A los benévolos lectores
Bebedores infatigables y vosotros preciosísimos3 galicosos, mientras estáis ociosos y yo no tengo asunto más urgente entre manos, os pregunto preguntando4 ¿por qué se dice ahora proverbialmente que el mundo ya no está fat? Fat es un vocablo del Languedoc5, que significa «no salado, sin sal, insípido, soso», y metafóricamente6 significa «loco, necio, desprovisto de sentido, de cerebro huero»7. ¿Querríais decir, como de hecho8 se puede lógicamente inferir, que antes el mundo estaba fat, y que ahora se ha vuelto sensato? ¿En virtud de cuántas y qué condiciones estaba fat? ¿Cuántas condiciones y cuáles se requerían para que se volviese sensato? ¿Por qué estaba loco? ¿Por qué se había vuelto sensato? ¿En qué reconocéis su antigua locura? ¿En qué reconocéis la sensatez presente? ¿Quién lo hizo fat? ¿Quién lo ha hecho sensato? ¿Cuáles son más numerosos, los que lo prefieren fat o los que lo prefieren sensato? ¿Cuánto tiempo fue fat? ¿Cuánto tiempo fue sensato? ¿De dónde procedía la locura anterior, de dónde procede la sensatez subsiguiente? ¿Por qué en este tiempo, y no más tarde, cesó la antigua locura? ¿Por qué en este tiempo, y no antes, empezó la sensatez presente? ¿Qué mal nos hacía la locura anterior? ¿Qué bien nos hace la sensatez que le ha sucedido? ¿Cómo habría sido abolida la antigua locura? ¿Cómo habría sido restaurada la sensatez presente?
Responded si bien os parece, no haré otra súplica9 a vuestras reverencias10, temiendo alterar11 a vuestras paternidades. No tengáis vergüenza12, confesaos a Herr der Tyflet13, enemigo del Paraíso, enemigo de la verdad. ¡Valor, hijos míos! Si sois de los míos14, bebed tres o cinco veces por la primera parte del discurso, y después responded a mi pregunta; si sois del otro, ¡avalisque Satanás!15. Pues os juro por mi gran hurluburlu16 que, si no me proporcionáis mayor ayuda para solucionar el mencionado problema, ya, y no hace mucho, me arrepiento de habéroslo planteado. Porque estoy en un aprieto comparable a tener al lobo agarrado por las orejas17, sin esperanza de socorro. De acuerdo18. Lo entiendo, no estáis dispuestos a responder. Ni yo tampoco, ¡por mi barba! Solo os alegaré lo que sobre ello había predicho con espíritu profético un venerable doctor, autor del libro titulado La cornamusa de los prelados19. ¿Qué dice el muy pícaro? ¡Escuchad, pichasdasnos20, escuchad!
El año jubilar21 en que chiflado se hizo rapar,
Todo el mundo está de más,
Por encima de treinta. ¡Oh, cuán poco respeto!
Necio22 parecía, pero a fuerza de acumular
Largas plegarias23, ni necio ni voraz será,
Pues el dulce fruto de la hierba desgranará,
Cuya flor tanto temía en primavera24.
Lo habéis oído, ¿lo habéis entendido? El doctor es antiguo, las palabras son lacónicas25, las sentencias escotinas26 y oscuras. A pesar de tratar una materia por sí misma profunda y difícil, los mejores intérpretes de este buen padre interpretan «el año que sigue al trigésimo jubileo» como el año mil quinientos cincuenta, número de los años transcurridos de nuestra era27. «Nunca más temerá la flor de esta hierba»: no se volverá a llamar al mundo necio, al llegar la primera estación. Los locos, cuyo número es infinito, como atestigua Salomón28, perecerán en su demencia. Y todo tipo de locura cesará, la cual es igualmente inconmensurable, como dice Avicenas, maniæ infinitæ sunt species29. La locura, durante los rigores invernales recluida en el centro, reaparece en los bordes y rebrota como los árboles. La experiencia os lo demuestra, lo sabéis, lo veis. Y antaño lo observó el gran buen hombre Hipócrates Aphor. ueræ etenim maniæ etc.30.
