólogo.
ANDRADE: No me jodas. Es la primera noticia que
ANDRADE: Eh…
RAMÓN: Llámala.
ANDRADE: ¿Cuánto va a tardar Emilio en recogernos?
PACO: Media hora más o menos.
(Pausa).
ANDRADE: No tengo saldo en el móvil.
PACO: Pues bajas y recargas la tarjeta, que rima con jeta.
RAMÓN: Venga, hombre, no jorobes, Paco, será una llamadita de nada, ¿no, Andrade?
ANDRADE: Sí, una llamadita de nada.
PACO: ¿Por qué siempre tengo que pringar? Me habéis visto cara de pringao, claro…
RAMÓN: Venga, hombre, que va a llegar Emilio y aún estaremos discutiendo…
PACO: Vale, pero no te cuelgues Andrade, que esa panda de hijos de puta ha subido las tarifas y no quiero que tu llamadita me cueste un ojo de la cara. (Le da el teléfono móvil a Andrade).
ANDRADE: (Saca el papel y lo lee). Coño, es un fijo.
PACO: Entonces la llamas desde una cabina.
RAMÓN: Que llame desde el fijo.
PACO: Me lo han cortao.
RAMÓN: Ah, sí. Venga, hombre, Paco, ya la pago yo, déjale el móvil.
PACO: ¡Sí, claro, pagas tú!, ¡no te jode! Ya me conozco el cuento ese.
RAMÓN: ¡Que la pago yo, te digo! ¡Andrade, llama de una vez!
(Andrade marca el teléfono).
PACO: Voy a contar los minutos…
RAMÓN: Cuenta lo que quieras pero cállate un momento, por favor.
(Andrade marca el número pero se detiene a la mitad).
RAMÓN: ¿Qué pasa?
ANDRADE: No puedo.
RAMÓN: ¿Cómo que no puedes?
ANDRADE: Que no puedo.
RAMÓN: Venga, coño, una oportunidad así no se pre- senta todos los días. ¡Claro que puedes!
ANDRADE: Es que tú no lo entiendes.
RAMÓN: ¿El qué?
ANDRADE: Todo.
RAMÓN: Te equivocas, lo entiendo perfectamente. El que no lo entiendes eres tú.
PACO: Joder, Ramón, si no quiere llamar está en su derecho, ¿no?
RAMÓN: (A Paco). Eso, tú ayuda todo lo que puedas.
ANDRADE: No es fácil, ¿vale? Y además no sé por qué tengo que hacer esto delante de vosotros.
RAMÓN: Si no lo haces delante de nosotros, no lo harás. Te conozco.
PACO: Pero qué interés tienes, ¿no? Yo creo que es mejor que las cosas sigan su curso y si algún día siente la necesidad de llamarla, lo hace y se acabó.
RAMÓN: ¡Cállate! ¡Cállate de una puta vez! ¡Sé de lo que estoy hablando, joder! ¡Se trata de su felicidad! ¡Él todavía está a tiempo! ¡Tú y yo no! ¡No lo estamos! ¡Estamos acabados! ¡Yo por lo menos! ¡Se trata de que solucione un problema! ¡Yo he sido incapaz de solucionar los míos así que sé de lo que estoy hablando! ¡Basta de falsedades! ¡Andrade, no seas un desgraciado como yo! ¡No te cases nunca! ¡No tengas hijos! ¡Ve a ver a tu madre! ¡Recupera el tiempo perdido! ¡Todo lo demás es una mierda! ¡Y tú, Paco, cállate!
(Pausa).
PACO: Ramón, ¿estás bien?
(Pausa).
RAMÓN: Sí, perdona. (Pausa). No, no estoy bien, la bronca de esta mañana con Manoli me ha dejado un poco mal. Andrade, ¿vas a llamar o no?
ANDRADE: Yo… no puedo. Para vosotros es muy fácil. Sabéis lo que es una familia porque la habéis tenido. Yo no. Mi familia soy yo mismo. Nunca he tenido una casa a la que poder llamar casa. Sí, tenía a mi padre, pero mi padre iba a lo suyo. Me crié con mi abuela y en cuanto tuve pelos en los huevos me fui de casa. ¿Tienes idea de cómo era ir a la escuela y que todos los niños tuvieran madre y yo no? ¿Qué coño quieres que haga ahora? ¿Borrón y cuenta nueva?
RAMÓN: Empezar de nuevo.
ANDRADE: Empezar de nuevo, dice. ¿Por dónde? ¿Por cuando iba al parvulario? ¿Por cuando empecé la EGB? ¿Le llevo las notas que me daban y que nunca pude entregar a nadie? Me hubiera encantado recibir una bronca por no aprobar las Matemáticas, como los otros niños, pero mi padre no tenía tiempo, mi abuela no se enteraba y mi madre…
RAMÓN: Te entiendo.
PACO: Yo también.
ANDRADE: (Llorando). Es que no sé qué decirle. Si la tuviera delante no le diría nada. Me gustaría abrazarla… (Pausa). Sentar la cabeza, no te jode… ¿Cómo voy a tener una familia si no sé lo que es el abrazo de una madre?
(Pausa. Andrade llora desconsoladamente. Es evidente que el porro le ha hecho efecto).
PACO: Para mí, eres parte de mi familia.
RAMÓN: Vaya detalle, Paco.
PACO: No de verdad chicos, sois mi familia… a pesar de lo gilipollas que sois, que lo sois bastante…
(Ramón le arrebata el teléfono a Andrade que llora aún más fuerte y desconsoladamente).
RAMÓN: Voy a acabar con esto.
PACO: Ramón…
RAMÓN: Necesita que alguien le ayude. Si alguien lo hubiera hecho conmigo, ahora las cosas serían muy diferentes.
PACO: ¿Qué vas a hacer?
RAMÓN: Llamarla.
PACO: ¿A quién?
RAMÓN: A su madre.
PACO: ¡Tú estás loco!
RAMÓN: ¿Por qué?
PACO: Eso es muy personal, ¿no?
RAMÓN: Somos sus amigos. Hace quince años que nos conocemos. Somos una familia; de alguna manera lo somos, tú mismo lo has dicho. Y la familia está para ayudarse mutuamente entre los miembros que la conforman y para estar los unos… con… vaya lío me estoy haciendo. Somos amigos y punto. (A Andrade). Dame el papel.
PACO: Te estás metiendo donde no te llaman.
RAMÓN: Muy bien, que decida Andrade.
PACO: ¿Que decida? ¿No ves cómo está?
RAMÓN: Sí y nosotros vamos a poner remedio. Andrade, ¿quieres que llame a tu madre?
(Andrade sigue llorando).
PACO: Esto es una locura.
RAMÓN: ¿Sí o no, Andrade?
(Pausa. Andrade sigue llorando).
ANDRADE: (Más calmado). Sí.
PACO: Esto es la hostia…
RAMÓN: Dame el teléfono de tu madre.
(Andrade le da el papelito con el teléfono de su madre a Ramón).
RAMÓN: (Marca el número). ¿Hola?… Hola, qué tal… Soy… soy… (A Paco). ¿Qué le digo?
PACO: El amigo de Andrade. ¡No, de Enrique!
RAMÓN: Soy un amigo de Andrade. ¡No, de Enrique! Bueno, Enrique Andrade… Sí, su… o sea, su… Tengo que decirle que… que… yo… él… en fin…
PACO: (Arrebatándole el teléfono a Ramón). Vamos a ver señora. Para hablar claro. Su hijo, Enrique, Andrade para nosotros, ha venido hoy a mi casa y nos ha contado el incidente de esta mañana… Sí, sí, no me cabe la menor duda, señora… Faltaría más… La cosa es que se ha quedado un poco hecho polvo. Creo que a él le gustaría decirle algo, pero para ser sinceros está en estado de shock… Bueno, compréndalo, no todos los días le asalta a uno en la calle su madre perdida treinta y tantos años atrás, ¿no?… En eso estamos de acuerdo. La cuestión y para no alargarnos mucho, porque esta llamada la estoy pagando yo, es que su hijo no sabe cómo afrontar el tema… Sí… bueno para eso le voy a pasar a otro compañero… Sí, no, este es psicólogo.
RAMÓN: ¿Qué dices?
PACO: (Al teléfono). Él se lo aclarará todo. (A Ramón). Anda, Freud, sigue tú, pero rapidito. (Le pasa el teléfono a Ramón).
