El profesor desintegró a los indigentes que desaparecieron de la Ciudad de México sin dejar rastro. Varios ciudadanos que presenciaron como los indigentes se perdían en el espacio, echaron a correr pidiendo socorro.
—Auxilio— pedía una vieja corriendo por la avenida más que un campeón olímpico.
—Socorro— gritaron varios testigos de la desintegración corriendo como condenados.
—Mamaíta mía— gritó un inválido en una silla de ruedas, levantándose de la silla de ruedas corriendo como un condenado.
—¡Los indigentes han desaparecido de la Ciudad!
—¡Dios se los ha llevado para que la Ciudad recupere todo su esplendor!
—¡Milagro, milagro, milagro, ya no están aquí esos apestosos!
—Virgencita mía de Guadalupe, por fin en lacra humana ha desaparecido de nuestra ciudad.
—Dios, ha sido Dios el que se los ha llevado a una vida mejor.
—Profesor, ¡La ignorancia siempre se manifiesta como un dogma de fe!
—Algunos de nuestros semejantes están todavía en la Edad de Piedra— respondió el profesor sin dejar de concentrarse en lo que estaba haciendo.
—¿Ha terminado, profesor?
—¡He terminado!— dijo Antonio Ramírez, muy satisfecho de lo que había hecho.
—¿Están todos en sus viviendas?
Capítulo XII
El 17 de Octubre del año 2158 Galileo volvió a la Catedral de la Ciudad de México, donde era el Arzobispo de la Ciudad y Primado de México. Preguntó por su secretario y le contestaron:
—¿De parte de quién?
Fue directamente a la secretaria y allí se encontró al secretario conversando con sor María.
Llamó al secretario aparte y le dijo al oído: No se asuste ¡Soy yo!
—¿Y usted quién es?— preguntó un tanto alarmado el secretario.
—¡Soy el Arzobispo de la Ciudad de México y el Primado de la nación!
—¿Esto no será una broma, una tomadura de pelo?
—¡Es un milagro de la Máquina de las Dimensiones! Se acuerda usted cuando le enseñe ciertas fotografías de mi juventud, venga conmigo a mi despacho y le demostraré que yo soy yo, aunque haya cambiado tantísimo.
—Pero ¿No estará usted loco para creerse que es el Arzobispo de la Ciudad de México?
—¡Nunca me he encontrado tan cuerdo! ¡Recuerda usted que siempre le he llamado Papillón!
—¿Cómo sabe usted eso?
—¡Porque soy el arzobispo!
—¡Tiene usted una hermana en Venecia!
—¿Cómo se llama mi hermana?
—¡María! ¡Cómo la Virgen María!
—No es posible que sepa usted tantas cosas de mí
—Tiene una cicatriz en el brazo izquierdo desde la edad de ocho años.
—Por Jesús y María, pero si tiene usted la misma voz que el arzobispo, la misma voz, pero más fresca, con mayor vitalidad, porque la otra estaba ya llena de arrugas.
—Padre Mateo, soy el arzobispo, reconoce usted el anillo— le mostró el anillo que llevaba en el dedo.
—Santo Dios, es el anillo cardenalicio— se arrodilla y lo besa—. Monseñor esto es un verdadero milagro, está usted tan rejuvenecido, sor María, el arzobispo ha vuelto con 25 años, no sé dónde se habrá dejado los otro sesenta.
—¡Monseñor!— se inclina y le besa el anillo— ¿Dónde ha estado? ¿Cómo ha vuelto tan joven?
—Es muy difícil de contar, sor María, los caminos del Señor están llenos de buenas sorpresas que a mí me han favorecido.
—¡Y de qué manera!— dijo el secretario.
—Monseñor – dijo Sor María con una sonrisa en los labios— ¡El Papa está al caer!
—¿Del cielo?— preguntó el arzobispo.
—Del cielo no, está al llegar a la Ciudad de México.
—¿A qué hora llega?
—A las cinco de la tarde hora local.
—¿Dónde?
—Al Aeropuerto del Cangrejo Ruso.
—Usted me acompañará Sor María— le dice al secretario— llame usted a los demás cardenales, entre obispos y cardenales que sean nueve para formar el número 12 de las tribus de Israel. Nueve, sor María, diez, usted once y yo doce. ¿Qué hora es?
—¡Las diez de la mañana, monseñor!
—¡Bueno, bueno, no pierdan tiempo, hay que arreglarse!
El cardenal llegó a su mansión de 800 metros cuadrados situada en la Avenida Pancho Villa. Cuatro jóvenes criadas y dos mayordomos se ocupaban del servicio de la espaciosa mansión. Cuando los vieron llegar no lo reconocieron y tuvo que imponerse dialécticamente.
—Soy el Arzobispo Antonio López de todas las Cruces y todos los Santos, y le ordeno Mauricio que me deje usted pasar. Tome la lentilla y llame a mi secretaria.
El mayordomo llamó al Secretario
—Lo deje usted pasar, es el arzobispo, ¿Qué ha cambiado? Acaba de hacerse la cirugía estética, por eso lo encuentro usted tan cambiado. Si, si, es el arzobispo, sin ninguna duda.
—¿Qué le ha dicho mi secretario?
—¡Qué es usted!
—¿Puedo pasar?
—¡Pase!
Una vez en el salón de la mansión le ordenó a una de las criadas: Teresa sácame del armario mi traje cardenalicio de gala. Tengo que ir a recibir al Papa.
—¿Dónde monseñor?
—Al Aeropuerto del Cangrejo Ruso.
—¿Puedo ir con Monseñor?
—¿Por qué quieres venir conmigo?
—Para ver de cerca a su Santidad Ricardo I el Guapo. Todos los creyentes dicen y afirman que posee una belleza sin igual, como anda tan erguido.
—El Papa es un cadáver andante, apenas si le quedan fuerzas para andar… recuerda que tiene una avanzada edad.
—¡Oh Monseñor, no me había dado cuenta del milagroso cambio que ha dado usted!
—Anda, anda, tráeme el traje, y como hoy estoy contento, te llevaré conmigo.
—¿De verdad, Monseñor?
—¡Palabra de cardenal!
—¡Y tan joven y tan apuesto!
—Vamos, que el tiempo apremia.
El cardenal vestido de gala subió en el coche cardenalicio acompañado de Teresa.
—Al aeropuerto— le dijo al conductor.
La criada también iba muy bien vestida y parecía una flor.
—Quiero que me presente a su Santidad Ricardo I el Guapo.
—¡Te lo presentaré!
—Gracias Monseñor— y se abrazó cariñosamente a él.
A las cinco en punto de la tarde del día 17 de Octubre del año 2158 llegó el avión Papal al Aeropuerto Internacional del Cangrejo Ruso. Una muchedumbre resucitada, devota, entusiasmada esperaba la llegada del Pontífice como agua bendita caída del cielo. El Santísimo Padre, santo entre los santos, era muy venerado en toda Latinoamérica. La fe había crecido en el continente americano como la grama. Sin embargo en Europa el ateísmo se había disparado como la pólvora. Finalmente el anciano Papa ayudado por dos cardenales empezó a bajar las escalerillas del avión seguido por su séquito y su cuerpo de seguridad.
—Viva Ricardo I— gritó la muchedumbre entusiasmada.
—Larga vida al Papa— gritaron varias monjas.
—¡Santo! ¡Santo! ¡Santo!— le dijeron los más cercanos
—¡Aleluya! ¡Aleluya!
El público aplaudía a rabiar, y cuando el Santo Padre se arrodilló y besó tierra mexicana, los vivas y elogios se volvieron interminables.
Al pie de la escalerilla del avión estaban el Presidente de México, el gobierno en pleno, los embajadores de los países latinoamericanos y el cardenal Primado de México, su secretario, Teresa y un grupo de obispos y cardenales. Después de besar fervorosamente suelo mexicano, el Papa se levantó como pudo. Su avanzada edad se imponía a una inquebrantable voluntad de hierro.
El presidente de México se acercó y le ayudó a levantarse.
—Gracias, Dios te bendiga— le dijo el Papa, agradecido.
—Vuestra Santidad, es un placer tenerlo en México. En nombre del pueblo mexicano os damos la más cálida bienvenida. ¡Viva la Santa Sede! ¡Viva su Santidad Ricardo I! ¡Viva México!
—¡Viva!— gritó la muchedumbre.
El cardenal Primado de México se acercó al Papa y se abrazaron como se hubieran abrazado los doce Apóstoles y Cristo.
Ricardo I le dijo al Primado de México: Le encuentro un tanto cambiado, como rejuvenecido...
—Santidad por ciertos lugares están sucediendo verdaderos milagros, de los cuales vuestra Santidad puede también beneficiarse— a continuación le presentó a Teresa y al resto de sus acompañantes.
Teresa temblorosa y con lágrimas en los ojos besó el anillo papal con profunda devoción.
—¡Santo Padre!
—¡Dios está conmigo! Te doy su bendición.
Santo Padre, sois mi huésped. La Santa Misa está programada para mañana en la Plaza de la Catedral de México a las diez.
El Papa se despidió del recibimiento y seguidamente se subió con el Primado de México y Teresa con el coche cardenalicio, 24 motoristas, doce en cada lado del vehículo acompañaron al coche papal.
Dejaron el aeropuerto y en pocos minutos entraron en la Ciudad.
Pasaron primeramente por la gran Avenida del Pueblo, y miles y miles de banderas de la Santa Sede y de México ondeaban llenas de júbilo en el aire. El pueblo mexicano, sin olvidarnos del resto de los países latinoamericanos se había volcado con la Santa Sede.
¡Viva el Papa!
¡Viva el Papa!
¡Larga vida a Ricardo I el Guapo!— gritaba enternecida la muchedumbre.
Un fuerte cordón de seguridad impedía que la multitud invadiera la calzada y frenaran la lenta marcha de la comitiva.
Al Papa Ricardo I le lanzaron toneladas y toneladas de flores, rosas, claveles y margaritas. El coche papal parecía una floristería y el conductor tuvo que poner en marcha el parabrisas para deshacerse de las flores que caían sobre el cristal.
—Santidad, la devoción en los países latinos es grande. ¡Aquí sois una auténtica reliquia!
—Lo sé, lo sé— le respondió el Papa al Primado.
—¡Santidad el pueblo latino os quiere y lo demuestra con su devoción!
—¡Lo sabemos, hija mía! La Santa Sede es el Ojo de Dios que todo lo ve y todo lo contempla aunque me esté quedando ciego. Veo, poco pero el corazón ve y observa mucho más que la mirada.
Finalmente llegaron a la mansión Arzobispal, la comitiva era de 52 coches
El salón Arzobispal era inmenso. Servía también de comedor
Para recibir al Papa y a su séquito, en esta ocasión el servicio había aumentado considerablemente y la cocina no dejaba de funcionar.
Cada mesa tenía una capacidad para trece como la mesa de la última cena de Jesús. En la mesa presidida por Ricardo I, estaban a su derecha el presidente de México y señora, el ministro de Cultura, el de Defensa, el de Asuntos Sociales y el de Relaciones Laborales.
A la izquierda varios embajadores y el Primado de México.
El primer plato de tan suculento menú era una exquisita sopa de champiñones y cucarachas.
El segundo un asado de lagarto de Tijuana, carne muy apreciada por los gourmets de todo el mundo.
El tercer plato era caviar.
De postre cactus remojado con tequilla y relleno de piña.
La bebida naturalmente no podía faltar como milagro divino: Vino de Rioja, de Burdeos, cerveza mexicana y whisky escocés.
Empezaron a comer y todos los comensales hablaban mucho más que comían.
—Santidad— preguntó la esposa del presidente de México—. Sabéis que el Arzobispo ha sido bendecido y agraciado por la ciencia.
—Señora, no sé lo que me queréis decir— respondió el Papa llevándose un trozo de lagarto a la boca.
—El arzobispo ha sido sorprendentemente rejuvenecido, ya no tiene los ochenta y cinco años que tenía.
—Lo veo un tanto cambiado, ciertamente me parece mucho más joven. No sé cómo lo habrá conseguido, tal vez se haya encontrado con el mismísimo Dios por alguna parte, aunque Dios naturalmente esté en todas partes. ¿Arzobispo me podéis decir lo que ha sucedido?
—¡Un milagro de la ciencia, Santidad!
—¿Un milagro de la ciencia? ¿Acaso los científicos pueden hacer milagros cuando destruyen el planeta?
Santidad, el profesor Antonio Ramírez es un científico útil para la humanidad. Sus descubrimientos construyen y no destruyen. Ha sido él, el que le ha ganado la guerra a los Estados Unidos. El que le devolvió la vida a más de doscientos millones de muertos. Con la Máquina de la Vida me ha quitado sesenta años de encima, me ha dado una fuerza y una vitalidad universal. Con una sola mano soy capaz de levantar una Galaxia, puedo cambiar el movimiento de los planetas, derribar y construir ciudades. Mi mente influye poderosamente en mi mirada pudiendo ver el movimiento de las células, el del átomo. Puedo ir más allá de lo contemplado y ver mundos ocultos que se descubren sorprendentemente ante el infinito alcance de mi mirada.
El presidente Acuña y yo, hemos tenido la suerte de ser operados magistralmente por el doctor Rendón. La operación ha sido un éxito y el resultado de la operación no ha podido ser mejor. Antes era un cardenal, ahora me encuentro lleno de vida, de ilusión más allá de la fe y de la esperanza que sólo desean los que envejecen y van a morir.
—Arzobispo— dijo el Papa—. ¿Habéis perdido el juicio y la razón?
—¡Santidad, nunca como ahora he tenido tanto juicio y tanta razón!
—¡Os pido que seáis más moderado, menos fantástico, más hijo de Dios! Os ruego obediencia, adoración y fe ciega en el santísimo nombre de nuestro Señor Jesucristo.
—Santidad la Máquina de la Vida me ha quitado la fe y la oscuridad. Ahora mi fe es la del descubrimiento.
—¡Santo Dios!— protestó el Papa enfadado
—Santidad el Primado de México está hablando en el nombre de la verdad. Yo también he sido operado por el doctor Rendón y también he rejuvenecido unos cuantos años.
—Eso es un milagro— dijo el embajador de Colombia—. Ni con toda la droga de Colombia se puede hacer un trabajo mejor.
—¡Fantástico!, de ser real, ésta es la noticia más importante de todos los tiempos— afirmó el embajador de Argentina bebiéndose un whisky doble sin agua
—Señores, la noticia del rejuvenecimiento puede correr por todo el mundo más que la pólvora— confirmó el embajador de Uruguay, pero sigamos mientras tanto comiendo y bebiendo que la vida son cuatro días y el quinto nos caemos muertos.
—Mejor comer y beber— dijo el embajador de Colombia—.Coman ustedes este lagarto de Tijuana es un verdadero manjar, se parece mucho a un desierto. Pero bueno, señor Cardenal y Señor Presidente, coman ustedes, no contemplen la comida, coman y beban por festejar debidamente la visita histórica de su Santidad Ricardo I.
—No podemos comer— respondió el presidente.
—¿Cómo que no pueden comer?— preguntó un tanto inquieto el Papa.
—¡No tenemos órganos!— añadió el Primado de México.
—¡Estarán bromeando!
—No, Santidad, no bromeamos. No podemos comer.
—Pero Arzobispo, esto es una broma de mal gusto, os veo muy cambiado.
—El doctor Rendón nos sacó todos los órganos cuando fuimos operados. El corazón…
—¿El corazón?— gritaron los presentes.
—No se puede vivir sin corazón.
—¡No tiene ningún sentido!
—¡No saben lo que dicen!
—No he escuchado mayores barbaridades en mi vida.
—¡Orden señores, no se escandalicen ustedes, es cierto lo que estamos diciendo, y si quieren una demostración se la damos! ¡Qué alguien me tome el pulso!
—Pero, señor presidente eso es un disparate, recobre la cordura.
—¡Qué alguien me tome el pulso!
