En el siglo XX surgen movimientos artísticos que cuestionan lo tradicional y académico e intentan experimentar con el arte. Esto se produce sobre todo en pintura y escultura, puesto que la arquitectura, por mucho que proyecte, tiene que «poner los pies en el suelo».
El primer movimiento pictórico es el fovismo (1905-1907), cuyo nombre deriva del francés fauve (‘fiera’), aludiendo a la vehemencia con la que emplea el color. El cuadro inaugural es Lujo, calma y voluptuosidad, de Henri Matisse, artista en cuya opinión la pintura no debía atender a los detalles, «pues para eso está la fotografía». Se interesó por las cerámicas persas, las telas moriscas y el arte africano. Apreciaba el sentido decorativo, visible en sus arabescos. Tuvo tendencia a representar varias veces los mismos temas, ejemplo de esto es La odalisca, La gitana.
Otros fovistas fueron Raoul Dufy, Albert Marquet, André Derain y Roger De Vlaeminck, quien se caracterizó por estructurar el paisaje con perspectivas que se han llamado del «corredor en bicicleta», debido a la similitud que guardan con la visión de un ciclista en ruta.
Los fovistas fueron criticados por su falta de técnica. El espacio, las formas, el volumen se crean a través del color, que es arbitrario (por ejemplo, árboles rojos). Las tintas son planas, no hay sombras.
Abundan los arabescos y los aspectos decorativos. La temática es el paisaje o el retrato, aunque sin observación psicológica ni intentos de captar el natural. No existen connotaciones extrapictóricas (sociales, históricas o religiosas). El color fuerte, llamativo, fiero es la meta del cuadro.
Contemporáneamente, se desarrolló el movimiento expresionista que, bebiendo en Van Gogh, utiliza el color para reflejar tanto los estados de ánimo como el panorama social de aquella Europa abocada a la Gran Guerra. Originado en Alemania, hubo dos grupos:
En Viena, Kokoschka cultivó el retrato y el paisaje en escenas envueltas en una gran agitación: La novia del viento. Dentro de una faceta crítico social se hallan Otto Dix, que pinta la autodestrucción humana, y James Ensor, caracterizado por sus cuadros de máscaras satíricas. El noruego Munch, al igual que Van Gogh, representa el sufrimiento psíquico, la angustia y la soledad, como se aprecia en El puente o, mejor, en El grito, donde las ondas sonoras ondulan los contornos de las formas.
La escultura expresionista representa también los problemas humanos. Giacometti, con sus figuras estilizadas, parte de la obra del español Gargallo, quien juega con el efecto óptico de las superficies macizas y los espacios vacíos de la obra, como se aprecia en El Profeta, en la que curvas y contracurvas acentúan los contrastes de luz y sombra, formando lo que el propio artista llamó «volumen virtual», que puede ser rodeado por el espectador. El ruso Zadkine, en La ciudad destruida, recuerda el bombardeo de Róterdam por la aviación alemana durante la Segunda Guerra Mundial.
Entre 1907 y 1914 se desarrolló el cubismo, un movimiento frío, sin intención de expresar emociones ni de comunicar nada. Sólo pretendía construir las formas a partir de los volúmenes y la geometría. A pesar de darse en otros campos de las bellas artes, se manifiesta especialmente en la pintura, y se caracteriza por presentar en el mismo plano la realidad observada desde distintos puntos de vista. Se basa en la importancia del dibujo, el color es arbitrario, es decir, a veces las caras se pintan de color verde. La iconografía cubista es escasa: bodegones, paisajes, figura humana. Es un arte inexpresivo y estático. Su mayor interés estuvo en las experiencias con los planos y los puntos de vista del observador.
En su evolución, tuvo cuatro etapas:
1. Negrista (1900-1907), así llamada por la fuerte influencia que ejerce el arte negroide, cuyo geometrismo interesó a los cubistas.
