—Es el poeta Juan Martínez Asensio. Durante su vida anduvo más de 150 millones de kilómetros.

—¡Que vitalidad la suya!, me parece que también lleva la Máquina de la Vida introducida en su interior.

—Poeta ¿Dónde vas tan corriendo?— le preguntó Josefina.

—A recorrer la circunferencia del planeta de la Resurrección, tengo una eternidad para hacerlo.

El poeta llevaba como siempre su gorrilla negra de anarquista donde había una leyenda que ponía en rojo: Enemigo Público.

El caminante eterno se perdió en la distancia. Y con el paso de la eternidad cuentan que el poeta le dio un millón de vueltas al mundo.

—He conocido a Sócrates, Josefina y he tenido una larga conversación con él. Estaba acompañado de Platón, de Jantipa y de sus tres hijos.

—Me lo tienes que presentar. Es uno de los personajes más interesantes de la historia. Un coloso de la sabiduría. Creo que sus libros fueron destruidos después de su muerte por el tribunal que lo condenó a muerte.

—Como era materialista y ateo, la figura de Platón lo eclipsó durante la Edad Media.

—¿Escribió Sócrates?

—Estoy segura de ello, y ahora tenemos la oportunidad de preguntárselo. ¿Dónde vive?

— En la Avenida de Antonio el Recogecolillas Número 21 -1215-A.

—¿1215 pisos profesor?

Con la doble carga del átomo la materia es más flexible y resistente. En mil años que llevamos aquí no se ha presentado todavía ningún huracán. De vez en cuando nos llega una ligera brisa del mar de Todas las Esperanzas.

—¿Cuándo vamos a visitar a Sócrates?

—Dentro de una semana, y estoy perdiendo la noción del tiempo y tengo que recordar si estamos viviendo en la cúspide temporal o en uno de sus apartados.

El tiempo pasaba vertiginosamente aunque la eternidad no tenga tiempo. Como todos los días eran iguales de tranquilos, la monotonía y el aburrimiento resultaron ser el único mal de la inmortalidad.

Para que la gente no se aburriera se crearon viajes espaciales que no se movían de lugar. Había cabinas cristalizadas que transportaban a los viajeros a millones de años luz sin que el viajero y la cabina se movieran de lugar. Eran sencillamente fenómenos sensoriales.

La gente empezó a moverse, a escribir, a pensar, se levantaron una multitud de universidades para que la humanidad se sintiera útil y verdaderamente viva. No basta con ser inmortal, eterno. Hay que tener una ilusión, una actividad que nos devuelva la vida que sin movimiento se convierte en una estatua.

Todos los deportes y todas las actividades volvieron a la humanidad. El último adelanto del profesor fue la bicicleta invisible que podía pasar atravesando los obstáculos. Apenas era montada el ciclista también atravesaba cualquier materia sin sufrir ningún daño.

Solamente se veía el ciclista pedaleando y atravesar el cuerpo de los peatones y de los edificios. El profesor tuvo el gusto de repartir millones y millones de bicicletas invisibles que fueron el delirio de los resucitados. El espectáculo estaba servido cualquier peatón contemplaba riendo como la bicicleta y el ciclista acababan de pasar por su cuerpo sin atropellarlo.

La Ciudad de Nuevo México se convirtió en una atracción universal, ciclistas que paseaban con bicicletas invisibles, libres de obstáculos y de accidentes.

Los carriles desaparecieron, y la bicicleta invisible se convirtió en la reina del mundo.

—Papá, Mamá ¿Vamos a dar un paseo con la bicicleta invisible que nos ha regalado el profesor Ramírez?

Después de la bicicleta invisible, le tocó el turno al coche invisible y al transporte urbano invisible. Tanto los coches invisibles como los autobuses invisibles no necesitaban conductor ni carburante funcionaban con una especie de alternador que en lugar de consumir electricidad la producía.

Las interminables avenidas de las ciudades del Planeta de la Resurrección se llenaron de gente que flotaba en el espacio como pompas de jabón.

El obstáculo ya no era ningún inconveniente, y los accidentes eliminados en su totalidad. Ningún vehículo podría chocar con otro y la seguridad vial era tan perfecta que resultó sumamente envidiable.

Las pequeñas naves que cruzaban el espacio aéreo de la ciudad también se hicieron invisibles.

Los ciudadanos del Planeta Galileo resultaron todos muy respetuosos y educados. Hasta los prehombres se convirtieron en campeones del buen comportamiento pasando del machismo natural al respeto sabiamente merecido de nuestra media naranja.

El machismo, el feminismo, el orgullo gay y el arcoíris desaparecieron de la sociedad. El respeto era mutuo, desaparecieron todos los odios, todos los desprecios y todas las construcciones académicas e interesadas terminadas en fobia. La apología de, la adoración a, y el culto desaparecieron en una sociedad equitativa donde la miseria y la tiranía no tenían razón de ser.

Los resucitados seguían manteniendo relaciones sexuales y los hijos eran educados admirablemente por la genética, los niños hablaban al mes y podían ponerse de pie a las dos semanas.

Galileo se enamoró perdidamente de una joven resucitada de mil años y se fueron a vivir a una mansión que se construyó él mismo con el poder de la mente. Se hallaba situada en una verde pradera a unos 10.000 kilómetros de la ciudad más próxima. La mansión era majestuosa, pintada con un verde intenso por fuera y de un color explosivo y dorado como las fibras del sol por dentro.

Como llevaban mil años en el planeta, su prole se había multiplicado y tuvo que levantar un sinnúmero de mansiones en el lugar. Su mujer Juanita no tenía edad, poseía una eterna juventud que no podía ser llorada por ningún poeta.

Como a Galileo le gustaban los pájaros, llenó los bosques de verdaderas maravillas, de pájaros que cantaban las 24 horas de cada día. Hizo correr riachuelos de aguas cristalinas y tranquilas para que los pájaros pudieran beberse el néctar de los dioses. También llenó los árboles de ardillas, de tórtolas, de mochuelos y de alguna ave más.

A Juanita le gustaba dar enormes y prolongados paseos en bicicleta y Galileo locamente enamorado de ella, la acompañaba por doquier.

—Qué mundo más maravilloso— dijo Juanita— aquí todo es milagroso aunque no existan los milagros. Todo nos pertenece cuando no tenemos el sentido de la propiedad.

Se bajaron de las bicicletas y se sentaron debajo de un árbol.

—El mundo nos pertenece porque nosotros le pertenecemos al mundo— dijo Galileo abrazando a Juanita. Hicieron el amor debajo del árbol y al atardecer volvieron a la mansión.

El servicio de limpieza no era necesario, la escoba barría por si sola sin necesidad de cogerla y la fregona limpiaba con plena autonomía. El cubo se llenaba de agua y detergente perfumado por sí solo, el agua le brotaba de su interior como una pequeña cascada.

—Papá, papá— dijo el benjamín de los Galileos que no pasaba de los cuatro años— quiero una consola invisible para poder jugar.

—Ahí la tienes encima de la mesa del comedor, cógela y juega.

—Gracias Papá—el niño cogió la consola y empezó a jugar dando saltos de alegría como un cangrejo ruso.

—Cuando vuelva con el profesor te llevaré conmigo— le dijo Galileo a Juanita.

—Me gustaría volver de nuevo a la Tierra. Soy de la generación del Siglo XI, una vikinga, mi padre era un jefe vikingo y debe de…

Tocaron a la puerta y después llamaron fuertemente: Juanita, soy tu padre.

—Es mi padre Klaus Jensen, gran jefe y navegante vikingo que estuvo en la expedición del descubrimiento de América.

Klaus Jensen entró seguido de su compañera Dagmar, madre de Juanita.

Klaus era enorme y corpulento, un auténtico vikingo. Solamente le faltaba el casco y los cuernos para ser su fiel representación.

—¡Padre! ¡Madre!— dijo Juanita corriendo llorando con lágrimas en los ojos de alegría.

—¡Hija!— dijo el Padre.

—¡Juanita! ¡Ay mi Juanita!— dijo la madre llorando.

Se abrazaron mil veces como la madera y el fuego, y después las presentaciones:

—¡Este es el hombre de mi vida!— afirmó Juanita ante un desconcertado Galileo.

—Galileo dame un abrazo— le dijo Klaus

Se abrazaron y en ese preciso momento apareció el benjamín de la casa preguntando: ¿Quiénes son mamá?

—¡Tus abuelos, Benjamín!

Klaus cogió al pequeño Benjamín entre sus enormes manos, lo levantó del suelo como una partícula y le llenó las mejillas de explosivos besos.

—¡Renacuajo!— dijo— Se parece mucho a mí— (Rieron).

Llevamos más de mil años resucitados y durante todo ese tiempo te hemos estado buscando sin tener la fortuna de encontrarte. No sé en cuantas puertas hemos tocado ni cuantas ciudades hemos visitado para hallarte.

—Mamá, cuando la fe es grande, el camino de las dificultades y el sufrimiento se reduce.

—¿Cuántos hijos tienes?— le preguntó la madre— No me dirás que tienes solamente uno.

—¿Uno mamá?

—¿Cuántos tienes?

—He perdido la cuenta. ¿Galileo, Cuántos tenemos?

Galileo pensó y contestó: Un año sí, un año no, tenemos 20.000, exactamente 12.758 hijas y 7242 varones. (Volvieron a reír).

—¿Dónde están? Queremos conocerlos a todos.

—Mamá, están cerca de aquí, en una ciudad que estamos construyendo para ellos.

—¿Cómo se llama la ciudad?— preguntó Klaus.

—¡Lleva tu nombre papá!

La ciudad Klaus Jensen se levantaba en el centro de una verde pradera rodeada de pinos siberianos. A lo lejos se contemplaban grandes montañas nevadas y un paisaje espectacular. La ciudad podría tener más de cien mil habitantes, entre los descendientes de Klaus Jensen. Cuando la noticia llegó, fue explosiva. El mismísimo Klaus Jensen acababa de llegar a la ciudad y todos sus descendientes querían abrazarlo y estar junto a él.

Como eran tantos, las presentaciones se alargaron durante varios días, y al final quedaron felices de haber conocido a Klaus y a Dagmar.

—¡Viva Klaus y Dagmar!— gritaron todos los descendientes.