RAMÓN: Hola, señora… No, no exactamente, es que me gusta mucho la psicología… Bien, está bien… Verá, él quiere hablar con usted pero es cierto que va a necesitar un tiempo. Si a mí me está resultando violento hablar con usted, y eso que a mí no me abandonó, imagínese a él… De todas maneras, el motivo de mi llamada era decirle que su acto de hoy no ha caído en saco roto. Enrique está algo aturdido pero se encuentra bien y seguro que con los días se sentirá muy contento de haberla encontrado… Sí, escuche, no desaprovechen esta oportunidad… Cuenten conmigo para lo que sea… ¿Qué?… Un momento. Andrade, me pide tu teléfono.
ANDRADE: Ya la llamaré yo. Que no se preocupe.
RAMÓN: (Al teléfono). Dice que ya la llamará él, que no se preocupe… Seguro… Yo me encargo… Muy bien… Un placer señora… gracias… Adiós.
ANDRADE: ¿Qué ha dicho?
RAMÓN: Que Dios nos bendiga a todos.
ANDRADE: Ah…
PACO: (A Ramón). Cinco minutos. ¡Una llamada de cinco minutos a un fijo!
RAMÓN: (A Paco). Hazme la cuenta y te lo pago después, so rata.
ANDRADE: ¿Qué más te ha dicho?
RAMÓN: (A Andrade). Estaba completamente emocionada. No tardes en llamarla, te va a venir muy bien encontrarte con ella. Por cierto, para ella eres Quique.
ANDRADE: Quique…
PACO: Coño con el psicólogo.
ANDRADE: Gracias, tíos.
PACO: Venga, venga, chicos. Hay que activarse, tenemos un plan, ¿os acordáis?
RAMÓN: Sí, claro.
PACO: Hoy es un gran día…
ANDRADE: Con todo esto se me había olvidado a lo que íbamos…
RAMÓN: No me extraña.
ANDRADE: Creo que no voy a ir.
PACO: ¿Qué?
ANDRADE: Lo siento, tíos, pero sería un estorbo para todos. Mejor me voy a casa.
PACO: Tío, ahora no puedes abandonar.
ANDRADE: Es que no me siento con ganas.
PACO: Es que no se trata de sentirse con ganas o no; se trata del compromiso. Así es muy fácil, coño. Nosotros como dos gilipollas, te esperamos a que llegues. Vale, te has encon- trado a tu madre, eso lo entiendo; pero ¿y todo el tiempo que hemos estado aquí esperando? ¿Eso no merece al menos una consideración?
ANDRADE: Pero ¿de qué estás hablando? ¿Qué tiene que ver que no me sienta con ánimos para acompañaros con el compromiso y la consideración? Tío, tú desvarías.
PACO: ¿Que desvarío? Es tu actitud de pasar de todo lo que me hace desvariar. Llegas aquí, te fumas un porro, me dejas la casa apestando a esa mierda…
ANDRADE: ¡Coño, ya he abierto la ventana para airear!
PACO: ¡No es eso, coño!
ANDRADE: ¿Entonces qué es?
PACO: ¡Este tío es tonto! ¡Es el hecho!
RAMÓN: Si no quiere venir que no venga.
PACO: Ya está, aquí tenemos al defensor del pueblo.
RAMÓN: Deja que haga lo que quiera.
PACO: ¡Claro, como siempre, que haga lo que quiera! ¿No es eso? ¿Qué te crees?, ¿que así le estás ayudando? Pues no, no le ayudas una mierda. Más bien al contrario. Tiene cuarenta y dos años con la cabeza de un crío de veinte porque todos le consentís.
RAMÓN: ¿Yo le consiento?
PACO: Sí, tú el primero.
RAMÓN: Vale, dejemos este tema, no tengo ganas de que nos enfademos.
PACO: No señor, ya que estamos lo hablamos.
ANDRADE: ¿De qué coño vas? ¿Quién te crees que eres? ¿Te crees don perfecto?
PACO: No, pero al menos soy capaz de mantenerme solo.
ANDRADE: Yo me mantengo solo desde mucho antes que tú. De hecho si estás con Laura es para que te mantenga, así que no me vengas con rollos.
PACO: ¿Que yo estoy con Laura para que me mantenga? ¿De dónde has sacado eso?
ANDRADE: Es evidente.
PACO: Ya me dirás por qué.
ANDRADE: ¿Por qué? Porque si no, no te pasarías la vida mirando los culos de todas la tías que pasan por tu lado.
PACO: Menuda chorrada.
RAMÓN: Sí, es verdad. Ayer te pillé mirando el culo de Patty.
PACO: ¿Yo miraba el culo de Patty?
RAMÓN: Sí.
ANDRADE: ¿El culo de Patty? Joder, tío, si que vas necesitado. Nadie mira el culo de Patty.
RAMÓN: Paco sí.
PACO: Y una mierda…
ANDRADE: Acéptalo, no tienes los cojones de dejar a Laura porque si no, no tendrías dónde caerte muerto.
PACO: ¡Eso es mentira!
ANDRADE: Sí, mentira, claro…
PACO: ¿Tú qué coño sabrás de mi vida?
ANDRADE: Por favor, hace quince años que nos conocemos. Algo sabré.
RAMÓN: Eh, chicos, dejadlo ya.
PACO: (A Andrade). Sí, tú eres muy listo además de ser drogadicto.
ANDRADE: Y a ti no se te levanta.
PACO: ¿Qué has dicho?
ANDRADE: Nada.
RAMÓN: Esto se está saliendo de madre, tíos…
PACO: (A Ramón). ¿Has oído eso?
RAMÓN: Sí, lo he oído. ¡No!, no he oído nada, pero te digo una cosa: Si no quieres que te juzguen no juzgues tú a los demás.
PACO: O sea que yo juzgo a los demás.
RAMÓN: Constantemente.
(Pausa. Paco va a buscar una cerveza y vuelve).
PACO: (A Andrade). ¿De dónde has sacado eso de que soy impotente?
ANDRADE: No he dicho que seas impotente.
PACO: No soy idiota, ¿me oyes?
ANDRADE: No he dicho que seas idiota.
PACO: ¿De dónde lo has sacado?
ANDRADE: Me lo he inventado.
PACO: ¡Y una polla! ¿De dónde lo has sacado?
RAMÓN: (A Paco). Se lo ha inventado, ya lo has oído.
PACO: (A Ramón). ¡No se lo ha inventado! ¡Lo ha dicho como si lo supiese!
ANDRADE: Me largo.
PACO: ¡De aquí no se mueve nadie! (Va hacia la puerta, cierra con llaves y luego se las mete en el bolsillo).
ANDRADE: Paco, no seas ridículo, déjame salir.
PACO: ¿De dónde has sacado eso de que soy impotente?
RAMÓN: (A Paco). ¿Qué más da lo que haya dicho? ¿Acaso eres impotente?
PACO: No.
(Pausa).
RAMÓN: Chicos, creo que no deberíamos tocar temas tan personales, en serio.
PACO: (A Andrade). Te lo ha dicho Laura.
ANDRADE: No.
PACO: ¡Te lo ha dicho Laura!
ANDRADE: Te digo que no.
PACO: Entonces, ¿cómo lo sabes?
RAMÓN: Paco, ¿tan importante es?
PACO: Sí. (A Andrade). ¿Cómo lo sabes?
ANDRADE: Está bien, me lo ha dicho Laura.
PACO: Hija de puta…
ANDRADE: Lo siento.
PACO: ¡Qué hija de la gran puta!
RAMÓN: Venga, Paco.
PACO: ¿Venga, Paco? O sea que mi mujer le explica a este payaso que soy impotente y me tengo que quedar tan tranquilo.
ANDRADE: ¡Ya vale de insultar!
RAMÓN: Paco, no es para tanto, estas cosas pasan. Además ahora tiene solución.
PACO: (A Andrade). ¿Desde cuándo hablas con mi mujer?
ANDRADE: No hablo con tu mujer más que lo justo cuando nos cruzamos en la calle o en alguna fiesta.
PACO: Tú te crees que soy gilipollas.
ANDRADE: Yo no creo nada.
PACO: O sea, que solo hablas con ella cuando os cruzáis en la calle y en uno de esos cruces te suelta que soy impotente, ¿no?
ANDRADE: No sé qué estás pensando, pero…
PACO: Dímelo tú.