Al volverse el mundo más sensato, dejará de temer la flor de las habas en primavera31, es decir (como podéis, el vaso en la mano y las lágrimas en los ojos, creerlo con compasión), en cuaresma, un montón de libros que parecían floridos, florulentos32 y florecidos como hermosas mariposas, pero en realidad eran aburridos, fastidiosos, difíciles, espinosos y tenebrosos, como los de Héraclito, oscuros como los números de Pitágoras, que fue rey del haba según el testimonio de Horacio33. Estos perecerán, jamás volverán a nuestras manos, ya no serán ni leídos ni vistos. Ese era su destino y el final que les estaba predestinado.
Les han sucedido las habas en vaina. Son esos alegres y fructíferos libros de pantagruelismo, de los que hoy se dice que se venden muy bien, en espera del próximo jubileo, y a cuyo estudio todo el mundo se ha entregado, por lo que es llamado sensato. Aquí tenéis vuestro problema resuelto y solucionado, con esto podéis convertiros en gente de bien. Tosed una o dos veces, y bebed nueve de un tirón; puesto que las viñas están hermosas y los usureros se ahorcan, me costarán mucho en sogas si dura el buen tiempo. Pues prometo proporcionárselas liberalmente, sin pagar, todas y cuantas veces quieran ahorcarse, ahorrando los gastos del verdugo34.
A fin, pues, de que participéis de esta sensatez que llega, libraos de la antigua locura, borradme ahora de vuestros documentos el símbolo del viejo filósofo del muslo de oro35, por el que se os prohibía usar y comer habas36, teniendo por cosa verdadera y admitida por todos los buenos compañeros que os las prohibía con la misma intención que el médico de agua dulce, el difunto Amaro37, sobrino del abogado, señor de Chapucería38, prohibía a los enfermos el ala de perdiz, la rabadilla de gallina y el culo de pichón, diciendo alla mala, croppium dubium, colum bonum pelle remota39, reservándoselos para su boca, y dejando a los enfermos solo los huesecillos para roer.
A él le sucedieron algunos encapuchados40 que nos prohibieron las habas, es decir, los libros de pantagruelismo, a imitación de los sicilianos de la Antigüedad, Filóxeno y Gnatón, arquitectos de su monacal y ventral voluptuosidad, quienes en pleno banquete, cuando se habían servido los bocados más apetitosos, escupían sobre la comida para que, asqueados los demás, solo ellos los comiesen41. Así esta repugnante, mocosa, catarrosa y agusanada mojigatería detesta, en público y en privado, estos libros deliciosos, y en su desvergüenza escupe sobre ellos vilmente. Y aunque ahora leemos en nuestra lengua gálica, tanto en verso como en prosa, numerosos escritos excelentes y quedan pocos restos de los tiempos de la gazmoñería y del siglo de los godos42, he optado, pese a ello, por gorjear y silbar como una oca entre los cisnes, según dice el refrán43, antes que ser considerado totalmente mudo entre tantos nobles poetas y elocuentes oradores. También interpretar algún papel de aldeano entre tantos elocuentes actores de esta noble representación, antes que ser colocado entre los que no sirven sino para dar sombra y hacer bulto, no haciendo sino papar moscas y levantar las orejas, como un asno de Arcadia44, al canto de los músicos, y por señas, en silencio, dando a entender que participan en la prosopopeya45.