Qué se queden aquí con nosotros, que no se vayan, gritó una niña.

No se fueron, se quedaron a vivir en la ciudad, amparados y protegidos de la soledad por los suyos.

Resultaron ser muy simpáticos y agradables y cada día eran invitados a un nuevo hogar.

—Abuelo— Le preguntaron un cierto día: ¿Y los demás donde están? Queremos conocerlos a todos.

—¡Eso es imposible! Somos millones… estamos repartidos por el planeta de la Resurrección y creo que nos hemos perdido como una gota de agua en un océano.

Pero cierto día llegaron los padres de Klaus. Fue un verdadero milagro.

Cierta tarde Galileo recibió una llamada del profesor:

Profesor, cómo pasa el tiempo en la eternidad, llevamos más de mil años sin hablarnos.

—Así es, querido amigo Galileo, donde no hay medida, no hay capacidad y la eternidad nos puede parecer un segundo.

—Profesor, está usted invitado. El pueblo de Klaus Jensen le tiene un profundo respeto y admiración.

—¿Cuántos descendientes tienes, Galileo?

—He perdido la cuenta profesor, como no paran de nacer, esto se ha convertido en el sistema múltiple del tablero de ajedrez.

—¿De los demás que ha sido?

—Raúl Villarreal y el presidente Acuña siguen respetando a sus mujeres, aunque se han perdido como dos gotas de agua en un océano de resurrecciones.

—Las volverán a encontrar cuando regresemos a la Tierra. ¿Para cuándo el viaje profesor?

—El regreso no se puede demorar.

—Juanita, mi mujer desea acompañarme.

—Puede venir con nosotros, será un verdadero placer conocerla.

Hablaron más de una hora y finalmente se despidieron.

—¿Con quién acabas de hablar?— preguntó Juanita.

— Con el profesor, volvemos al planeta Tierra.

—Tengo gana de ver nuevamente nuestro dulce hogar. Yo no lo veo desde el siglo XI.

—Volveremos en unos cuántos días.

El planeta de la Resurrección me encanta, es sublime, paradisiaco, pero la Tierra la llevamos corriendo por nuestras venas como un río de lava.

—Nos atraen las raíces de la memoria. No puede ser de otra manera.

Recuerdo mi infancia junto al mar, cuando los vikingos salían con sus drakares y se perdían entre la densa niebla.

—¿Dónde naciste?

—En un pueblecito montañero de Dinamarca. Creo que se llamaba Rask. No recuerdo nada más. Los muertos todo lo olvidan y los vivos todo lo quieren recordar.

—Se ve que tu padre fue un gran vikingo.

—Bebía como un condenado y siempre estaba dispuesto al pillaje de las Islas Británicas. Volvían cargados de oro, de esclavos y de toda clase de alimentos.

—Me gustaría volver a ser lo que fui— dijo Klaus entrando seguido de Dagmar.

—Los tiempos no vuelven— le respondió Galileo.

—Me falta acción, emoción, nuevos pillajes, nuevas aventuras y nuevas violaciones. Si una mujer no es violada no siente nada. Donde todo se convierte en respeto falta la chispa de la vida. ¡Somos fieras! Ja, Ja, ja.

—Padre, ya no estamos en los tiempos de los vikingos. Ahora estamos en la eternidad de los resucitados.

—¿Quién ha sido el que nos ha resucitado?

—El profesor Ramírez y los Viajeros del Espacio.

—¿Dónde está?

—En la Ciudad de Nuevo México— le respondió Galileo.

—Quiero hablar con él.

—¿De qué?— Le preguntó Dagmar.

— De los vikingos, quiero regresar a mi época. Aquí me encuentro condicionado, atrapado, sin libertad aunque pueda moverme libremente. No es lo mismo el saqueo, el pillaje, la niebla y el mar.

—Es un romántico— dijo Juanita abrazándose cariñosamente a él.

—Klaus puedes regresar con Dagmar a Dinamarca si lo deseas. Te presentaré al profesor y al resto de sus ayudantes. La Máquina de las Dimensiones es una larga experiencia del profesor y de su ayudante Rendón.

La máquina tiene todas las medidas del espacio y puede recorrer todas las dimensiones de los multiversos. Una apasionante aventura científica y humana donde la imaginación y la fantasía son el descubrimiento de la verdad.

A Klaus Jensen las palabras de Galileo, les parecieron chino. La Máquina de las Dimensiones era naturalmente un misterio para él y no comprendió nada de lo que estaban diciendo y explicando.

—¿Cómo volveremos a la Tierra?— preguntó—¿Nos ayudará Thor a regresar con su martillo?

—Volveremos en un segundo con la Máquina de las Dimensiones y Thor se quedará en la mitología con sus truenos.

—No comprendo lo que es una máquina.

—Ya te falta poco tiempo para saber lo que es.

—¿Cuánto tiempo?

—Unos cuántos días.

—Volveremos a nuestra tierra— dijo emocionada Dagmar.

—Sí madre, volveremos.

—Mamá, yo también quiero conocer la Tierra, no me dejéis aquí solo— (Rieron).

—Te llevaremos con nosotros Benjamín— Le dijo cariñosamente Juanita, abrazándose a él.

 

 

 

 

 

 

 

 

Capítulo XVII

 

En una explanada que se extendía hasta el infinito, el profesor Ramírez reunió a todos los terrícolas menos a los que acababa de resucitar en el Planeta de las Resurrecciones. Los empequeñeció al tamaño de los microbios y los metió en bolsas de burbujas.

Los terrícolas eran incontables, se habían multiplicado como los microbios y el profesor perdió la cuenta aunque matemáticamente sabía que estaban todos ahí.

Puso las bolsas de las burbujas en la parte trasera de la Máquina de las Dimensiones y Gerardo Rendón le preguntó: ¿Y los demás, profesor?

—Están todos al llegar.

En media hora llegaron todos. Juanita llegó con Galileo y sus padres, sin olvidarnos del pequeño Benjamín que se hallaba radiante de alegría.

Galileo hizo las presentaciones que resultaron ser calurosas y llegó la hora del retorno.

El viaje que fantásticamente emprendían era a la inversa. Antes decrecieron y ahora tendrían que aumentar.

Aumentaron de tamaño y el Planeta Galileo desapareció y con él todos el sistema planetario y la placa de la descomunal estrella. Después salieron de la galaxia, de la placa de todas las galaxias y llegaron a salir a uno de los agujeros negro que tenía el profesor en su laboratorio.

La máquina salió del agujero negro como por encantamiento. Su tamaño era real, la masa que le correspondía a su dimensión.

Se bajaron de la nave y Josefina abrió la puerta trasera de la máquina para sacar las bolsas y se llevó la sorpresa de su vida. Allí no estaban.

—Profesor, ¿Y las bolsas de las burbujas… aquí no están?

El profesor dio un salto de sorpresa y tocó el techo del laboratorio haciendo un gran agujero por donde salió la cabeza al exterior.

—No puede ser, las he metido yo mismo.

Buscaron nuevamente en la nave y no encontraron nada.

—No se han podido perder— dijo el profesor— alguien se las ha llevado.

—¿Pero quién?— preguntó Galileo

—¡Pobres terrícolas!— dijo Naomi.

—Debemos regresar profesor—dijo Raúl Villarreal—. ¡En las bolsas están todos los mexicanos!

—Sí, profesor, hay que regresar. No puedo perder mi familia— dijo casi rogando el presidente Acuña—.

—Son tantas las dimensiones, tantos los universos, es mucho más fácil encontrar una aguja en un pajar.

—Tenemos una eternidad por delante— añadió Guadalupe— los podemos buscar por separado.

—Duplicaré la Máquina de las Dimensiones.

—Bien profesor— dijo Gerardo Rendón.

El profesor se concentró y en diez minutos aparecieron seis nuevas máquinas tan brillantes y fascinantes como la primera.

—Funcionan con la mente, basta con desearlo para que aumenten o se reduzcan. El botón verde es para empezar el viaje y el rojo para terminarlo. En la pantalla de a bordo van apareciendo las dimensiones, lo que hemos aumentado o decrecido. Así de fácil. Hay seis máquinas, puedo sacar más, pero creo que son suficientes. Gerardo Rendón, Josefina y yo, iremos en una. Naomi, Juanita y sus padres en otra. Raúl Villarreal, el presidente Acuña y Galileo en la tercera. En la cuarta Vogel Linker, en la quinta Guadalupe, Adelita y Pablo.

—¿Y en la sexta, profesor?

—Los cuatro jefes Sioux.

El profesor llamó a Toro Sentado y recibió una sorprendente respuesta: Profesor estamos en una de las bolsas de burbujas dentro de dos agujeros espaciales atrapados.

—¿Dónde, Toro Sentado?

—No lo sabemos exactamente profesor.

—Estaremos en contacto Toro Sentado.

—Ha sucedido con las burbujas lo mismo que le sucede a los átomos de energía cuántica, se han introducido en dos agujeros al mismo tiempo.

A la sexta nave le puso un piloto automático y fue la primera máquina que salió a sondear los multiversos. El profesor Acuña tuvo la oportunidad de hablar con su mujer, recientemente le cambió el nombre por uno que le gustaba más y le puso cariñosamente Deseo.

—Manuel estamos atrapados en un espacio hermético. No se ve ninguna luz y estamos en la oscuridad.

—¿Y los niños?— preguntó con cierta ansiedad el presidente Acuña.

—Están aquí conmigo pero tienen miedo y le pequeño no deja de llorar.

—Escucho su llanto y se me congela el corazón.

—No sabemos dónde estamos, nos hallamos perdidos en el espacio como una partícula en el universo.

—No temas, no temáis, os encontraremos.

—Podemos morir de sed.

—Antes de dos días os encontraremos.

—Profesor, Deseo dice que pueden morir de sed.

—Imposible— respondió el profesor.

—Imposible ¿Por qué profesor?

Porque al reducirse el agua se ha condensado lo mismo que la alimentación. Según mis cálculos pueden estar sin comer ni beber mil años.

—¿Mil años, profesor?— preguntó Gerardo Rendón asombrado.

—Y puede que dos mil— le contestó el profesor con un cierto desencanto dibujado en la mirada. Debemos tener confianza, los encontraremos.

—Cuanto antes mejor— dijo el presidente Acuña.