ANDRADE: ¿Yo?
PACO: Sí, tú. ¿O prefieres que se lo pregunte a ella?
ANDRADE: Te juro que no sé lo que estás pensando, pero sea lo que sea te estás equivocando.
PACO: Muy bien, la voy a llamar. Así veré si me equivoco o no.
RAMÓN: Paco, esto es una locura.
ANDRADE: Te juro por lo que más quiero que me lo he inventao, Paco.
PACO: ¿Desde cuándo te tiras a Laura?
ANDRADE: Pero ¿qué coño dices?
PACO: Digo que desde cuándo te estás tirando a Laura. Creo que he sido muy claro.
ANDRADE: ¿De dónde sacas que me estoy… eso?
PACO: Si no te estás tirando a Laura, ¿cómo puedes saber que soy impotente?
ANDRADE: ¡Es que no he dicho que seas impotente! ¡Es la cosa más absurda que he oído nunca!
PACO: ¿Es absurda? ¿Te parezco un tío absurdo?
ANDRADE: Yo no he dicho eso.
RAMÓN: ¡Paco, basta!
(Suena el teléfono de Andrade).
ANDRADE: Debe de ser la grúa.
PACO: ¡Cómo si es el Rey de España!
ANDRADE: Esto no tiene ningún sentido.
PACO: Llevo tiempo con la mosca detrás de la oreja, sabía que algo pasaba con Laura. Sé que me la estaba pegando pero no me podía imaginar que tú…
RAMÓN: Un momento, Paco. Estás sacando demasiadas conclusiones a la ligera…
PACO: Ahora lo entiendo todo. (A Andrade). El simpático de Andrade, me dice Laura…
ANDRADE: Voy a contestar al móvil y luego hablamos.
PACO: ¡Qué hijo de puta!
(Deja de sonar el teléfono móvil).
ANDRADE: ¡Mierda, han colgado!
PACO: ¡Qué cabrón!
ANDRADE: Paco, no sigas por ahí.
RAMÓN: Seguro que hay una explicación a todo esto.
PACO: La explicación es que no te puedes fiar ni de tus propios amigos. ¡Esa es la explicación!
ANDRADE: Te juro, Paco, que eso que dices es una bar- baridad. Yo te respeto demasiado como para hacerte una cosa así.
PACO: Voy a llamar a Laura.
ANDRADE: ¡No seas ridículo!
PACO: ¿Ves? No quieres que la llame. ¡Eso te delata!
RAMÓN: ¡Eso no delata a nadie!
PACO: A ver si lo entiendes, Ramón; Laura me la está pegando.
RAMÓN: ¿Cómo lo sabes?
PACO: ¡Lo sé y punto!
ANDRADE: ¡Pero eso no quiere decir que te la esté pegando conmigo!
RAMÓN: ¡A lo mejor no te la está pegando con nadie!
PACO: Me la está pegando desde las Navidades pasadas, más o menos.
RAMÓN: Tendrás alguna prueba…
PACO: ¡Sí!
RAMÓN: ¿Estás seguro?
PACO: ¡Segurísimo!
RAMÓN: O sea, que tienes pruebas.
ANDRADE: ¡Conmigo, no!
RAMÓN: ¡Cállate, Andrade!
ANDRADE: Me callo, pero conmigo no.
RAMÓN: Paco, ¿qué pruebas tienes?
PACO: El móvil. Hace un mes, el diciembre pasado, mientras Laura dormía, le cogí el móvil y le encontré un mensaje revelador.
RAMÓN: ¿Le miraste los mensajes del móvil?
PACO: Sí. Estaba con la mosca detrás de la oreja, ya te lo he dicho y no pude contenerme. Hacía dos semanas que llegaba muy tarde a casa y empecé a sospechar. Al principio pensé que eran tonterías mías, que Laura no podía hacerme eso, pero la angustia me corroía por dentro y aproveché un momento, mien- tras ella estaba haciendo la siesta, para buscar en su teléfono y efectivamente ahí estaba lo que buscaba. Encontré un mensaje clarísimo de remitente desconocido.
RAMÓN: ¿Y qué ponía?
PACO: “Deja a Paco y te haré feliz”.
RAMÓN: ¡Joder!
PACO: ¿Qué más pruebas necesito?
RAMÓN: Eso no prueba nada.
PACO: ¿Que no?
RAMÓN: No, puede tratarse de un moscardón que quiere ligarse a Laura y que ella pase de él, por ejemplo.
PACO: Hay más. Ha recibido más mensajes después. No tengo ninguna duda. Y todos acaban igual: “Tu loquito E”. ¿Todavía no lo ves claro, Ramón?
RAMÓN: No.
PACO: “E” de Enrique.
ANDRADE: Estás loco, nadie me llama Enrique. Hasta mis amantes, o sea mis amigas o… ¡Todo el mundo me llama Andrade!
PACO: ¡Tu madre no!
ANDRADE: ¡Vale mi madre no! ¡Muy bien, mi madre me llama Enrique!
RAMÓN: (A Paco). No, no, Quique, le llama Quique.
ANDRADE: (A Ramón). ¡Deja a mi madre tranquila!
PACO: Los mensajes lo dicen claramente: “Tu loquito E”.
RAMÓN: ¿Has estado espiando en su móvil?
PACO: Y ¿qué quieres que haga?
RAMÓN: Hablarlo con Laura y dejar de espiar. Eso no está bien.
PACO: ¡No hay nada que hablar! ¡Ahora ya sé de quién se trata!
ANDRADE: ¡Yo no tengo nada que ver!
PACO: Entonces, ¿cómo coño sabes lo de mi impo- tencia?
ANDRADE: ¡Me lo he inventado!
PACO: ¡Te voy a matar! (Se lanza contra Andrade, pero este lo esquiva).
ANDRADE: ¡Paco, tranquilízate!
RAMÓN: (Se lanza contra Paco para retenerlo, pero Paco se deshace de él). ¡Paco, joder!
PACO: ¡Te voy a matar, hijo de puta! (Se vuelve a lanzar contra Andrade y caen los dos al suelo).
ANDRADE: ¡Yo no tengo nada que ver!
RAMÓN: (Reteniendo a Paco). ¡Basta!
PACO: (A Ramón). ¡Suéltame!
ANDRADE: ¡Yo no tengo nada que ver con Laura!
RAMÓN: (A Andrade, mientras sigue reteniendo a Paco). No, claro, ¿pero entonces cómo sabes lo de… la impotencia de Paco?
PACO: ¡Que yo no soy impotente!
RAMÓN: ¿En qué quedamos, lo eres o no?
PACO: ¡Tener algún gatillazo de vez en cuando no es ser impotente!
RAMÓN: ¿Entonces de qué estamos hablando?
PACO: ¡Estamos hablando de que según los ojos con los que se vea puede ser impotencia lo que para otros es un simple gatillazo!
RAMÓN: Depende de cuántos gatillazos estemos hablando, ¿no?
PACO: ¡Depende de si eres un hombre o una mujer y Laura es mujer, y ella cree que tengo un puto problema de impotencia!
ANDRADE: Me lo he inventado, Paco, te lo juro.
RAMÓN: Perdona, Andrade. No sé si me meto dónde no me llaman, pero no te creo.
PACO: ¡Menos mal!
ANDRADE: Si te lo digo será peor, Paco.
PACO: ¡O sea que es verdad!
ANDRADE: ¡No, yo no tengo nada que ver con Laura!
PACO: ¡Mientes!
ANDRADE: ¡No!
RAMÓN: ¡Entonces di lo que sepas!
ANDRADE: Está bien, vosotros lo habéis querido. Lo de tu impotencia lo sé por Emilio.
(Pasusa).
PACO: ¿Emilio?
RAMÓN: ¿Emilio?
ANDRADE: Sí.
PACO: ¿Y él cómo coño lo sabe?
ANDRADE: ¿Tú qué crees?
(Pausa).
PACO: Lo dices para salvar tu pellejo.
ANDRADE: Lo digo porque es verdad. No tenía ninguna intención de hacerlo, pero no me ha que- dado otra…
RAMÓN: ¿Estás seguro, Andrade? Eso es muy fuerte.
ANDRADE: Estoy totalmente seguro. Ahí tienes al señor “E”.
PACO: ¿Emilio se está tirando a Laura?
(Pausa).
ANDRADE: Lo siento, Paco.