Adoptada esta opción y elección, pensé que no era hacer obra indigna el mover mi tonel diogénico46, a fin de que no me digáis que vivo sin modelo. Contemplo un montón de Colinet, Marot, Drouet, Saint-Gelais, Salel, Massuau47 y un buen centenar de otros poetas y oradores gálicos. Y veo que, por haber frecuentado mucho tiempo la escuela de Apolo en el monte Parnaso, y haber bebido abundantemente en la fuente Cabalina48 entre las alegres Musas, no aportan al edificio eterno de nuestro vulgar sino mármol de Paros, alabastro, pórfido y buen cemento digno de un rey. No tratan sino de gestas heroicas, de grandes cosas, de materias arduas, graves y difíciles, todo ello con una retórica extraordinaria y sobresaliente49. Con sus escritos no producen sino néctar divino, vino de gran valor, exquisito, agradable, moscatel, delicado y delicioso. Y en esta gloria no solo participan los hombres, sino también las damas, entre otras una nacida de sangre real francesa50, a la que no se puede aludir sin previamente rendirle insignes honores, que ha asombrado51 a todo el siglo tanto por sus escritos e invenciones transcendentes, como por el ornato de su lenguaje de estilo mirífico. Imitadlos si sabéis; yo, por mi parte, no sabría imitarlos; no a todos es dado frecuentar y vivir en Corinto52; para la edificación del templo de Salomón no todos podían dar a manos llenas un siclo de oro53. Puesto que no tenemos capacidad para avanzar en el arte de la arquitectura como hacen ellos, he decidido hacer lo que hizo Reinaldos de Montalbán54, servir a los albañiles, poner el puchero para los albañiles y, puesto que no puedo ser su compañero, me tendrán por oyente infatigable, insisto, de sus muy celestiales escritos.
Os morís de miedo, vosotros, los zoilos55 celosos y envidiosos, id a ahorcaros y elegid vosotros mismos el árbol para hacerlo. No os faltará la soga56. Proclamo aquí ante mi Helicón57, en presencia de las divinas Musas, que si vivo aún la edad de un perro, sumada a la de tres cornejas58, en perfecta salud, como vivieron el santo capitán judío59, el músico Jenófilo60 y el filósofo Demonacte61, probaré con argumentos pertinentes y razones irrefutables, en las barbas de no sé qué centoníficos62 agavilladores de materias cientos de veces pasadas por la criba, remendones de viejas chatarras latinas, revendedores de viejas palabras latinas muy herrumbrosas e inciertas, que nuestra lengua vulgar no es tan vil, tan inepta, tan indigente y tan de desdeñar como ellos la consideran. Por lo que suplicando humildemente que, por gracia especial, así como antaño, cuando Febo había repartido todos los tesoros entre los grandes poetas, Esopo halló pese a ello lugar y oficio de fabulista63, igualmente, visto que a más alto grado no aspiro, no desdeñen concederme el estado de pequeño riparógrafo64, seguidor de Pireico65, lo que harán, estoy seguro, pues son todos tan buenos, tan humanos, generosos y bondadosos que no pueden serlo más. Por ello bebedores, por ello gotosos, esos zoilos quieren tener su disfrute total para, leyéndolos en voz alta en sus conventículos y honrando66 los altos misterios en ellos contenidos, apropiárselos y gracias a ellos alcanzar singular reputación, como hizo igualmente Alejandro Magno con los libros de filosofía prima compuestos por Aristóteles. ¡Vientre sobre vientre67, qué chinganallas68, qué golfos!
Por eso, bebedores, os advierto en tiempo oportuno, haced de ellos buena provisión en cuanto los encontréis en las tiendas de los libreros, y no os conforméis solo con desgranarlos, sino también devoradlos como un electuario para el corazón e incorporadlos a vuestro ser: entonces descubriréis el bien que proporcionan a todos los nobles desgranadores de habas. Ahora os ofrezco una buena y bella cestada, recogida en el mismo huerto que las precedentes. Os suplico con la mayor reverencia que os agrade el presente, a la espera de otro mejor con la próxima venida de las golondrinas.
Fin del prólogo
1 Solo la edición contiene este prólogo completo, que presenta ciertas semejanzas con el del Tercer libro, lo que ha llevado a considerarlo una primera versión del mismo (Huchon, 1981, 450-456; en Rabelais, 1994a, 1613-1616), aunque algunos elementos coinciden con el prólogo de la edición de 1548 del Cuarto libro. El manuscrito únicamente contiene, bajo el título de «fragmento del prólogo», el comienzo, con variantes, y se interrumpe, como se interrumpía la edición de 1548 del Cuarto libro, en medio de una frase, cf. n. 27.
2 Abreviado en M.
3 En el manuscrito «horríficos» en vez de «preciosísimos».
4 Truncamiento de una fórmula empleada por el hermano Juan, en el capítulo 27 del Cuarto libro, que constaba de tres partes que rimaban: Je vous demande en demandant, comme le Roy à son sergent, et la Royne à son enfant («Os pregunto preguntando, como el rey a su servidor y la reina a su infante»).