El embajador de Argentina se levantó como un autómata que está bailando un tango, y le tomó el pulso al presidente Acuña.
Después de un cierto tiempo, dijo: ¡No tiene pulso! ¡No tiene corazón!
—No es posible— dijo el Papa.
—¡No puede ser!— dijo el embajador de Colombia.
—¡Estaría muerto!— afirmó uno de los embajadores.
—Es cierto— dijo la mujer del presidente— ¡Mi marido no tiene corazón!
—Señora… ¿A caso es un maltratador?— preguntó el Papa.
—¡No es un maltratador! ¡Sencillamente ya no tiene corazón!
¿Usted tampoco tiene corazón?—le preguntaron sorprendidos al Primado—.
—¡No tengo corazón! ¡Cogedme el pulso!
Le cogieron el pulso y no tenía pulso. Sin embargo no estaba frío como un muerto y su temperatura parecía normal.
—Ninguno de los dos tiene pulso— gritó el embajador de Argentina.
—¡Estarán muertos!
—No, están vivos.
—No es posible.
— ¡Sí, es posible, llevamos la Máquina de la Vida!
—¡Señor presidente! Nos puede decir usted que es la Máquina de la Vida.
—Un invento del profesor Ramírez.
—Y esa máquina ¿Cómo funciona?
—Con energía y condensación dimensional.
—No lo entiendo, Explíquese mejor.
—Hay cosas en esta vida, que por mucho que se expliquen nunca serán entendidas
—Vuestra Santidad tiene un cuerpo que no le responde a las necesidades de la vida, ochenta y ocho años son una carga muy pesada y molesta para el cargo que representa.
—¿Qué insinuáis?— preguntó el Papa.
—La Máquina de la Vida os vendría muy bien. Como anillo al dedo y nunca mejor dicho.
Ricardo I sonrió pero se hallaba aturdido por la Máquina de la Vida y por las contundentes declaraciones del Primado y del presidente de México. Recordó a lo largo y ancho de la historia las sorprendentes declaraciones que hizo en su tiempo uno de sus antecesores en el siglo XXI, el Papa Francisco I: El Papa Francisco I dice que Lucifer es Dios y Padre de Jesucristo. Al parecer, el Francisco y el Vaticano mostraron al mundo el verdadero Dios al que siempre han adorado, es decir, Lucifer. De acuerdo con el Papa y la iglesia católica, Lucifer es el Creador del mundo y el padre de Cristo.
Si el verdadero Dios del mundo es Lucifer, ¿Por qué no abrazarse a la Máquina de la Vida y buscar una respuesta más convincente en lo desconocido?
—Quiero conocer al profesor.
—Santidad, mañana mismo, después de la Santa Misa, lo conoceréis— le respondió el Primado de México.
—Santidad, los muertos no han resucitado por obra de Cristo. Ha sido el profesor.
—¡Todo es posible!— dijo el Papa—.Estoy confuso, pero se me pasará.
—No puede perderse esta oportunidad de oro. Pasar de la vejez a la juventud es el mayor de los milagros.
—¿Puedo ser operado?
—Si lo deseáis, esta misma noche— le dijo el presidente de México. seguidamente con una lentilla empezó a llamar.
— Dígame…
—Profesor, soy el presidente Acuña. El Papa Ricardo I desea ser operado.
—¿Cuándo?— preguntó el profesor.
—Esta misma noche.
—De acuerdo
—Bien, profesor ¿A qué hora?
—Estamos en el laboratorio, para nosotros no existe la noción del tiempo, a cualquier hora viene bien.
—Bien, profesor, cuando terminemos de cenar allí estaremos.
—¡Pero si usted no puede comer!
—¡Comemos sin comer, como de costumbre!— rieron—.Santidad cuando lo deseéis
Comieron, bebieron y los invitados se retiraron cansados a sus respectivas habitaciones.
El Papa, el Primado de México, el presidente de México y señora no se retiraron de la velada.
—Santidad— dijo el Primado— el profesor nos espera.
—Vayamos en busca de los milagros en lugar de esperar dos mil años para que lleguen— dijo el Papa lleno de fe, de esperanza e ilusión.
Con el coche papal tardaron más de una hora en llegar al laboratorio. Pudieron milagrosamente pasar desapercibidos y entrar en la silenciosa nave de los descubrimientos.
Abrieron la puerta del laboratorio y entraron: Profesor, Gerardo, su santidad Ricardo I.
—Es un placer— respondió el profesor estrechándole la mano
—Lo mismo digo— dijo Gerardo
—Aquí todos los seres humanos somos iguales— dijo el profesor.
—Aquí mismo dejo de ser Papa, si he de ser operado. Para mí es más importante la vida que la creencia.
—Con la Máquina de la Vida conseguiréis la inmortalidad con un cuerpo de 25 años. La ciencia no tiene límites y hay que tener fe y esperanza exclusivamente en ella.
—Por un cuerpo de 25 años doy la vida. Ahora soy un simple mortal en busca de una vida eterna que me será concedida por la materia.
—Gerardo, llama a Naomi y que te eche una mano, la operación no puede esperar.
—Bien, profesor.
Llamó a Naomi y ésta volvió con Josefina en unos cuantos segundos.
—¿De dónde venís?— preguntó el profesor.
—Del espacio exterior. Hemos estado viajando por encima de la Luna— respondió Naomi.
Ricardo I estaba en otra esfera, en otro mundo, en otra dimensión, en otro universo y por su propio bien dejó de ser un decrépito y malgastado Papa para convertirse en un diamante pulido.
Operaron al Papa y éste decidió cambiar de nombre, cambiando también el sentido y la orientación de la Madre Iglesia.
Después del clamoroso éxito de la operación, proclamó solemnemente: He decidido cambiar de nombre, de fe y de esperanza. A partir de este momento me bautizo con el agua de la verdad material como Humano I. Dejo de ser el Papa, ahora soy un hombre más al servicio de mis semejantes.
—¿Humano I?— preguntó el Primado de México.
—¡Humano I! – contestó el recién operado.
—¿Qué pensáis hacer con la Iglesia?
—¡Devolvérsela a los más pobres!
—Sabia medida— dijo el profesor.
—Ya no soy el Papa, no necesito tantas reverencias, ni tanto protocolo. En el banco del Vaticano, tenemos almacenada y secuestrada la felicidad de los pueblos, pienso repartir entre todos los pueblos del mundo esa felicidad.
—Profesor— preguntó Gerardo Rendón. ¿Habéis terminado el frigorífico de las duplicaciones infinitas para quitarle el hambre al mundo?
—Esta tarde lo termino. Una verdadera maravilla. Sus dimensiones son dos metros de altura, 1.50 de ancho y de profundidad 0.90
—¿De qué trata el invento?— preguntó Josefina.
—De duplicar alimentos. Sería lo mismo que la clonación instantánea. Vayamos a verlo.
Llegaron a una sola oscura y el profesor la iluminó con la mente.
Seguidamente de un frigorífico sacaron un huevo, un kilo de carne de ternera, un tomate, una lata de atún, un pepino, una barra de pan, un cartón de leche y unas cuantas cosas más.
El profesor abrió la puerta del frigorífico duplicador, metió un huevo y seguidamente pulsó un botón amarillo.
Cerró la puerta y cuando la abrió se encontró con dos. El frigorífico de la duplicación alimentaria había funcionado a la perfección.
Capítulo XIII
Pasaron 500 años, Ahora estamos en el año 2658. En esos 500 años el mundo cambió considerablemente. El trabajo había sido prohibido por ser el mayor de los males en la faz de la Tierra.
El profesor seguía igual de joven con sus veinticinco años y casi siempre viajaba dimensionalmente con sus ayudantes. El profesor observaba como los pobres mortales de generación en generación, nacían, vivían, envejecían y morían. Desde el invento de la Máquina de la Vida habían pasado más de diez generaciones.
Para adaptarse a la inmortalidad hay que estar siempre activo. Se encontraba atareado en un proyecto ambicioso, en la resurrección de todos los muertos para poblar los multiversos. Pero comprendió que los resucitados tenían que ser operados para poblar esos mundos.
Todos los que habían sido operados seguían con él. El doctor Rendón y Naomi se habían unido y de esa unión nacieron cuatro niños maravillosos que no tuvieron que operar ya que nacieron con la Máquina de la Vida perfectamente incorporada.
Esos cuatro nacimientos rompieron con la planificación celular de los registros genéticos y establecieron una parada inolvidable en el tiempo. Finalmente la evolución había sido vencida y nada podría superar los 25 años del físico con una vida eterna. En tres meses los niños se desarrollaron y fueron adultos. Gabriel habló milagrosamente a los cuatro días y a la semana de su nacimiento empezó a caminar.
No eran niños normales. Eran niños llenos de energía con una fuerza universal. Capaces de partir de un sólo golpe una montaña por la mitad. Tuvieron que ponerle burbujas protectoras para controlar sus impulsos inquietantes y demoledores.
A la edad de un año, los cuatro se casaron. Gabriel, Pablo, Jatán, Natán y sus respectivas esposas vivían en cuatro hermosísimos planetas del espacio exterior, a una distancia de cien mil millones de años luz de la Tierra.
El viaje era interminable, pero como el cansancio no existía se realizaba cómodamente como si durara un microsegundo. Cien mil millones de años luz para ir y Cien mil millones para regresar. Sin embargo el tiempo de la Tierra era más lento y el viaje de ida y vuelta se realizaba en seis meses.
Las cuatro jóvenes mujeres fueron esperadas por Gerardo Rendón y Naomi. Eran agradables y futuras madres de una nueva vida en el espacio.
En el planeta Adrinúm tres veces más grande que la Tierra, con una superficie de 1580 millones de km2 se instalaron Gabriel y Suma. En Siém, Pablo y María, en Minerva Natán y Alicia y por último en Jatán, Dulcinea y Jatán.
El proceso de gestación del feto era muchísimo más rápido. Un mes duraba el embarazo, y el parto se realizaba con la máxima rapidez saliendo el niño disparado como un mísil que afortunadamente volvía en un segundo a los atentos y abiertos brazos de su madre.
El profesor Ramírez había hecho verdaderos milagros en los cuatro planetas. Les cambió el movimiento de rotación y de traslación consiguiendo que tuvieran gradualmente una temperatura como la de la Tierra.
De nuestro planeta se llevaron sacos y sacos de semillas para plantar, árboles, para plantar hierba, para plantar flores. También se llevaron innumerables animales de compañía, como cabras, corderos, leones, tigres, panteras, serpientes, perros y gatos y todas las especies restantes que estaban dispuestos a resucitar en el planeta.
El profesor resucitó a Napoleón en Adrinúm, a Alejandro Magno en Siem, en Minerva a Sócrates y finalmente en Jatán a Hitler.
Estamos en el mes de Febrero del año 2658 y el profesor acaba de recibir una llamada: Profesor soy un descendiente de Caballo Loco.
—¿De Caballo Loco?— preguntó el profesor.
—¡Sí, de Caballo Loco! Deseamos recuperar lo que es nuestro y expulsar a los invasores. Le ruego que resucite a mis antepasados.
—Puede usted venir a mi laboratorio, es muy interesante lo que me está diciendo, me interesa, pero quiero hablar con usted personalmente ¿Sabe dónde estoy? ¿Quiere mi dirección?
—No hace falta profesor, sé donde está.
Dos horas después:
—¡Soy Águila Solitaria!
Se estrecharon las manos.
—¡Tanto gusto, profesor!
—Es un placer— contestó el profesor.
Se sentaron en el despacho del profesor.
—Como usted sabe, soy descendiente de los Sioux. Mis ídolos son Caballo Loco y Toro Sentado. Sin olvidarme naturalmente de Nube Roja, el Sioux victorioso.
Nube Roja nació en 1822 en un poblado a las orillas del río Platte (Nebraska) y muy joven fue nombrado jefe de los Sioux Oglala. En 1866, Nube Roja decidió declarar la guerra a Estados Unidos y logró grandes victorias ante la caballería. En 1868, él y otros jefes sioux firmaron el nuevo tratado de paz de Fort Laramie que pronto fue violado por el gobierno. Dos años después, este valeroso jefe fue invitado a visitar Washington para entrevistarse con el presidente. Allí juraría no alzarse nunca más en armas; fue fiel a su palabra y mantuvo su promesa: no tomó parte en la guerra de 1876, en la que Caballo Loco acabó con el Séptimo de Caballería del General Custer. El descubrimiento de oro en la Black Hills provocó la llegada de miles de mineros e incitó a la administración norteamericana a comprar las tierras sagradas de los sioux, lo que era un nuevo incumplimiento de los tratados de paz. Pero Nube Roja había guerreado mucho con la caballería y pensó que era lo mejor vender sus tierras. El astuto y valiente guerrero murió en 1909.
Apenas terminó de hablar Águila Solitaria tocaron fuertemente en la puerta del despacho: Pasa Nube Roja, se presentó a Águila Solitaria.
—¿Cómo es posible?— preguntó asustado Águila Solitaria.
—Acabo de resucitar a Nube Roja es todo su esplendor. Siéntate Nube Roja.
Nube Roja obedeció y sin mediar palabra se sentó.
—Tengo al gran jefe Nube Roja a mi lado, no me lo puedo creer.
—¡Tu descendiente Caballo Loco!
—¡Y tú gran jefe de los Sioux, Nube Roja!
Nube Roja recordó a Toro Sentado, jefe supremo y líder espiritual de los Sioux. Toro Sentado nació en 1831 en el territorio de Grand River, Dakota del Sur. Fue elegido jefe supremo y líder espiritual de los Sioux. En 1868 firmó el tratado de paz de Fort Laramie, que garantizaba la propiedad de las Black Hills (Dakota) a los nativos. Cuando se encontró abundante oro en aquellas tierras, Washington incumplió el tratado. Los guerreros de Toro Sentado y Caballo Loco volvieron a desenterrar el hacha de guerra y derrotaron al Séptimo de Caballería en la batalla de Little Big Horn, lo que desató la venganza del ejército contra los Sioux. Toro Sentado se refugió en Canadá hasta que volvió a Estados Unidos, donde fue recluido en la Reserva de Standing Rock. En 1885 obtuvo permiso para acompañar a Buffalo Bill en un show que recreaba las gestas del lejano Oeste. Pero aburrido de aquel circo Toro Sentado (Tatanka Yotanka) lo abandonó meses después. Los blancos que tuvieron trato con él, lo recordaban como un hombre sabio y honrado. Murió de un balazo en la cabeza en un tiroteo en 1890.
Tocaron nuevamente en la puerta del despacho y el profesor dijo: —Pasa, Toro Sentado.
Toro Sentado entró en el despacho con el hacha de guerra en la mano y danzando.
Seguidamente Toro Sentado tomó asiento al lado de Nube Roja.
Y Caballo Loco –preguntó inquieto Toro Sentado.
—Está a punto de llegar— le respondió amablemente el profesor.
Volvieron de nuevo a tocar.
—Pasa Caballo Loco
Caballo Loco entró montado a caballo detrás del Séptimo de Caballería – Yo cortar cabellera del General Custer.
Seguidamente se sentó al lado de Toro Sentado.
—Puedo resucitar a todos los Sioux que han existido a lo largo de los tiempos, pero antes que lo resucite vosotros cuatro seréis los reconquistadores.
—¿Cómo ser profesor?— preguntó Águila Solitaria
—¡Con la Máquina de la Vida!
—¿La Máquina de la Vida?— preguntaron los cuatro jefes sioux como si estuvieran delante del mismísimo Manitú.
El profesor sin demora llamó a Gerardo – Te necesito, hay que operar a cuatro sioux urgentemente.
—Estoy de regreso, profesor. Dentro de cinco minutos estaré en el laboratorio, Naomi viene conmigo.