RAMÓN: Necesito una cerveza. (Sale).
(Pausa).
PACO: ¡Qué hijo de puta! “Tu loquito E”.
ANDRADE: Lo siento de verdad.
PACO: ¿Cuándo te lo dijo?
ANDRADE: ¿Qué más da cuándo me lo dijo?
PACO: No, Andrade, que más da, no.
ANDRADE: ¿De verdad que quieres saberlo?
PACO: Sí.
(Pausa. Entra Ramón con una cerveza).
ANDRADE: En la última reunión del comité de empresa con los abogados, ¿te acuerdas? El octubre pasado, cuando vosotros dos os largasteis, nosotros nos fuimos a cenar. Total que pilla- mos un buen pedo, y Emilio, con toda la papa, me contó que estaba con… Laura…
PACO: Y te soltó el rollo ese de la impotencia…
ANDRADE: Ahí está.
PACO: Qué hijo de puta.
ANDRADE: Lo siento.
PACO: ¿Por qué no me lo contaste antes?
ANDRADE: Joder, Paco, ¿qué querías que hiciera? ¿Que te lo contara todo al día siguiente? Yo sé lo que aprecias a Emilio, coño, es casi intoca- ble para ti. Yo ya hice bastante diciéndole que la dejara inmediatamente y que lo que hacía era una hijoputez. ¿Qué podía hacer más?
PACO: Decírmelo.
ANDRADE: No es tan fácil, tío.
PACO: O sea que para ti la amistad de Emilio está por encima de la nuestra.
ANDRADE: No, no. Justamente, por la amistad que tengo contigo, preferí no decirte nada. No quería que sufrieras.
RAMÓN: Es vedad, Paco, no es tan fácil.
PACO: ¡Qué hijo de puta!
ANDRADE: Te agradecería que no le dijeras a Emilio que te lo he dicho yo.
PACO: ¿Lo sabe alguien más?
ANDRADE: No lo sé.
PACO: ¡Qué hijo de puta! ¡Qué hijo de la gran puta! Se va a enterar ese cabrón de quién soy yo.
RAMÓN: ¿Qué vas a hacer?
PACO: ¿Que qué voy a hacer? Lo primero, partirle la cara…
ANDRADE: No creo que sea lo mejor.
PACO: ¿Ah, no? ¿Y qué es lo mejor?
ANDRADE: Hablarlo.
PACO: ¿Hablarlo?
ANDRADE: Sí.
RAMÓN: Seguramente es lo mejor, Paco.
PACO: No, lo mejor es que le parta los huesos.
ANDRADE: Háblalo, Paco. Yo no te partí la cabeza cuando te tiraste a Sara, ¿no?
PACO: ¿Cómo… ?
ANDRADE: ¿Te crees que no lo sé?
PACO: Es… diferente, y además de eso hace diez años
ANDRADE: Pero Sara era mi novia.
PACO: Sí, pero cuando ocurrió ya no estabais juntos.
ANDRADE: Claro, hacía dos días que lo habíamos dejado.
PACO: ¿Cómo sabes lo de Sara?
ANDRADE: Me lo dijo Ramón.
RAMÓN: ¿Yo?…, estaría borracho… y… se me escapó.
PACO: ¿Se te escapó?
ANDRADE: ¡Y qué más da! En realidad me la sudó. Estaba harto de ella.
PACO: ¡Vaya amigos tengo!
ANDRADE: O sea que Ramón no tendría que haberme dicho nada de lo de Sara, que vale, es mucho menos importante que lo de Laura, pero yo sí tendría que haberte avisado de que Emilio…
PACO: Vale, vale, vale. De entrada voy a llamar a ese hijo de puta y le voy a decir que hoy no vamos a ir a ninguna parte.
ANDRADE: Por mí, perfecto, yo ya no quería ir.
RAMÓN: La verdad, yo tampoco quería. Si lo hacía era por vosotros.
PACO: Qué hijos de puta sois. Bien, voy a llamar a ese cabrón y luego llamaré a Laura.
ANDRADE: Con Laura mejor que hables cuando venga a casa, ¿no?
RAMÓN: Sí, Paco, será mejor.
PACO: Bien, voy llamar a ese hijo de su puta madre…
RAMÓN: Que además estará viniendo para aquí…
(Paco coge su teléfono móvil y marca un número).
PACO: ¡Qué hijo de puta! Se va a enterar.
ANDRADE: No le digas nada de mí.
PACO: Tranquilo.
ANDRADE: No seas cabrón.
PACO: ¡Coño, Andrade, ya te he dicho que no! ¿Crees que soy gilipollas?
ANDRADE: Vale.
(Paco marca el número de Emilio en el teléfono móvil).
PACO: (Al teléfono). ¿Emilio?… De entrada quiero decirte que lo sé todo… Lo de Laura… ¿El qué?… Qué hijo de puta… Claro, sin insultar, claro. Y ¿no es insultarme estar tirándote a mi mujer?… ¿Qué cómo lo sé? Andrade me lo ha dicho…
ANDRADE: ¡Joder, Paco!
PACO: Que sepas que te voy a hacer la vida imposible hijo de la gran puta… No, no, escúchame tú a mí. Voy a llamar a tu casa y se lo voy a soltar todo a tu mujer… ¿Qué?… ¿Cómo?… Que ya lo sabe… Bueno, pues te voy a quemar el coche o la casa o lo que sea, hijo de puta… Pues claro que no voy a ir… Como si es el día del juicio, so subnormal, ¡no te jode!… Seguro. Ni yo, ni Andrade, ni Ramón. Y vete preparando porque… (A Ramón y Andrade). Me ha colgao. El muy canalla me ha colgao.
ANDRADE: Coño, Paco, menos mal que me has dicho que no le ibas a decir que había sido yo…
RAMÓN: ¿Qué te ha dicho?
PACO: ¿Qué me ha dicho?, ¿qué me ha dicho? Va el muy cabrón y me dice: “Entonces, ¿voy a recogeros o no?”.
RAMÓN: ¿Eso te ha dicho?
PACO: Eso me ha dicho. O sea que se está follando a mi mujer, le digo que lo sé y aún se piensa el muy hijo de su putísima madre, que me voy a ir con él…
RAMÓN: ¡Qué hijo de puta!
PACO: Me suelta “coño Paco, piénsatelo, que llevamos tiempo con esta movida”.
ANDRADE: No me jodas, ¿en serio te ha dicho eso?
PACO: En serio.
ANDRADE: Joder, me voy a hacer un porro.
PACO: ¿Otro?, ¡me vas a dejar esto apestando!
ANDRADE: No lo dirás por Laura, ¿no?
PACO: Fuma, fuma, fuma todo lo que puedas y hazte un porro bien grande, que yo también voy a fumar.
ANDRADE: ¿Hago un dos papeles?
RAMÓN: ¡Qué fuerte!
PACO: Se va a enterar el hijo de Satanás. ¿Sabes lo que es cagarse? Eso va a hacer el cabrón. Este no sabe quién soy yo.
RAMÓN: Creo que necesitas reflexionar…
PACO: ¡A la puta calle la voy a echar! ¡Ya se puede ir buscando un pisito con la basura de su ami- guito Emilio! ¡La voy a joder viva! ¡Va a querer no haber nacido! ¡La hija de la gran puta!
RAMÓN: Mejor tómatelo con calma, tío.
PACO: ¡A la mierda se va a ir! ¡Le van a dar bien por culo! ¡Todo lo que a mí no me dejó darle, la muy cabrona, le darán por ahí!
ANDRADE: Si necesitas algo, un sitio adónde ir, no sé, una cama, sabes que en mi casa hay sitio.
PACO: No, no, se va a ir ella.
ANDRADE: Ah, pensaba que el piso era de sus padres.
(Pausa).
PACO: Sí, es de sus padres.
ANDRADE: Por eso te lo decía. A mi casa puedes venir cuando quieras.
PACO: No te importa, ¿no, Andrade?
ANDRADE: Mientras no me des la murga con el olor a porro.
PACO: Hasta que encuentre algo.
ANDRADE: Puedes estar el tiempo que quieras. Toma, enciende esto. (Le da el porro a Paco).
(Pausa).
PACO: (Enciende el porro). Se va a enterar esa…
RAMÓN: Es la hostia.
ANDRADE: La rehostia.
PACO: (A Andrade). Y pensar que por un momento he creído que eras tú quien se estaba tirando a Laura… Lo siento, tío.
