LX

EL CHINO ÁNTRAX

 

 

 

Después de la dolorosa muerte de Piedad, al Chapo se le empezaron a complicar las cosas. Jessica volvió a contactar al Chino Ántrax por medio de la policía holandesa en la prisión de Amsterdam para repetir su oferta: salvarse a cambio de entregar al Chapo. El Chino, como fiel escudero, volvió a responder que no era ningún traidor y le advirtió que no estuviera chingando. Jessica, viendo que el Chino no iba a dar su brazo a torcer, decidió tirarle una bomba: “Tal vez tú no traiciones a Joaquín, pero él no ha dudado en traicionarte a ti”.

Al Chino se le descompuso el gesto. Dio un manotazo a la mesa exigiendo que le explicara, y le advirtió que si mentía podía irse despidiendo de este mundo. Jessica le hizo escuchar la grabación de una conversación entre Joaquín y un intermediario del FBI; en ella el Chapo dice que si el Chino regresa a México lo entregaría a cambio de que bajaran la presión contra él.

El Chino Ántrax comprendió que había estado haciendo el papel de pendejo. El Chapo —la persona por la que él hubiera dado la vida— no dudaba en traicionarlo después de todo lo que había hecho por él. No se lo perdonaría jamás. Una nueva guerra se avecinaba para el Chapo.

El Chino, mirando fijamente a Jessica, le preguntó si le estaba diciendo la verdad. El hecho de que lo presionara de esa manera le indicaba dos cosas: quería capturar al Chapo a como diera lugar, tal vez buscando un ascenso, o lo estaba ayudando, y por qué. Esa conclusión la tomó por sorpresa. El Chino no ahorró palabras para advertirle que él no toleraba las mentiras y menos las patrañas.

El Chino, como si nunca hubiera sido escuchado por mujer alguna, se sinceró para contarle que había estado en todos los momentos que el Chapo lo necesitó; que los dos se habían protegido; que él siempre lo había visto como el más inteligente, el más audaz; que todo lo que había hecho por él no era una entrega sin sentido, que lo hacía porque siempre lo había admirado y, a fin de cuentas, lo que había hecho fue tratar de emularlo.

El Chino Ántrax reconoció que él sin el Chapo no hubiera sido nadie. La pobreza en la que vivía en la sierra era para que hubiera muerto de hambre pero fue el Chapo quien lo sacó de esa pobreza, por lo que se convirtió para él en más que un hermano. Más que su padre. Le debía la vida. El Chapo jamás lo había abandonado ni lo había dejado desde esa época en que se hicieron amigos, cuando el Chino perdió a sus padres ultimados por bandas enemigas.

Tocado por la sinceridad del momento, el Chino Ántrax le pidió a Jessica comprender que cuando no hay opciones, la ayuda que le dio el Chapo a él y a otras personas es algo que muy pocos hacen, y eso termina convirtiéndose en una deuda de por vida. Uno no escoge ser delincuente; hay razones más fuertes para estar en ese negocio y la suya se resume en agradecimiento al Chapo; por eso no lo traicionaría.

Ese agradecimiento podría tener su manifestación máxima en el acto de entregarlo, le dijo Jessica, y le aclaró que no era una traición, sino querer para el Chapo un mejor futuro. De no hacerlo, podría terminar muerto y entonces sí tendría que darle las gracias a un recuerdo.

Jessica le prometió luchar por que a él y al Chapo les dieran las condenas más bajas. Si colaboraba, la reducción podría ser superior al sesenta por ciento para él. Le dijo que entendía que se regían por un código, pero que era una mentira, porque si la justicia capturaba narcos o incautaba cargamentos de droga, era porque ellos mismos se delataban. “Así que, ¿dónde está la validez del código?”, le preguntó Jessica.

Jessica se sinceró al afirmarle que, para ellos, lo bueno o lo malo solamente podía evidenciarse a largo plazo, asegurándole que si se decidía a colaborar, podría ver el futuro, de lo contrario, no estaba segura. Le advirtió que si no colaboraba, alguien lo haría por él. El Chapo y su organización eran odiados por muchos que querían que su cártel ardiera en el infierno. “No olvides, Chino Ántrax, que nuevos varones de la droga están presionando para estar en el sitio que ocupa alguien que está en bajada en todos los sentidos”, terminó diciendo Jessica. Solo obtuvo como respuesta un silencio tenso que evidenciaba que sus palabras habían calado profundamente en la psique del Chino.