XLIV

TERESA AGUIRRE

 

 

 

Pero el Chapo no se rindió. Por entonces conoció a Teresa Aguirre, famosa narcotraficante especializada en el negocio de las anfetaminas en lugares remotos como China, India y Tailandia. Teresa manejaba un grupo de mujeres provenientes de estos países, que entraban a México como turistas y terminaban formando parte de un table dance de su propiedad. Luego regresaban a sus países como mulas.

Ambos mafiosos hicieron buenas migas, se cayeron bien desde el principio. Se veían con frecuencia. Quizá se atraían, quizá no. Hablaban, conversaban. El Chapo se identificaba con ella, con su estilo decidido y audaz. La mujer tenía una hija muy linda llamada Gabriela, que le recordaba a su amada hija Griselda Guadalupe.

Teresa le propuso hacer una sociedad. Necesitaba capital para expandir sus operaciones; el Chapo le dijo que necesitaba pensarlo. Acababa de recibir un gran golpe, necesitaba que la levantada fuera segura y el resurgimiento con más proyección para el negocio. “La experiencia tiene que servir de algo”, pensó el Chapo. El negocio que le proponía no estaba nada mal, y él, por su forma de ver la vida, siempre buscaba nuevos horizontes, y uno de ellos era, efectivamente, Teresa Aguirre.

Sin responder a su propuesta, se despidieron cordialmente; quizá en el futuro podrían pensar en asociarse. En el ambiente se respiraba el gusto por haberse conocido. Esos encuentros marcaron el inicio de una historia que sería una sorpresa en la vida del Chapo, quien tendría que demostrar que efectivamente era el Varón de la Droga.