Tres naves se redujeron y tres aumentaron de tamaño. En unos cuantos segundos el laboratorio quedó vacío y las naves se perdieron en las dimensiones.

Adelita y Guadalupe se hicieron cargo de la quinta nave, Pablo era simplemente un pasajero.

—Como ratita sé que están en cualquier agujero de gusano. No puede ser de otra manera, han podido caer en el agujero negro de otra dimensión. Hay que pasar por todos los agujeros negros.

—¿Y dónde están en los Agujeros Negros?— preguntó Guadalupe jugando con la patas traseras de Adelita.

—Los agujeros negros se encuentran siempre en el centro de la galaxia. Como hay millones y millones de galaxias, la búsqueda es muy difícil, pero moviendo la colita los localizaré—(Rieron).

—Guadalupe y Adelita, mi familia también está allí y hay que encontrarla— Pablo preocupado empezó a llorar.

—No te preocupes Pablo, los encontraremos— Adelita se abrazó a él, sin dejar de hablarle— Hay que ser fuertes, si somos fuertes los encontraremos.

De pronto Guadalupe gritó: Estamos en el centro de una galaxia y la energía nos arrastra al centro del agujero negro.

—Estamos dando vueltas—gritó Pablo.

—Es verdad— dijo Guadalupe.

—El agujero nos va a lanzar a otro multiverso.

La Máquina de las Dimensiones fue arrastrada por un gigantesco remolino cuyo diámetro era más grande que el de mil estrellas y la nave dio tantas vueltas que sus pasajeros no sabían dónde estaban ni lo que hacían allí.

Finalmente salieron del remolino y se tropezaron con dos remolinos del tamaño de la nave. Penetraron en ellos y escucharon unas multitudinarias llamadas de socorro.

—¡Socorro estamos aquí!—

—¡Auxilio que alguien nos salve!

—¡Queremos salir de esta cárcel!

—¡No aguantamos más!

—¿Quién nos va a salvar?

—¡No sabemos dónde estamos!

—¡Estamos perdidos en la materia, en el tiempo y en el espacio!

—¡No nos podemos mover, estamos los unos encima de los otros!

—Somos una colmena, un enjambre de brazos y de piernas, porque la cabeza ya la hemos perdido.

—¡Socorro! ¡Socorro! ¡Socorro!

—¡Hemos perdido la esperanza!

Escucharon el llanto de millones de niños llorando, hombres mujeres gritando de desesperación. Allí estaba la humanidad atrapada en dos agujeros negros, se había duplicado y ahora había que saber cuál de los dos era la verdadera.

Los tres viajeros del espacio bajaron de la Máquina de las Dimensiones y recogieron las bolsas de las burbujas de los dos agujeros negros.

—¡Los hemos encontrado!— afirmó Pablo sonriendo.

—Sabía cómo ratita que estaban en un agujero negro espacial.

—Subamos las bolsas de la nave antes que se vuelvan a perder.

Subieron las bolsas e iniciaron el camino de regreso.

—Profesor, profesor, aquí Adelita, aquí Adelita, aquí Adelita la ratita, profesor, profesor…

—Dime querida y encantadora Adelita ¿Hay novedad?

—Profesor los acabamos de encontrar.

—Bravo Adelita, os felicito a los tres.

En las naves hubo una explosión, todos estaban eufóricos y llenos de alegría.

—¡La ratita Adelita, la ratita es la mejor!— (rieron a carcajadas).

Todas las naves volvieron al laboratorio.

¡La ratita, la ratita Adelita es la mejor!

—Guadalupe, mi amiga Guadalupe es la mejor— gritaba enseñando sus afilados dientes el roedor.

—Pablo, Pablo es el mejor— dijo gritando Guadalupe.

Todos los presentes se abrazaron como una gran familia.

Sacaron las bolsas de la nave y acto seguido el profesor puso a cada uno de los habitantes de la Tierra en su lugar correspondiente.

—¿Y mis padres y mi hermanos? – preguntó preocupado Pablo.

—Están aquí con la mujer y los hijos del Presidente Acuña. Están apareciendo.

—Gracias profesor—dijo el Presidente viendo a Deseo y a sus hijas—. Pero se preguntó: ¿Acaso la familia ha aumentado y no me he dado cuenta?

Miró a Deseo y vio a dos Deseos. Sus hijos y su mujer se habían desdoblado.

—¡No es posible!— dijo tapándose los ojos, creyendo que estaba viendo visiones.

El profesor quedó tan sorprendido como los presentes, buscándole una explicación lógica a lo contemplado.

—Se han desdoblado por alguna causa que desconocemos.

Cuando Deseo hablaba en doble también hablaba, esta la una tan cerca de la otra que parecía que la una a la otra le robaba el espacio.

Pablo en un rincón hablaba con sus padres, se abrazó a ellos y a sus hermanos. No le importaba que estuvieran desdoblados aunque le parecía gracioso y divertido.

—¡Deseo tiene un doble!

—Manuel Acuña te digo que yo no veo ninguno.

Con la respuesta el profesor comprendió que el desdoblado no podía ver su desdoblamiento.

Manuel Acuña volvió con su mujer, y Pablo con sus padres.

—Profesor— preguntó Naomi. ¿Se puede hacer algo?

—Esto es como una bola de billar que entra por dos agujeros al mismo tiempo.

—¿Pero se puede hace algo?— insistió Naomi.

¿Estamos desdoblados como las partículas? Sí, y sabemos que si tenemos dos partículas desdobladas ambas tienen la misma información al mismo tiempo, porque los intercambios de energía de información utilizan velocidades superiores a la velocidad de la luz. El fenómeno del desdoblamiento del tiempo nos da como resultado el ser que vive en el tiempo real y en el cuántico, un tiempo imperceptible con varios estados potenciales: memoriza el mejor y se lo transmite al que vive en el tiempo real. Podríamos decir que entre el yo consciente y el yo cuántico se da un intercambio de información que nos permite anticipar el presente a través de la memoria del futuro. En física se llama híperincursión y está perfectamente demostrada.

—Nos podemos desdoblar— insinuó el profesor desdoblándose cincuenta veces— esos dobles tienen su propio yo, ya lo tuvieron en el tiempo y el espacio. Nos pueden aportar información del futuro porque pueden viajar a la velocidad de la luz. El problema no está en que estemos compuestos por billones y billones de seres que pueden ponerse en contacto con el de la cúspide de la evolución, sino en que se desdoblen en todos y no haya espacio en el mundo para ubicarlos.

¿Si yo me desdoblo cien mil billones de veces cuánto espacio necesitaría para moverme? El desdoblamiento que hemos presenciado lo ha producido la energía cuántica y habrá que encontrarle una solución.

—Profesor, y si se siguen desdoblando…

—Ahí está precisamente el problema, la cuestión… las células cuando se dividen también se desdoblan. Lo mismo que el átomo y la energía. Precisamente de la división y el desdoblamiento surge la multiplicación y expansión de la materia y el espacio.

—Profesor— preguntó Naomi. ¿Cómo los cuerpos pueden desdoblarse, de dónde cogen la materia?

—El peso de la materia es específico y lo produce la división de la materia. Somos materia dividida en el contenido y unida en la forma. Cada desdoblamiento desde el principio de la evolución tiene su propio cuerpo y su propio peso específico.

—¿Qué quiere decir con eso, profesor?—dijo Gerardo interviniendo en la conversación.

—Que estamos compuestos por células planificadas que no pueden cambiar de planificación pero que pueden cambiar la planificación de las que se desdoblan.

De pronto suena una llamada para el profesor.

—Dígame presidente Acuña, ¿Qué sucede?

—Profesor, mi mujer y mis hijos se están desdoblando, ahora son diez por unidad.

—Serénese Acuña, le encontraremos una pronta solución, palabra de Ramírez.

—Deseo no se da cuenta de nada, pero cuando la toco, la toco por tres veces y cuando hago el amor con ella estoy con tres Deseos, al mismo tiempo. Mi cuerpo se desdobla cuando toco el suyo.

—Cosas de la física, presidente, no hay nada de extraño. Haga el amor y lo que haga falta. Intentaremos solucionar el problema lo más rápido posible, de lo contrario va usted a hacer el amor con cientos de billones de Deseos.

—¿Puede suceder eso, profesor?

—Por supuesto que sí, querido amigo. La naturaleza es sabia, posee sus mecanismos de retención para que no suceda, pero puede suceder en cualquier momento, y por eso ahora está sucediendo.

—Tranquilícese usted, por ahora es un hombre afortunado. Lo suyo se está convirtiendo en una orgía. (Ríen).

— Bueno, si hay algo nuevo, lo vuelvo a llamar.

—¡Felices sueños!

—Profesor, pero si no podemos dormir los inmortales.

—¡Ah! se me olvidaba. No podemos estar en todo al mismo tiempo.

Se despidieron.

—¿Qué sucede profesor?— preguntó Josefina.

—Ahora son tres.

—Van aumentando— dijo Gerardo preocupado.

—Preocupante— afirmó Vogel Linker.

—Muy preocupante— dijo Klaus el Vikingo.

—Querido— le dijo su mujer—, nosotros venimos del pasado y no sabemos de esas cosas.

—Mamá— dijo Juanita—, ahora formamos parte del presente y debemos de aprender.

—Juanita tiene razón, querida suegra— ahora formáis parte de la vida y la vida es la que mejor enseña.

Suena la lentilla, una nueva llamada para el profesor.

—Profesor, soy Pablo.

—Dime Pablo.

—Mis padres y mis padres se han desdoblado en diez.

—¿En diez?

—Sí, profesor.

—El peligro es que se sigan desdoblando y no haya aforo suficiente en la vivienda.

—Profesor ahora son once, doce, trece, catorce... Estamos en el salón y no queda espacio para moverse.

—¿Qué hago profesor?

—Abrir la puerta de la vivienda y que vayan saliendo.

—Ahora mismo la abro profesor.

—¿Sigue el desdoblamiento?

—Parece que ha parado.

—Llámame si hay algo nuevo.

—Sí, profesor.

—¿Algo grave?— preguntó Raúl Villarreal.

—Gravísimo— Los padres y los hermanos de Pablo ya se han desdoblado catorce veces.

—¿Catorce veces?— preguntó Naomi.