ANDRADE: Yo no podría hacer eso ni aun cuando ya no estuvieses con ella.
PACO: Qué cursi el tío. “Tu loquito E”.
ANDRADE: La verdad es que sí.
PACO: Lo siento, Andrade.
ANDRADE: No pasa nada.
PACO: Lo de Sara también. No sé cómo pudo ocurrir.
ANDRADE: ¡Va! De eso ya hace diez años. Aunque tengo que decirte que me tocó los cojones un poquito, por lo del orgullo… pero nada que no se pase con un par de cervezas.
PACO: No sé cómo pudo ocurrir.
ANDRADE: Estaba buena y a tiro y dolida conmigo.
(Pausa).
PACO: La cuestión es que tendré que ponerme a hacer las maletas…
ANDRADE: ¡Hostia, la grúa! Debe de haberse pirao ya. Me dijeron que me llamarían cuando llegara pero como no he contestao.
PACO: Coge mi teléfono y llama.
ANDRADE: Gracias.
PACO: Rapidito, ¿eh?
ANDRADE: ¡Joder, Paco! (Marca en el teléfono de Paco y habla). Hola, qué tal, soy el dueño del Megane… Ya, ya, me lo figuraba… Es que he tenido un contratiempo… Bueno, vale, de todas maneras ya no tengo prisa… Muy bien, espero su llamada.
RAMÓN: ¿Solucionado?
ANDRADE: Sí. Bueno, ¿qué hacemos?
PACO: ¿Qué hacemos? Suficiente tengo con pensar en lo que le voy a decir a Laura.
ANDRADE: A lo mejor podéis solucionarlo. Quiero decir que no hace falta que os separéis. Tal vez lo de Emilio ha sido una historia pasajera y ahora…
PACO: No, qué va. Esto de Emilio ha sido el detonante, la gota que ha colmado el vaso, pero ya llevamos mucho tiempo de malos rollos. El tema es que no sé qué hacer ahora. No sé cómo empezar de nuevo.
RAMÓN: Bueno, yo creo que necesitas tiempo para ver qué haces.
PACO: Es que, tíos, no tengo dónde caerme muerto. He puesto mi coche en venta para sacar unos cuartos porque estoy sin blanca. Lo del paro, la verdad, es una cagada. Si no fuera por la pasta que trae Laura…
ANDRADE: Ahora lo ves todo así, pero yo, que tengo bastante experiencia en esto de las separaciones, te digo que dentro de un mes te verás de puta madre. Tías buenas que no pararán de tirarte los trastos, los coleguitas…
PACO: Ya tengo cuarenta y tres años. Todo eso es de puta madre, pero si no encuentro un curro pronto no habrá ni tías buenas, ni coleguitas, ni na de na.
(Pausa).
RAMÓN: Chicos, es el momento. Os voy a proponer una cosa. No es cualquier cosa, sino una cosa importante.
ANDRADE: ¿El qué?
RAMÓN: Veréis, ya llevo unos días, muchos días, dándole vueltas al asunto, lo que pasa es que aún no había encontrado el momento de decíroslo. Hacía mucho que no nos juntábamos los tres…
ANDRADE: ¡Venga, tronco, corta el rollo y di de qué se trata!
RAMÓN: Pegar el palo a una joyería.
(Pausa).
RAMÓN: ¿Qué? ¿Qué os parece?
(Pausa).
RAMÓN: Lo tengo todo pensado. Bastante pensado.
ANDRADE: ¡No me jodas, Ramón! Tú ni siquiera podrías robar un compact en El Corte Inglés. No puedes estar hablando en serio.
RAMÓN: Nunca he hablado tan en serio.
PACO: Eso debe de ser la cerveza. Ya te he dicho que no deberías beber tan pronto, que la cabeza…
RAMÓN: No es la cerveza.
PACO: Tú estás loco. Solo nos faltaba eso.
RAMÓN: No creo que empeoráramos nuestra situación mucho más de lo que lo está.
PACO: ¿Ah, no? ¿Qué te parecería que te metieran en el talego?
ANDRADE: Sí, a mí me parece que eso es estar peor.
PACO: Tú, Ramón, lo que quieres es que te peten el culo. Está claro, porque no sé si sabes que en la cárcel te rompen el culo en cuanto entras. Sé de lo que te hablo.
ANDRADE: ¡Uf! ¡Calla, calla!
RAMÓN: Si tú no has estado en la cárcel, Paco. ¿Qué coño vas a saber?
PACO: No, no he estado, gracias a Dios, pero ¿os acordáis del Toro?
ANDRADE: Hombre, claro.
PACO: Estuvo en la trena. ¡Dos años y medio se pegó el colega!
RAMÓN: Pero es que lo pillaron con un kilo de farlopa…
PACO: Lo que sea.
RAMÓN: ¿Pero eso qué tiene que ver?
PACO: ¿Que qué tiene que ver?
RAMÓN: Sí.
PACO: Pues tiene que ver que me lo encontré la semana pasada en el Roma.
ANDRADE: ¿En el Roma? ¡Qué asco! ¿Qué coño hacías en el Roma?
PACO: Fui a comerme un menú.
ANDRADE: ¿Un menú en el Roma? ¡Qué asco!
PACO: Sí, qué asco, pero me comí un menú de siete cincuenta. Ya me dirás tú dónde comes hoy en día por siete cincuenta.
ANDRADE: En el chino de la esquina. Y más barato aún…
PACO: Ya, pero me cansé del chino. Además, cada vez está más sucio y las…
ANDRADE: Pues anda que el Roma. ¿Tú te has fijado en las uñas del dueño? Están más negras que el ojete de Kunta Kinte, nene.
PACO: La cuestión no es si el Roma o el chino. La cuestión es que me encontré al Toro ahí, tomándose un café, ¿vale? Bueno, pues resulta que salió de la trena en abril del año pasado. Total que le invité a sentarse: “Toro, siéntate y me haces compañía mientras como”. Y me contó movidas del talego. Resulta que nada más entrar le rompen el culo entre tres…
ANDRADE: ¿Qué me dices?
PACO: Lo que oyes, y de una cosa así no te recuperas nunca…
ANDRADE: ¡Qué hijos de puta!
PACO: Ya te digo.
RAMÓN: Muy bien, eso es una putada. Lo siento por el Toro, pero lo nuestro no tienen nada que ver. Ir por ahí vendiendo droga es una historia chunga. Lo nuestro es seguro.
PACO: Mira, tío, hoy si la haces la pagas, ¿no ves la tele? Las series esas de policías, casos reales… Basta con un pelo para que te pillen. A menos que no seas un pez gordo. En ese caso ni aunque dejes una tarjeta de visita. Pero si eres un pringao, o sea, tú, te trincan como hay Dios.
RAMÓN: Esto es seguro, os lo juro. Escuchadme un momentito y si digo alguna burrada me mandáis al carajo y ya está.
ANDRADE: Si robar una joyería no te parece suficiente burrada…
RAMÓN: ¡Dejadme hablar!
PACO: Venga, habla.
RAMÓN: ¿Os he hablado alguna vez de mi primo Chechu?
PACO: ¿El paleta?
RAMÓN: Exacto, el paleta.
PACO: Claro.
RAMÓN: Bien. Pues resulta que mi primo Chechu estuvo haciendo una obra en una joyería ¿me seguís?
PACO: (Burlón). Te seguimos, sí.
RAMÓN: Estuvo cambiando el suelo del cuarto de baño, para ser exactos. La joyería en cuestión es de un matrimonio de viejos. Bueno, pues un día en que el viejo de la joyería estaba solo, le entró una cagalera de mil demonios y le dijo a Chechu que mientras iba a cagar, cerraba la puerta de la joyería y que si no le importaba podía quedarse un momento encerrado en la tienda o si lo prefería podía salir a tomar un café. Chechu le dijo que mejor se quedaba controlando la mezcla de cemento. Como mi primo tiene esa cara de no haber roto un cuadro en su vida…
PACO: Un plato querrás decir. No ha roto un plato en su vida…
RAMÓN: Vale, pues un plato, ¡Qué más da! Total que el viejo se mete en el cuarto de baño a hacer sus cosas tranquilamente. Y mira por dónde, se ve que el pobre yayo, que ya está algo senil, se deja las llaves de la verja, las de la puerta y las de la caja fuerte encima del mostrador, más un papelito que no es otra cosa, escuchad bien, colegas, no es otra cosa que la combinación de la caja; ¡la hostia, colegas! ¡No te lo pierdas! ¿Me seguís? Y mi primo Chechu, que es paleta pero que de coco tiene más que el director del Banco de España, coge un poco de mezcla de cemento, que ya estaba durita porque llevaba toda la mañana hecha y le da por sacar moldes de las tres llaves, se apunta la combinación de la caja y se queda más callao que la foto de un mudo.