A continuación Caballo Loco contó la batalla de Little Big Horn:
Tuvo lugar el 25 y 26 de Junio de 1876 en territorio de Montana, y no fue sino una de las muchas batallas de la Guerra de Black Hills entre soldados del Séptimo Regimiento de Caballería y varias tribus sioux bajo mi mando Tasunka Witko o Caballo Loco.
Dicho regimiento estaba mandado por el teniente coronel George Armstrong Custer, quién estuvo a punto de perderse esta campaña debido al enfrentamiento con el secretario de defensa en la comisión del Congreso que investigaba irregularidades en la administración de los puestos militares de la frontera del Oeste.
Caballo Loco siguió hablando sin detenerse. El blanco caballo que tenía a su lado no dejaba de relinchar, es el caballo de Custer me lo quedé como trofeo de guerra.
Gerardo abrió la puerta del despacho y entró acompañado de Naomi.
—Profesor— dijo sonriendo. su despacho parece una película del Oeste. ¿Quiénes son estos actores?
— Los actores reales de la historia de este continente que protagonizaron sus nativos. Te presento a Águila Solitaria, Nube Roja, Toro Sentado y Caballo Loco con el caballo del teniente coronel Custer.
—¿Y qué piensa usted hacer con los indios?
— ¡La reconquista de América después de la Conquista del Oeste!
—¿Contra quién? Piense que ahora que la mayor parte de los territorios son de México, que los Estados Unidos han perdido casi la totalidad de sus posesiones.
—Todavía le queda más de dos millones de kilómetros cuadrados. Para los Sioux es más que suficiente.
—Ese territorio nos pertenece— dijo Águila Solitaria.
—Águila Solitaria mi ayudante os espera en el laboratorio.
Los cuatro Sioux se levantaron y acompañaron a Gerardo.
El presidente de los Estados Unidos en el año 2658 era el demócrata Henry Dupont descendiente de unos franceses que llegaron a Nueva Orleans en 1741.
En sus discursos deseaba reconquistar los territorios que Estados Unidos perdió en la guerra que mantuvo con México en 2158. Con el Tratado de la Estatua de la Libertad se puso fin al de Guadalupe Hidalgo y los Estados Unidos se vieron obligados a ceder más de las tres cuartas partes de su territorio.
El ejército de los Estados Unidos estaba poderosamente armado, pero el poder ofensivo y destructivo de los extraterrestres que había en México no tenía precedentes, ningún ejército de la Tierra por muy poderoso que fuese se podría enfrentar a ellos.
—Señor presidente.
—Dígame…
—Soy el profesor Ramírez
—¿El extraterrestre?
—Soy mexicano, señor presidente no vengo del espacio exterior.
— Pero tiene usted más de 500 años y eso no es posible en la Tierra.
—La edad no importa, lo que importa es el descubrimiento de la ciencia.
—¿Cuál es el motivo de su llamada?
—Recuperar todos los territorios que les fueron quitando vilmente a los indios.
—Pero eso es ridículo. Ningún indio desea recuperar sus territorios. Se han integrado y se sienten orgullosos de pertenecer a los Estados Unidos de Norteamérica.
—En mi despacho tengo a cuatro indios que no piensan lo mismo que usted.
—¡Estarán borrachos! Y cuando se emborrachan desentierran el hacha de guerra.
—Estos no piensan lo mismo, y son muy peligrosos; pueden mover montañas con un dedo.
—¿Quiénes son?
—Águila Solitaria, Nube Roja, Toro Sentado y Caballo Loco. ¡Ah!, por cierto, se me olvidaba, también tengo el caballo de Custer en mi despacho.
—Profesor, no será una broma…
—Estoy hablando en serio.
—¿Por qué los ha resucitado?
—Se lo merecen, señor presidente.
—¡Pero si están muertos! ¡Si murieron hace más de setecientos años!
—¡Están vivos! Están aquí, con el hacha de guerra desenterrada.
—¡Porque la entierren, que enterrada está mejor!
—La historia cambia presidente, el devenir es un arma peligrosa de doble filo.
—Los Estados Unidos serán siempre los Estados Unidos, no pueden desaparecer.
—Los Estados Unidos lo mismo que todas las civilizaciones, lo mismo aparecen, que desaparecen.
—¡Defenderemos nuestra soberanía a muerte! ¡Nos nos dejaremos vencer nuevamente por ninguna potencia extranjera! ¡Dios está de nuestra parte!
—La iglesia católica desapareció hace mucho tiempo. El Papa dejó de ser Papa. Ricardo I el Guapo ahora se llama como sabéis Humano I. Es inmortal, eterno, no puede morir, gracias a la ciencia.
—Dígame, profesor. ¿Qué se propone a hacer?
—¡Qué los indios recuperen parte de su territorio!
—Si los Sioux quieren sus territorios que luchen contra México. Esos territorios ya no nos pertenecen, los Sioux pertenecen a Santee o Dakota, a las Grandes Praderas.
—Lo sé, presidente, pero ahora los sioux pertenecen más allá de Nueva York.
—¿Qué territorios en concreto quieren?
—¡Todos los territorios que poseen actualmente los Estados Unidos!
—¡Eso es imposible, profesor!
—Se lo diré a los cuatro jefes Sioux, a ver lo que piensan.
—¿Es una amenaza?
—¡Más bien una declaración de guerra!
—¡Movilizaré el ejército, la aviación y la marina inmediatamente!
—Sería un grave error, presidente.
—¿Por qué profesor Ramírez?
—Con la Máquina de la Vida son inmortales e invencibles.
Toro Sentado sale primero del laboratorio
—Profesor, ahora soy Toro Invencible.
—Toro Sentado, los Estados Unidos dicen que no se rinden.
— Nosotros atacaremos y los destruiremos.
—¿Cuándo?— preguntó el profesor.
—Cuando salgan los otros tres.
—Puedo ganar la guerra solo— respondió el profesor.
De repente los Estados Unidos desaparecieron y volvieron las verdes praderas con sus exuberantes y llamativos bosques. Los búfalos empezaron a aparecer en grandes manadas.
—¿Señor presidente?
—¡Estoy aquí profesor! ¡Ya no estamos en los Estados Unidos! Nos hallamos en un planeta diez mil veces más grande que la Tierra que curiosamente se parece bastante a Norteamérica. Todas las generaciones de los norteamericanos están aquí con nosotros. Ahora tenemos un millón y medio de estados y una población de 20.000 millones de habitantes para iniciar con nuestra invencible flota aérea la Guerra de las Galaxias.
—¿No está usted enfadado, señor presidente?
—¡El cambio ha sido genial!
—¡Ya lo veo, señor presidente! ¡Es un planeta fantástico! El clima es muy placentero y las tierras fértiles, hasta hay oro...
—Lo mismo podría hacer con los mexicanos, con los canadienses y con el resto.
—¡Tiene usted razón!
Salen del laboratorio Águila Solitaria, Nube Roja y Caballo Loco.
—¡Hay que enterrar el hacha de guerra!
—¿Por qué profesor?— preguntó Águila Solitaria.
—Los norteamericanos acaban de irse de Estados Unidos con los afroamericanos y los mestizos.
—¿Dónde han ido?— preguntó confundido Caballo Loco.
—Manitú es sabio y se los ha llevado más allá de las estrellas.
—¿Gracias a Manitú podemos recuperar lo que es nuestro?
¡Sí!— contestó el profesor muy satisfecho.
—¡El tiempo es generoso y nos ha devuelto lo que nos quitó!
—¡Ahora podéis volar como las águilas!
—¿Podemos volar, profesor?— preguntó Toro Sentado.
Salieron del laboratorio, abrieron la puerta de la nave y salieron volando a la velocidad de la luz.
—Profesor— dijo Gerardo—. Acaba de ganar una batalla sin usar la fuerza y eso está muy bien.
—¡Las mejores batallas de la historia se han ganado con la inteligencia! No con la simple carne cañón y la matanza indiscriminada.
Naomi volaba cogida de la mano de Gerardo Rendón. El día oscurecía por momentos y solamente veían el cercano y atractivo reflejo de las estrellas.
—Profesor, estamos llegando. Sobrevolamos lo que era la ciudad de Nueva York.
Descendieron, pisaron suelo y se vieron en medio de una manada de búfalos. Hubo una estampida
Se levantaron a tres metros del suelo y vieron maravillados como los búfalos se desplazaban huyendo del peligro por las verdes praderas.
—¡Hemos vuelto a casa!— afirmó con ojos de infinito agradecimiento Toro Sentado
—¡Nuevamente seremos los Sioux!— respondió Caballo Loco como si estuviera relinchando de alegría.
Las verdes praderas eran paradisiacas. La tierra había recobrado todo su encanto natural. Hasta el cielo parecía haber cambiado con un paisaje placentero y exuberante que lo estaba contemplando. La vida acababa de refrescar a su frescura y los ríos más cristalinos se hacían oír con el rumor de una corriente más soñadora y musical. Volvieron todos los animales desde la noche de los tiempos y los bosques, las montañas y las praderas se llenaron de vida.
Toro Sentado se tumbó majestuosamente sobre la fresca hierba. Parecía un búfalo descansando en una paz infinita que ningún progreso de la civilización podía amenazar y deshacer.
—Ahora no podéis comer, tenéis que alimentar a los demás, aunque no es necesario hacerlo. Varios frigoríficos de las duplicaciones por tribu son más que suficientes. Los frigoríficos funcionaban sin electricidad.
Caballo Loco corría y gritaba como un loco. Acababa de enterrar bajo la húmeda cálida tierra el hacha de guerra que no pensaba desenterrar nunca más.
El vuelo majestuoso del águila planeó por encima de sus ojos y se vio transportado al pasado, a un tiempo que felizmente el profesor Ramírez acababa de recuperar.
—Profesor ¿Cuántos indios resucitamos?— preguntó Gerardo Rendón
—Gerardo los vamos a resucitar por poblados, por tribu.
—¿Solamente a los Sioux?, profesor— preguntó Naomi resucitando del espacio a una joven india.
—Los vamos a resucitar a todos por territorios— contestó el profesor.
—¿Cuántos?
—Gerardo, varios millones.
—Debemos de documentarnos antes de resucitarlos. Creo que hay una multitud de tribus que volverán a desenterrar el hacha de guerra— aconsejó Gerardo.
—Los educaremos en la paz y en la buena vecindad. Serán comunas unidas sin fronteras.
—¿Cómo los anarquistas?
— ¡Cómo los anarquistas, Gerardo! Pondremos en práctica la filosofía de Proudhon y de Bakunin.
—Creo que funcionará, profesor— dijo Naomi jugando con una ardilla que se había acercado a ella.
—Estas serán las nuevas Grandes Praderas. Aquí vivirán y convivirán en paz y en perfecta armonía: los Sioux, los Arapahoe, los Kiowa, los Comanches, los Shoshones, los Navajos, los Apaches, los Dakotas, los Pies Negros, los Iroqués, los Mohicanos, los Hurones y todos los demás.
—Profesor la idea es buena y el proyecto sublime.
—Gerardo, no puede ser de otra manera, la madre naturaleza es sabia y hay que remontarla y descender el curso de sus acontecimientos.
El profesor llamó a cuatro jefes indios y estuvieron hablando durante horas y compartiendo la Pipa de la Paz. Finalmente el profesor y los indios llegaron a un acuerdo que será para siempre respetado como el Tratado de la Resurrección. Cada pueblo indígena tendría su independencia natural, sus costumbres, su cultura y su independencia sería sagrada para los demás pueblos.
—Nosotros— dijo Toro Sentado, nos quedaremos con este vasto territorio que llamaremos Manitú.
—Es una gran superficie—dijo Águila Solitaria— ¡Esto no es una reserva, es la libertad!
—¡Libertad, libertad, libertad!— gritó Caballo Loco.
Seguidamente el profesor hizo los poblados indios, las tiendas aparecieron del vacío y se manifestaron con todas las tiendas que se levantaron en el pasado.
El aullido de los perros recién resucitados empezó a oírse con los aullidos de los lobos.
Pasaron al interior de una tienda y se encontraron con varias pieles de oso y de búfalo tiradas por el suelo y un enorme frigorífico mejorado con respecto al primer prototipo, se acuerdan…
—Todo está muy bien— dijo Águila Solitaria. Ahora necesitamos mujeres, niños, ancianos y guerreros. También necesitamos caballos.
—Primero os demostraré cómo funciona el frigorífico. Viviréis respetando el derecho de los animales. Tendréis fusiles solamente para defenderos del ataque de los depredadores. Eso sí, siempre procurando no matar.
—¡Tu palabra ser ley, amigo rostro pálido!— dijo solamente Toro Sentado cubriéndose por costumbre con la gruesa y resistente piel de búfalo.
—¿Profesor, y el aire acondicionado que funciona con energía cerebral?
—¡Ah! , muy bien Gerardo, se me olvidaba.
—Con el aire acondicionado no necesitarán pieles y los animales estarán a salvo de las necesidades de las tribus.
Cada tribu tuvo su frigorífico, su aire acondicionado y su acondicionamiento a los nuevos tiempos.
El profesor sacó del espacio un trozo de carne de búfalo que pesaba más de diez kilos y lo metió en el frigorífico. Le ordenó a Caballo Loco que pulsara un botón verde. Abrieron la puerta del frigorífico el trozo de carne acaba de duplicarse.
— Pues además la carne duplicada encapsulada no se pierde. Su consumo no tiene caducidad— dijo como uno de los siete sabios de Atenas el profesor.
—¿Siempre, se puede consumir, profesor?
—¡Siempre, Gerardo!
—¡Es un gran invento!—afirmó Naomi—.No tendrán necesidad de matar animales y los animales afortunadamente quedarán a salvo.
—¡De eso se trata!— respondió el profesor.
—Sí, así obtener carne de búfalo, no matar más búfalos— dijo Caballo Loco
El profesor metió la mano en el espacio y palpó el cordón umbilical de la existencia. De golpe aparecieron una multitud de indios al lado de sus respectivas tiendas.
—¿Cuántos han resucitado profesor?
—No sé todavía el número exacto Gerardo, puede que pasen de los veinte mil.
El poblado se llenó de vida. Los niños jugaban, los jóvenes reían y los ancianos recordaban incesantemente el paso intangible de la existencia.
—Esto ser bueno— confirmó Toro Sentado
El bullicio de la vida era alentador como el rumor purificado de una corriente.
Caballo Loco, loco de de alegría encontró finalmente a sus compañera e hijos. Se los presentó al profesor como el que le presenta a un amigo el más preciado de los tesoros.
Luna Iluminada estaba eufórica por haber tenido la fortuna de reencontrarse con su compañero. Toda la familia se abrazó en un abrazo eterno.
—Profesor, mi compañera Luna Iluminada y mis cuatro hijos: Zorro Solitario, Perro Rabioso, Águila Blanca, y Toro Despierto.
En verdad eran admirables y el profesor de lleno de de admiración por el pueblo Sioux.
Finalmente se despidieron de los Sioux y anduvieron por la vasta región de las Nuevas Grandes Praderas.
En varios días resucitaron a más de cincuenta millones de indios. Les devolvieron sus costumbres, su cultura, sus creencias y su forma de vivir en una libertad absoluta.
Estuvieron hablando larga y apasionadamente con el jefe apache Gerónimo y también con el inolvidable y legendario Cochise.
—Gerónimo te he marcado tu territorio, es extenso y lo suficientemente grande para el pueblo apache. El hacha de la guerra ha sido enterrada para siempre porque el águila finalmente le ha reventado la cabeza a la serpiente y se la ha comido. Los guerreros ya no tienen razón ser. A los rostros pálidos los he desterrado a un mundo que está por encima de las estrellas como la bandera de los Estados Unidos. No volverán nunca más y podréis vivir en paz y libertad con las demás tribus de la zona.
—¿Qué piensas Cochise? ¿Podemos confiar en la palabra de un rostro pálido?
—Este rostro pálido es diferente, acaba de darnos la vida y estamos vivos gracia a él. El gran espíritu está con él y debemos de creer y respetar cada una de sus palabras.