2. Cezaniana (1907-1909), caracterizada por el interés hacia la obra de Cézanne, quien con su estructuración geométrica y estática de las figuras abrió paso al desarrollo del estilo.
3. Analítica (1909-1911), la forma se descompone progresivamente, se abandona el paisaje y se imponen retratos y bodegones.
4. Sintética (1911-1914), cobran importancia los collages; se une Juan Gris, que imprime vitalidad al estilo: retratos, bodegones con guitarra.
Los principales representantes fueron Pablo Picasso, Georges Braque y Juan Gris.
Del primero hablamos en un epígrafe aparte. El francés Braque, si bien practicó el fovismo en sus inicios, lo principal de su obra se halla dentro del estilo cubista, tanto en la fase analítica como en la sintética, aunque en su última etapa vuelve hacia lo figurativo pero conservando la diversidad de puntos de vista propia del cubismo. Son típicos en él los bodegones sobre una pequeña mesa circular, por ejemplo Naturaleza muerta: le jour.
José González, que quiso llamarse Juan Gris como sobrenombre artístico, se unió al movimiento cubista a finales de la etapa analítica y, a lo largo de su corta vida, desarrolló su obra en la siguiente fase, en la que destacó tanto en las escenas de circo y arlequines, como en los bodegones con guitarras y periódicos, realizados a veces con la técnica del collage. Es famoso un retrato que le hizo a su amigo Pablo Picasso.
En el campo escultórico, los motivos acaban por geometrizarse al máximo y, casi siempre, caen en la abstracción. Sus principales representantes fueron Lipchitz, Laurens, Braque, Picasso, Archipenko y algo de Brancusi, y Pablo Gargallo, mezclando a veces escultura y pintura en diversas obras.
Jacques Lipchitz termina geometrizando totalmente sus obras y llega a la abstracción; utiliza frecuentemente la guitarra como motivo, por ejemplo, Mujer recostada.
Henri Laurens, que entró en el cubismo a través de su amistad con Georges Braque, repite mucho los mismos temas: instrumentos musicales, frutas o botellas.
Picasso, en su faceta tanto escultórica como ceramista, realizó diversos motivos que tienden a la geometrización: jarras, platos, tazas, palomas, búhos, toros.
Alexander Archipenko se interesó por la escultura africana e introdujo en ocasiones materiales como cristal y alambre. Trabajó con volúmenes cóncavos y convexos, así como con los espacios vacíos que quedan en la obra, valorándolos porque introducen el aire.
Derivados del cubismo surgen otros movimientos, como el orfismo de los esposos Delaunay, estilo que propugna la exaltación dinámica del color a base de círculos que, por su ritmo musical, se relacionaron con Orfeo (dios de la música, de ahí el nombre). El purismo, de Le Corbusier (pintor) y Ozenfant, que propugna la supresión de todo elemento superfluo en la obra de arte (pintar «puramente»). El tubularismo o tubismo de Léger se detiene en la mecanización de las figuras. Hubo, además, ciertos artistas que mostraron concomitancias cubistas: María Blanchard, Roger de la Fresnaye, Marcel Gromaire.
La primera, de origen español (nacida en Santander), si bien influenciada por el geometrismo cubista, cultivó un estilo más figurativo, de formas un tanto redondeadas que muestran cierta ternura y delicadeza femenina.
La Fresnaye tuvo también un estilo tendente a la figuración, en el que la forma no se pierde del todo. Entró en contacto con Picasso y Braque, como se aprecia en su cuadro La conquista del aire, donde las figuras parecen descomponerse en planos.
Gromaire derivó hacia el expresionismo, pero con figuras estáticas, en lo que se observa la raíz cubista. Puede citarse entre sus obras: Desnudo.
