Agradecimientos

 

Una de las cosas que me hace más feliz en la vida es ir al cine. La pandemia me quitó eso y, aunque importa tan poco en relación al horror de estos tiempos de muerte e incertidumbre, es algo que eché mucho de menos. De ahí el título de este libro. Como un reconocimiento a todas esas ficciones que nos rodean. Esas historias, esas escenas, esas líneas a las que volvemos. Esa familia de película(s). Esa educación sentimental.

Este libro, como todos mis libros, no podría haber sido escrito sin Sebastián Vicente y todo lo que él significa para mí. El amor, el apoyo, la compañía. Los pequeños gestos y los grandes también. Él es mi primer lector. También hay quienes siempre atajan errores, marcan caminos y dan ánimo cuando más se los necesita y esta vez no fue la excepción: Guillermo García Moscoso, Juan Pablo Vilches y Julio Reyes Lazo. Gracias, gracias, gracias.

Gracias a mi familia (Navia Torelli, Ariztía Navia, Navia Barbieri, Vicente Martínez y sobre todo a mis sobrinos), a mis estudiantes y colegas en la Universidad Católica, a mis profesores de Georgetown (especialmente a Alejandro Yarza, Vivaldo Santos y Gwen Kirkpatrick), a mis amigas y amigos (Pablo Camus, Ana María Ferreira, José Cornelio, Mercedes Valdivieso, Nicole Guitriot, Claudia Esquivel, Gerardo Jara y nuestro club de lectura, Mónica Tabilo, Domingo Navarro y todo el equipo de la Biblioteca de Humanidades, Molly Boys, Ana Josefa Silva y Marco Antonio de la Parra) y a Pilar Segovia por el desafío de escribir «Gretel». Gracias a los lectores que me han acompañado en mis libros anteriores y a los editores que hicieron eso posible: el equipo de De la Lumbre, de Himpar en Colombia, de Barrett en España y a Arantxa Martínez, de Kindberg. Gracias y bienvenida a todos los lectores que llegan a este planeta por primera vez.

Gracias al Premio Internacional Ribera del Duero por reconocer a este librito entre sus finalistas y gracias, en especial, a Juan Casamayor por ofrecerle un lugar en la maravillosa editorial Páginas de Espuma. Gracias a María Lynch (y al equipo de Casanovas & Lynch) por ayudar a que mis historias puedan ir al encuentro de más lectores en nuevos lugares.

Y (AND) gracias, siempre, a Rodrigo Fresán.