—Nos llevaremos bien con todas las tribus— dijo Gerónimo enterrando el hacha de la guerra de todos los tiempos.
Cochise respiró más tranquilo sabiendo el coraje y de la vehemencia guerrera del más fuerte y combativo de los jefes apaches.
El profesor, tuvo una llamada y cogió una lentilla para responder.
—¿Dígame?
—Soy de nuevo el presidente de los Estados Unidos.
—¿Dígame presidente?
—Queremos hacerle un homenaje en el nuevo mundo de las estrellas.
—¿Para cuándo?
—Para mañana si es posible.
—¿Para mañana? Bueno, bueno, iremos. El sueño de la Nasa finalmente se ha cumplido, la humanidad empieza a extenderse como una tela de araña por el cosmos.
Naomi, el profesor y Gerardo se despidieron de las tribus.
—Profesor, ¿Cómo llegaremos tan rápido a los Nuevos Estados Unidos de América?
—¿A qué distancia se encuentran exactamente, profesor?— preguntó Naomi mientras se abrazaba a Gerardo.
—A veinte millones de años luz. Pero acabo de inventar un agujero negro en miniatura que nos puede llevar automáticamente al más allá.
—¿Cómo profesor?— preguntó Gerardo.
—Con la Máquina de las Dimensiones entraremos en él pasaremos al otro lado del espacio. El agujero negro es una puerta de entrada a lo distante.
—¿Cuándo lo ha inventado?
—Hace poco tiempo, digamos una semana.
—Es un invento muy útil. En un viaje de 20 millones de años luz, no llegaríamos mañana a los Nuevos Estados Unidos.
—Con la Máquina de las Dimensiones y el agujero negro, no existe el desplazamiento ni la distancia reduciéndose el espacio a cero.
Llegaron al laboratorio y el profesor reduciendo la Máquina de las Dimensiones se metió en el agujero negro y desaparecieron de la dimensión de la Tierra.
Aparecieron nuevamente en Nuevo Washington. Allí no existía ninguna ciudad, la gente se hallaba paseando por los senderos y comiendo fruta debajo de los árboles.
El profesor sin demora llamo al presidente Henry Dupont.
—Señor presidente, acabamos de llegar a Nuevo Washington. Estamos junto a un cartel que pone Avenida Abraham Lincoln, pero aquí no se ve ninguna avenida.
—No tenemos cemento ni ladrillos, ni máquinas, ni picos, ni palas para construir la ciudad.
—Lo esperamos, señor presidente
El presidente llegó sudando, era un día bochornoso de verano que pasaba de los cuarenta y cinco grados a la sombra.
—Señor presidente, mis ayudantes el doctor Gerardo y la doctora Naomi Montalbán.
Se presentaron y el presidente les preguntó: ¿Pueden ustedes levantar nuevamente a los Estados Unidos de América?
—Podemos— contestó el profesor sin pensárselo dos veces.
—Necesitamos ayuda urgentemente.
—Los pueblos se pelean, se hacen la guerra y después firman tratados de paz que unas veces se cumplen y otras no. Hemos llegado como invitados, no como enemigos. La gente es la misma en todos sitios, no hay diferencias, la diferencia es fruto de la fantasía, no de la realidad.
—Profesor podemos levantar la misma ciudad con sus mismos habitantes, que cada cual recupere lo perdido. Recuperar lo perdido en el tiempo con el tiempo es el sueño de toda la humanidad. Aunque haya multitudes de cosas que no se pueden recuperar.
—Gerardo, levantar nuevamente los Estados Unidos es muy fácil y lo haremos bajo la condición que no dominarán más al mundo.
—¡Lo prometo!— dijo el presidente de los Estados Unidos.
A continuación y como respuesta a esa inviolable respuesta, el profesor levantó a los Estados Unidos en un gigantesco planeta que se halla a 20 millones de años de luz de la Tierra.
Como si acabara de salir la lámpara de Aladino y del cuento de las Mil y Una Noches, la capital de los Estados Unidos de Norteamérica apareció majestuosa como la más grande urbe del universo. Sus más de doscientos millones de edificios albergaron a más de doscientos millones de habitantes.
La sorpresa del levantamiento mágico y sorprendente de la ciudad cogió a la gente por sorpresa y sus anchas avenidas se llenaron de pequeñas naves voladoras. Algunos rascacielos alcanzaban más de un kilómetro de altura, con una cantidad de pisos inimaginable, la muchedumbre pronunciaba el nombre del profesor con admiración y el profesor se convirtió en el talismán de los norteamericanos de todos los tiempos. Finalmente al planeta le pusieron de nombre Norteamérica, porque América del Sur, América Central y Canadá seguían perteneciendo a la Tierra.
El presidente de los Estados Unidos, el profesor y su ayudante, visitaron unos cuantos pisos estaban todos amueblados sin faltar el mínimo detalle.
—Presidente, el sistema capitalista acaba de desplomarse como un castillo de arena en los Nuevos Estados Unidos.
—¿Por qué?— preguntó extrañado el presidente Dupont—.Si es el mejor de los sistemas conocidos.
—Con este frigorífico el ser humano no tendrá necesidad de trabajar.
—Habrá que llenarlo de alimentos— afirmó el presidente—. Sin trabajo no hay bienestar y sin inversión trabajo.
El profesor metió la mano en el espacio y sacó dos kilo de ternera, varias botellas de aceite de Jaén, unos limones y unos cuantos kilos de arroz. Los metió en el frigorífico y le ordenó al presidente que presionara el botón verde.
El presidente tocó el botón y abrió la puerta del refrigerador: Creo que se han duplicado, hay el doble— dijo asombrado—
Este invento que no necesita energía eléctrica porque el motor cuando funciona produce su propia energía, es un reproductor de alimentos capaz de producir un número ilimitado de alimentos al día. También este armario se llena de ropa cada vez que se abre y se queda completamente vacío cuando se cierra. En cuanto a zapatos, basta con desearlos y sacarlos del espacio. Estos son unos Adidas, los otros unos Salomon. Y aquí finalmente los mejores y los más vendidos en el mundo los Nike.
El profesor en unos cuantos segundos llenó la cocina de zapatos de todas las marcas y de todos los números. Levantaré varios almacenes con miles de millones de zapatos, no se podrán vender, no se podrá comerciar con ellos.
—Así lo haremos profesor, con tantos inventos el capitalismo ya no tiene razón de ser.
—El pueblo necesita bienestar, felicidad y no se debe comerciar con él.
—Mi gobierno será diferente a todos los gobiernos que han habido y hay en la Tierra. Velaremos por el bienestar de los ciudadanos y como todo está al alcance de todos, no habrá inseguridad ciudadana.
—No habiendo comercio no puede haber riqueza ni pobreza. Todos los ciudadanos serán iguales— dijo Gerardo.
—¡Un mundo libre!— dijo Naomi emocionada.
—¡Y todo gracias a usted profesor!— dijo el presidente Dupont.
—Mis ayudantes y yo hacemos lo que podemos, señor presidente, levantaremos también varias naves de lentillas.
Recientemente hay en los Estados Unidos 20.000 millones de habitantes, una cifra considerable.
—Nuestro planeta es diez mil veces más grande que la Tierra. Si desea resucitar a más muertos, en los Nuevos Estados Unidos les daremos una clamorosa bienvenida.
—Pienso resucitar en este acogedor y floreciente planeta a diez mil millones de muertos más. Son: ingleses, irlandeses, escoceses, alemanes, suecos, holandeses y rusos. Los chinos y los hindúes los dejo por ahora para futuras resurrecciones.
Ahora mismo estoy construyendo diez mil ciudades, los muertos ya están resucitando.
—¿Dónde profesor? A sesenta mil kilómetros de aquí en el Valle de los Resucitados
—¡No conozco el territorio de este inmenso país!— respondió el presidente.
—Nosotros sí lo conocemos, lo podemos ver solamente con desearlo— respondió el profesor.
El profesor envolvió con una burbuja al presidente de los Estados Unidos y salieron volando a la velocidad de la luz.
Antes de un segundo llegaron al Valle de los resucitados. El espectáculo era grandioso, diez mil millones de muertos recobraron la vida en un nuevo mundo.
La muchedumbre era interminable y se desplazaban como una manada de ovejas. Las ciudades estaban esperando ser habitadas y afortunadamente sobraban más de la mitad.
No iban cansados, más bien contentos y alegres por haber recuperado la vida.
—¿Mamá, dónde vamos?— preguntó un niño a su madre.
—¡Vamos en busca de la Tierra Prometida!
—¿Somos el pueblo de Israel?— preguntó sonriendo el niño
—¡Somos mucho más que eso! Somos el pueblo que conquistará hasta la más lejana estrella, no para contemplarla, sino para habitar en ella.
—¡Mamá, tengo sed!
—Hijo, aguanta ya nos falta poco para llegar.
—De pronto cayó una nube de paracaídas. Los paracaídas traían botellas de agua y bocadillos para todos los gustos.
—¡Es el maná, es el maná!— dijo una mujer gritando de alegría.
Seguidamente la muchedumbre empezó a comer y a comer dándole las gracias al Hacedor de las cosas.
—Tienen sed y hambre— dijo el presidente de los Estados Unidos.
—Tienen que beber para quitarse las telarañas de la muerte de encima y comer para recuperar fuerzas— dijo el profesor acercándose a la muchedumbre.
—¿Dónde van tan deprisa?— le preguntó a un hombre que no dejaba de comer y de beber.
—¡A la Tierra Prometida!— respondió el hombre con ojos de muerto.
—¿Dónde se encuentra la Tierra Prometida?— pregunta nuevamente el profesor.
—Allí, en aquellos edificios construidos para los resucitados.
El profesor se acercó al presidente y le dijo: No se preocupe, antes de regresar para la Tierra. Les dejaremos provisiones para mil años. Cogió una botella y se la dio al profesor: Beba es agua de Lanjarón, la mejor agua del universo.
El presidente bebió y respondió: ¡Exquisita! ¿Dónde se halla el manantial?
—En España, en Andalucía.
—¿Y de tan lejos la trae usted?
—Me la trae el tío Antonio con la burra— (Rieron).
Capítulo XIV
Estamos en el año 30.518. El mundo había cambiado por completo. Los humanos ya no pensaban, actuaban. El Sistema Solar se había convertido en un paraíso. El medio fue transformado por la ciencia y los planetas tuvieron oxígeno y una temperatura idónea para la reproducción de la vida.
En Júpiter la población sobrepasaba los 30.000 millones de habitantes, la gente no estudiaba, actuaba, los libros de enseñanza ya no eran necesarios. Los registros genéticos eran tan completos que toda la historia de la humanidad y todos sus descubrimientos eran transmitidos instantáneamente al conocimiento, la memoria natural era prodigiosa. Su contenido abarcaba todo el saber humano con una precisión matemática y envidiable.
El trabajo pasó a un segundo plano. Nadie trabajaba, nadie producía, porque la necesidad del trabajo pasó afortunadamente a la historia. Los políticos desaparecieron de la faz de la Tierra y del Sistema Solar. La delincuencia se esfumó en el aire como una horrible pesadilla. El crimen, el robo y la corrupción se desvanecieron milagrosamente, quedó el yo eficaz, el ser positivo y armonioso en una armonía universal de convivencia. Se pasó de unos cuantos milenios de la imperfección a la perfección. La calidad de vida creció enormemente y el bienestar y la felicidad hizo que la longevidad aumentara en una edad media de 500 años.
El socialismo, el comunismo, el capitalismo y las religiones desparecieron. Nació la cultura de lo universal, de viajar incesantemente por el espacio infinito y la Tierra se volvió insignificante y aburrida para las nuevas generaciones.
Ya nadie era empresario ni obrero, ni esclavo, ni esclavista. Un universo de iguales no tenía ídolos ni adoraciones.
Si un padre le preguntaba a un niño de tres años por la raíz cuadrada de 10.201, el niño le contestaba sin pensárselo con una respuesta precisa y fulminante: 101.
Con mayor velocidad que un ordenador, con mayores conocimientos que Google cualquier bebé nacía con las matemáticas, con la física, con las ecuaciones y con todo el proceso cualitativo y cuantitativo de la especie.
Antoñito, ¿Qué distancia hay de la Tierra al agujero negro del escorpión? Y Antoñito contestaba con una precisión milimétrica: 104 millones de años luz.
—Pablo, quién inventó la Máquina de la Vida.
—El profesor Ramírez con su ayudante Gerardo Rendón en el año 2158.
—¿Cuántas dimensiones hay en el espacio?
—Van cambiando según la división y multiplicación de la materia.
—¿En este momento cuántas, hay?
—En nuestra dimensión dividida y multiplicada en expansión infinita, 100.000 trillones de dimensiones que se van expandiendo incesantemente.
—¿Quién fue Sócrates?
—Un filósofo griego.
—¿A qué fue condenado?
— A tomarse la cicuta por impiedad a los dioses.
—¿Cuál es su más célebre frase?
— Sólo sé que no sé nada.
—¿Cuándo murió?
—En el 399 antes de Cristo.
—Me podrías decir la distancia que hay entre la Tierra y la Luna.
—Para el hombre 385.000 kilómetros.
—¿Para la Tierra?
—Treinta medidas terrestres.
—¿Quién ha descubierto la recomposición atómica a través de su división?
—El profesor Rodríguez en el 20.250.
—¿Dónde nació el profesor Rodríguez?
— En Júpiter, en la Ciudad de los Mutantes.
—¿Quién ha descubierto la pastilla del rejuvenecimiento de la piel?
—El doctor Macrón, nacido el 5 de Julio del año 15.451 en Mercurio.
—¿Cuántas divisiones tiene una partícula?
—Estando toda la materia compuesta todas las divisiones se dividen en una división infinitesimal donde la cantidad de lo que se va dividiendo aumenta por momentos.
—¿Cuántos conocimientos abarca tu cerebro?
—Todos los conocimientos habidos y por haber.
—¿Puedes pensar más rápidamente que la velocidad de la luz?
—Sí.
—¿Hay un medio mejor que la palabra?
—Las neuronas ya no registran sonidos, sino movimientos condensados que química y energéticamente pueden transmitirle a la consciencia un millón de registros por segundo. El profesor Duvalier que reside en la galaxia X2.005.000Y, está inventando un método de comunicación sensorial que puede captar y transmitir una información de un billón de datos por minuto. En una hora puede difundir todo el conocimiento logrado por la humanidad durante 40 milenios. Serán palabras emitidas y captadas a la velocidad de la luz. El pensamiento ya no piensa con una lentitud pasmosa, ineficaz y primitiva, piensa con quinientas dimensiones. Dentro de cien años nuestros ojos serán dimensionales y podrán captar y penetrar en una multitud de medidas.
—¿Cómo es posible?
—Nuestros genes se han ido adaptando a todos los descubrimientos y la planificación celular ha ido cambiando asombrosamente, el resultado es el nuevo yo que tenemos y la nueva consciencia que se va desarrollando.
En el 40.800 la palabra tal y como la pronunciamos y la escuchamos en la actualidad, dejó de pronunciarse y de escucharse. El ser humano dejó de emitir y de escuchar una lenta comunicación y pasó sorprendentemente a comunicarse a la velocidad de la luz. Los sonidos del lenguaje eran sonoros y vibrantes y se parecían a una partitura musical.
Cuando se transmitían conocimientos científicos, nuevos descubrimientos, audaces y atrevidos planteamientos. La comunicación era tan rápida como un rayo de luz que todo lo ilumina.
El profesor Ramírez en el año 40.800 estaba en una galaxia dimensional que acababa de encontrar penetrando con la Máquina de la Dimensiones a su medida espacial.
El viaje lo había hecho con Gerardo Rendón, Naomi, Pablo, Guadalupe, Adelita, Galileo, el presidente Acuña, Raúl Villarreal, Josefina, Águila Solitaria, Nube Roja, Caballo Loco, Humano I y Toro Sentado.