Hablar de cubismo es hablar de Picasso (1881-1973). Malagueño, hijo de un profesor de dibujo, de niño su padre le corregía las patas de las palomas cuando las dibujaba en la plaza de María Pita de La Coruña, donde residía. En sus primeros cuadros –Ciencia y caridad, La primera Comunión– cultivó el modernismo. Viajó a París y pasó por su fase azul, que recibe este nombre por el tono frío y triste de las pinturas, que reflejan la miseria que atraviesa el artista: Pobres a orillas del mar, La vida, El viejo de la guitarra. Cambia la suerte, empieza a vender cuadros y estos se caracterizan por sus tonos rosas, que dan nombre a esta fase, con temática circense: Familia de saltimbanquis, Arlequín.
En 1907 comenzó a ocuparse de la construcción geométrica de la forma. Pintó Las señoritas de Aviñón, en el que representa a «mujeres de la vida», con técnica «de hachazos», así llamada porque en las figuras quedan superficies lisas similares a los cortes de un hacha; este cuadro inaugura la primera fase cubista o negrismo.
Después del cubismo, hacia los años veinte, comienza su etapa clásica, caracterizada por el agigantamiento de formas, dibuja figuras corriendo, muestra la alegría de vivir.
En los años treinta, se da en él una etapa expresionista, con matices agresivos, que presiente la tragedia bélica que se avecinaba: Gallo, Crucifixión… y El Guernica (1937), que conmemora la destrucción de esta villa vasca por la aviación nazi. Pintado en blanco y negro, y combinando la visión de frente y perfil, es todo simbología: el caballo y el toro son la brutalidad sobre el pueblo, el alma hispana. La mujer con el niño muerto en brazos representa a todas las madres, la Piedad. La paloma de la paz destruida (silueteada en una franja blanca entre el toro y el caballo) y un soldado roto en el suelo representan a los muertos de las guerras. Una figura en llamas implorante recuerda la orante paleocristiana y al hombre que levanta los brazos en los Fusilamientos de Goya. La luz que ilumina es la esperanza... La obra no regresó a España por deseo expreso del artista hasta que se restauró la democracia.
Hacia los años cincuenta y sesenta, Picasso pintó las «glosas», copias en serie, a su estilo, de obras maestras que decía estudiar, como Las Meninas (cuarenta y cuatro cuadros).
El futurismo fue una tendencia fundada en Italia, en 1909, por Marinetti, poeta y líder del grupo formado por Umberto Boccioni, Carlo Carrà, Luigi Russolo, Giacomo Balla y Gino Severini.
Boccioni dejó su mejor obra en el campo escultórico: Formas únicas de continuidad en el espacio, donde intenta plasmar la cuarta dimensión buscando la conjunción espacio temporal.
Se caracteriza, como todo el estilo, por el movimiento constante, el dinamismo, la agitación.
Carrà tuvo, además de una fase futurista, otra relacionada con la pintura metafísica, que refleja el mundo del inconsciente, como luego veremos.
Russolo intentó que en sus pinturas se plasmase un ritmo musical dentro de un ambiente denso y desorbitante, al que contribuyen una serie de círculos envolventes que las caracterizan.
Balla es uno de los futuristas que mejor muestra las características propias del estilo: movimiento, dinamismo, celeridad, colorido vibrante, como se observa en Árboles mutilados, así como en Dinamismo de un perro atado, en donde usa la técnica del simultaneísmo, que explicamos más abajo.
Severini se caracteriza por los ambientes nocturnos luminosos y las figuras de bailarinas en planos superpuestos.
El futurismo tuvo contactos con el cubismo en cuanto a geometrización y descomposición de planos. Sin embargo, el futurismo es dinámico mientras que el cubismo estático. Marcel Duchamp, en Desnudo descendiendo una escalera, llegará al cubofuturismo, o sea, a la fusión de ambas corrientes artísticas. Su violencia colorística denota también cierto parentesco fauve.
Exaltaban el mundo industrial, el movimiento, la velocidad, la máquina: «[...] un coche rugiendo […] como una ametralladora, es más hermoso que la Victoria de Samotracia». Eran antifeministas y contrarios al desnudo en el arte, proclamando la destrucción de los museos, que guardan el arte del pasado, algo, según ellos, periclitado.