5 Rabelais suele deformar el nombre de esta región histórica del sureste de Francia en Languegoth, para introducir un juego de palabras con goths «godos» (Gargantúa, capítulo 16, en la edición de 1542, aunque en las ediciones anteriores aparece Languedoc; Cuarto libro, capítulo 41). De hecho, en el manuscrito figura Languegotz. La deformación procede de una etimología popular que relaciona el nombre Languedoc con los «godos» que ocuparon la región.
6 En el manuscrito «por la misma palabra» en vez de «por metáfora», «metafóricamente».
7 fat, como el latín fatuus, del que procede, significa «soso» y en sentido figurado «insensato», como se explica a continuación. El juego de palabras permite introducir el tema de la locura, muy de actualidad a partir del Elogio de la locura de Erasmo. En el manuscrito, en vez de «de cerebro huero», «de entendimiento y de cerebro».
8 En el manuscrito «de lo contrario» en vez de «de hecho».
9 En la edición adjuration «conjuro», «conminación». Parece preferible la forma del manuscrito, precacion «ruego».
10 En el manuscrito «vosotros», seguido de un espacio en blanco.
11 alterer: en su doble sentido de «perturbar» y «provocar la sed», peculiaridad de Pantagruel.
12 «No tengáis vergüenza» falta en el manuscrito.
13 Her der tyflet: «el señor Diablo», en el habla germánica de los lansquenetes (en alemán Teufel «diablo»).
14 En el manuscrito, en su lugar, «de Dios».
15 avalisque Sathanas: en lengua occitana «desaparece Satanás», imprecación para expresar el deseo de que algo desaparezca totalmente (Sainéan, 1922-1923 [1976], II, 335-336). Equivale a «¡Vade retro, Satanás!».
16 hurluburlu: probablemente voz onomatopéyica; hoy hurluberlu «descerebrado», «extravagante», «atolondrado».
17 En latín auribus lupum teneo (Terencio, Formión, 506), literalmente «tengo agarrado al lobo por las orejas», significa «tengo que optar entre dos opciones opuestas, ambas peligrosas y desagradables», «estoy en un gran aprieto». El dicho griego completo era «tengo el lobo agarrado por las orejas y no puedo ni mantenerlo agarrado, ni soltarlo». El lobo tiene orejas relativamente pequeñas, por lo que es difícil sujetarlo por ellas, pero es más peligroso dejarlo escapar. Cf. Erasmo, Adagios, I, V, 25.
18 La edición suprime un pasaje confuso que figura aquí en el manuscrito: «Carneades. ¡Marchaos con todos los demonios! No acudirá a vuestra orden, pues Neptuno, al que Lucilio instruyó para resolver una duda parecida, nunca pudo hacerlo venir de los Campos Elíseos».
19 Título de un libro que figuraba en la biblioteca de San Víctor (Pantagruel, capítulo 7).
20 vietz d’azes: literalmente «pichas de asnos», expresión gascona frecuente en Rabelais y en otros escritores de la época, empleada como insulto y que significaba «imbécil» (Sainéan, 1922-1923 [1976], II, 195).
21 L’an Jubilé: «el año jubilar», «el año del jubileo». Los israelitas celebraban un jubileo al terminar cada periodo de siete semanas de años, es decir, al comienzo del año quincuagésimo (Levítico, 25, 8-22). El jubileo o «año santo» cristiano, año de indulgencia plenaria concedida por el papa, se celebraba aproximadamente cada 25 años. Se celebró un año jubilar en 1500, convocado por Alejandro VI, otro en 1525, convocado por Clemente VII, y otro en 1550, convocado por Julio III.
22 Juego de palabras en el texto entre fat «necio» y el anterior fadas «chiflado».
23 brevets: aquí posiblemente plegarias escritas en trozos de papel o de pergamino, vendidas por charlatanes y utilizadas como talismanes.
24 Esta séptima es un enigma burlesco.
25 El manuscrito añade «y breves».
26 sentences Scotines: ya en el capítulo 17 del Tercer libro aparecía este juego de palabras entre scotiste, scotine, del filósofo Duns Escoto (muerto en 1308), llamado Doctor Subtilis «Doctor Sutil», y el griego skoteinoV~ «oscuro».