—¡Catorce veces!— confirmó el profesor.

—¡Ahora puede surgir una reacción en cadena y desdoblarse 14 por 14 que serían 196 y 196 por 196! Y el resultado de 196 por 196 se multiplicaría por la misma cantidad.

—El aforo de la Tierra, va a quedarse pequeño si los demás habitantes del planeta también se están desdoblando en la misma proporción.

Salieron y recorrieron andando parte de la Ciudad de México. Era todo un espectáculo y ver a la gente desdoblada y desdoblándose. Muchos de los desdoblados se habían desdoblado por veinte veces y el desdoblamiento seguía imparable.

—Dentro de poco— dijo el profesor—, no habrá espacio para todos y la ciudad y el mundo se convertirán en un caos.

—Es cierto, profesor— dijo Gerardo Rendón—. El espacio se va reduciendo. Las calles están llenas de desdoblados que no pueden darse cuenta de lo que sucede.

—Gerardo hay un estallido cuántico en cadena. Toda la evolución se puede desdoblar.

—¿Tanto profesor?

—Tanto y más Gerardo.

—Sería más que asombroso.

—Sería como una fantasía real.

—Profesor— preguntó Vogel Linker— ¿Se puede pintar lo que está sucediendo?

—Naturalmente querido amigo, pinta lo que quieras.

—No tengo lienzos.

—No te preocupes, ahora te los doy— el profesor metió la mano en el vacío y sacó todos los utensilios que necesita un pintor para dedicarse a la pintura.

—Profesor ya es suficiente, con estos cuadros puedo pintar durante años.

Vogel Linker en una plaza de la avenida se quedó pintando

Pasaron varias horas, después varios días, varios meses y siguieron caminando.

—Mire profesor, ya hay cola para entrar en los edificios.

Pasó más de un año y no hallaron una respuesta satisfactoria. Finalmente llevaron a la mujer del presidente Acuña y la operaron y le sacaron todos los órganos y le implantaron la Máquina de la Vida. Después de la operación el desdoblamiento desapareció y Deseo volvió a ser una unidad compuesta por billones y billones de cuerpos gemelos, idénticos como dos gotas de agua.

—Profesor— dijo el presidente Acuña— ahora les toca a mis hijos, hay que operarles.

—El laboratorio se convirtió en una sala de operaciones.

—Profesor— dijo Adelita operando con maestría—, he operado a veinte.

Cuando terminaron las operaciones todo el mundo se encontraba eufórico y satisfecho, pero el problema no estaba solucionado. Los desdoblamientos en la ciudad seguían y el espacio se estaba reduciendo de forma alarmante a cero para que nadie pudiera moverse.

Cierto día, el profesor tuvo una idea: Empequeñeció a la humanidad varios billones de veces con los edificios y el espacio. La gente se perdió en otra dimensión. El espacio de la Ciudad de México quedó vacío porque la gente y los edificios pasaron a otra medida espacial. Entraron a esa dimensión y el problema seguía siendo el mismo. El espacio superior había borrado relativamente al inferior.

—La medida aunque se haya empequeñecido es la misma medida, y asombrosamente todo tiene el mismo espacio dimensional, no habiendo más espacio ni menos espacio.

Operar a tanta gente era imposible. Cogió las bolsas de las burbujas y metió a toda la humanidad en ellas.

—¿Y ahora qué, profesor?— preguntó Galileo.

—Jugaremos con los números cuánticos o con la experiencia de la bola de billar.

—¿Es posible, profesor?

—Gerardo todo es posible, cuando hay imaginación.

El profesor se hizo de una mesa de billar, cogió a la humanidad desdoblada y la transformó en una bola de billar. Puso la bola en medio de la mesa, cogió el palo, le dio un golpe a la bola y esta se metió por dos agujeros al mismo tiempo.

El profesor prolongó los dos agujeros como un gusano de gruyer— ¡Ya está! — dijo. — Esta es la solución—.

En cada uno de los agujeros había una bola, una bola desdoblada en un espacio que se desdobla constantemente para poder expandirse.

Sacó las dos bolas, la puso sobre la mesa del billar. Le dio con el palo un golpe seco y preciso a una. Se metió por un agujero y no se desdobló.

Puso la bola aparte, le dio un golpe a la segunda y se desdobló pasando por dos agujeros, al mismo tiempo, el problema por lógica estaba solucionado.

Destruyó las dos bolas desdobladas, desintegrándolas con sus potentes manos, y se escucharon lamentos, quejidos, llantos y un sinfín de sufrimientos y debilidades.

—Profesor, ¿Qué hace se ha vuelto loco? ¡Está cometiendo un genocidio como el dios de Israel, en las tierras de Canaán!

—¡Esta es la solución, no hay otra! Acabo de destruir al desdoblamiento para que la humanidad vuelva a ser una verdad.

Seguidamente cogió la bola que no se desdobló y sacó las burbujas. Sopló en ellas y la gente volvió al mundo que aceptaba como real y verdadero.

Klaus y su mujer estaban asombrados y les faltaban ojos para ver lo que estaba sucediendo. Juanita y Galileo dándose besos y abrazos en un rincón del laboratorio pasaban de los demás. Benjamín jugaba con Adelita, Guadalupe y Pablo al pilla pilla. Raúl Villareal meditaba en todos los espacios y el presidente Acuña hablaba apasionadamente con Naomi, Josefina y Deseo. Sus hijos acababan de salir para dar una vuelta.

El profesor y Gerardo Rendón salieron a la calle. Anduvieron por la Avenida Eduardo Sánchez Fernández y vieron como la gente paseaba con normalidad sin ningún desdoblamiento.

De pronto vieron el espacio llenarse de gigantescas naves. Las naves empezaron a disparar y una lluvia de proyectiles y muerte se abatió sobre la Ciudad de México.

El profesor y Gerardo Rendón vieron como varios edificios se desplomaban. Debajo de los escombros había centenares de muertos. Los heridos gritaban desesperadamente pidiendo ayuda.

—Profesor debemos socorrer a los heridos, por los muertos no podemos hacer nada.

De entre los escombros sacaron a miles de heridos que se desangraban, y comprobaron que los resucitados también podían morir.

El profesor resucitó nuevamente a los muertos. Algunos tenían tres resurrecciones. A los heridos los curó haciendo que sus heridas cicatrizaran. Y los muertos y los heridos lo tomaron por un dios.

—¿Esas naves interplanetarias no serán de los Estados Unidos?— preguntó con cierta inquietud Gerardo Rendón.

—No creo que se atrevan— respondió el profesor Ramírez resucitando científicamente a miles de muertos.

Salieron volando y se enfrentaron a las naves. Chocaron contra ellas y salieron rebotados como pelotas de goma, fueron alcanzados por varios proyectiles pero seguían intactos.

—Son invencibles como nosotros— dijo preocupado el profesor.

—Debemos de ser pacientes y encontrar su talón de Aquiles.

Chocaron nuevamente contra las naves y estas no se desintegraban.

Un día entero de bombardeos arrasó por completo la ciudad y el profesor volvió a reconstruirla, a curar a los heridos y a resucitar nuevamente a los muertos.

—Profesor la gente se está cansando de tantas muertes y de tantas resurrecciones y quieren morir dignamente. En todo el mundo hay manifestaciones en contra de la barbarie de la resurrección. Algunos han sido resucitados tantas veces que se encuentran en constante agonía.

—Tienen razón— dijo el profesor—, hasta lo bueno cansa. No los resucitaré hasta que no termine el conflicto. Finalmente rompieron el cristal de una ventanilla y se metieron en una nave. Comprobaron que eran naves teledirigidas.

Las naves estaban llenas de proyectiles que caían por una compuerta.

—Profesor no hay señales de vida.

—Nunca se sabe Gerardo, pueden estar escondidos en otra dimensión.

—Profesor, se escucha un sonido intenso emitido por unas vibraciones.

—Esas vibraciones les dan órdenes a los ordenadores.

—¿Se pueden neutralizar?

—Tal vez con Adelita. Con sus afilados y condensados dientes puede destruir el cuadro de mandos.

—Adelita, Adelita, Adelita…

—Sí, profesor.

—Tenemos un serio problema y necesitamos tu colaboración.

—¿Dónde está profesor?

—En una nave enemiga ¿No habéis escuchado las explosiones?

—Profesor, la nave del laboratorio está protegida por una burbuja y no se escucha ningún ruido exterior.

—Adelita te esperamos, no tardes.

—¿Es el profesor?— preguntó Guadalupe.

—Necesita ayuda, vente conmigo, los demás quedaos aquí.

Salieron por la puerta del laboratorio y volaron como nunca anteriormente lo habían hecho.

En varios microsegundos localizaron al profesor, mientras las naves seguían llenando la ciudad de destrucción y muerte.

Entraron por la ventanilla de la nave que el profesor rompió.

Cuando Adelita escuchó las vibraciones tan agudas de las ondas sonoras comenzó a musitar y a chillar.

—No soportó ese ruido tan intenso— dijo disculpándose.

De repente el cuadro de mando se incendió y la nave dejó de volar desintegrándose en el vacío.

—Qué raro— dijo el profesor sorprendido— ¿Por qué se habrá desintegrado?

—Profesor— le respondió Gerardo— ha sido Adelita.

—¿Yo?— preguntó Adelita

—Cuando Adelita musitó y chilló las vibraciones se alteraron y la nave recibió órdenes de autodestruirse.

—Puede que sea verdad profesor. Adelita chilla mucho, es muy traviesa y los alienígenas no podrían aguantar sus chillidos.

Rompieron otra ventanilla y se metieron en otra nave.

—Adelita, musita y chilla a pleno pulmón aunque no tengas ninguno— le dijo el profesor.

Adelita musitó y chilló durante varios segundos y la nave se desintegró como la primera.

—¡Viva Adelita!— Exclamaron todos envueltos en llamas.

—¡Ya van dos!— confirmó el profesor.

En veinticuatro horas destruyeron todas las naves y el cielo quedó despejado como un reluciente día de verano.

—No sabía que las ratitas tengan tanto poder— dijo Gerardo Rendón y dándole un beso en la frente a Adelita.

—Gracias Gerardo por el beso, no creo que Naomi se ponga celosa. (Rieron).