Emplearon técnicas especiales para dar sensación de movimiento constante:
El futurismo, como ya dijimos, tiene una faceta escultórica en Boccioni: Formas únicas de continuidad en el espacio, una figura humana que parece estar en continuo desplazamiento porque pretende representar la cuarta dimensión: el tiempo.
En arquitectura, el único representante fue Sant’Elia, si bien sus obras se quedaron en el papel: no pudieron realizarse porque, en su complejidad, eran prácticamente imposibles de construir; y también por problemas económicos. Su proyecto estrella fue la ciudad del futuro o Città Nuova.
Derivado del futurismo surgió en la URSS el rayonismo, fundado por Lariónov y Natalia Gontcharova, cuyas composiciones semejan rayos de luz, por lo que también se denomina lucismo.
En el arte abstracto, la plástica presenta formas no relacionables con el mundo real. Ha existido desde la prehistoria: signos ideomorfos en las cavernas. En los siglos VIII-IX se dio en las artes islámicas y en las miniaturas celtas de Lindisfarne y Kells.
En el siglo XX se ven dos variantes: abstracción geométrica y abstracción lírica. La primera se desarrolla a través de líneas y formas. La segunda a base de manchas de color, y surge con Kandinsky, en 1910, con su Primera acuarela abstracta.
Posteriormente, aparecieron otras corrientes abstractas. En la URSS, el suprematismo o «suprema simplificación» (en ruso suprematizm) de Malévich, que busca las formas geométricas puras –cuadrado, triángulo y círculo– y termina suprimiendo el color: Cuadrado blanco sobre fondo blanco; y el constructivismo, en el que trabajaron Tatlin, Lissitzky, Pevsner y Gabo, que propugna un arte utilitario, dirigido al diseño o la publicidad.
El primero realizó el Monumento a la III Internacional, una torre metálica inclinada de forma helicoidal con paredes de vidrio, que se quedó en proyecto. Lissitzky empleó líneas y cuerpos geométricos de gran dinamismo que juegan con el espacio y las dimensiones. Pevsner y Gabo, hermanos, se caracterizan por emplear materiales industriales, preferentemente transparentes, para construir superficies desarrollables.
En Holanda, Piet Mondrian, a través de la revista De Stijl (El estilo), crea el neoplasticismo, que elimina lo superfluo –las figuras– para que prevalezca lo elemental –la estructura–. Se basa en la combinación a través de rectángulos y cuadrados de los tres colores primarios con los tres neutros o no colores, separados por trazos negros, que, posteriormente, ya instalado en Nueva York, sustituye por líneas en color para reflejar, pretende, el dinamismo de la gran ciudad; su título, Broadway Boogie Woogie.
Desgajado, Van Doesburg fundó el elementarismo, «el punto más alto en la evolución pictórica –según su autor–, la concepción neoplástica periférica»: diagonales y planos inclinados que introducen el dinamismo constante en la composición.
En cuanto a la escultura abstracta, destacan Henry Moore y Barbara Hepworth. El primero, de origen británico, comienza con formas cercanas a la realidad visual, pero paulatinamente abandona lo figurativo e introduce agujeros en las masas para abrirlas al espacio. Las obras de la estadounidense Barbara Hepworth, en las que introduce también agujeros, son de factura geométrica.
Entre la abstracción y el expresionismo figurativo se movió la obra del español Julio González (Bailarina, Montserrat gritando). En su faceta abstracta, introdujo, al igual que otros artistas que hemos visto, los espacios vacíos, para añadir el aire en la obra, como se observa en Hombre cactus, por ejemplo.
CHILLIDA, Eduardo. Elogio del Horizonte (1990). Gijón. Esta gigantesca escultura hecha con hormigón está abierta al espacio y permite que el aire se integre en la obra como otro material más.