PACO: ¿Y?
RAMÓN: ¿Cómo que y?
PACO: ¿Qué más?
RAMÓN: Acto seguido me llama y me lo cuenta todo. Me dice que ya está harto de currar como un condenado y me pregunta si yo tendría cojones de pegarle un palo a la joyería de marras.
ANDRADE: Y le dijiste que sí…
RAMÓN: Y le dije que sí…
PACO: Tú estás loco…
RAMÓN: Sí señor, le dije que sí. Entonces, una vez que Chechu acabó la obra, dejando pasar un tiempo prudencial, empezamos a ir por ahí, un día cada uno para no dar el cante, claro, para investigar, para ir echando el ojo, ¿me pilláis? Nos metíamos en un bar que hay enfrente y nos poníamos a leer el periódico tomando una cervecita. Evidentemente, Manoli pensaba que yo me iba a la oficina del paro, pero en realidad estaba preparando mi jubilación. Todo, absolutamente todo, horario de entradas por la mañana, recogida de caja, entregas de material, hora de comer, cierre, todo está anotado en mi cartera. Solo había un problema: que dos solo no pueden hacer un trabajito así. Se lo dije a mi primo, le dije que os daría el toque, sois de total confianza, él lo sabe y Chechu me dijo que adelante. Todo está controlado. Se trata de ir allí con un coche sobre las dos de la madrugada, abrir tranquilamente la verja, la puerta, desconectar la alarma, abrir la caja fuerte, clave secreta en mano, cerrar la verja y salir sin ninguna prisa. Todo calculado, unos cinco, seis minutos a lo sumo. Al día siguiente nos lo repartimos todo a pachas y a vivir. Hemos calculado que hay un millón y medio de euros, aproximadamente.
ANDRADE: Eso es…
RAMÓN: Unos doscientos cuarenta millones de pesetas…
PACO: Estás colgao…
ANDRADE: Tú has visto muchas pelis, tío. ¿Cómo sabes que las llaves que copió en el cemento tu primo son las llaves de la joyería? ¿Cómo sabes que no son las llaves de la casa del viejo? Por ejemplo.
PACO: Es verdad. Esa gente va con mucho ojo, si no, no tendrían un negocio así.
RAMÓN: Lo sé y punto. Confío en Chechu. Él ha visto al viejo abriendo la verja y la puerta todos los días mientras estuvo trabajando en la joyería.
ANDRADE: Vale, pero no es tan seguro como te crees. Las copias de las llaves. No encontrarás nin- gún sitio que te hagan una copia sacada de un molde. Las llaves llevan un número de serie, colega.
PACO: Solo si son llaves de seguridad.
RAMÓN: Son llaves de seguridad y ya están hechas las copias.
ANDRADE: Vaya. Pero las tenéis que haber hecho en alguna cerrajería, ¿no?
RAMÓN: Sí.
ANDRADE: Pues ya está. Todo tu plan a la mierda. Si habéis llevado el molde de las llaves a una cerrajería, esta tendrá un número de copia de las llaves…
PACO: Solo si son llaves de seguridad.
ANDRADE: ¡Que sí, Paco, que ya me ha quedao claro, solo si son llaves de seguridad, pero da la casualidad que estas lo son!
RAMÓN: ¿Y qué?
ANDRADE: Pues que se acabó el plan. Los tipos de la cerrajería te crees que son tan gilipollas como para hacerte una copia de una llave de seguridad sin que les des un número de serie y quedarse tan tranquilos después. A esta hora la policía ya lo sabe todo, cacho capullo.
RAMÓN: Eso sería así en una situación normal, pero hay un último detalle que debéis saber. El hermano de la mujer de Chechu tiene una cerrajería. Él se ha encargado de hacer las copias. Vía libre.
(Pausa).
ANDRADE: O sea que el cuñado de Chechu está metido en el ajo.
RAMÓN: Sí.
PACO: ¡Qué discreción!
ANDRADE: O sea que seríamos cinco a repartir.
RAMÓN: Sí, pero el cuñado de Chechu solo pilla doce mil euros. El resto se reparte en cuatro partes y santas pascuas.
ANDRADE: ¿Y por qué no va el cuñado de Chechu? Entre los tres podríais hacerlo y no os hubiera hecho falta decirnos nada.
RAMÓN: No, necesitamos ser cuatro. Uno en el coche, otro vigilando la puerta y los otros dos desvalijando la joyería. Cuatro.
ANDRADE: Entonces que vaya Paco. Con Paco y el cuñado de Chechu ya sois cuatro…
RAMÓN: Ah, claro, se me olvidaba. Es paralítico. Va en silla de ruedas. El cuñado de Chechu es paralítico.
(Paco y Andrade ríen a carcajadas).
PACO: Está todo muy bien pensado, ¿no? ¿Por qué no lo propones en la próxima reunión de tu comunidad de vecinos?
ANDRADE: Sí, con un paralítico incluso puede que te den alguna subvención…
PACO: Pregunta en el Ministerio de Trabajo.
RAMÓN: Muy graciosos, sois muy graciosos… Pero dime una cosa, Andrade, ¿qué prefieres? ¿Estar toda la vida malviviendo, esperando a que llegue la oportunidad de tu vida? Tienes cuarenta y dos años. Si a los cuarenta y dos años estás en paro, recién despedido de una fábrica de coches, ¿qué coño esperas de la vida?
ANDRADE: Empiezas a parecerte a Paco.
PACO: ¿Y eso es bueno o malo?
ANDRADE: Ramón, tío, no puede ser que estés hablando en serio, pero por si acaso te diré que esto no puede salir por dos razones. Una, porque en todo crimen siempre queda algún hilo colgando para que la policía tire de él, y dos, porque hace quince años que nos conocemos. En estos quince años no nos ha salido nada bien. Mirad, ¿cuándo fue lo del bar?
PACO: ¿Lo del bar? ¿Lo de montar el bar? Hace tiempo de lo del bar.
ANDRADE: Pensamos en poner un bar. Dejar la fábrica y poner un bar. Encontramos el local y todo, pero al final se fue a la mierda. Luego fue lo de la chapistería. Se fue a la mierda. Por no hablar de nuestros proyectos personales de vida, que se fueron a la mierda también ¿cuál de los tres está más fracasado? Aunque os parezca mentira, me lo paso bien en mi estudio pintando. Eso es todo lo que quiero hacer. Nada más. Por cierto, tengo que comprar lienzos, se me olvidaba…
RAMÓN: ¿De verdad quieres estar toda la vida malviviendo, trabajando en lo que salga para poderte comprar lienzos y pintar esos cuadros… horribles.
ANDRADE: ¿Horribles?
RAMÓN: (Agresivo). ¡Sí, horribles! ¡Con eso no vas a ninguna parte! ¡A tu edad ya no vas a hacer nada! ¡No te vas a comer una mierda! ¡Nadie tiene interés en lo que pintas! ¡A lo mejor, con un poco de suerte, consigues que tu madre vaya a ver tus acuarelas!
ANDRADE: Ramón, ¿qué te pasa? De verdad que no te conozco. ¿Tan desesperado estás?
RAMÓN: (Vuelve a su estado normal). Lo siento, se me ha ido la pinza. En verdad no pienso eso de tus…
ANDRADE: Vale, vale, vale, no hace falta que continuemos con el tema.
RAMÓN: Lo único que quería era, es…; en fin, trato de cambiar algo; algo en nuestras vidas, en mi vida, tiene que cambiar…
PACO: En eso estoy de acuerdo…
RAMÓN: Tiene que cambiar, algo…
ANDRADE: Y para cambiar algo decides dar un palo a una joyería…
RAMÓN: Chicos, si no me ayudáis me buscaré a otros. Lo tengo decidido. Voy a desaparecer. Me voy a largar. Con la pasta que saque me largaré. Tengo el sitio perfecto para desaparecer. Hasta he pensado en cambiarme el nombre, cambiar de identidad…
PACO: ¿Te vas a cambiar el nombre?