27 El prólogo del manuscrito se interrumpe sin concluir esta oración.
28 Vulgata, Eclesiastés, 1, 15. Erasmo, Elogio de la locura, 63. Pero en ambos casos «necios» y no «locos». La misma frase aparecía en el capítulo 46 del Tercer libro, pero allí figuraba Solomon, forma preferida por Rabelais, como por Erasmo, y no la forma tradicional Salomon.
29 «Las clases de locura son infinitas». Aparecía también en el capítulo 46 del Tercer libro, igualmente atribuido a Avicenas.
30 «Aforismos, de hecho, en primavera, las manías, etc.». Hipócrates (Aforismos, III, 19-20) señalaba que las dolencias podían sobrevenir en cualquier época del año, pero que algunas eran más frecuentes en determinados momentos, como las manías, entre otras dolencias, en primavera.
31 Recuerdo del refrán Quand les fèves sont en fleur, fous sont en vigueur, literalmente «Cuando las habas están en flor, tienen los locos más vigor».
32 florides, florulens: latinismos, florides, de floridus «cubierto de flores», «florecidos»; florulens, de florulentus «salpicado de flores».
33 Horacio, Sátiras, II, 6, 63. Horacio alude a la creencia pitagórica en la metempsicosis o transformación de los cuerpos en animales e incluso en plantas. Los pitagóricos no comían habas, pues se consideraba que estas encerraban las almas de los muertos.
34 Al final del prólogo a la edición de 1548 del Cuarto libro, se hacía una oferta comparable de sogas para que pudiesen ahorcarse los calumniadores diabólicos.
35 Luciano, en El sueño o El Gallo (4 y 18), se burla de la metempsicosis y alude a la prohibición pitagórica de comer habas, así como al muslo de oro del filósofo, al que también alude Diógenes Laercio (Vida de filósofos ilustres, VIII, «Pitágoras», 6). En Subastas de vidas (5-6), Luciano alude también a la creencia en la metempsicosis de Pitágoras, a su rechazo a comer habas, que son sagradas, y a su muslo de oro.
36 Erasmo, Adagios, I, I, 2.
37 En el prólogo de la edición de 1548 del Cuarto libro, se recoge la misma anécdota: se habla de un médico de agua dulce (es decir, de escaso saber), sobrino del abogado del difunto Amaro (feu Amer, con probable juego de palabras entre amer «amargo» y douce en eau douce «agua dulce»).
38 seigneur de camelotiere: camelotier significaba «hacer, fabricar de forma grosera, chapucera», por lo que adapto por medio de «chapucería».
39 «el ala es mala, la rabadilla peligrosa, el cuello es bueno si se le quita la piel».
40 Caputions: monjes que llevan capucha, «encapuchados».
41 La anécdota aparece también en el prólogo de la edición de 1548 del Cuarto libro. Filóxeno de Citera era de proverbial glotonería y Gnatón era el parásito típico de la comedia nueva. Plutarco, De si está bien dicho lo de «vive ocultamente», 1128b.
42 Esta alabanza del momento presente, considerado una época de restauración del saber, frente a la ignorancia anterior de los tiempos «góticos», aparecía ya en el capítulo 8 del Pantagruel y en la epístola dedicatoria de las Cartas médicas de Manardi (1532).
43 Erasmo, Adagios, I, VII, 22.
44 Erasmo, Adagios, I, IV, 35.
45 Término empleado no en su sentido retórico, sino en el de «mascarada».
46 Rabelais desarrolla la anécdota del tonel de Diógenes en el prólogo del Tercer libro.
47 Enumeración de poetas de los tiempos de Francisco I, contemporáneos y conocidos de Rabelais. Colinet es Jacques Colin d’Auxerre, muerto en 1547; Drouet es, sin duda, Antoine Héroët, muerto en 1568. Rabelais tomó de Mellin de Saint-Gelais, muerto en 1558, el «enigma en profecía» del capítulo 58 del Gargantúa. Claude Massuau, citado en el capítulo 27 del Cuarto libro, tradujo al francés la obra latina de Rabelais Stratagemata (Estratagemas), obra y traducción perdidas.