Todo empezó curiosamente con una pequeña margarita que tenía en la ventana de su laboratorio. El centro abotonado de la flor le llamó poderosamente la atención y decidió hacer un nuevo viaje dimensional del macrocosmos al microcosmos para estudiar la expansión infinitesimal de la materia del tiempo y el espacio.
Llamó a los jefes sioux que acudieron a la velocidad de la luz. Guadalupe y Adelita se hallaban a tres millones de años luz, pero regresaron en media hora porque se había llevado con ella el invento del agujero negro que reduce todas las dimensiones a cero.
Gerardo Rendón y Naomi llevaban en el espacio exterior más de 30.000 años y los planetas habitados por su prole ascendían a más de cuarenta mil millones de habitantes.
El profesor y Gerardo se vieron a los treinta siglos y ninguno de los dos había cambiado. La edad de los 25 años era eterna y no podía ser borrada por el paso inexorable de los tiempos.
El profesor, Gerardo y Naomi se dieron un fuerte abrazo.
—¿Cómo va la prole, Gerardo?
—Bien profesor.
—¿Y la vida se va alargando?
—Algunos llegan a los mil años.
—¿A los mil años?
—Los registros genéticos se han modificado al no existir la gravedad. Las células no se oxidan tanto y la evolución sigue los pasos de la Máquina de la Vida.
—¿Cuántos planetas hay ya habitados?
—¡Cincuenta!
— ¿Los cuatro primeros siguen con los mismos nombres?
— Los hemos cambiado, ya no se llaman como antes.
— ¿Cuáles son sus nuevos nombres?
—El primero se llama ahora profesor Ramírez.
— Es un honor— dijo el profesor sonriendo.
—El segundo Gerardo Rendón. El tercero Naomi, el cuarto Josefina, el quinto Guadalupe…
—Bien, bien— dijo el profesor—
Mientras hablaban llegaron Guadalupe y Adelita. Guadalupe seguía siendo una niña y eso llamó la atención del profesor.
—¿Cómo es posible que no hayas crecido y hayas llegado a los 25 años?
—Profesor he frenado el crecimiento con la mente, deseo tener la edad que tengo. Siendo una niña seré más feliz y no deseo cambiar.
—Sabia respuesta—dijo el profesor— me has descubierto algo nuevo, algo sumamente extraordinario que desconocía hasta este momento revelador.
—Profesor, muriendo y aprendiendo. En este caso: viviendo y aprendiendo, siempre es hora de aprender algo nuevo.
El profesor de repente deseo cambiar de edad y se transformó en un niño de diez años.
—¡Fantástico!— gritaron todos.
—¡Podemos reencarnarnos!— dijo el profesor— en todos los cuerpos que han evolucionado hasta los veinticinco años.
—No somos una unidad, estamos compuestos de millones y millones de formas en algo que es constantemente diferente en el devenir de la evolución, y creo que tenemos más seres que células tiene el cuerpo que nos da forma.
—Insinúa usted que somos más de cincuenta billones de seres en lo que tomamos, por un solo ser.
—Efectivamente, y voy a empezar a hacer la división y multiplicación de mis formas ahora mismo para descubrir la sensación de algo nuevo.
El profesor empezó a dividirse y en unos cuantos segundos el laboratorio se llenó de clones que empezaron a extenderse por toda la faz de la Tierra.
Más de cincuenta billones de seres se agrupaban y se extendían por todo el mundo llenando las ciudades y hasta el último rincón de la Tierra. La densidad era tan grande y explosiva que una simple estampida hubiera sido la destrucción del mundo.
—Profesor, no siga usted dividiéndose y multiplicándose las televisiones de todo el mundo están que arden, el mundo se ha paralizado porque no queda el más mínimo espacio para poder hacer un movimiento.
El profesor dejó de dividirse y física y mentalmente volvió a ser uno.
—¿Yo también lo puedo hacer?— preguntó tocándose los bigotes Adelita.
—Querida Adelita lo haremos, pero en otra galaxia, cuando estemos las dos solas para no molestar y aplastar a nadie.
—¡Quiero hacerlo! ¡Quiero hacerlo!— dijo Adelita riendo a carcajadas.
—Adelita— le dijo el profesor—.Haz caso de Guadalupe.
—Pero profesor, resulta muy divertido verse en una multitud de multitudes.
—Adelita— le dijo Guadalupe— lo haremos en un agujero negro.
—Gracias a Guadalupe, acabamos de presenciar cómo hemos evolucionado en un número interminable de nuevas divisiones. La unidad no existiendo como unidad, está compuesta y cada compuesto es un ser perfectamente acabado en una planificación inacabada e imperfecta. Estamos compuestos por más de cincuenta billones de seres que tienen su propio yo y se pueden manifestar con total independencia si los dejamos independientes. Con todos nuestros seres podemos poblar millones y millones de planetas.
—Asombroso, profesor— dijo Gerardo.
—Asombroso, pero real— respondió el profesor.
—¿Cómo es posible que se haya dividido tan rápido y haya vuelto tan rápidamente?—preguntó un tanto desconcertado Toro Sentado.
—¡Me he dividido a la velocidad de la luz!— respondió el profesor volviendo a recuperar la edad de los 25 años.
—Si todo está compuesto y dividido lo simple no existe. Ahora comprendo el misterio de la Santísima Trinidad: El Padre, El Hijo y el Espíritu Santo— dijo Josefina.
—Profesor… y si la unidad no existiera en la unidad, sino en la multiplicidad.
—Hay que analizarlo detenidamente— respondió el profesor— Es posible que estemos ante el más increíble de los descubrimientos.
—Desde la ameba hasta el hombre— dijo Gerardo— Hay un proceso de evolución de más de 3.000 millones de años y es posible que dividiendo y multiplicando la ontogenia lleguemos a cada uno de los procesos de la lenta evolución.
—¡Creo que sí!— dijo el profesor.
—Si la evolución es un salto en el devenir, lo que a simple vista parece que se interpreta como una evolución, en realidad no lo es. Los seres no evolucionan ni se transforman, se agrupan los unos a los otros como la célula o como las abejas en un panal de miel.
—¡Cierto!— afirmó el profesor.
—Lo mismo que ninguna célula evoluciona para dejar de ser célula, la planificación celular no evoluciona para dejar planificación.
—¡Cierto!— afirmó nuevamente el profesor.
—Si la ameba hubiera evolucionado, nada hubiera sido posible. La ameba en el proceso evolutivo es la primera célula que se divide en dos.
Continuaron hablando durante horas, no tenían prisa, tenían toda la eternidad por delante, y en la eternidad el tiempo se expande como el espacio y la materia.
Finalmente el profesor puso la margarita debajo de la Máquina de la Dimensiones y una vez a bordo, tocó un botón y la máquina empezó a reducirse.
En unos cuantos segundos los pétalos de la margarita crecieron tanto que eran más grandes que la Máquina de las Dimensiones. Estaban como una abeja encima de una flor.
La margarita conforme la Máquina de las Dimensiones se reducía se hacía más grande. Los botones de la flor se volvieron cada vez más amarillentos y los pétalos más blancos y luminosos que un resplandor.
—Profesor— dijo Humano I. el amarillo se está volviendo cada vez más intenso y su color resulta penetrante.
El profesor contempló cómo los colores cambian cuando el tamaño del objeto se incrementa. Comprendió que también los colores como el resto de las cosas tienen millones de contemplaciones diferentes en lo que se toma por una sola contemplación.
Cuando la flor era tan grande como un estadio de fútbol, el profesor paró la Máquina y descendieron sobre la flor. Los pétalos de cinco o seis centímetros de largo habían alcanzado una longitud equivalente a quinientos metros, lo que indicaba que la máquina se había reducido por mil y era mil veces más pequeña, lo mismo que sus ocupantes y la flor se incrementó mil veces.
Comprobó que eran simples microbios posados sobre una flor. El techo del laboratorio tenía más de tres kilómetros de altura y el precipicio que se abría entre la margarita y el suelo más de 500 metros.
Tocaron los pétalos y eran más duros que el acero. Sus filos estaban más afilados que las navajas barberas y no se cortaron con ellos debido a que tenían átomos condensados que los salvaban de cualquier peligro.
—La resistencia es fruto de la dimensión, las cosas se ablandan o endurecen según la medida— dijo el profesor.
—Esta flor como todas las flores puede ser tan grande como la Tierra, como el Sistema Solar, como la galaxia y como el universo.
Subieron de nuevo a bordo. La Máquina de las Dimensiones empezó a reducirse y a reducirse y la margarita a crecer y a crecer. A la media hora bajaron nuevamente, el laboratorio había desaparecido, los pétalos también. Aquello ya no era una flor ni la representación de una flor, estaban tocando tierra y a lo lejos vieron varias montañas.
—Sorprendente y fascinante visión de lo que creíamos que era una simple flor.
Empezaron a volar como mariposas y después a la velocidad de la luz le dieron varias vueltas a la gigantesca esfera.
Midieron su circunferencia: 102.000 Km, casi cuatro veces más grande que la Tierra. Su diámetro era de 32.400 Km
La flor estaba girando como un planeta en el espacio. Descubrieron 24 planetas más y en el centro algo que se asemejaba a un Sol.
Llegaron al sol. La distancia era enorme: 752 millones de kilómetros. Recorrieron todos los planetas y no encontraron ninguna vida.
Regresaron a la Máquina de las Dimensiones y comprobaron que los 24 planetas y el Sol se habían convertido en una placa que se desplazaba por el espacio a 249 km por segundo.
La placa giraba en el espacio a una velocidad vertiginosa, no habiendo diferencia entre esa placa y las demás placas que componen los multiversos dimensionales. La unidad está en la forma y la desunión en el contenido. Según la medida de la materia se une y se desune como si cada dimensión tuviera su propia realidad, negando la realidad de la otra en la negación de la negación. La margarita era una simple flor en su representación relativa, pero en la divisibilidad de sus dimensiones resultaba ser un universo en constante expansión. El profesor Ramírez y sus acompañantes descubrieron billones y billones de galaxias y finalmente varios mundos habitados por seres diminutos que en cualquier momento podían volverse gigantescos. Estos seres se alimentaban de una forma extraña, tragándose el fuego. Cuando abrían la boca para hablar las llamas se extendían a varios kilómetros a la redonda y los árboles se quejaban.
El rey de los árboles era un verde pino de 300 metros de altura. Tenía dos enormes ojos en la frente, es decir en la parte superior del tronco. Los árboles pensaban, meditaban y caminaban de un lado para otro y le habían declarado la guerra al pueblo de los lanzallamas, pero estos eran muy astutos pudiendo subir por los troncos de los árboles como inofensivas hormigas para después transformarse en criaturas diabólicas que destruían bosques enteros sin pensárselo dos veces.
En medio de una batalla colosal, los viajeros del espacio se encontraron. Los lanzallamas se hicieron más grandes que los árboles y les prendían fuego riéndose a fuertes y demoledoras carcajadas: Os vamos a barrer del planeta, pronto no quedaréis ni uno.
El profesor sin pensárselo tomó partido por los más débiles apagando el fuego que se prendía a la madera. Viendo que los árboles ya no ardían, la tomaron con el profesor y sus acompañantes.
—Esta es nuestra guerra— dijo el rey— no tenéis ningún derecho a intervenir.
—Venimos de otra dimensión billones y billones de veces más grande que la vuestra. Vuestro peso específico es insignificante, mucho menos que una simple partícula arrastrada por el viento.
—Que decís— dijo el rey lanzando varias llamas que alcanzaron los confines del espacio.
—El fuego aunque que tenga que arder irremediablemente tiene que respetar a los árboles.
—Estamos cansados de los bosques, no descansan, siempre están desplazándose y no nos dejan descansar.
—Los árboles son necesarios para la vida, dan vida— respondió el profesor.
Mientras que el profesor hablaba con el rey de los lanzallamas, sus acompañantes como un gran ejército empezaron a destruirlos.
—Guadalupe— dijo Adelita—. Pronto van a salir corriendo.
—De los lanzallamas ya quedan pocos— dijo Toro Sentado machacándole la cabeza a uno de los cabecillas.
Caballo Loco, Nube Roja y Águila Solitaria vieron al Séptimo de Caballería y al general Custer en los lanzallamas y los destruían sin piedad.
Finalmente los lanzallamas se hicieron todos hormigas y se escondieron entre las hojas de los árboles.
—Los muy cobardes se esconden— gritó Nube Roja enfurecido
—Ahora son hormigas— dijo Gerardo.
—Podemos exterminarlas— dijo Josefina.
—No mamá, hay que vencerlos con la razón y no con el uso de la fuerza.
— Naomi, los lanzallamas viven del fuego, se alimentan de la energía y por eso queman a los árboles.
—Si se alimentan de energía unos cuántos volcanes le vendrían bien— dijo Caballo Loco.
Seguidamente el profesor hizo gigantescos volcanes en una zona desértica que se había quedado sin árboles.
Los lanzallamas cuando se dieron cuenta de las nubes de ceniza que empezaron a extenderse por el espacio, dejaron de ser hormigas y se pusieron al borde de los volcanes, para tragarse la lava y el fuego que se levantaba de sus erupciones.
Todos los bosques se pusieron contentos y bandadas interminables de pájaros volvieron al dulce hogar. El peligro había desaparecido y las arboledas agradecidas les cantaban a los vientos una alegre canción. El monarca de los árboles resultó ser muy agradable, su simpatía tenía los colores más exuberantes de los árboles, y el único color destructivo que no le agradaba y le daba mucho miedo era el fuego.
Los árboles se vistieron de gala y hermosísimas flores le salieron de cada de una de sus ramas. Gigantescas abejas recogían incansablemente el polen de las flores.
—¿Cómo son tan grandes las abejas, profesor?— pregunto Humano I
—Parecen inofensivas— dijo el profesor Acuña.
— No nos podemos confiar ante lo desconocido aunque seamos hasta el momento invencibles—
Una de las abejas picó a Toro Sentado y envejeció instantáneamente volviéndose acto seguido en un puñado de polvo.
—Huyamos— dijo el profesor—.Estas abejas son muy peligrosas, poseen antimateria, el poder dimensional de la destrucción.
Las abejas alcanzaron y le picaron a Humano I y tuvo el mismo final que Toro Sentado. Una fuerza invisible los atrapaba y no los dejaba huir a la velocidad de la luz. Nube Roja y Caballo Loco fueron también picados por una multitud de abejas. Horrorizados comprobaron como las larvas los estaban devorando.
—Volvamos a la Máquina de las Dimensiones— dijo gritando el profesor… abandonar este mundo inhóspito es nuestra salvación.
Águila Solitaria antes de introducirse a la Máquina de las Dimensiones también sufrió las picaduras de los insectos y en unos cuantos segundos se descompuso envuelto en un enjambre de gusanos.
El precio del viaje había sido muy alto. Acababan de perder a los cuatro jefes indios y al irrecuperable Humano I. Entraron como pudieron en la Máquina de las Dimensiones, mientras que las enfurecidas abejas trataban de destruir los gruesos y blindados cristales de las cuatro ventanillas.
El profesor aceleró el aumento y las abejas desaparecieron.
—Profesor— preguntó Raúl Villarreal—, podemos hacer algo por los desaparecidos.
—Tendré que consultarlo con mis datos, no sé si existe una segunda resurrección fuera de la primera resurrección. Estoy intentando resucitarlos pero mentalmente no lo consigo.
Echaron de menos a los compañeros de viaje y hasta Adelita entristeció.
—Malditas abejas—dijo—, su veneno vence a la inmortalidad.
El veneno resultó ser muy condensado pudiendo envenenar hasta los dioses.
Capítulo XV
Continuaron con el sorprendente y fantástico viaje y se perdieron en una expansión de la materia, del tiempo y del espacio que no tenía límites.
—Profesor— dijo Gerardo— parece que estamos entrando en otro multiverso.