RAMÓN: Me haré un pasaporte falso. Me llamaré Sr. Magariaga.
PACO: Señor Maga… vamos, tío, no me jodas.
ANDRADE: ¿Y Manoli? ¿Y los niños?
RAMÓN: Se acabó. Me voy a largar.
PACO: Señor Magariaga, es el nombre más ridículo que he escuchado nunca.
ANDRADE: No me creo que vayas a dejar a Manoli.
RAMÓN: Manoli…
PACO: Magariaga es nombre de, de, de fruta tropical, ¿no?… Zumo de magariaga.
(Suena el teléfono de Paco).
PACO: ¡Coño, es Laura!
(Pausa).
ANDRADE: ¿Qué vas a hacer?
PACO: No sé.
ANDRADE: Algo tienes que hacer, ¿no?
PACO: Sí, supongo que sí.
ANDRADE: Hablar con ella, por ejemplo.
PACO: ¿Ahora?
RAMÓN: Mejor no…
ANDRADE: (A Ramón). ¿Por qué no?
RAMÓN: No lo sé.
(Deja de sonar el teléfono).
PACO: Ha colgado.
ANDRADE: Vaya…
(Vuelve a sonar el teléfono).
PACO: Vuelve a llamar.
ANDRADE: Paco, contesta. Métete en tu habitación y así estarás más tranquilo.
PACO: Sí, me voy a mi habitación. Se va a enterar la muy hija de puta. (Sale).
ANDRADE: Vaya movida. Ahora sí que se va a armar. Si Paco se calienta…
RAMÓN: Sí.
(Pausa).
ANDRADE: Una joyería, vaya ocurrencia… Por qué no un banco, ya que estamos…
(Pausa prolongada).
ANDRADE: Qué raro, no se oye gritar a Paco.
RAMÓN: ¿Cómo?
ANDRADE: Que no se oye bronca ni nada.
RAMÓN: ¿Nada?
ANDRADE: ¡Que no se oye a Paco gritar, coño!
RAMÓN: ¡Ah, claro, Paco!
ANDRADE: ¿En qué estás pensando?
RAMÓN: No, en nada en particular. En tu madre.
ANDRADE: ¿En mi madre?
RAMÓN: Tío, no pierdas la oportunidad de conocerla. Cuando se murió la mía me di cuenta de que no sabía quién era…
ANDRADE: Ya me lo has dicho y lo siento.
RAMÓN: Es que es importante.
(Ramón da muestras de nerviosismo).
ANDRADE: ¿Qué te pasa?
RAMÓN: Estoy nervioso.
ANDRADE: ¿Por qué?
RAMÓN: No lo sé.
ANDRADE: ¿No lo sabes?
RAMÓN: No lo sé. Por las cosas que pasan en la vida y que aparentemente tienen sentido, pero, pero… ¿Qué está haciendo, Paco? No se le oye gritar…
ANDRADE: ¿Te encuentras bien?
RAMÓN: ¡Sí, me encuentro bien!
ANDRADE: Es que de pronto te estás… ¿Cuántas birras te has bebido?
RAMÓN: Será eso. Estoy un poco mareado. Creo que voy a bajar a la calle.
ANDRADE: ¿Quieres que te acompañe?
RAMÓN: No, no. Necesito que me dé el aire. Prefiero ir solo.
ANDRADE: Como quieras.
(Ramón sale. Se oye como intenta salir de la casa pero la puerta está cerrada con llave).
RAMÓN: (Entrando). La puerta está cerrada con llave.
ANDRADE: ¡Ah, claro!, la llave. El capullo de Paco cerró y se la metió en el bolsillo para no dejarme salir. Espérate a que acabe de hablar y bajamos los tres, me apetece que me dé el aire a mí también. Además la grúa tiene que venir a recoger mi coche…
RAMÓN: ¿Tú crees que estamos programados?
ANDRADE: ¿Qué?
RAMÓN: Que si crees que estamos programados. ¿Tú lo crees?
ANDRADE: No te entiendo, ¿programados?, ¿qué significa programados?
RAMÓN: He leído en un libro que cada uno de nosotros nacemos con un cerebro distinto. En apariencia somos iguales, pero nacemos con un cerebro que determina nuestro comportamiento en el futuro. ¿Tú crees que es verdad?
ANDRADE: Pues, no sé, tío… Esos temas me desbordan, no soy médico.
RAMÓN: ¿Pero tú qué crees?
ANDRADE: Que sí, puede que sí. Si lo dice un libro será que es así, ¿no?
RAMÓN: ¿Sabes lo que es el sistema límbico?
ANDRADE: ¿Qué me estás contando?, ¿qué coño te pasa, tío? Me estás preocupando.
RAMÓN: Trato de buscar respuestas. Quiero saber si he estado programado desde niño o si decido mis actos en función de cada situación. Eso es todo.
ANDRADE: Claro que decides lo que haces, ¡qué tontería!
RAMÓN: No, no es ninguna tontería.
ANDRADE: Sí lo es.
RAMÓN: No, no lo es. Hay una diferencia muy grande. Por ejemplo, si mi cerebro ha sido programado genéticamente, es un ejemplo, si he sido programado, no seré responsable de… pegarle un palo a una joyería…
ANDRADE: ¿Pero qué dices… ?
RAMÓN: Mientras que si soy dueño de mis actos en todo momento, sí sería responsable de todo lo que hiciera.
ANDRADE: No sé, no te pillo…
RAMÓN: Aunque el entorno en donde nos criamos también juega un papel fundamental en lo que seremos después.
ANDRADE: Seguro.
RAMÓN: ¿Lo dices porque lo sabes o por intuición?
ANDRADE: Lo digo porque, no sé, es lo lógico.
RAMÓN: ¿Qué es lo lógico?
ANDRADE: Mira tío, me estás cansando ya con tus tonterías…
RAMÓN: ¿Sabes lo que es el sistema límbico o no?
ANDRADE: Otra vez con el sistema límbico…
RAMÓN: Es importante. ¿Sabes lo que es?
ANDRADE: Me suena pero ahora mismo no caigo.
RAMÓN: El sistema límbico es el responsable de controlar nuestras emociones. Una amígdala se encarga de toda esta movida.
ANDRADE: Ah.
RAMÓN: ¿Ah?
ANDRADE: No sé qué quieres que te diga…
RAMÓN: Algo, algo más interesante que “ah”.
ANDRADE: Lo siento, no sé qué decir.
RAMÓN: Pues, por ejemplo, que… sería una putada que algo en mi cabeza no funcionase bien.
ANDRADE: Sería una putada que algo en tu cabeza no funcionase bien y en la mía…
RAMÓN: Sí, es una putada.
ANDRADE: Me estás empezando a preocupar…
RAMÓN: La falta de conexión entre el sistema límbico y la corteza prefrontal del cerebro, que bien podría haber sido producida por un accidende cuando uno es niño, o a causa de un maltrato, o por una alteración genética; esa desconexión produce una falta de emociones, un déficit emocional. Uno deja de sentir empatía. No empatiza con los demás.
ANDRADE: ¿Y qué quieres decir?, ¿crees que a ti te pasa algo así?
RAMÓN: Mi padre me pegaba. Constantemente. Por cualquier cosa. Cuando tenía cuatro años, por ejemplo, me partió la cabeza con una plancha porque no le dejaba dormir la siesta.
ANDRADE: Nunca nos lo habías contado, lo siento.
RAMÓN: Ya.
ANDRADE: Pero eso me lo dices, ¿por qué?
RAMÓN: Por que eres mi mejor amigo. Tú y el capullo de Paco sois mis dos mejores amigos.
ANDRADE: Me alegra oírlo y eso demuestra que sí tienes sentimientos, tienes un elevado sentido de la amistad…
RAMÓN: En cambio hoy he tenido una total falta de sentimientos.
ANDRADE: ¿Hoy?
RAMÓN: Esta mañana, sí. Y quiero que me digas si eso puede haber sido por una de esas palizas que recibí de pequeño… Mi sistema lím- bico a la mierda, ¿comprendes?
ANDRADE: No creo que no tengas sentimientos. De hecho creo que eres muy sentimental.
RAMÓN: ¿Lo crees? Sin embargo, curiosamente en estos momentos siento una paz interior increíble. No tengo remordimientos.