48 Fuente Hipocrene, nacida al golpear con su casco el caballo alado Pegado el monte Helicón. Se decía que los que de ella bebían recibían la inspiración poética. La misma alusión aparece en el prólogo del Tercer libro.
49 armoisine, cramoisine: armoisin «especie de tafetán teñido de rojo». Como adjetivo, ambos significan, en sentido figurado, «excelente» (Sainéan, 1922-1923 [1976], I, 132-133 y II, 216).
50 Margarita de Navarra, hermana de Francisco I, a cuyo espíritu dedicó Rabelais una décima en el Tercer libro (Rabelais, 1994a, 341).
51 En el texto figura estonné, errata que puede interpretarse como a estonné («ha extrañado, asombrado») o estonne («extraña, asombra»).
52 Refrán griego que aparece igualmente en el prólogo del Tercer libro.
53 Yahvé dice a Moisés que todos los hombres que han de componer el censo de los hijos de Israel, de veinte años o más, habrán de dar únicamente medio siclo, cualquiera que sea su fortuna (Éxodo, 30, 13-15).
54 La alusión figura también en el prólogo del Tercer libro. En sus últimos días, para hacer penitencia, Reinaldos ayudaba a los albañiles que construían la catedral de Colonia, según se cuenta en Les quatre fils Aymon (Los cuatro hijos de Aimon), novela de caballerías que refundía un cantar de gesta de fines del siglo XIII y tuvo gran éxito en el siglo XVI. Rabelais la recordaba en el capítulo 27 del Gargantúa.
55 Zoilo, gramático griego del siglo IV a.C., gran detractor de Homero. Su nombre se convirtió en el prototipo del crítico mezquino e envidioso. Erasmo, Adagios, II, V, 8.
56 La misma idea figura al final del prólogo de la edición de 1548 del Cuarto libro.
57 Monte de Beocia, en cuyas laderas se daba culto a las Musas.
58 Plinio (Historia natural, VII, 153) atribuye a Hesíodo la opinión de que la corneja vive nueve edades del hombre, aunque considera que sigue mitos. Lo recoge Erasmo, Adagios, I, VI, 64.
59 Moisés, del que dice el Deuteronomio (34, 7) que murió a los ciento veinte años, sin que se debilitasen sus ojos ni se mustiase su vigor.
60 Plinio (Historia natural, VII, 168) declara que se cita como ejemplo único y extraordinario el caso de Jenófilo, que vivió ciento cinco años sin sufrir ninguna enfermedad.
61 Según Luciano (Vida de Demonacte, 64) vivió casi cien años sin enfermedades ni sufrimientos.
62 centonifiques: «centoníficos», «los que hacen centones».
63 Filóstrato (Vida de Apolonio, V, 15) cuenta que, al distribuir la sabiduría, Hermes (y no Febo, es decir, Apolo) la agotó dejando fuera a Esopo, por lo que le otorgó lo único que le quedaba, el componer fábulas, lo primero que él había aprendido.
64 riparographe: griego rJuparograVfo~ «pintor de cosas triviales» o «de naturalezas muertas», de rJuparoV~ «sucio», «trivial» y graVfw «pintar».
65 Plinio (Historia natural, XXXV, 112) recuerda que Pireico pintaba temas «bajos» (tiendas de barberos o zapateros, asnos, comestibles, etc.), por lo que fue llamado el «riparógrafo», lo que no le impidió alcanzar la cima de la gloria.
66 cultans: de culter, sobre culte «culto», es decir «celebrar un culto», «honrar». Juego de palabras con culleter, culeter «jugar con el culo», «hacer el amor».
67 Ventre sur ventre: taco atenuado, a partir de ventre Dieu «vientre de Dios», con connotaciones eróticas. Aparecía también en el capítulo 39 del Cuarto libro.
68 trainquenailles: posible creación a partir de trinquer «tomar bebidas alcohólicas», «chingar», «trincar», «brindar» y quenaille, canaille «canalla» o vilenaille «conjunto de villanos», «de gente malvada» (Sainéan, 1922-1923 [1976], II, 112).