—Acabamos de pasar por una cantidad de dimensiones que no se pueden numerar porque los números se saldrían del espacio.
—Profesor— preguntó el presidente Acuña— ¿Qué tiempo llevamos viajando?
—El reloj de la Máquina marca un billón y medio de años medido por la medida de las diferentes masas que nos hemos ido encontrando a largo del viaje.
De repente la Máquina de las Dimensiones salió por el capullo de una flor y se posó en unos de sus pétalos. Un niño cogió la nave como si fuera un insecto y se la metió en el bolsillo.
El profesor no reaccionó. El niño era como cualquier niño de la Tierra, no era diferente y aquello precisamente lo asombró.
—Albert, a comer.
—Sí, mamá.
Descendieron de la nave y bajaron prudencialmente por los pantalones del niño hasta tocar suelo. Encima de un mueble del comedor vieron una enorme bandera israelí. Llegó un hombre delgado y se sentó a la mesa: ¡Albert tienes que estudiar más! Los Einstein siempre hemos sido hombres de provecho
El profesor Ramírez pensó y comprendió que se encontraba delante del padre de la relatividad. Nació Albert Einstein el 14 de Marzo de 1879 en Ulm, Baviera, Alemania.
—Sí, Albert Einstein— pensó el profesor, nació el 14 de Marzo de 1879 y el niño que se había llevado la Máquina de la Dimensiones no tenía más de diez años, se encontraban en el año 1889. Los viajeros del espacio y de las dimensiones, volvieron a la nave y la sacaron volando del bolsillo y la pusieron en un descampado.
El profesor decidió hablar con Einstein y comunicarle personalmente parte de sus conocimientos. ¿Pero cómo contactar con la familia Einstein, el futuro padre de la teoría de la relatividad? Tendría que hacerse pasar por un rabino llegado recientemente de Israel. Los rabinos llevan espesas y gruesas barbas y el profesor se hallaba siempre recién afeitado. No había ningún problema, se dejaría crecer la barba.
Cierta tarde el profesor se presentó a la residencia de los Einstein y dio varios golpes en la puerta: Abran la puerta, soy el rabino Salomón.
Había tenido suerte, el mismo niño que se llevó la nave y se la metió en el bolsillo le acababa de abrir la puerta.
—¿Albert Einstein?— preguntó amablemente el profesor— Soy el rabino Salomón, vengo de Israel para hablar con tus padres.
—Acaban de salir— respondió el distraído niño jugando con una mariposa.
El profesor alargó la mano y sacó del vacío el libro de la División y Multiplicación de la Materia y se lo entregó a Einstein— Quédate con este libro, te hará mucha falta en el futuro cuando tengas que escribir la teoría general de la relatividad.
Sin más se despidió de Einstein y volvió a la nave.
—Profesor— preguntó Gerardo Rendón. ¿Ha conocido a los padres de Einstein?
—Mejor que eso— respondió el profesor— acabo de hablar con el niño, con Albert Einstein y le he hecho un regalo que le servirá de mucho.
—Profesor aproveche la ocasión y le damos un viaje en la Máquina de las Dimensiones— dijo Josefina.
—Profesor, vamos traiga al niño, Adelita y yo queremos jugar con él, ¡Es tan guapo! ¿Verdad Adelita?— rieron a fuertes carcajadas.
Sin pensárselo dos veces, el profesor fue en busca de Albert y lo trajo consigo ante el júbilo de todos los presentes.
—Aquí os presento al genio de Albert Einstein— (Aplausos).
—Albert te presento a mis acompañantes: A Guadalupe, Adelita, Pablo, Gerardo, Naomi, Josefina, Galileo, Raúl Villarreal y el presidente de México Manuel Acuña.
Albert sonrió y entre todos le dieron una calurosa bienvenida.
Los más entusiasmados naturalmente por la edad eran Guadalupe, Adelita y Pablo que no se despegaban ni un centímetro de Albert.
—Albert— preguntó emocionada Guadalupe—. ¿Podemos ser amigos?
Albert besó en las mejillas a la niña y ésta se sonrojó.
Adelita saltaba de alegría diciendo: ¡A Guadalupe le ha salido un novio!— (Rieron).
Seguidamente entraron en la Máquina de las Dimensiones y pasaron a otra dimensión.
Albert miraba sentado al lado de Guadalupe que jugaba con sus manos, asombrado.
—Tengo miedo, mis padres me buscarán— dijo el niño casi asustado—. Tengo que seguir estudiando, mis notas no son muy buenas en el colegio.
—No te preocupes Albert, te devolveremos en el mismo tiempo que hemos salido de tu casa, y nadie podrá echarte de menos.
—¿Es cierto Rabino Salomón?— (Volvieron a reír).
—Albert mira cómo la materia es dimensional en el espacio y relativa en cada una de sus dimensiones. El espacio no se curva, es la medida de la materia la que se curva en el espacio.
A Albert el profesor le estaba hablando en chino. No comprendía nada de lo que decía y se hallaba más interesado por su edad en jugar con Adelita, Guadalupe y Pablo.
El gallinero estaba que se deshacía y las gallinas cacareaban y daban saltos por todos los lados como si acabara de entrar en la zona.
La nave volvió a salir por la flor del jardín de los Einstein y el profesor recuperando el tamaño normal volvió a acompañar al niño hasta la puerta de la vivienda a la misma hora que partieron como habían prometido. Guadalupe, Adelita y Pablo se despidieron de él haciendo gestos de despedida desde la ventanilla.
El profesor volvió a la nave y ésta se volvió de nuevo a perder en la noche de los tiempos.
—Profesor— preguntó Josefina. ¿En qué año estamos?
—He perdido ya la cuenta— le respondió sonriendo el profesor.
Estuvieron viajando de una eternidad a otra. Descubrieron millones de mundos y nuevas formas de vida. El espacio estaba lleno de sorpresas y de colmenas dimensionales. Finalmente perdieron la cuenta del tiempo, del espacio y de las dimensiones y se quedaron sin la noción de lo infinitamente grande y de lo infinitamente pequeño porque en proporción a la medida de la masa todo parecía ser igual de grande que de pequeño.
En uno de los innumerables viajes dimensionales pasaron peligrosamente por un vasto campo de antimateria y la Máquina de las Dimensiones aunque no corriera peligro se tambaleaba. Como su nombre indica, el concepto de antimateria hace referencia a una materia compuesta por antiátomos. Es decir, si los átomos están compuestos de electrones, protones y neutrones. Los antiátomos están compuestos por antielectrones, antiprotones y el inexplicable antineutrón. Las partículas y las antipartículas son iguales pero tienen cargas eléctricas opuestas. Esta peculiaridad aunque pueda parecer pequeña, es fundamental. El más leve contacto nuestro, con otro ser idéntico pero constituido por antiprotones y protones, sería fatal. Si le estrecháramos la mano nos desintegraríamos provocando un descomunal estallido capaz de destruir una gran ciudad. Por suerte, la cantidad de antimateria que existe en el universo es ínfima respecto a la cantidad presente de materia, al menos en nuestro entorno cercano.
A la existencia de la antimateria, llegó Paul Dirac, mediante modelos matemáticos teóricos. Este es otro ejemplo de modelos matemáticos que predicen el futuro o en este caso la existencia de una realidad desconocida hasta ese momento.
Dicho modelo anticipó de forma teórica, lo que años más tarde pudieron observar experimentalmente los científicos. Cada partícula de materia tendría su partícula de antimateria: antielectrón (electrón con carga positiva), antiprotón (protón con carga negativa), pero ¿Qué carga tendría el antineutrón, partícula sin carga eléctrica? Básicamente la diferencia es la carga eléctrica, son partículas iguales en masa, en apariencia y constitución, pero además de carga opuesta, las partículas de antimateria tendrían movimientos de rotación, también opuestos a las partículas de la materia. Las posiciones de los polos magnéticos, estarían al revés en las antipartículas; el polo sur magnético estaría al norte.
—Profesor— advirtió preocupado Gerardo Rendón—. Estamos pasando por un campo de antimateria.
Consiguieron meterse por un antiprotón y estudiarlo detenidamente.
Se hicieron de grandes, como las partículas elementales, y la carga eléctrica del antiprotón se manifestó en sentido contrario.
El profesor comprendió que la antimateria es un fenómeno material que se manifiesta cuando el núcleo de un protón es alterado por un antiprotón con una fuerza destructiva descomunal tan destructiva como una bomba atómica.
Toda la materia es un peso diferenciado por sus diferentes cargas y movimiento.
La clonación espacial de la materia para ser real, lo mismo que nuestro cuerpo es constantemente única .Puede ser reproducida en el tiempo y el espacio con una carga eléctrica en sus compuestos de destructivas consecuencias.
Dos movimientos opuestos de la energía son los que desencadenan la fisión y una reacción en cadena de incalculables consecuencias.
—Profesor, la materia se divide lo mismo que la antimateria. El giro de los neutrones, de los protones y de los electrones tiene un movimiento de rotación inverso.
Se hicieron cada vez más pequeños y el movimiento de rotación de la materia no alteró el peso específico de la condensación.
—En la alteración y división del núcleo está la fisión nuclear— respondió el profesor.
Finalmente después de mucho viajar, llegaron a un mundo compuesto por antimateria con carga positiva. Cualquier contacto físico con ese mundo hubiera sido catastrófico.
La vida parecía igual que en la Tierra y comprobaron estupefactos que se hallaban en la Tierra que dejaron hace millones de años.
Regresaron al laboratorio de la antimateria y allí estaban todos presentes como reproducidos en una serie interminable de sorpresas y sobresaltos.
—Profesor, ahí estamos todos presentes— dijo Gerardo Rendón.
Se vieron y no pudieron comunicarse.
—¿Qué sucede?— preguntó extrañado el profesor.
—Nuestro cuerpo en la antimateria, es nuestra negación. Estamos separados por un espacio antimaterial que nos niega ante la antimateria.
De pronto llegaron a estar en el mismo espacio y lo mismo que una bola de billar pasaron a dúo por el mismo agujero.
—Profesor— dijo el profesor Ramírez constituido por la materia.
—Profesor— le respondió el de la antimateria.
—No puede ser— gritaron los dos profesores.
—Si puede ser— gritaron los dos profesores.
—Profesor Ramírez, no nos toquemos, hay que tener mucho cuidado con la materia y la antimateria. En el principio de todos los tiempos, hay dos átomos que se dividen sin tocarse dimensionalmente. Podemos decir y afirmar que ha habido dos explosiones, dos dimensiones y dos multiplicaciones. La antimateria se dividió antes que la materia.
El origen de toda expansión es antimaterial.
—¿Profesor usted también ha inventado la Máquina de la Vida y de las Dimensiones?— le preguntó Gerardo Rendón al profesor antimaterial.
—Por supuesto, somos el mismo cuerpo y el mismo ser dividido y multiplicado en dos. Los mismos viajes que ustedes hacen por la materia, lo hacemos nosotros por la antimateria. La materia y la antimateria son el mismo átomo dividido en dos. Al dividirse el átomo se alteró el movimiento y los protones, neutrones y electrones quedaron en la materia y en la antimateria la consecuencia de su división.
—Profesor no le doy la mano porque todo saltaría en pedazos. Tenemos que guardar las distancias.
—Guadalupe – dijo Adelita— suéltame, quiero jugar conmigo misma, soy una ratita muy traviesa.
—Rata mala – le decía Guadalupe cariñosamente—. No jugarás, el profesor no quiere que nos acerquemos a nuestros dobles.
—¡Cuántas sorpresas encierra la materia!— dijo asombrado Galileo.
—Y las que tenemos todavía que descubrir— le respondió el profesor.
—Esto es solamente el principio— dijo Naomi.
—El espacio es una caja de sorpresas— afirmó Raúl Villarreal.
Durante mil años aproximadamente el profesor Ramírez de la antimateria y el de la materia y sus colaboradores estuvieron investigando la materia y la antimateria y llegaron a grandes descubrimientos que les abrieron las puertas a la sabiduría.
Fabricaron una máquina de electrones que se adaptaba en su giro de rotación a los antielectrones y pudieron observar como los alquimistas y tomar innumerables apuntes de la rotación de la materia y de la antimateria.
Finalmente llegaron a la unidad del átomo y la antimateria fue neutralizada. Con ese descubrimiento el átomo dejó de ser divisible pero se desdoblaba hasta el infinito, los dos núcleos se convirtieron en uno teniendo dos electrones, dos protones y dos neutrones.
La materia y la antimateria se unieron en una carga de energía doble, donde la materia y la antimateria descargaban una doble cantidad de energía en el desdoblamiento.
—Profesor lo hemos conseguido. Nos podemos estrechar las manos.
Cuando fueron a estrecharse las manos se unieron en uno y el dos se perdió sin dejar rastro de su presencia.
—Profesor, ¿Somos nosotros o son ellos? ¿Somos materia o antimateria?
—Somos nosotros, los de la materia— respondió el profesor.
De pronto el laboratorio desapareció y quedaron en el espacio de la condensación material.
La Ciudad de México de la antimateria desapareció sin dejar rastro.
Otros 60 millones de muertos, pensó el profesor Ramírez, la ciencia se nutre de los genocidios científicos para seguir avanzando en lo desconocido.
Todo el universo de la antimateria acababa de desaparecer.
Pasaron a la Tierra material y sopesaron el peso específico del átomo. Su peso había variado, pesaba justamente el doble.
El profesor cogió un papel y quiso romperlo pero el papel con todas sus fuerzas ya no se rompía tan fácilmente, siendo más resistente.
—La materia es más sólida y resistente – dijo el profesor. solamente nosotros sabiendo su secreto podemos destruir su forma.
—¿De qué manera, profesor? –preguntó Galileo.
—Dividiendo el átomo, quitándole tres elementos.
—¿Eso es posible, profesor?— preguntó Gerardo.
—Todo es posible si se sabe la respuesta— respondió el profesor.
—La unión de la materia con la antimateria puede matar al mundo de hambre, profesor. Si la materia se ha endurecido, la gente no podrá comer.
—Dejaremos los alimentos sin antimateria— contestó el profesor.
—¿Cómo?— preguntó Naomi.
—Podemos separar la materia de la antimateria con la mente y pasarla a una nueva dimensión. La de la Tierra y los demás cuerpos la dejaremos. A partir de ahora nadie sufrirá un infarto ni un ataque cerebral porque la carne es muchísimo más resistente y no se podrá cortar ni con un cuchillo. Es posible que la vida se prolongue 36 veces como en el cuadrado de la longevidad 6x6=36.
El ser humano alcanzará una edad media de 3000 años.
—De ser cierto, profesor, la antimateria ha sido muy útil para el progreso y el bienestar de la humanidad.
—Sí, Josefina, hemos dado un salto considerable en el tiempo y en el espacio.
—Este salto – dijo Josefina—, demuestra que la ciencia es la prolongación de la vida a través de los descubrimientos científicos.
—Efectivamente— dijo el profesor—, los descubrimientos son necesarios para progresar en un devenir más sólido y constructivo.
Salieron fuera, pasearon tranquilamente por la ciudad y el profesor Ramírez le dio un fuerte golpe a un rascacielos y este ni siquiera se tambaleó.
—Ni se había movido— dijo el profesor
—Tiene antimateria— añadió el presidente Acuña.
—Mientras que tenga materia y antimateria neutralizada, no se podrá destruir ni con una bomba atómica.
—La antimateria garantiza que el Sistema Solar dure 36 veces más de lo que tiene que durar.
—Le quedan unos 4.000 millones de años para transformarse en una supernova—dijo Naomi.
Raúl Villarreal hizo cálculos y añadió: -4000 x 36 = 144.000 millones de años. El mismo resultado de 12.000x 12, de las 12 tribus de Israel. Simple coincidencia o algo más revelador.
—Simple coincidencia— afirmó Galileo—, a Dios lo hemos buscado por todos los sitios no aparece por ningún lado.