Después de la aplastante victoria cruzaron el espacio varias veces para asegurarse que no quedaban más naves.

—El cielo ha quedado despejado profesor.

—Hemos vencido gracias a Adelita.

—Soy muy fuerte profesor, ¿Verdad Guadalupe?— Guadalupe y Adelita se miraron tiernamente como dos buenas amigas y se abrazaron.

Aquella misma noche la ciudad fue levantada nuevamente, los heridos curados y todos los muertos resucitados. Volvieron al laboratorio.

Al día siguiente Klaus, se despidió de los viajeros del espacio, deseaba regresar lo antes posible a Dinamarca con su familia. Juanita, Galileo y Dagmar también se despidieron de los presentes. El profesor después de la aplastante victoria se tranquilizó. Pasaron las horas plácidamente. Gerardo y Naomi jugaban a darse besos. Raúl Villarreal estaba pensativo recordando a los suyos y salió a verlos. El pintor Vogel Linker seguía pintando en el mismo rincón de la avenida sin inmutarse. Estaba tan concentrado en lo que hacía que no escuchó ni el ruido de las explosiones ni contempló la hecatombe y el caos que se había apoderado del espíritu de la ciudad.

Pablo, Guadalupe, y Adelita jugaban alegremente en la nave del laboratorio y sus risas y sus carcajadas se escuchaban en todas las dimensiones de los multiversos. El poder de la alegría es contagioso y es la única fuerza que puede mover el mundo asertivamente. Todo lo demás es locura y decadencia.

—Adelita te voy a meter en uno de mis bolsillos y serás siempre mía— le decía riendo Guadalupe.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Capítulo XVIII

 

Volvieron a pasar los tiempos de la inmortalidad. Las ciudades del mundo volvieron a crecer. La especie humana se multiplica por momentos, el bienestar y la felicidad la incrementaban. El profesor había perdido la noción del tiempo, aunque su memoria prodigiosa tuviera constancia de ello.

Sabía que se hallaba embargado por una cierta monotonía y soledad aunque estuviera constantemente acompañado de Josefina.

—Antonio ¿Qué día es hoy?— le preguntó sonriendo Josefina.

—¡Viernes! ¿Por qué?

—¿De qué más?

—¡Del mes de Mayo!

—¿De qué año?

—He perdido la cuenta del paso del tiempo, y lo que me parece que sucedió ayer, ha sucedido hace cientos de miles de años.

—Estamos en el año 415.752.

—Naomi y Gerardo están con sus descendientes. Ahora son millones, miles de millones diría yo, y está poblando nuevos planetas.

— La vida sea abre camino entre las estrellas.

—¿Cuándo vamos a ir a verlos?

—Cuándo quieras Josefina. Según tengo entendido los planetas ya no se llaman como se llamaban.

—Naomi me ha dicho que todos los nombres han sido cambiados para que no se hagan demasiado viejos.

—Sabia medida, un cambio aunque sea de sonido, siempre es una bocanada de aire fresco.

—Nos hemos quedado solos en el laboratorio. Todos se han ido con sus familiares.

—Es ley de vida— respondió el profesor—, nada es para siempre aunque seamos inmortales.

—Guadalupe y Adelita se hallan de vacaciones en el Sol.

—A Adelita le gustan los rayos solares, se siente fascinada cuando los tiene de cerca.

—¡Es una ratita adorable!

—¡La más cariñosa e inteligente de todas!

—¡Se escuchan sus chillidos desde aquí!

De pronto la lentilla del profesor se puso a vibrar.

—Dígame.

—Profesor, soy Toro Sentado.

—¡Ah! Toro Sentado ¿Cómo está la tribu de los Sioux?

—Nos aburrimos profesor, echamos de menos al Séptimo de Caballería y al general Custer.

—¿Qué deseas?

—Deseamos que el Séptimo de Caballería le devuelva de nuevo la grandeza a los Sioux. Sabemos que la hemos perdido con una pacífica resurrección y deseamos acción, desenterrar de nuevo el hacha de guerra para sentirnos vivos.

— Pero el Séptimo de Caballería no se encuentra en la Tierra. Está a millones de años luz en otra galaxia.

—Profesor necesitamos al Séptimo de Caballería, mi pueblo se muere de aburrimiento.

—Toro Sentado os habéis multiplicado como la grama. Gozáis de un bienestar envidiable. El hacha de guerra, según tengo entendido fue enterrada para siempre.

—¡Queremos desenterrarla con el Séptimo de Caballería!

—¿Para matar nuevamente a Custer?

—Es nuestro ídolo del pasado, gracias a él conseguimos una aplastante victoria.

El profesor Ramírez metió la mano en todas las dimensiones y sacó a Custer.

—General Custer…

—¿Con quién tengo el honor de hablar?

—Con el profesor Ramírez.

—¿Esto no será una pesadilla verdad?

—No, estamos en el año 415.752.

—Estoy aturdido, no sé todavía dónde realmente estoy. Me falta mi caballo blanco y el Séptimo de Caballería.

—Paciencia general, le puedo devolver el caballo y el Séptimo de Caballería.

—Toro Sentado, estoy con Custer.

—¡Bravo profesor!

—Custer ¿Te acuerdas de Toro Sentado?

—Maldito indio de los demonios, ¿No sé cómo me vencieron? El Séptimo de Caballería era el mejor regimiento de la Unión y sigue siéndolo.

—Toma, ponte en contacto con Toro Sentado. Habla.

Custer cogió la lentilla y empezó a hablar con Toro Sentado: ¡Maldito indio!

—Custer te mataré— gritó el jefe Sioux.

El profesor sacó el caballo y el Séptimo de Caballería.

—Custer tus soldados, te están esperando en la puerta de la nave.

Salió con el profesor y un comandante los saludó: ¡Mi general!

—Custer montó a caballo y se dirigió a la batalla.

Toro Sentado volvió a preguntar: ¿Cuándo llegarán?

—No lo sé— respondió el profesor.

El pueblo Sioux volvió a desenterrar el hacha de guerra.

Hasta incluso después de la resurrección— le dijo el profesor —Josefina, el hombre quiere sentirse realizado en la guerra.

—La constante lucha de los contrarios la llevamos en nuestros genes— le contestó Josefina.

Durante varias semanas el pueblo Sioux estuvo esperando a Custer y este no aparecía. Al parecer se había confundido de camino o tal vez de dimensión.

—Si Custer no viene, nos haremos la guerra a nosotros mismos— dijo poniéndose nervioso Caballo Loco.

¿Cuándo llegó el general Custer a las verdes praderas? No lo sabemos exactamente algunos historiadores afirman que llegó el 15 de Diciembre de 415.752. Otros, todo lo contrario, que fue en el 53, y la mayoría afirman que nunca apareció.

El tiempo es un borrador de la memoria y cuando el historiador no tiene ninguna prueba de lo que sucedió en los tiempos pasados hace un relleno con el presente e inventa la verdad. Las grandes lagunas de la historia las convierten en estrellas relucientes que no alumbran en el conocimiento más allá de los intereses creados. Cuando el Séptimo de Caballería apareció como un fantasma en el Valle de la Muerte, los Sioux ya estaban en pie de guerra esperando escondidos en lo alto de los cerros para atacar.

—Comandante al galope— ordenó Custer.

—¡Sí, mi general! Y el Séptimo salió disparado como una bala de cañón.

Caballo Loco con parte de la Caballería Sioux salió a su encuentro. El choque fue brutal y el Séptimo de Caballería en ese primer enfrentamiento tuvo más de veinte bajas.

Toro Sentado desde la colina levantó la lanza de jefe y una nueva oleada de guerreros se abatieron contra las tropas del general Custer.

A más de cien mil millones de años luz, el gobierno de los Estados Unidos y su flamante presidente de cuyo nombre no quiero acordarme, tuvieron información de lo que estaba sucediendo en el Valle de la Muerte y por medio de las ondas gravitacionales vieron en una gigantesca pantalla invisible de televisión al heroico y patriótico Séptimo de Caballería y a su héroe más emblemático George Armstrong Custer.

El fervor nacional y el orgullo incondicional de todo un pueblo creció como la erupción de un volcán.

—Volvamos a la Tierra— dijo el presidente— pasaremos por un agujero de gusano y en unos cuantos segundos estaremos en el lugar de combate.

Quinientas naves se prepararon para entrar en combate para defender el Séptimo de Caballería. Las naves aparecieron como una tormenta en el cielo del continente y empezaron a lanzar sus rayos contra la castigada tierra.

En la primera oleada de más de trescientos Sioux fueron pulverizados. En la segunda, parte de la caballería india yacía descuartizada en el suelo.

Águila Solitaria se enfureció y quiso volar y no lo consiguió. El profesor para que la batalla no fuera desigual les había quitado a los cuatro jefes indios los poderes de la Máquina de la Vida, para que no abusaran en el conflicto de su capacidad ofensiva.

Caballo Loco viendo la superioridad del enemigo, decidió retirarse y ordenó retirada, la sed de venganza del general Custer se disparó y ordenó: ¡A la carga!

Rodearon a los indios y uno a uno lo fueron exterminando. Caballo Loco fue alcanzado por un obús y murió ensangrentado sobre una roca llamando a Manitú.

Nube Roja saltó por el aire en una colina y Toro Sentado salió huyendo escondiéndose por todas las dimensiones.

Custer no tuvo piedad y remató a los bravos guerreros que yacían en el suelo sin compasión, cometiendo crímenes de guerra que serían recompensados con la cruz del congreso de los Estados Unidos.

Cuando no quedó ni un solo indio vivo, el presidente de los Estados Unidos pisó tierra y se emocionó: He nacido en un planeta de otra galaxia pertenecemos a otra constelación de estrellas, pero mi corazón siempre ha estado aquí, en los Estados Unidos de América, en la tierra de nuestros antepasados.

—Señor presidente, recuerde que tenemos un pacto de no agresión verbalmente aceptado con el profesor Ramírez.

—Habrá que revisar ese pacto, forma parte del pasado y nosotros somos fruto del presente y esperanza del futuro. ¡Ah! por ahí viene nuestro héroe más sagrado y legendario: General Custer, soy el presidente de los Estados Unidos de todas las Estrellas, acabamos de llegar de los Estados Unidos del espacio exterior.