Oteiza y Chillida trabajaron el metal en exteriores, como Construcción vacía, del primero, o El Peine del viento, del segundo, que consiste en tres piezas de hierro de diez toneladas cada una, clavadas en la roca de la bahía de La Concha de San Sebastián, que semejan dedos entre los que el viento –un material más– se desliza armonizando lo natural y lo artificial.
El fenómeno abstracto no deja de ser un arte para élites, puesto que al carecer de figuración resulta incomprensible al gran público.
El dadaísmo fue un movimiento artístico y literario surgido en 1916. El término del que proviene –dadá– se escogió al azar en el diccionario Larousse y significa ‘sí, sí’ en diversas lenguas eslavas. Es antiarte, anticultura. Busca la destrucción a través de la irritación o la burla; como ellos decían, «la idiotez pura».
Se desarrolló en una época en la que la humanidad, tras autodestruirse, debido a la Primera Guerra Mundial, se encuentra totalmente convulsionada.
En el grupo se hallaban Tristan Tzara, escritor rumano, Hans Arp, pintor y escultor alemán, Max Ernst, Francis Picabia y Marcel Duchamp, quien introdujo los ready-made u objetos industriales: ruedas de bicicleta, urinarios. Todos ellos trabajaron los collages y, al surgir el surrealismo, moviéndose en una línea de tendencia fantástica, crearon obras tanto pictóricas como escultóricas a caballo entre ambos movimientos. Algunos se dedicaron a la fotografía, como Man Ray, que retrató a artistas famosos, como Picasso, Dalí, Miró.
El surrealismo nació en torno al poeta francés André Breton –que publicó el primer Manifiesto en 1924–, apoyado en el dadaísmo y la pintura metafísica desarrollada en Italia por Chirico y Carra, cuya temática fantástica recoge de inmediato. Giorgio di Chirico se inició en el academicismo, pero tendió pronto a un arte ilusorio, imaginativo: ciudades solitarias y de amplias avenidas con perspectivas que fugan en el infinito, temas de misterio, de ensueño, ambientados en arquitecturas extrañamente clásicas. Carlo Carrà, aparte de su faceta futurista, que ya vimos, fue como el escudero en la pintura que recibió el nombre de metafísica por esa temática irreal.
Como fondo de la pintura surrealista –campo primordial en el que se manifiesta el estilo, aparte, por ejemplo, del cine– se halla el mundo del subconsciente, las teorías freudianas, las ciencias ocultas, los sueños, la locura, el hipnotismo, etc. El término, acuñado por Apollinaire, quiere significar aquello que se encuentra por encima de la realidad (en francés, sur: ‘sobre’).
En la pintura surrealista se dan dos tendencias:
1. Realista fotográfica o paranoico crítica que, como su primer nombre indica, representa objetos figurativos; en esta línea están Salvador Dalí (creador del segundo término), Paul Delvaux, René Magritte, Leonor Fini y Óscar Domínguez. Obras enigmáticas con grandes fugas hacia el infinito en las que aparecen personajes o figuras irreales. Formalmente, respetan las leyes de la perspectiva.
2. Creacionista u organicista, que representa seres deformados, objetos y signos incomprensibles; Joan Miró, Yves Tanguy, Paul Klee.
Marc Chagall, caso aparte, estuvo en una línea que podríamos llamar fantástica.
El surrealismo fue la plasmación artística de una corriente de pensamiento universal. Existen precedentes concretos en Grünewald y El Bosco (s. XV), pasando por Valdés Leal y Goya, el alemán Füssli, el simbolismo y, directamente, el arte naíf o arte ingenuo, con Louis Vivin, Séraphine y Rousseau El Aduanero, así llamado por su profesión (agente de aduanas), o la pintura metafísica, el dadaísmo. En general, todos los estilos que han tenido como objeto la representación de la imaginación y la fantasía onírica.
El surrealismo sólo ofrecía una serie de obras ininteligibles e inútiles para los grandes problemas sociales de la época (la gran depresión, la guerra). De ahí que no arraigara ni popular ni oficialmente.
