Es un reto acercarse a la vida de un personaje tan complejo como Joaquín Archivaldo Guzmán Loera, el Chapo Guzmán, para quien lo intente desde una perspectiva distinta de la periodística o investigativa.
En este libro fusiono dos mundos: el de la ficción y el de los hechos reales, tal como lo he venido haciendo desde que decidí contar mi experiencia en el mundo del narcotráfico. La fusión de estos dos mundos me ha permitido construir un estilo propio en la mal llamada “literatura narco”; a fin de cuentas, la literatura es literatura, sin adjetivos.
Esta historia se vertebra a partir de hechos trascendentales de la vida del Chapo Guzmán, desde su niñez en la pequeña población rural de La Tuna, en el municipio de Badiraguato en el estado de Sinaloa, México, pasando por su adolescencia, que se desarrolló bajo el amparo de los grandes capos del narcotráfico de Sinaloa, hasta sus dos capturas. Los ejes transversales del relato son las vivencias con sus mujeres, en cuyos detalles me detengo para mostrar su faceta de esposo, padre y amante.
Preso en la penitenciaría de máxima seguridad del Altiplano, en Almoloya de Juárez, Estado de México, antes de su última fuga, el Chapo Guzmán afrontaba nueve procesos penales, purgaba tres condenas y encaraba un inminente procedimiento de extradición a los Estados Unidos.
Conozco las peculiares características del Chapo y trato de mostrar la otra cara de un personaje que, por más que sea humanizado, no deja de ser un criminal. Así que, para quien esté interesado en conocer la historia detrás de los titulares, está este libro.
Mi narración sobre su vida ofrece una perspectiva diferente de la que sobre él se da a través de los medios de comunicación, o de las dependencias de seguridad del Estado mexicano: un personaje equivocado y nefasto para la sociedad. Como cualquiera de nosotros, el Chapo tuvo una madre, un padre, hermanos, mujeres e hijos que lo han amado. Además, cuenta con un pueblo que lo aprueba y lo venera, y que incluso ha realizado marchas para oponerse a su extradición.
A lo largo del libro entretejo algunos hechos relevantes de la vida del Chapo Guzmán con otras historias reales para construir un relato lo más verídico posible, en el cual una de las constantes es el contraste entre valores positivos y negativos. Por petición de algunos protagonistas, sus nombres han sido cambiados, sin que esto afecte la veracidad de la historia que aquí presento.
El Chapo, solicitado por siete tribunales federales de los Estados Unidos, acusado por haber introducido al menos quinientas toneladas de cocaína en territorio estadounidense, exhibe los rasgos comunes a los narcos: ambición, avidez de poder, necesidad de dominio sobre los demás, soborno, sevicia, engaño, mentira y traición. Antivalores que también se pueden reconocer en líderes de sociedades que se consideran justas y democráticas.
No es casualidad que, hasta antes de su segunda fuga, el Chapo —que había logrado frenar toda orden de extradición a los Estados Unidos—, tuviera que compartir el espacio de la penitenciaría con algunos de sus enemigos acérrimos: los Zetas, Servando Gómez, la Tuta, o el exalcalde de Iguala, José Luis Abarca, quienes con el mismo objetivo, operando en diferentes organizaciones, equivocaron el destino de sus vidas. Lo paradójico es que otros individuos de igual o mayor peligrosidad, permanecen libres, caminando entre nosotros, insertados en la estructura del negocio de las drogas, ocupando el lugar de quienes permanecen en reclusión.
Asimismo, tomo la experiencia del Chapo Guzmán para contrastar los valores de una sociedad con la práctica de un negocio que, aunque estigmatizado, no se ha logrado erradicar. Todo lo contrario: ha crecido y se ha desplazado hacia otro tipo de organizaciones y de actividades criminales que en México han cobrado la vida de por lo menos ochenta mil personas, y ha dejado un saldo de veintidós mil desaparecidos, entre los que se cuentan los cuarenta y tres estudiantes de Ayotzinapa.
Usted se dispone a leer una historia que combina acción, amistad, amor, ambición, y también traición y sevicia. Una historia que le dará una nueva perspectiva acerca del Chapo Guzmán, conocido como el Varón de la Droga. Se le llama varón por las agallas que tuvo para llegar a ser el capo que fue —¿y seguirá siendo ahora prófugo de la justicia?—, condición nada admirable en una sociedad que elogia públicamente ciertos valores. Sin embargo, tras el capo es posible reconocer a un personaje que, pese a sus escasos estudios, llegó a ser jefe de una de las organizaciones criminales más grandes del mundo, amado por diferentes mujeres con quienes concibió varios hijos que hoy, al igual que ellas, lo miran con admiración.