Para ejecutar la decisión tomada por los grandes capos en esa reunión, Edgar y el Chino fueron a Ojinaga a comprar todos los celulares que hubiera en ese pueblo fronterizo. Se llevaron incluso los de muestra. Con la ayuda de su hijo y de sus hombres, el mismo Chapo los repartió entre los pobladores de un ejido cercano a la frontera tras advertirles que informaran lo más rápido posible a la policía o al ejército acerca de cualquier cosa rara o si sospechaban que alguien trabajaba para los Beltrán Leyva.
El Chapo hizo lo mismo en varias ciudades fronterizas. Aclaraba que los Beltrán Leyva querían un baño de sangre de la gente buena y trabajadora pero que el cártel de Sinaloa no lo iba a permitir. Si le ayudaban a darle protección, a cambio prometía ayudarlos; solo necesitaban hablar con su hijo Edgar y decir qué necesitaba la comunidad. “¿Más alumbrado? ¿Más escuelas? ¿O que organicen un baile con las bandas más perronas? Para eso estamos aquí. Échenme la mano y yo les rascaré la espalda”, concluyó el Chapo.
Esa familiaridad que lograba con su gente dio resultados inmediatos. Las oficinas locales de la policía, así como las líneas de denuncias se congestionaron con llamadas que querían reportar malandros que habían visto, gente rara en las colonias, tipos extraños en los restaurantes. Era una actitud de la gente común que llamaba la atención de las autoridades, en particular de Jessica, que se reunía con su equipo para entender qué pasaba en el norte de México.
Las estadísticas comprobaban que la cantidad de arrestos, denuncias y detenciones habían subido un doscientos por ciento. Algunos de los colaboradores de Jessica consideraron que el cambio se debía al buen desempeño de la institución, pero a Jessica no le convencía: creía que era una consecuencia de la lucha entre cárteles, una guerra entre los Beltrán Leyva contra el cártel de Sinaloa y, de paso, contra el Estado. Llegó a esa conclusión por intuición; conocía muy bien al Chapo y sabía que siempre había preferido utilizar la cabeza con acciones inteligentes, que la fuerza.