Hablar de surrealismo es hablar de Salvador Dalí (Figueras, Gerona, 1904-1989). Tuvo amistad con la generación poética del 27 y colaboró en el cine con Luis Buñuel (El perro andaluz). Durante los años treinta se desarrolla su etapa surrealista pura, con composiciones fruto del delirio onírico del subconsciente: Relojes blandos, Premonición de guerra civil. Su musa fue su esposa Gala, quien ejerció de modelo en numerosos cuadros: Leda y el cisne. A partir de los años cincuenta cultivó pintura religiosa: Cristo crucificado, Cristo hipercúbico, La Última Cena –basada en el rectángulo áureo–, en las que la ambientación fantástica y las fugas hacia el infinito recuerdan su época surrealista.
Joan Miró (Barcelona, 1893-Mallorca, 1983), se abocó al surrealismo a partir de La masía (1922). Después de un viaje a Holanda, comenzó sus Interiores holandeses, en los que reinterpreta cuadros de maestros holandeses del siglo XVII. Sus obras, de colores vivos, están llenas de signos ininteligibles, infantiles, poéticos, en los que prevalece el inconsciente a la razón; para André Breton, Miró era «probablemente el más surrealista de todos nosotros». En 1958 realizó para la UNESCO El muro del sol y la luna. Tuvo también una faceta escultórica –Ave solar, Ave lunar– similar a la pictórica.
En los años treinta se desarrolló en México una corriente pictórica en murales de gran riqueza colorística destinados a ilustrar al pueblo analfabeto sobre los episodios de su pasado histórico, lo que fortalecía el sentimiento nacional, elogiando la tradición indígena y el trabajo creativo y criticando la explotación del capitalismo. En esta labor trabajaron Diego Rivera, José Orozco y Alfaro Siqueiros.
KHALO, Frida. La columna rota (1944). Colección particular. La tela que envuelve sus caderas sugiere para algunos el paño de pureza de Cristo; la columna jónica simboliza su propia espina dorsal con las múltiples fracturas que sufrió al ser atropellada por un tranvía, lo que le produjo discapacidad motora y continuos dolores, representados por los clavos incrustados. Su cuerpo rasgado y los surcos del terreno son una metáfora del dolor y la soledad.
Rivera, al igual que Siqueiros, hizo gala de un realismo muy fuerte que llegó al expresionismo. Trató temas históricos y alegóricos, y representó la tradición indígena del pueblo mexicano con un matiz popular, propagandístico y didáctico.
Orozco se caracterizó por un espíritu polémico que llegó a lo caricaturesco y también por un carácter dramático y violento que le aproximó al expresionismo. Frida Kahlo, esposa de Diego Rivera, desarrolló una obra pictórica basada en su propia biografía, compuesta fundamentalmente por autorretratos. Compartió el gusto por el arte popular mexicano y, en general, puede observarse en ella una síntesis de elementos expresionistas y surrealistas, como afirmaba André Breton.
También estuvo dominado por una corriente realista el panorama pictórico español en el período de entreguerras. Los principales artistas fueron Vázquez Díaz, que realizó los murales de La Rábida; Benjamín Palencia, con sus típicos paisajes castellanos; Gutiérrez Solana, que plasmó mejor que nadie la llamada España negra; y Zuloaga, en el que destacan escenas taurinas y paisajes.
El desarrollo industrial marcó la evolución de la arquitectura a comienzos del siglo XX. El funcionalismo –«la forma sigue a la función»– buscó antes cubrir las necesidades de sus moradores (iluminación, ventilación, orientación) que la belleza estética.
Estos planteamientos fueron recogidos en Europa por la Bauhaus, una escuela de arte fundada en Weimar (Alemania), en 1919, por Walter Gropius, cuya idea era llegar a la armonía entre todas las actividades artísticas, adecuando las construcciones a las exigencias sociales, algo que era imposible en una sociedad capitalista, por lo que se tendió a estudios de experiencias estéticas dirigidas por Hannes Meyer, Mies van der Rohe, Kandinski. Fue clausurada por los nazis a su llegada al poder (1933), trasladándose varios profesores a Estados Unidos.