—Ningún animal cree en la fantasía estando en el estado natural. Cuando el hombre inventó la palabra hace más de cincuenta mil años, inventó también a Dios— respondió Josefina.
—Profesor ¿Cómo se le puede quitar la antimateria a la materia?— preguntó el presidente Acuña.
—Entrando mentalmente en la dimensión del átomo y desdoblándolo introduciendo la antimateria en otra dimensión.
—Profesor, creo que lo podré hacer.
—Ahora no, Presidente Acuña, solamente cuando sea necesario hacerlo.
—Bien, profesor.
Siguieron paseando y después volvieron al laboratorio. El paseo había durado más de un mes y no se dieron cuenta del paso del tiempo.
Una vez en el laboratorio siguieron con las investigaciones y lograron la fórmula para recompensar a los cinco desaparecidos o caídos más bien en la batalla que mantuvieron con los lanzallamas.
—Las abejas con sus picaduras fueron letales, profesor— recordó Naomi.
—Dentro de poco estarán aquí con nosotros— respondió el profesor.
—Profesor aquí están los ADN.
—Los meteremos en la Máquina de la Reproducción Genética con los átomos condensados por la antimateria y muy pronto veremos si los resultados son plenamente satisfactorios.
Metieron el ADN en la Máquina de las Reproducciones, la pusieron en marcha y esperaron un cierto tiempo.
A los cinco meses aparecieron cinco cabezas.
—Algo ha fallado— dijo preocupado el profesor—, necesitan el resto del cuerpo.
Le dio a un nuevo botón y aparecieron todos sin cabeza.
—Hemos progresado profesor, hemos pasado de cinco cabezas a cinco cuerpos sin cabeza.
—En cierto modo hemos progresado Gerardo, no voy a negar el avance, pero tenemos que recomponerlos por completo, de no hacerlo es mejor no recomponerlos.
—Tiene usted razón, profesor Ramírez— respondió Gerardo.
Estuvieron un año observando las reproducciones y ninguna se ajustaba a la completa reproducción.
De pronto Adelita habló como una rata: ¡Profesor, ahora si son ellos!
El profesor paró la máquina y la abrió. El primero es salir fue Humano I seguido por los cuatro jefes Sioux.
Se abrazaron los uno a los otros y Humano I dijo que había visto a Dios en la picadura de la abeja y que Dios le había ordenado que levantara de nuevo a la desaparecida iglesia.
—Pero si Dios no existe— le dijo el profesor.
Ricardo I el Guapo se despidió de los asistentes y regresó al mundo de los mortales sin comprender que el mundo hacia ya mucho tiempo que dejó de creer en Dios.
—Volverá— dijo tranquilamente Toro Sentado—. Manitú somos todos nosotros como un búfalo corriendo por la verde pradera.
De tanto viajar, el profesor Ramírez y sus acompañantes habían perdido la noción del tiempo y no sabían que regresaron a la Tierra doscientos mil años después.
Cuando el Papa Ricardo I salió del laboratorio no sabía en qué tiempo real se encontraba. Era exactamente la una de la tarde del jueves 25 de Febrero del año 230.518.
Afortunadamente para él, todavía quedaban en la Ciudad de México unos doscientos mil cristianos en una población (me refiero al número de habitantes de la Ciudad) de 500 millones de habitantes.
En la Ciudad de México quedaban cuatro iglesias. El Vaticano hacia más de doscientos mil años que había desaparecido, cuando Ricardo I el Guapo transformó la iglesia en una ONG.
Ricardo I recorrió la Ciudad de México y encontró lo que iba buscando. Al final de una calle se encontró con una iglesia, la calle se llamaba como él: Ricardo I el Guapo. ¿Casualidad o más bien cosas del destino?
Entró en la iglesia, estaba vacía y tuvo que llamar para ser atendido: ¿Hay alguien?
Un hombre de baja estatura y de mediana edad, vestido con sotana salió a su encuentro.
—Bienvenido en nombre del Señor – dijo.
—Esta es mi iglesia— dijo Ricardo I besando el crucifijo que había en el altar.
—¡Es la iglesia de todos los fieles! La casa de Dios… — le respondió el cura.
—¡Soy el Papa Ricardo I!— dijo Ricardo abriendo sus grandes ojos como si fuesen tan grandes como los platillos que pesan a la ley.
—¡Eso no es posible!— le respondió el cura. El Papa Ricardo I fue el último Papa que hemos tenido. ¡El que convirtió el Vaticano en una organización benéfica diciendo que se había vuelto ateo y que abandonaba la fe!
—Yo soy el Papa Ricardo. ¿Tiene algún libro de historia?
El cura sacó un libro de historia de 30.000 páginas y se remontaron al 2158. Lo ojearon durante un cierto tiempo y de pronto el párroco cayó profundamente emocionado a los pies de Ricardo I.
—¡Santidad!
—¡Levántate y ayúdame en el nombre del Señor, a levantar nuevamente el edificio de la Iglesia que destruí habiendo perdido la fe!
—Santidad en la Ciudad de México todavía le quedan algunos fieles.
—¿Cuántos exactamente?— preguntó Ricardo I.
— ¡Unos doscientos mil!
—No son muchos, pero muchísimos menos eran en el Imperio Romano.
—Es un milagro que estéis aquí ¿Sois de carne y hueso o una tentación de Satanás para darme falsas esperanzas y atraparme en la fantasía? –lo palpó. ¡Sois de carne y hueso! ¿Pero como habéis vivido tantos años? ¡Más de doscientos mil años!
—Hoy es el 25 de Febrero del 230.518.
—No puede ser— dijo Ricardo I confundido. ¿No estará usted confundido?
El párroco de la Iglesia de la Virgen de Guadalupe le mostró un almanaque y efectivamente sin ninguna duda, era el 25 de Febrero del año 230.518.
—¿Se encuentra vuestra Santidad ya convencida?
—¡Sí!— afirmó el Papa Ricardo I.
Al día siguiente, la iglesia que era la antigua catedral de la Virgen de Guadalupe. Se llenó hasta la bandera y las campanas no dejaron de repicar durante tres días, para anunciar la llegada milagrosa del Papa Ricardo I a la Tierra.
La Santa Misa fue un clamor de fe y de felicidad. Ricardo I el Guapo nombró al humilde párroco Emiliano Zapata en su primer cardenal y a los párrocos restantes en obispos.
—La Santísima Trinidad me envía a vosotros. El Reino de los Cielos está al llegar. Hoy 26 de Febrero del 230.518, os digo que el Vaticano será nuevamente levantado y fortalecido con los millones de cristianos que quedan repartidos por el mundo. El tiempo no cuenta para Dios, su llegada no puede demorarse, os digo que hay tener fe en Dios y esperanza eterna en la llegada de Cristo nuestro salvador. No puede ser de otra manera. Los Santos Evangelios forman parte de la verdad absoluta y los que creamos en ellos seremos salvados de las llamas del infierno con la dádiva de la vida eterna.
Pasaron cien mil años más y el 25 de Febrero de 330.518, el Papa inmortal como le llamaban cariñosamente los cristianos recibió con todos los honores merecidos al profesor Ramírez y a sus inseparables colaboradores.
En el año 330.518 la iglesia se había fortalecido y logró alcanzar una cifra desorbitante de fieles. La población mundial pasaba de los cien mil millones de habitantes y de esos cien mil millones la mitad eran cristianos.
El Papa por cortesía y agradecimiento eterno al profesor, los recibió en la explanada del Vaticano que recientemente cambió de nombre. Ahora se llamaba La Plaza del Profesor Ramírez.
El Papa, el profesor y su séquito se abrazaron como se abrazan una gran familia cariñosamente porque en un simple abrazo está el afecto y el cariño de toda una vida.
—Profesor, es un placer— dijo el Papa sonriendo.
—Humano I, han pasado cien mil años y guardáis sabiamente la misma juventud.
—¡Usted también, profesor! ¡Y vuestros acompañantes también!
—¡Ricardo I el Guapo es el Papa!— dijo la ratita riendo a carcajadas—, y todavía espera la llegada de Cristo.
Guadalupe le regañó a Adelita: No seas grosera con nuestro querido y estimado amigo Ricardo I, sino vas a terminar en las llamas del infierno por lo mal que te estás portando.
—Perdóname, Papa Ricardo— siguiendo riendo a carcajadas y revolcándose en las manos de Guadalupe. (Todos Rieron).
—Adelita sigue siendo tan graciosa como siempre— dijo Ricardo I
Una vez en el Vaticano entraron en la Sede Papal ricamente adornada con unos cuadros majestuosos. Los 120 cuadros que había en la Sede fueron pintados por un famoso pintor holandés en el año 330.000 y llevaban su firma: Vogel Linker.
El profesor gran amante de la pintura admiró los cuadros y quedó profundamente impresionado: La pintura es tan fresca y natural que los personajes cobran vida a través de la mirada. Dígame, Santidad, ¿Este cuadro no será el autorretrato de Vogel Linker?
—Efectivamente profesor… ¿Dígame cómo lo ha adivinado?
—Simple razonamiento de la lógica, Santidad.
—¿Tanto os a gustado?
—He quedado profundamente atrapado en la tela de araña del lienzo como una mosca.
—Le voy a donar este cuadro y unos cuantos más, valen una fortuna, pero la amistad que hay latente entre nosotros, es el mayor tesoro de todos los tiempos que tenemos que vivir.
—Gracias Santidad.
Durante todo el tiempo, estuvieron de pie y sin dejar de hablar, unos hablaban y otros pensaban en cosas muy lejanas.
—Profesor en el mundo no hay hambre, solamente hay hambre de Dios. Vuestros frigoríficos duplicadores de alimentos se hallan funcionando las veinticuatro horas por todo el mundo. Los gobiernos hacen milenios y milenios que desaparecieron y con ellos los tres crímenes más grandes que ha tenido la humanidad, sin olvidarnos de la anterior iglesia que he sabido transformar para el bien de la cristiandad. Esos tres crímenes son el capitalismo, el socialismo y el comunismo.
—Es cierto, Santidad— le respondió Galileo —. Echo de menos ser el Primado de la Iglesia de México, pero mi puesto está con el profesor Ramírez. La ciencia es mucho más interesante que la religión. La religión es una letanía, la ciencia un continuo sobresalto (Rieron).
—Hace muchísimo tiempo que terminaron los tiempos de la esclavitud, la explotación del hombre por el hombre, los mercados, el libre comercio. El amor es libre nadie se casa y todo el mundo se relaciona con quién le agrada y le gusta. Sobran viviendas; la gente no se pone enferma y muere a partir de los 4.000 años.
—El mundo es un paraíso terrenal sin delincuentes, criminales, ni ladrones, los jueces y los abogados desaparecieron de la faz de la Tierra. No hay autoridades. Todo el mundo tiene lo que desea y se le ha quitado el valor a las cosas teniendo todas las cosas su valor en el reparto universal.
—¡Gracias a usted profesor!—dijo el Papa.
—Gracias a la ciencia, al avance científico, a los descubrimientos útiles que han hecho posible un mundo mejor.
Estuvieron tres días en el Vaticano, y al cuarto día regresaron al laboratorio. Era exactamente para no perdernos en el tiempo el 29 de Febrero de un tiempo ya lejano del año 330.518.
—Profesor, ¿Qué deseas hacer con los cuadros?— preguntó Josefina.
—¡Algo sorprendente!
—¿No pensarás en algún milagro científico?
—¡Pinta demasiado bien para que esté muerto y enterrado! Se merece algo mejor.
—¿Qué?
—La Vida.
Guadalupe, Adelita y Pablo salieron de viaje, dijeron que querían jugar con la llama del Sol. Los cuatro jefes Sioux volvieron con los suyos y dijeron que regresarían dentro de unos cuantos años. Naomi y Gerardo Rendón volvieron con sus descendientes y le prometieron al profesor volver cuando los necesitara. El presidente Acuña dejó de ser presidente de México hacia mucho tiempo y lo mismo que Raúl Villarreal parecían que eran la sombra de Antonio Ramírez.
—¿Profesor es posible devolverle la vida al pintor?— preguntó Raúl Villarreal.
—Creo que no tardará mucho en estar con nosotros— respondió el profesor.
—Tengo que mirar detenidamente el autorretrato para resucitarlo.
El profesor se concentró y estuvo contemplando el cuadro durante horas.
De pronto tocaron a la puerta del laboratorio.
—¿Quién será?— preguntó Galileo.
La puerta se abrió y entró Vogel Linker como si acabara de ver una película de terror.
—Pase, es usted bienvenido, lo estábamos esperando— le dijo el profesor estrechándole la mano.
Capítulo XVI
Después de la resurrección del pintor holandés Vogel Linker pasaron veinte mil años. En el año 350.518 el mundo alcanzó un bienestar que se llamaría el bienestar del bienestar, la edad media subió a los 5.000 años, es decir el ser humano vivía una media de cinco mil años. Cinco veces más que Matusalén. La Ciudad de México alcanzó la desorbitante cifra de 800 millones de habitantes. La gente no trabajaba, vivía para el ocio y podía viajar por el espacio introduciéndose en placas de cristal metalizado flexible y movible, como la goma pero muy resistente debido a la condensación del átomo fusionado con la antimateria.
La Ciudad de México era un hormiguero. Se crearon grandes espacio, plazas monumentales y avenidas para las pequeñas naves que volaban como bellas mariposas de flor en flor.
Los grandes almacenes tenían máquinas reproductoras de alimentos, de zapatos, de ollas, de tenedores, de cuchillos, de cuchillas de afeitar, de lentillas, y de productos que todavía ni siquiera hemos soñado por que se realicen.
A Vogel Linker lo operó el profesor y este agradecido le pintó más de 500 cuadros que el profesor guardó en una galería que abrió al público en la Avenida del pintor Vogel Linker.
El 15 de Julio de 350.518 el profesor Ramírez recibió una sorprendente llamada del Papa Ricardo I el Guapo.
—Profesor, hay que hacer un milagro para que la gente recobre a sus seres queridos. No podemos esperar más la gente sigue creyendo pero Cristo no viene.
—Ricardo— Le dijo el profesor. el milagro que me pides es muy fácil de hacer, pero muy difícil de ubicar. Piensa que nuestros antepasados se remontan a unos diez millones de años de evolución, a unas 500.000 generaciones y si cada generación está formada por varios miembros el resultado de la resurrección sería tan explosivo que necesitaríamos miles de planetas como el nuestro para recibirlos.
—Confío en usted profesor. Busque un planeta en la galaxia que sea mil veces más grande que la Tierra y allí los resucitaremos, yo no, usted naturalmente.
—Haré lo que pueda— respondió el profesor.
El 25 de Julio del año 350.518 el profesor y todos sus colaboradores se subieron a bordo de la Máquina de las Dimensiones y se perdieron nuevamente por el pequeño agujero negro que inventó en su laboratorio el profesor.
En una galaxia a 300 billones de años luz de la Tierra, localizaron un planeta 100.000 veces más grande que nuestro planeta. Tenía agua, oxígeno, árboles, ríos, praderas y montañas. Comprobaron que la temperatura era idónea: semejante, grado más, grado menos a la de la Tierra.
El planeta gigantesco era un verdadero paraíso. Solamente le faltaba la vida, aunque tuviera microorganismos que resultaron inofensivos para la expedición.
Naomi y Gerardo se sentían felices y dichosos ante tanto bienestar natural. Aquel planeta era el resultado de la perfección, en verdad no se le podía pedir más.
El pintor Vogel Linker pintó unos cuantos lienzos. Supo retratar como nadie la cristalina corriente de los ríos, el verde intenso de las hojas de los árboles, la sombra y la luz del ambiente. El gris inconfundible de las montañas y el reflejo de un Sol millones de veces más grande que el del Sistema Solar.
Estuvieron mil años construyendo ciudades, parques naturales, reservas de animales. Y finalmente levantaron un millón y medio de ciudades con plazas de mayor extensión que la Ciudad de México.