—Señor presidente han sido machacados y le tengo que comunicar como orgullo de todas las generaciones de norteamericanos, que no queda ni un indio vivo.

—Lo felicito General Custer, y celebraremos la victoria en nuestro nuevo país.

—General ¿Y los indios de los poblados? Los podemos exterminar a todos. El Séptimo de Caballería con caballos incluidos fue introducido en las naves y el 12 de Octubre del 415.752, el presidente de los Estados Unidos David Harrison ordenó el exterminio del pueblo Sioux cometiendo un genocidio.

La tierra se llenó de cadáveres ensangrentados y hasta las aguas cristalinas y puras de los ríos cambiaron de color. Los lobos y los buitres se alegraron de la matanza e hicieron del sufrimiento humano un festín. El presidente David Harrison compartió el estímulo de la victoria con el general Custer: General acabamos de hacer historia. Los Estados Unidos de todas las Estrellas nos estarán eternamente agradecidos.

—Señor presidente, los Sioux tuvieron su oportunidad y me vencieron porque me confié demasiado en mi dotes de mando. Esta segunda vez he sido más humilde y precavido. Vuestra ayuda ha sido providencial. ¿Dígame como se ha enterado?

—Por la ondas gravitacionales, un nuevo método de captar información universal.

—Comprendo— dijo Custer sin comprender nada.

—Custer, es usted nuestro héroe nacional.

—Señor presidente, es un honor serlo. ¿Por qué no reconquistamos lo que nos ha sido arrebatado?

—El profesor Ramírez tiene un arma invencible que nos destruirá por completo. Además, en cierto modo les estamos agradecidos. Él ha sido el que ha resucitado a los muertos y ha conseguido el poder de un dios que no existe y al parecer solo existe el profesor.

Él fue el que me sacó sorprendentemente del espacio en su laboratorio, y después a petición mía, tuvo la amabilidad de devolverme al Séptimo.

—Sus poderes son ilimitados y sus descubrimientos la cúspide de la ciencia.

Se escuchó el llanto de un niño, el general sacó la pistola y lo encontró: No tendrá más de un año –dijo— Me lo llevaré conmigo y lo adoptaré.

—Un gesto de buena voluntad después de haber exterminado a todos sus antepasados. (Rieron).

Subieron en las naves y desaparecieron como habían venido. Una manada de bisontes pastaba junto a los muertos y los buitres y los lobos seguían peleándose por el festín.

Cuando llegaron a los Nuevos Estados Unidos, hubo una explosión de alegría y de júbilo. Todos los canales de televisión y todos los medios de información se mostraron triunfalistas.

En las portadas de todos los medios aparecieron el general George Armstrong Custer vestido de uniforme de gala montado en su caballo blanco y el Séptimo de Caballería.

El presidente Harrison, tan patriótico como el resto de la nación, proclamó solemnemente como nuevo día de la fiesta nacional el 12 de Octubre, histórico día donde la nación Sioux fue totalmente aniquilada. El general Custer tuvo la ocasión de dirigirse personalmente al enloquecido Congreso de los Estados Unidos, y cosechó más aplausos que el mismísimo presidente.

La Cámara al completo vitoreaba su nombre puesta en pie, republicanos y demócratas pensaban lo mismo: No importa el medio, lo que importa es el engrandecimiento de la nación.

—¡Custer, Custer, Custer!— gritaban los diputados.

—Finalmente Toro Sentado, Caballo Loco y Nube Roja, han sido vencidos. La nación Sioux ha sido aniquilada para el bienestar del interés general de nuestra gran nación. Las generaciones venideras nos darán las gracias y nunca jamás se olvidarán de este glorioso día, por los siglos de los siglos, amén— aplausos y más aplausos. ¡Larga vida a Custer al héroe nacional!

—Hemos vencido porque teníamos que vencer, porque siempre hemos sido superiores, Dios salve a Norteamérica con la sangre, el sufrimiento y el exterminio de todas las naciones del mundo.

—¡Custer! ¡Custer! ¡Custer! —. Y el nombre de Custer se volvió universal como una galaxia donde los nuevos americanos de todas las estrellas giraban a su alrededor.

En el Palacio Presidencial, sito en la avenida Abraham Lincoln, se celebró la victoria. Allí se hallaba la flor y nata de la nación.

—Custer, tengo el gusto de presentarle al presidente Lincoln, admirablemente resucitado por el profesor Ramírez.

—Gracias, señor presidente.

Custer y el presidente Lincoln se miraron de reojo y se reconocieron enseguida.

—¡Ah! el joven y temerario general Custer.

—Presidente Lincoln volvemos a encontrarnos en el tiempo.

Abraham Lincoln asumió la presidencia de la Unión de los Estados Unidos de América en marzo de 1861. Si bien él no se veía a sí mismo como un presidente. Los historiadores han elogiado su actividad política como brillante. Por su parte, en esa misma fecha el Congreso confederado aprobó su Constitución. Miembro fundador del Partido Republicano en el Estado de Illinois, suprimió la esclavitud en 1862 a través de la Proclamación de Emancipación.

Su primera prioridad fue la victoria militar, y ello requería dominar nuevas habilidades como estratega y diplomático. Supervisó no sólo los insumos y las finanzas, al igual que el personal, la selección de los generales y el curso de la estrategia general.

—Lo felicito por su apabullante victoria sobre los indios, general Custer.

—Gracias, señor presidente.

—¡Ah!— dijo el presidente Lincoln— Por ahí llega el general Lee, siempre tan apuesto y arrogante.

—Lee, por favor general Lee, le presento a nuestro nuevo héroe, al general Custer.

—¿Nos conocimos en alguna batalla?— preguntó secamente Lee.

—No general, no tuvimos ni el gusto ni la ocasión de enfrentarnos.

Perdimos la guerra en la batalla de Gettysburg. Fue la batalla más cruenta y sangrienta de la guerra. Aprovechando que, el 19 de Noviembre de 1863 el presidente unionista Abraham Lincoln dio uno de sus discursos más famosos en el mismo campo de batalla de Gettysburg (Pensilvania) las tierras que había pocos meses antes como el general Lee, aquí presente y felizmente resucitado por la gloria y obra del profesor Ramírez, al mando de la fuerzas del Sur. Se volvía prácticamente loco y ordenaba a varias de sus divisiones lanzarse de bruces (y a pecho descubierto) a través de una planicie contra la artillería enemiga.

—General Lee— dijo el presidente Lincoln—, las heridas han cicatrizado afortunadamente en los libros de la historia. Como general, ha sido usted el mejor instruido y el más capacitado de todos, más que Custer por supuesto, aunque sea nuestro flamante héroe nacional.

—Tiene usted razón, señor presidente, siempre he admirado al general Lee, aunque estuviera en el bando contrario.

—Ahora el presidente Harrison me quiere dar el mando del ejército para iniciar la conquista del espacio.

—¿Lo va aceptar, general Lee?

—Presidente Lincoln, no sé mucho de naves, solamente subirme en ellas, pero aprenderé, y en cuanto a usted Custer, puede que si aceptara el nombramiento, lo nombre teniente general de los ejércitos de los Estados Unidos. Usted tiene carisma y respira voluntad y ambición, el nombramiento le vendría muy bien.

—General Lee, cuando llegue el momento oportuno, aceptaré el nombramiento por el bien de los Estados Unidos. (levantó una copa) ¡Larga vida a los Estados Unidos de América! (Bebieron).

—¡Ah! por ahí llegan Grant, Sherman, Ulysses fue el décimo octavo presidente de los Estados Unidos, un presidente más entre tantos (Rieron).

—Hiram Ulysses— dijo Custer masticando cada una de sus palabras.

—Ulysses, Sherman, el general Lee y nuestro héroe nacional, el más joven de los generales en la guerra de Secesión, el general George Armstrong Custer.

—Señores— dijo amablemente Ulysses— Sherman no dijo nada, seguro que estaba en otro lugar. General Lee la historia nos hizo grandes enemigos y la historia nos devuelve la oportunidad de ser amigos y de luchar en el mismo bando.

—Los tiempos cambian y las circunstancias cambian. En estos tiempos el pasado es fortaleza y la unión del presente. ¡Somos Norteamérica! (se abrazaron) y todos los presentes aplaudieron: ¡Viva Lee! ¡Viva Grant!

—¡Viva el presidente Lincoln! – gritaron emocionados los presentes.

—Cuando se cierran las heridas empieza el verdadero bienestar— afirmó Abraham Lincoln.

—General Custer— preguntó al general Sherman—. ¿No ha quedado ni un solo indio vivo? ¿No habrá sido una masacre?

—Sherman sin muertos no hay victoria— le replicó el general Lee bebiéndose un whisky doble.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Capítulo XIX

 

Pasaron mil años. El profesor estaba trabajando en un nuevo proyecto. Le estaba incorporando un nuevo sistema a la Máquina de las Dimensiones para que el viaje fuera instantáneo, más rápido y eficaz.

El sistema funcionaba mentalmente y resultó ser todo un éxito de la programación.

Dimensión 315, 418, 752, 1024, dos millones cuatro mil, y la nave bajaba o subía dimensionalmente a todas esas dimensiones y las que se mentaran sin tener que pasar por todas.

—Josefina, lo he conseguido.

—¿Qué has conseguido Antonio?

—Viajar directamente a cada una de las dimensiones.

—Fantástico— dijo Josefina queriendo hacer el amor con él como una pantera subida en un árbol.

—¿Verdad que es fantástico?

—¡Cierto!

—¿Lo probamos?

—Se subieron en la nave y el profesor mentó mentalmente la dimensión 80.451. Y aparecieron en un espacio dimensional reducido varios millones de veces.

Estuvieron más de un año probando el sistema y haciendo una larga lista dimensional de los mundos que iban conociendo.

—Hemos anotado más de un millón de dimensiones.

En una de las dimensiones conocieron un extraño y llamativo mundo que se hallaba compuesto de puntos giratorios y luminosos y quedaron maravillados de tanta originalidad y belleza. Descubrieron una vida resplandeciente e inteligente y se comunicaron con ella a través de la energía cuántica.

—¿Cómo te llamas?— le preguntaron a uno de eso increíbles seres.

—Mi nombre es Pura Energía.

—¿Pura Energía?— preguntó el profesor sin salir de su asombro.