ANDRADE: ¿Remordimientos de qué? Mira tío, no sé qué te pasa pero estás muy raro. Estoy empezando a preocuparme de verdad.
RAMÓN: Yo tampoco sé lo que ha pasado. Ahora estoy algo confuso…
(Entra Paco y se queda fijamente mirando a Ramón. Silencio).
ANDRADE: (A Paco). ¿Qué, tío, qué tal con Laura?
PACO: Bien.
ANDRADE: ¿Bien?
PACO: No sé.
(Pausa).
ANDRADE: Paco, si no quieres hablar nos largamos. Entiendo que esto no sea fácil para ti. ¿Qué tal si abres la puerta de la calle? Antes la cha- paste y te metiste las llaves en… ¿Paco?
PACO: Sí.
(Pausa).
ANDRADE: ¿Qué coño os ha pasao de repente a los dos? ¡Me estoy mosqueando ya! ¿Quién te ha llamado? ¿Era Laura o no?
PACO: Sí, era Laura.
ANDRADE: ¡Menos mal! ¿Y qué?
PACO: ¿Y qué?
ANDRADE: ¡Mira, me largo! ¡Abre la puta puerta que me largo! Ya he tenido bastante por hoy.
PACO: Ramón…
RAMÓN: Hay algo que tenéis que saber.
PACO: Ramón…
ANDRADE: ¡Joder!, ¿qué pasa?
PACO: Esto es una broma, ¿verdad?
RAMÓN: No, me imagino que no, no lo sé.
(Pausa).
PACO: Ramón…
RAMÓN: No sé cómo ha podido ocurrir. Lo bueno es que mientras venía para aquí me he convencido de que no había pasado nada… y lo he conseguido. Es increíble como funciona el cerebro. ¿Sabíais que en la Edad Media se pensaba que el centro de operaciones intelectuales estaba en el corazón? Luego, más adelante…, se dieron cuenta… de que no, que la masa blanda que tenemos en la cabeza, el cerebro… era el capitán de toda la nave.
ANDRADE: (A Paco). No sé qué coño le pasa. Lleva así desde que te encerraste en tu habitación.
RAMÓN: No, no ha pasado nada. Es todo una ilusión, ya está.
PACO: Ramón, hostia puta…
ANDRADE: No sé de qué va esto; ¿puedo irme?
RAMÓN: La falta de sentimientos…
PACO: Laura me lo ha contado todo, Ramón. Tu portera la ha llamado.
RAMÓN: ¿Y?
PACO: Ahora va a llamar a la policía para decirles que estás aquí.
RAMÓN: Como en la maquina del Kytties, ¿no? Game Over.
PACO: ¿Cómo has podido?
RAMÓN: ¿Que cómo he podido? No lo sé, la verdad. Esta mañana me he levantado y le he contado el plan a Manoli. Ella se ha puesto como una moto diciéndome que era un vago, un desperdicio humano, que no encontraba trabajo porque soy un inútil y entonces le he dicho que todo iba a cambiar y le he contado lo de la joyería, y ella… ha empezado a reírse de mí. Ha ido a la cocina donde estaban los niños desayunando y les ha dicho que tenían un padre alcohólico. ¿Tú te crees que se les puede decir eso de su padre a unos niños? Y también que soy un fracasado que, además, acabaría siendo un ladrón. ¿Sabes cuánto tiempo llevo escuchando porquería saliendo de su boca? ¿Sabes lo que es que tus hijos te miren como si fueras un leproso? ¿Tienes idea de eso? No. Tener hijos no es como tener un perro. Entonces he ido a nuestra habitación y he cogido el machete de la pesca, he cerrado la puerta del piso con dos vueltas y he vuelto a la cocina y… y no sé qué más ha pasado…
ANDRADE: ¿Qué?
RAMÓN: Todo ha sido muy rápido. Al venir hacia aquí me he convencido de que todo había sido una pesadilla. Me decía, bueno, luego volverás a casa y Manoli estará allí tan pesada como siempre…
ANDRADE: ¿Y los niños?
RAMÓN: ¿Los niños? No lo sé…
ANDRADE: Los niños, ¿qué?
RAMÓN: No, no lo sé. ¿Qué ha pasado?
PACO: Los niños…
RAMÓN: ¿También? Dios mío, los niños también. Pensaba que no…
PACO: ¿Cómo has podido hacer una cosa así? ¿Cómo?
RAMÓN: No lo sé. Son la única cosa buena que he hecho en mi vida.
(Pausa larga).
PACO: La policía estará viniendo para aquí.
(Pausa larga).
RAMÓN: ¡No lo entiendo!
ANDRADE: ¡Hostia puta!
RAMÓN: Lo mejor sería acabar con todo, tirarme por el balcón, pero me faltan cojones.
(Pausa larga).
PACO: ¿Por qué…?
RAMÓN: No lo sé…
PACO: Siempre decías que te iba bien… (Pausa). No lo entiendo. ¿Por qué te lo callas todo? Te habríamos ayudado…
(Pausa).
RAMÓN: Quiero que sepáis que sois muy importantes para mí…
(Pausa).
RAMÓN: No os dije nunca nada de mis problemas porque no sé hablar de mí, de mis sentimientos.
(Pausa).
RAMÓN: Solo hablo de cosas intrascendentes. No me gusta hablar de mis sentimientos. Prefiero hablar de los problemas de los demás. No sé describir lo que me pasa. Me da vergüenza hablar de lo que me pasa.
(Pausa).
ANDRADE: Me cago en la leche…
(Pausa).
RAMÓN: (Canturrea). Al final, las obras quedan, las gentes se van; otros que vienen las continuarán. La vida sigue igual…
PACO: ¿Qué es eso?
RAMÓN: Una canción de Julio Iglesias. Esta mañana no paraba de sonar en mi cabeza. No me gusta Julio Iglesias. Creo que a mi madre le gustaba…
ANDRADE: (Llorando). ¡Qué mierda, coño!
RAMÓN: ¿Lloras?
ANDRADE: ¿Qué has hecho, joder, Ramón?
RAMÓN: Fallo del sistema límbico…
(Pausa).
(Llaman al interfono).
(Se miran. Nadie va a abrir. Vuelven a llamar. Nadie se mueve. Vuelven a llamar).
PACO: ¿Abro?
ANDRADE: Claro.
PACO: Igual es tu grúa, Andrade.
ANDRADE: No, es la policía. No les he dicho el piso a los de la grúa. Llamarán al móvil cuando lleguen.
(Paco va al interfono y contesta).
RAMÓN: Diles que me voy a entregar tranquilamente.
PACO: (Al telefonillo). ¿Sí?… Sí, soy yo… sí, está aquí y dice que suban tranquilos, se va a entregar… Vale. (A Ramón). Suben.
RAMÓN: Bueno, chicos, por favor, venid algún día a verme. (Pausa). Por cierto, espero tener mejor suerte que el Toro.
PACO: Espero que sí…
RAMÓN: Andrade.
ANDRADE: ¿Qué?
RAMÓN: Tu madre… Ya me contarás.
(Pausa).
ANDRADE: Sí…
(Pausa).
RAMÓN: ¿Os dais cuenta? Nunca hemos podido acabar ningún plan. Siempre jodidos con la mierda de la pasta. ¿Tan capullos somos?
PACO: No, es solo mala suerte.
RAMÓN: No, no, y algo capullos también somos, aunque un poquito de suerte en la vida no nos habría ido nada mal, ¿no? ¿Cómo debe de haber quedado el partido?
PACO: ¿El partido?
RAMÓN: ¿Ya se te ha olvidado? ¿Para qué hemos quedado hoy?
PACO: Ah, el partido, sí. No sé…
RAMÓN: La final del trofeo “La Ballena Alegre”. ¿Cómo se las habrá apañado Emilio sin nosotros? ¿Quién marcará los goles sin Andrade?
PACO: No lo sé…
ANDRADE: Ramón… yo…
RAMÓN: Vaya plan. Todo por un puto partido de fútbol. (Pausa). ¡Hostia puta, mi libro de psicología!, se quedó en mi casa.
PACO: ¿Y?
RAMÓN: No lo he acabado. ¿Me lo mandaréis?
(Paco y Andrade se miran unos segundos).
PACO Y ANDRADE: Sí.
(Suena el timbre de la puerta).
(Oscuro mientras empieza a sonar La vida sigue igual de Julio Iglesias).
Fin.