Casa de la Cascada, obra del arquitecto estadounidense Frank Lloyd Wright, máximo representante del organicismo, quien consiguió integrar, como se observa en la fotografía, la construcción entre la naturaleza.
Mies fue nombrado decano de la Facultad de Arquitectura de Chicago, ciudad en la que edificó grandes rascacielos de hierro y vidrio, en sentido depurador, carentes totalmente de decoración, en los que el juego de formas y volúmenes era el único lenguaje. Regresó a su país natal en 1964 y construyó la Galería Nacional de Berlín, formada por una gran sala cuadrada en cristal y acero. Tuvo importancia también en el arte y diseño de muebles.
El gran arquitecto del funcionalismo fue Le Corbusier, que planificaba las viviendas como «máquinas de habitar», reduciendo los planos al cuadrado, el cubo y el cilindro apoyados sobre pilotes para liberar la planta baja como espacio de recreo, tal como la Villa Saboya, basada en el rectángulo áureo.
El organicismo, difundido por el estadounidense Frank Lloyd Wright, buscó la fusión del edificio con la naturaleza, como se observa en la Casa de la Cascada en Pensilvania. En su última etapa experimentó con las formas curvas para las plantas de los edificios: Museo Guggenheim de Nueva York, cuyos espacios se recorren ascendiendo por una rampa que ofrece un recorrido progresivo.
Arquitecto que se destacó en el organicismo fue el finlandés Alvar Aalto tras los contactos que mantuvo con Wright durante su estancia en Estados Unidos. Además de la Casa de Cultura o el Ayuntamiento de Helsinki, es importante la Villa Mairea, un prisma recortado por el terreno, orientada hacia el sur y el oeste para aprovechar la escasa luz de la isla de Muuratsalo, donde se construyó.
Vinculada al organicismo puede considerarse la Ópera de Sidney, obra del danés Utzon, con sus cubiertas en forma de tienda de campaña, que buscan la integración en el medio.
Otro tipo de arquitectura fue la expresionista alemana, surgida en el período de entreguerras, también clausurada por los nazis a su llegada al poder. Característica era la preferencia de lo artesanal y el cristal, considerado sublime, frontera transparente entre interiores y exteriores. Las obras se inspiran en formas de la naturaleza (montañas, cuevas), lo que recuerda a Gaudí. La mayor parte quedó en el papel. Destacaron Poelzig, Bruno Taut, y Mendelsohn, autor de una de las pocas obras que se llevaron a cabo, la torre Einstein de Potsdam.
En España domina por esta época una corriente regionalista que pretende recuperar las tradiciones autóctonas; un buen ejemplo es la plaza de España de Sevilla, obra de Aníbal González, en la que se fusionan elementos de tradición renacentista con otros de procedencia barroca, como se observa en las torres, que recuerdan la Catedral de Murcia.
En la segunda mitad de siglo continúa vigente el funcionalismo, tanto en los rascacielos estadounidenses de Mies van der Rohe como en las obras de Le Corbusier: capilla de Notre Dame du Haut o Unidad de Habitación de Marsella, basada en un gran bloque primario cerrado por paredes de cristal que continúan el espacio exterior sin ruptura visual, construido según el canon modulor, una escala de proporciones humanas basada en las medidas de un hombre en pie con los brazos levantados (2,26 metros): «[...] una gama de dimensiones armónicas a escala humana, aplicable universalmente a la arquitectura y a la mecánica […] introduce automáticamente en el pie-pulgada el sistema decimal para cálculos» (Le Corbusier: Oeuvre Complète, volumen V). Fue elogiada por Albert Einstein.
Le Corbusier tuvo gran influencia en los arquitectos brasileños Lucio Costa y Oscar Niemeyer, que edificaron la nueva Brasilia.