— Nos reproducimos a través de los reflejos y nos dividimos y nos multiplicamos por todos los espacios ocupando el lugar de todas las formas conocidas.

—¿Desde cuándo existes?— preguntó Josefina.

—Desde que la materia se convierte en energía.

—¿Desde que la materia se convierte en energía?— volvió a preguntar el profesor.

—Es una historia muy larga de contar. Puedo condensarme y después lograr una expansión infinita.

—¿De qué manera?— preguntó el profesor.

—Cambiando posicionalmente los átomos que crean la carga del núcleo de la energía.

—¿Eso es posible?— preguntó Josefina.

Los puntos luminosos empezaron a girar y a crecer y seguidamente crearon una galaxia de puntos luminosos parecida al reflejo de las estrellas.

—¡Es una constelación!— gritó Naomi.

—Semejante a la Vía Láctea— afirmó el profesor.

—¿Nos puedes seguir hablando Pura Energía?— preguntó un tanto inquieta Josefina.

—¡Sigo siendo yo en lo grande y en lo pequeño!

El profesor comprobó el estado de la materia, no era líquida, sólida, ni gaseosa. Tenía otro estado y aquello le llamó poderosamente la atención. No podía tocarla ni desplazarla y parecía que se hallaba fuera del tiempo y del espacio.

—Tiene que ser materia o antimateria, no le encuentro lógica y sin razonamiento no hay explicación.

Cogió varios puntos luminosos y los metió en una burbuja para observarlos y estudiarlos en el laboratorio en busca de una explicación.

Durante cinco mil años el profesor y Josefina estuvieron estudiando los puntos luminosos. Se metieron con la Máquina de la Dimensiones en ellos y descubrieron un mundo de esclavos, que eran pisoteados, sin miramiento para esos puntos luminosos existieran.

Los esclavos eran de carne y hueso, mineros como los mineros de la Tierra, trabajaban las 24 horas sin descanso permitido

Una joven pasó cerca de ellos con un cargamento de carbón de varias toneladas.

El profesor la cogió del brazo y le preguntó: ¿Sois esclavos de la luz?

—Sí, contestó la joven— Sólo la oscuridad nos puede salvar.

—¿La luz, la oscuridad, el Sí, el No? El sistema binario como en la Tierra.

Los guardianes de los esclavos eran monstruos con siete cabezas de serpientes. Sus ojos eran grandes y luminosos como carbones encendidos y su crueldad ilimitada.

Un monstruo se aproximó a la joven, le dio varios latigazos, y le dijo: Trabaja, sigue, no te detengas.

La joven dando un grito cayó al suelo y luego se levantó.

El profesor la cogió de la mano y aumentó seguidamente la Máquina de las Dimensiones que había reducido en unas partículas.

Entraron en la Máquina y antes que uno de los monstruos se diera cuenta, regresaron a la dimensión 78.412, que es la que le corresponde a la Tierra.

Una vez en el laboratorio volvieron de nuevo a contemplar los puntos luminosos y recordando las injusticias que comete la luz, ya no les parecieron tan luminosos.

—¿Cómo te llamas?— le preguntaron a la joven.

—Carbón Encendido— respondió

Carbón escondido resultó ser muy inteligente aunque se alimentaba de carbones.

—¿Tu alimentación es el carbón?— le preguntó el profesor.

—El carbón es nuestra vida, la que nos da la energía.

—Te daremos de comer— le dijo Josefina.

El profesor sacó del espacio varios sacos de carbón y la joven empezó a comer.

—¡Qué aproveche!— le dijeron.

Carbón Encendido se llenó la boca de carbón y sus ojos se encendieron como dos llamas

Cuando se le echa a carbón a la caldera, la temperatura sube.

El profesor Ramírez y Josefina operaron a Carbón Encendido y le metieron la Máquina de la Vida. La joven de inmediato dejó de consumir carbón guardando la misma temperatura corporal. Los ojos de la joven seguían encendidos como siempre, como dos poderosas y llamativas ascuas encendidas.

Cierto día, el profesor se acordó del pintor. Recordó que se había quedado en un rincón de la Avenida de Eduardo Sánchez Fernández.

Antonio Ramírez cogió una lentilla y llamó a Vogel Linker: Vogel, soy Ramírez.

—Sí, profesor.

—¿Dónde te encuentras?

—Pintando en la Avenida.

—¿Desde cuánto tiempo?

—¡No lo sé profesor!

—¡Josefina! ¿En qué años estamos?

—En el 460.512.

—¿En el 460.512? ¡No puede ser! ¿Tanto tiempo ha pasado en un microsegundo?

—Perdemos la noción del tiempo— le respondió Josefina.

—Vogel coge los cuadros y vente. Necesito hablar contigo.

—Pero profesor todavía no he terminado de pintar.

—Llevas más de cuarenta mil años pintando. No lo sé exactamente. Miraré el reloj neuronal— miró el reloj neuronal y era el 17 de Marzo del año 460.512.

No sabemos cuando apareció Vogel, pero apareció. Apareció como una montaña de cuadros. El profesor tuvo la paciencia de contarlos y contó tres millones doscientos mil. Como no cabían en la nave, hizo una sala de exposiciones en la Avenida Emiliano Zapata, la sala era majestuosa. Una verdadera maravilla de la más exquisita de las imaginaciones. Le puso de nombre: Sala de Exposiciones Vogel Linker. Su aforo era de trescientos mil visitantes, teniendo más de un millón de metros cuadrados el edificio de cien plantas.

Carbón Encendido y Vogel se enamoraron y la joven resultó ser una buena pintora. El dibujo le iba muy bien y consiguió mezclar los colores magistralmente.

La sala estaba abierta las 24 horas de cada día y los visitantes podían llevarse los cuadros sin comprarlos.

—Es todo un éxito— le dijo el profesor a Vogel. En un año se han llevado más de dos millones de cuadros. El mundo te admira Vogel.

—Profesor pinto para los demás, ese es mi mayor orgullo.

La sala de exposiciones en las cien plantas estaba completamente llena. Una niña de unos cinco años de edad les estaba preguntando a sus padres:

—Papá, ese cuadro me gusta ¿Nos lo podemos llevar?

—Naturalmente hija mía, ahora mismo lo descuelgo y nos lo llevamos.

—Papá ¿Quién es el pintor? ¡Quiero darle las gracias!

El padre de la niña buscó a Vogel Linker y lo encontró cuando le estaba enseñando un cuadro al profesor Ramírez: ¿Vogel Linker?

—Sí, dígame.

—Soy Manuel Martínez, el padre de esta niña que quiere darle las gracias personalmente por el cuadro que nos llevamos.

—¿Es usted Vogel Linker?

—Sí ¿Y tú quién eres?— preguntó sonriendo Vogel.

—Soy Margarita Martínez, una admiradora suya.

—Encantado bella Margarita— le dio un beso.

—Quiero aprender a pintar como usted. ¿Me enseñaría?

—Claro que sí, Margarita.

—Bueno, nos vamos. Mañana volveremos. ¿Verdad papá que pinta muy bien?

—Sí, hija mía— se despidieron.

—Todo un encanto— dijo el profesor.

—Los ángeles no existen, pero los niños existen— respondió Vogel.

—Vogel tus cuadros en la época del capitalismo hubieran valido una fortuna. En esa época todo se vendía y nada se daba sin recibir nada a cambio.

—Fue la peor época que ha vivido la humanidad, porque todo se hacía por interés y no por humanidad.

—En los tiempos que vivimos hemos acabado con la delincuencia, con las leyes, con los gobiernos y con toda la lacra que esclavizaba al ser humano. Hace mucho tiempo que los mercados y las guerras terminaron. Ahora que existe la verdadera libertad. Antes los consumidores tenían que pagar por todo, ahora consumen mil veces más que antes y no pagan por nada. La pobreza y la riqueza desaparecieron de la faz de la Tierra, y no nos falta ninguna justicia habiendo acabado con el valor de las cosas y el interés que se lograba a través de las mismas. Ya no existen los bancos, ni las empresas, ni los obreros. Del libre mercado hemos pasado a la libre disposición, y la libre disposición es dar sin la necesidad de recibir nada a cambio. Hemos edificado un mundo perfecto. El egoísmo, la ambición, el delito, la crueldad, la degeneración y la avaricia han desaparecido de un plumazo.

—Cierto, profesor, y todo gracias a usted. Usted ha sido el arquitecto de este universo tan perfecto. Donde la máxima es: ¡Dónde todo sobra, nada se roba!

—Ese es el método, no el de Descartes, sino el de la humanidad. El poderoso caballero es don dinero, se perdió. Ahora sin mover un dedo, abro la puerta del frigorífico y tengo todo cuanto deseo. Abro la puerta del armario y el armario se llena de ropa. Y todo lo demás se consigue de la misma manera. En el capitalismo la desigualdad social era la madre del comportamiento social, donde el más fuerte económicamente esclavizaba al débil. Y todos los delitos se originaban del mayor de los crímenes como era sin lugar a dudas el capital.

—¡Estoy de acuerdo con usted, profesor!

De pronto el profesor escuchó unas carcajadas detrás de él. Era Adelita que estaba riendo abrazada a Guadalupe. Acaban de regresar de un largo viaje que había durado miles de años.

El profesor se volvió diciendo: ¡Adelita tan simpática y adorable como siempre! ¿De dónde venís? preguntó dándole un beso a Guadalupe.

—Hemos estado jugando en la Luna, en el Sol, en las estrellas. Hemos visitado a Naomi y a Gerardo…

—¿Cómo están Naomi y Gerardo?— preguntó el profesor.

—Bien, bien, están muy bien ¿Verdad Guadalupe?

—Adelita ha respondido por mí, profesor, siempre se me adelanta este maldito roedor.

—Tendré que ir a visitarlos— dijo el profesor.

—Viven en el planeta Naomi. Un planeta tan grande como una estrella. Allí los árboles son más altos que las montañas, algunos tienen más de un kilómetro de altura.

—¿El planeta Naomi? No sabía nada de ello ¿Está muy habitado?

—Tiene solamente 25 habitantes profesor. Gerardo, Naomi y los 23 hijos que han tenido recientemente. Todos los demás planetas tienen millones de habitantes.

—¿Lo habéis pasado bien?

