23:51 hrs

Sin ruido, la puerta se abrió, De una rápida ojeada, Gema examinó el interior de la cabina de control, grabando en su memoria dónde se asomaban los manojos de cables a través de los paneles rotos, la posición de las manchas irregulares de densiplasma que cubrían las grietas dejadas por los fragmentos del siderolito… «Es evidente que estalló al atravesar el casco interior; Alix no tuvo ninguna probabilidad a su favor». Atravesó la cabina, pasando junto al derribado sillón del piloto; su mirada percibió las manchas parduscas en el espaldar, y la mente dedujo su origen. «Habrá que cambiar el revestimiento». Deteniéndose frente al tablero principal, miró por un momento las cifras que registraban los indicadores, y las integró a su memoria. Asintió, con aire ausente. «Thondup tenía razón; Palas tuvo tiempo de conectar los motores y cambiar el rumbo. Lo hizo bien; nos estamos alejando del plano planetario y su elevada densidad… Pero también de la Tierra; habrá que elaborar una nueva trayectoria». Estuvo a punto de abstraerse en los cálculos, pero recordó a lo que había venido: «El nuevo rumbo, después; todavía hay tiempo». Introdujo la mano por una abertura del tablero principal. Tuvo que inclinarse un tanto para alcanzar el fondo; en la nueva posición, sus ojos descubrieron en el suelo el minúsculo fragmento blancuzco, gelatinoso… Se inmovilizó. «¿De Alix? Es probable». Acuclillándose, acercó la cara al nuevo motivo de su curiosidad. «Sin lugar a dudas, es tejido cerebral… pero su estructura no es humana; pertenecía a Palas». Enderezándose, volvió a buscar en el interior del tablero… Extrajo un dorado icosaedro, y se lo acercó a la boca:

—Informo: hoy, a las…

La vibración del icosaedro entre sus dedos la interrumpió. Sus cejas se arquearon: «¿Por qué…? Debía ser Isanusi». Agregó rápidamente:

—Situación de emergencia; Isanusi está imposibilitado físicamente para informar.

La vibración no cesaba, propagándose desagradablemente a su carne. «¿Qué puede faltar?». Algo se removió en el fondo de su conciencia, y surgió la respuesta necesaria:

—Su suplente, Alix, ha muerto.

«¿Alguien más? No; soy la tercera en el orden de sucesión. Debería haberlo sabido antes…». El receptor, ya tranquilizado, resplandecía tenuemente.

—Continúo el informe. A las 18:03 hrs, hora solar, chocamos con un siderolito. Causa: una rotura del inductor delantero del campo magnético. Consecuencias: el centro de integración lógica de Palas, destruido. Pável, Alix y Kay, muertos. Isanusi está…

—Se está despertando, Gema.

Identificó inmediatamente la voz: «Thondup». Miró por encima de su hombro, buscándolo; no había nadie en la cabina.

Por la puerta abierta, se veía el laboratorio central, desierto también. «¿Dónde está?».

—Ya está arreglado el canal sonoro del intercomunicador; el visual me llevará más tiempo…

La fuerza de la costumbre hizo volverse a Gema hacia la pantalla vacía para preguntar:

—¿Y el diagnosticador?

Se escuchó con toda claridad el carraspeo de Thondup.

—No hay forma, Gema… Su integrador dependía de Palas. Pero pude averiguar lo ocurrido al hipnotrón; una descarga incontrolada de energía, que hizo saltar a todos los reguladores. Lo mismo que le pasó a las emisoras y al receptor…

Gema lo interrumpió:

—Thondup, lo que nos interesa ahora es el hipnotrón. ¿Qué pasó con ese exceso energético?

—Lo derivó hacia el sistema nervioso de Isanusi… Por fortuna, debió ser algo casi instantáneo; los conductores no resistieron. Hay que ver lo que quedó de ellos… Suerte que no hayan aguantado mucho; si lo hubieran hecho, Isanusi no estaría vivo ahora. Apúrate; el módulo indica una rápida elevación de su actividad consciente. No creo que tarde más de dos minutos en estar completamente despierto.

—Está bien; allá voy.

Acercó otra vez el palpitante icosaedro a la boca:

—Por razones de trabajo, se aplaza la continuación del informe… —Tras un rápido vistazo a las cifras fosforescentes en la pared, concluyó—: hasta mañana.

Un último latido de luz, y el icosaedro se apagó.