Para la Exposición Universal de 1958 se construyó en Bruselas el Atomium, nueve esferas de acero unidas, de dieciocho metros de diámetro, que representan los nueve átomos del cristal de hierro, una referencia a los usos del átomo, en pleno desarrollo durante la época.
Atomium de Bruselas, diseñado por el arquitecto André Waterkeyn para la Exposición Universal de 1958. Nueve esferas de dieciocho metros de diámetro unidas que representan los nueve átomos del cristal de hierro y se levantan hasta una altura de ciento dos metros.
En España, el funcionalismo estuvo representado por Josep Lluís Sert: Fundación Miró de Barcelona. Torroja renueva la arquitectura de hormigón en el Hipódromo de la Zarzuela y el Frontón Recoletos, este en colaboración con Zuazo. Tras el Manifiesto de la Alhambra (1953), surgen arquitectos como Fisac (iglesia de Alcobendas). En los años sesenta, con el boom turístico, se da una etapa de apogeo: Sáez de Oteiza (edificio Torres Blancas), García Paredes (Auditorio Manuel de Falla en Granada). En los años ochenta y noventa, destaca Moneo con la ampliación del Museo del Prado, en ladrillo visto para conjugar con Los Jerónimos.
En la Europa nórdica, Saarinen une modernidad y tradición utilizando materiales locales como la madera, junto a hormigón y vidrio, y busca la incidencia de la luz, tan escasa en esas latitudes.
A partir de los años setenta, la corriente posmoderna tendió a utilizar elementos constructivos y decorativos de períodos anteriores: Kenzo Tange en Japón; Graves y Venturi en Estados Unidos; Aldo Rossi en Italia; Ricardo Bofill en España.
En los años ochenta y noventa surgieron el High Tech y el deconstructivismo. El primero valora la exhibición al aire libre de la tecnología del edificio, como hicieron Piano y Rogers en el Centro Georges Pompidou de París, cuyo entramado de barras y tubos en la fachada recuerda un mecano. El segundo sigue la premisa «la forma es el resultado de la fantasía», como hizo Zaha Hadid en el pabellón puente de la Expo de Zaragoza, 2008; o Frank Gehry, que, al considerar la arquitectura un arte, diseña para que sea vista también como una escultura: Museo Guggenheim de Bilbao.
Las últimas tendencias proyectan según las necesidades sociales: oficinas, almacenes, centros comerciales, museos, hospitales, estaciones, estadios, etc. Se le denomina arquitectura de autor, donde se encuadraría el español Santiago Calatrava, híbrido de ingeniería y escultura: Ciudad de las Artes y las Ciencias de Valencia, Auditorio de Tenerife y un larguísimo etcétera de obras y proyectos tanto en España como en todo el mundo.
La segunda mitad del siglo XX fue un tobogán de tendencias. Agrupados bajo el concepto genérico de segundas vanguardias, se fueron sucediendo:
Si entendemos el arte sólo como un medio de expresión, sin su componente de belleza, armonía y genialidad, lo mismo que a través del lenguaje un grito indica estado de ánimo, cualquier garabato podría ser obra maestra, lo cual constituiría una contradicción porque desaparecía el concepto universal de pieza única e irrepetible y se instalaría el de la vulgaridad en el sentido de que todos podemos ser creadores aunque no tengamos nada que aportar; y la historia del arte se ha construido a través de las innovaciones estéticas de artistas y estilos.
La informática ha tomado posiciones en el mundo del arte. En los años setenta se generaron las primeras obras con ordenador (computer art), un arte interactivo, que se manifiesta a través de los bits y que, si se imprime, pierde su condición digital. Para conservarla, debe tener una distribución instantánea y múltiple, o sea, llegar a mucha gente a la vez.
En este campo se engloban el vídeo y las obras multimedia, a través de: software art, net.art, artivismo y arte RV, basados en las tecnologías de la realidad virtual y el mundo en 3D.