—Profesor ¿Cuántos kilómetros cuadrados tiene la capital de Nueva España?— preguntó Naomi levantando miles de rascacielos con la mirada.
—Un millón y medio aproximadamente. Su población será de mil millones de habitantes. Las avenidas son interminables con una anchura de quinientos metros. El carril para las bicicletas tiene 20 metros de ancho y el de los peatones 40.
—¿Los árboles?
—Los árboles Naomi: pinos siberianos, eucaliptos, chopos, abetos y un sinfín de variedades. Los jardines se poblarán con el geranio andaluz, el clavel granaíno y la rosa de la Giralda.
—Espectacular, profesor— respondió Naomi sin dejar de trabajar.
Galileo, el presidente Acuña y Raúl Villarreal se encontraban en el norte. Edificaron ciudades de ensueño, dignas de ser habitadas en un abrir y cerrar de ojos.
La ciudad de Nuevo México tenía una extensión más grande que Asia con 50 millones de kilómetros cuadrados. Poseía un hábitat de cinco mil millones de habitantes y sin lugar a dudas sería la más extensa y poblada de todas.
Una vez terminada se asemejaba a un diamante en la interminable llanura.
Pasaron los años a la velocidad de la luz y finalmente como en el cuento de las Mil y Una Noches se llegó felizmente a la última construcción.
Mil años acaban de pasar como un suspiro. Mil años sin cerrar los ojos sin dormir. El cansancio y el sueño son una debilidad manifiesta de los humanos. Los que se hallan por encima de la humanidad no pueden dormir ni descansar.
Durante varios días estuvieron admirando el más grande y espectacular de los sueños. Pasearon satisfechos por las calles de todas las ciudades, y se sintieron orgullosos de haber conseguido la mayor de las proezas: La edificación de un nuevo mundo.
Llamaron al Papa y le dieron detallada información de lo sucedido.
—¿Qué día elegimos para la resurrección?— preguntó Ricardo I
— El 14 de Abril— le respondió el profesor.
El 13 de Abril del año 351.518 el profesor pensó introducir a toda la humanidad en la Máquina de las Dimensiones y empequeñeció a las multitudes en simples microbios que introdujo en burbujas. El arca de Noé había sido infinitamente superada en número y en seguridad.
La Tierra quedó sin un habitante, acababan todos de desaparecer misteriosamente.
—¿Has terminado profesor?— preguntó Josefina metiendo varias burbujas en la Máquina de las Dimensiones
—¿Cuántos seres humanos pueden ir en una burbuja?
—¡Más de veinte mil millones, Gerardo!
Finalmente llegó el tan esperado día. El día del juicio final. Pero ese día no era el día de la tan anunciada llegada de Cristo a la Tierra. Era un día cálido y humano, sin un juicio final. Todos los muertos serían resucitados, solamente para poder vivir y nadie iría al infierno ni a la gloria. La igualdad soberana de los muertos, garantiza la igualdad y el trato igualitario en la resurrección.
El profesor Ramírez le dijo al Papa que sería testigo de la resurrección de los muertos como uno más y el Papa Ricardo I le prometió solemnemente que si los muertos finalmente eran resucitados por la ciencia y no por Cristo que colgaría su sotana y dedicaría por completo a la investigación.
Nuevamente se perdieron en el agujero negro como una hormiga en el hueco de un árbol. Al momento aparecieron en la Ciudad de Nuevo México.
En una explanada de más de 30 millones de kilómetros cuadrados poblada por miles de millones de árboles, abrieron las bolsas de las burbujas y la muchedumbre empezó a aparecer en su tamaño real.
La multitud no estaba asustada, sabía que algo grande estaba sucediendo o a punto de suceder.
Habló el profesor Ramírez con una voz fuerte y clara que se podía escuchar a miles de kilómetros a la redonda.
—Queridos terrícolas, querida humanidad, amigas y amigos míos: Estamos aquí en el planeta Galileo, para celebrar dentro de unos minutos la resurrección de todos los muertos.
—¡Milagro! ¡Milagro!—.Empezaron a gritar todos los asistentes.
—Esta resurrección no es la resurrección del Juicio Final, no habrá ningún juicio y todos los resucitados serán aceptados y tratados por igual.
—Quiero ver a mi hijo— gritó una mujer.
—Quiero ver a mi marido— dijo llorando una joven.
—Mis padres y mis hermanos— gritó un joven.
—¿Es verdad que los muertos van a resucitar?— preguntó un anciano – ¡No me lo creo!—
—Reconoceréis a vuestros familiares fácilmente, los más lejanos y los más cercanos, pero en realidad somos como una familia y todos venimos de la misma unidad familiar. Cualquier muerto forma parte de la especie humana y cualquier resucitado pertenece a ella.
Los muertos serán resucitados en la planicie de la Resurrección suficientemente grande para que quepan todos. La planicie tiene 40.000 kilómetros de larga y 25.000 de ancha— (Aplausos).
El profesor metió la mano en el vacío, rasgó la tela del espacio y la planicie se llenó de cientos de miles de millones de resucitados.
De pronto Naomi y Adelita se tropezaron con Napoleón Bonaparte que iba como un desesperado buscando a Josefina de Beauharnais.
—Ese es Napoleón Bonaparte— le dijo Guadalupe a Adelita que no dejaba de reír a carcajadas viendo a todos los muertos resucitar.
—Por ahí va Julio César.
—Por ahí va Marco Antonio y Cleopatra.
—He visto a Newton, profesor— dijo asombrado Gerardo Rendón.
—Y yo acabo de ver a Albert Einstein— dijo Josefina.
—Me he tropezado con el verdadero Galileo— afirmó sin creérselo nuestro Galileo.
—Atila, Atila, Atila y ha resucitado hasta con el caballo— dijo Raúl Villarreal.
—Y aquel si no me equivoco es Robespierre— dijo el presidente Acuña.
Aníbal pasó montado en un elefante. Gandhi seguía en huelga de hambre. Pasaron varios prehombres. Al principio de todo lo que nos han contado sobre nuestros milenarios ancestros, sobres sus antiguas costumbres, donde vivían, como se alimentaban, se vestían, se comunicaban, como expresaban sus sentimientos; era algo rudimentario, básico. El macho era el que por la fuerza obligaba a la hembra a convertirse en su pareja.
Pasaron una multitud de prehombres y se llevaron a la fuerza a Naomi con ellos. Naomi de un simple puñetazo mató a más de veinte mil.
Naomi volvió al lado del profesor y le dijo muy sabiamente: Profesor ¿Cómo van a convivir las diferentes épocas con sus diferentes mentalidades? Creo que es imposible.
—Les daremos otra mentalidad.
El profesor pensó y solucionó el asunto. Todas las épocas tendrían la mentalidad y el comportamiento de la época eterna: Una exclusiva y permanente adoración a la vida.
La muchedumbre no dejaba de abrazarse y de reconocerse. Por doquier aparecía un hijo, un padre, un hermano, un amante, una mujer y hasta un enemigo convertido por el mayor de los milagros en amigo.
—¡Padre, Padre!
—¡Hermano mío!
—María…
—Paco Cañadas…
—Jesús…
—Antonio…
Las miradas de la humanidad eran sinfonía de alegría y Mozart pasó riendo cerca de ellos con su genio habitual.
El profesor Ramírez asombrado vio a Sócrates junto a él y le preguntó en griego que automáticamente traducimos al castellano.
—Feliz Resurrección, Sócrates, la ciencia se ha acordado de ti.
—Regresar de la muerte es como llegar al final del viaje, regresando al punto de partida. Estoy buscando a Platón y a Jantipa, también a mis tres hijos Lamprocles, Sofronisco, y Menexeno
—Déjame que te los busque— dijo el profesor Ramírez— Sócrates miró al lado del profesor y Platón y Jantipa y sus hijos aparecieron.
Platón miró al maestro y se abrazó a él como se abraza la sabiduría a la verdad.
El profesor estaba satisfecho de lo que estaba sucediendo.
Sócrates y Platón iban como perdidos, no sabían donde se encontraban y le tenían un cierto miedo a lo desconocido. Finalmente después de mucho andar se escondieron en una vasta arboleda, detrás de unos árboles. Platón y Sócrates pensaban que todo aquello era obra de los dioses y que podían descargar en cualquier momento su cólera y su furia contra los hombres.
El profesor habló con Platón y de su famosa cueva y lo convenció que había estado más de 300.000 años muerto y que ahora acababan de resucitar.
Convenció a Sócrates, Platón y Jantipa de la resurrección que había tenido lugar y se los llevó para que comieran y descansaran a un lujoso apartamento de ocho habitaciones.
Una vez dentro del apartamento Sócrates preguntó: ¿Esta no será la morada de los dioses?
—No, Sócrates— le respondió el profesor Ramírez—. Ahora es vuestra morada. Aquí podéis dormir y comer durante una eternidad y seréis atendidos por la ciencia como los dioses.
—¿Hay comida? ¿Vino? ¿Agua?— preguntó Jantipa.
—Aquí hay de todo, coged y comed— Abrió la puerta del frigorífico desdoblador
Platón cogió un racimo de uvas y empezó a comer.
La apología se sitúa en el año 400 A.C. Narra los acontecimientos en tres sesiones de la defensa de Sócrates ante el Tribunal. Licón era uno de sus acusadores, era un sofista, pero no de gran categoría y también un político. La acusación (que en realidad es una calumnia o acusación falsa) principal hacia Sócrates que los denunciantes presentan ante los jueces, es que cuestiona a los dioses del Estado y corrompe a la juventud.
Sócrates el famoso filósofo griego es acusado por Anito, Melesto y Licón de corromper a la juventud de estudiar los fenómenos celestes y subterráneos como cosas materiales, por estas acusaciones fue llevado al tribunal, donde se tuvo que defender de sus acusadores, con la verdad y nada más que la verdad no habló como los sofistas.
Sócrates naturalmente era un filósofo materialista y por eso fue obligado a beberse la cicuta.
—Sócrates hemos vuelto a la vida, y me alegro de ello. No preguntes cómo, la misma vida nos los dice dándonos la bienvenida.
—Sócrates miró atentamente a Platón y le respondió: —La materia ha hecho que vuelva el espíritu.
Los tres hijos de Sócrates estaban hambrientos y cogieron asombrados comida del frigorífico para comer. Se dieron cuenta que lo que sacaban volvía a reproducirse automáticamente y se asustaron dejando de comer.
—Seguid comiendo— les dijo el profesor. lo comprendo, en vuestro mundo no habrá frigoríficos ni tanto adelanto.
—¿Quién eres?— le preguntó Sócrates al profesor.
—Un amigo que quiere vuestro bienestar— Soy un hombre de paz y un gran admirador tuyo.
—¿Cómo te llamas?— continuó preguntando Sócrates.
—Antonio Ramírez.
—¿Me puedes decir cómo hemos vuelto a la vida? Creo que hace un momento que me he tomado la cicuta y que al momento siguiente he vuelto a ser. ¿Cuántos años han pasado?
—Más de 300.000 años— contestó el profesor.
—Trescientos mil años en un segundo es la confirmación que todo el tiempo reunido tiene la misma duración y que el tiempo que se separa es el que da la vida.
—Sabia respuesta Sócrates— dijo el profesor Ramírez
Platón le preguntó al profesor: ¿Podemos volver a la Academia?
La Academia de Platón fue destruida por el tiempo como la antigua Grecia. Después de la Academia aparecieron muchas Academias y después universidades, pero todas han desaparecido porque el cerebro actual abarca todos los conocimientos de la humanidad y está dispuesto a descubrir todo lo que tenga que descubrir.
—Fundé la Academia hace mucho tiempo y ahora recuerdo que también fue destruida durante la primera guerra mitridática y refundada, no recuerdo nada más.
—Los recuerdos se pierden en el tiempo Platón, como gotas de rocío en una tormenta, pero te daré a ti y a los tuyos el poder de recordar la odisea de la especie humana desde la noche de los tiempos.
Cuando Platón y los allí presentes se vieron invadidos por una memoria de millones de años se vieron poseídos por la verdad. Y Sócrates exclamó: ahora puedo afirmar que el sólo sé que no sé nada ha pasado a ser el descubrimiento de la verdad.
—Comed, comed— dijo el profesor sonriendo— Estáis en vuestra casa.
Comieron y bebieron como desesperados, estaban hambrientos… Hacían más de trescientos mil años que no habían bebido ni comido.
El profesor se despidió y prometió volver.
Naomi y el profesor se encontraron nuevamente en la explanada.
—¿Todo bien? Naomi— preguntó el profesor.
—Hay armonía, hay entusiasmo. Finalmente los muertos y los vivos se han reencontrado en un paraíso inimaginable.
—Cosas de la ciencia y de la inquebrantable voluntad de ir sabiendo un poco más cada día.
—La ciencia ha resucitado a los muertos y la religión tiende a desaparecer. El Papa Ricardo no se ha alegrado de la resurrección de los muertos, porque Cristo como esperaba no ha aparecido por ningún sitio.
—El tiempo es la cosa más sabia que existe, a cada cosa la pone en el lugar que le corresponde y la religión en nuestros tiempos no tiene razón de ser.
Ricardo I llegó con una mirada perdida en la lejanía, diciendo que se encontraba mal y que se tenía que ir porque ya nadie le escuchaba y no se sentía realizado.
—Ricardo te tienes que esperar… Solo no puedes regresar.
—Estaba esperando la llegada de Cristo y Cristo finalmente no ha venido.
De pronto el profesor vio a Cristo y le dijo a Ricardo: ¡Por ahí va! Cristo también ha resucitado porque se encontraba entre los muertos.
Pasaron mil años más. El Planeta de la Resurrección resultó ser una bendición caída del cielo. Los días eran de 48 horas y su medida poseía una sensación eterna. La temperatura era idónea y los terrícolas se adaptaban a ella con suma comodidad.
La ley de la gravedad era semejante a la de la Tierra, tal vez un poco menos y los árboles erguidos y exuberantes crecían más de trescientos metros de altura.
—¿Cómo va la reserva de animales profesor?
—Muy bien Gerardo. Acabamos de construir unas reservas que son más grandes que el globo terráqueo. Por ejemplo la reserva de Nueva York tiene una superficie de 620 millones de kilómetros cuadrados.
—¿Cómo serán alimentados los animales?
—Con reproductores de alimentos. Los leones comerán cabra, cordero, conejo, jabalí, búfalo.
—¿Se podrán tener mascotas?
—El tiempo de las mascotas hace mucho tiempo que ha desaparecido. Los animales como las personas han de vivir en libertad.
Guadalupe, Adelita y Pablo no dejaban de contemplar a los recién resucitados. Multitudes de chiquillos jugaban por la calles. La gente paseaba normalmente y el mundo parecía eterno.
Cierto día a Guadalupe se le ocurrió de viajar al espacio exterior y Adelita y Pablo aplaudieron la iniciativa con entusiasmo.
—Debemos saber— dijo Guadalupe lo que hay en el más allá.
Si bien recuerdo, para situarnos en el tiempo real de la historia, fue el 15 de Noviembre del año 352.518 cuando los tres viajeros del espacio emprendieron el viaje.
Salieron volando a la velocidad de la luz y se perdieron en el cosmos.
Pasaron cinco mil años más y el profesor decidió volver a la Tierra. Una generación terrícola había sido borrada por el paso del tiempo y los tuvo que resucitar. Ahora nadie nacía ni moría. Cada resucitado tendría eternamente el tiempo de la resurrección.
—Profesor, ¿Los niños serán siempre niños y los ancianos, ancianos?
—Parece que sí, Josefina.
—¿No puedes cambiar el sentido de la resurrección?
—¿De qué manera?
—Haciendo que todos tengan la misma edad que nosotros.
—Creo—dijo el profesor que es mucho mejor que haya niños, jóvenes y ancianos. Además los ancianos resucitados poseen la vitalidad de la plena juventud. Mira con qué fuerza anda aquel, debe tener más de cinco mil años.