—Han sido unas vacaciones maravillosas.

—Me alegro. ¿Pensáis volver de nuevo?

—Dentro de mil años, profesor.

—¿Por qué no volvemos antes?— preguntó Adelita enfadada.

—Adelita nuestra casa es la Tierra y no podemos dejarla mucho tiempo sola.

— A mí me gusta viajar— dijo Adelita.

—Profesor Adelita es incansable, una viajera del espacio.

—Me gusta viajar, me gusta viajar— dijo el roedor.

—Dentro de mil años pienso viajar— dijo el profesor.

—Profesor— dijo Guadalupe—, lo acompañaremos.

Pasaron mil años y el profesor se acordó de la nación de los Sioux y del Séptimo de Caballería. Había pasado mucho tiempo y no sabía nada de la historia.

Cierto día ya muy lejano, el profesor Ramírez, Guadalupe y Adelita, volvieron al territorio de los Sioux. Josefina que no quiso viajar se quedó mientras tanto con Vogel Linker y Carbón Encendido en la Sala de Exposiciones.

Cuando sobrevolaron las verdes praderas observaron un paisaje desolador, los verdes y exuberantes bosques habían desaparecido. La tierra poseía un color amarillento y rojizo y no tenía ni un simple brote de hierba, en cuanto a la vida animal no quedaba ni las huellas.

Alarmados bajaron a la tierra y el profesor le dijo entristecido a Guadalupe: Todo lo que construí ha sido destruido

—¿Quién habrá sido profesor?

—Hay radioactividad y radiaciones aún más destructivas: El Séptimo de Caballería con cañones del siglo XIX no ha podido ser. ¿Quién habrá sido?

— Saque lo sucedido del espacio profesor con la pantalla de la imaginación.

El profesor encendió la pantalla de la imaginación espacial y lo sucedido se puso de manifiesto sin faltar el más mínimo detalle.

En la pantalla espacial de la imaginación vieron a Toro Sentado desenterrando el hacha de guerra, a los Sioux celebrando el futuro combate que tenían que librar con el Séptimo de Caballería.

—Están bailando— dijo Adelita como si estuviera sentada en la butaca del cine.

—Acaban de desenterrar el hacha de guerra— le dijo el profesor.

—¿El hacha de guerra?— preguntó Adelita.

—Cállate y sigamos viendo lo que ha sucedido.

Adelita se concentró en la pantalla y dejó de hablar.

Después de bailar durante horas, los Sioux montaron a caballo y desaparecieron del poblado. Iban más de veinte mil.

Vieron a Toro Sentado encima de una colina, a Nube Roja escondido en una arboleda, a Caballo Loco detrás de unos cerros y Águila Solitaria en medio del valle.

El combate empezó como un relámpago que se apaga de un solo golpe, todos los buenos sentimientos de la raza humana devolviéndole al depredador que todos llevamos dentro.

La emboscada era perfecta y el general Custer había caído nuevamente en una trampa mortífera.

—Custer está perdido— pensó el profesor.

—Van a morir todos— dijo Adelita tapándose los ojos asustada.

—Están perdidos— gritó Guadalupe.

De pronto en el cielo aparecieron una multitud de naves con la bandera de los Estados Unidos.

—Ya comprendo— dijo el profesor.

Centenares de proyectiles cayeron sobre los sorprendidos indios que saltaron por los aires envueltos de carne, de sangre y de metrallas.

—Una carnicería— dijo el profesor.

—Un genocidio— afirmó Guadalupe.

—Tengo miedo— dijo Adelita.

El profesor apagó la pantalla de la imaginación espacial y volvieron a la cúspide del tiempo.

—Han roto con el Pacto — dijo el profesor.

—¿Quién ha roto el Pacto?— preguntó Guadalupe.

—El presidente de los Estados Unidos de todas las Estrellas.

—¿Cómo se han enterado del combate estando tan lejos?

—No lo sé.

—¡Merecen un castigo!— dijo Adelita chillando.

El profesor como buen ciudadano del mundo reparó la injusticia cometida por los Estados Unidos, y les devolvió la vida a los Sioux. Nuevamente las verdes praderas resurgieron. Los campos se llenaron de pasto y los búfalos aparecieron. Los ríos volvieron a ser cristalinos, el aire cálido y agradable y los pájaros comenzaron a cantar alegremente en las arboledas.

—Toro Sentado, no quiero más conflictos ni más guerras. Esta es la última resurrección. Tenéis que enterrar el hacha de guerra para siempre.

—Profesor Ramírez, el hacha de guerra ya ha sido enterrada para siempre. Los Sioux deseamos a partir de ahora vivir en paz.

—Creo en tu palabra—

Llegaron Nube Roja, Caballo Loco y Águila Solitaria.

Caballo Loco calló durante un buen rato y después se puso a hablar: Ningún conflicto es bueno, el pueblo Sioux en mi nombre te da las gracias por su resurrección. Fuma con nosotros la pipa de la paz.

—No puedo porque no tengo pulmones para hacerlo.

Estuvieron durante días celebrando la resurrección y después se despidieron.

Una vez en el laboratorio el profesor Ramírez habló con el presidente de los Estados Unidos:

—Señor Presidente, soy el profesor Ramírez.

—¡Ah! profesor, dígame.

—¿Por qué rompieron el Pacto de no agresión?

—Para defender al Séptimo de Caballería.

—¿No habrá más conflictos?

—No, profesor. El Pacto sigue en pie y lo respetaremos. Le doy mi palabra de honor.

—Eso espero.

—No se preocupe profesor.

—¿Y el general Custer y el Séptimo de Caballería?

— En los Estados Unidos, naturalmente.

—Custer es muy ambicioso y solo piensa en la guerra.

—Tendrá que colgar el uniforme y volverse en un pacífico ciudadano del mundo. No le queda otro remedio.

—Señor presidente, los gobiernos han desaparecido de la faz de la Tierra, lo mismo que las religiones, el capitalismo, el socialismo, el comunismo, el budismo, el cristianismo y el islam ya no tienen razón de ser. La humanidad ha quedado libre de toda imposición y las relaciones entre los hombres ya no son económicas como dijo Karl Marx. Ahora son libres de todo mercado, de todo esfuerzo y de toda esclavitud.

—Lo comprendo profesor, lo comprendo. Pero en los Estados Unidos necesitamos una identidad, una representación, un gobierno. ¿Qué sería de Norteamérica sin su bandera, sin su himno? Nosotros somos diferentes al resto del mundo y todavía creemos en Dios aunque haya sido usted el que nos haya resucitado, y el Dios salve a América siempre se escuchará por encima de las estrellas.

—Las tradiciones no son buenas, señor presidente. Hay que romper con el pasado para tener un futuro.

—Estoy de acuerdo con usted profesor, pero América es diferente.

—¿Cómo se encuentran en el nuevo planeta?

—¡Cómo nunca jamás me he encontrado! Le diré una cosa profesor, el pueblo americano siente adoración por usted. Usted lo ha resucitado, usted le ha dado la vida, les ha devuelto el aliento, los ha sacado del polvo. Aquí están conmigo cenando todos los presidentes y todos los generales que hasta ahora ha tenido los Estados Unidos, y todo gracias a usted, y eso no podemos olvidarlo.

En este preciso momento, profesor me encuentro con George Washington, con John Adams, Thomas Jefferson, James Madison, James Monroe, John Quincy Adams, Andrew Jackson, Martin Van Buren, John Tyler, William Henry Harrison y todos los demás.

—Me alegró por usted y por los Estado Unidos, señor presidente, pero mi favorito es Abraham Lincoln. ¿Puedo hablar con él, se encuentra ahí?

—Hable usted con él.

—Abraham Lincoln, soy el profesor Ramírez.

—Es un verdadero placer hablar con usted profesor. Le doy las gracias por haber sabido científicamente resucitar a todos los muertos. No sé como lo ha conseguido, pero yo mismo soy testigo de tal proceso estando vivo.

—Es usted un gran hombre Lincoln y siento admiración por usted. En la guerra de Secesión se comportó como un gigante contra los negreros del Sur

—Hice lo que pude profesor, no me consideraba presidente, no me sentía presidente de nadie, sino más bien el fiel acompañante de mi conciencia.

—Con usted los Estados Unidos de América hubieran sido diferentes.

—Pertenezco a otra época profesor.

—¿Ha hablado usted, ahora que tiene la ocasión con los demás presidentes del tema?

—He hablado con todos ellos y algunos razonan y otros no. Ser presidente es muy difícil si el mundo está compuesto de intereses.

—Preséntese a las elecciones, confío en usted y el universo lo necesita.

— Me lo estoy pensando, pero en un mundo sin mercado, sin valores y sin propiedad privada ni pública, el gobierno de una nación sobra.

—Sabia respuesta la suya, Lincoln.

—Deseo que venga a la Ciudad de México.

—Acepto encantado su invitación.

—Iré personalmente a los Estados Unidos de Todas las Estrellas.

—¿Cuándo?

—Muy pronto, Abraham Lincoln. Deseo que lleve la Máquina de la Vida y que sea más que un simple resucitado. Hay algo más valioso que la resurrección: El poder de resucitar

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Capítulo XX

 

El 28 de Febrero del año 615.748 el profesor Ramírez y los viajeros del espacio visitaron los Estados Unidos, por la Avenida de Abraham Lincoln bajaron en bicicletas invisibles, muy de moda en aquellos tiempos, hasta la Casa Blanca. Todos los presidentes de los Estados Unidos estaban allí presentes y no faltaba ni una paja en el pajar.

La Avenida Abraham Lincoln se desbordaba por momentos, y un largo cordón de seguridad contenía la avalancha de gente que amenazaba con invadir la calzada.

—¡Viva el profesor Ramírez!— gritaban los hispanos.

—¡Viva!— gritaba el público en general.

Los aplausos y el griterío creaban un ambiente ensordecedor y la multitud se sentía mucho más viva gritando y aplaudiendo.

Los viajeros del espacio y el profesor Ramírez saludaban a la entusiasmada multitud. Y aquellos saludos le parecían a la multitud el maná que nunca cayó de los cielos.

Finalmente llegaron a la Casa Blanca y fueron recibidos por el presidente Aaron Jones en la explanada de la misma con todos los honores militares.

—Señor presidente.

—Profesor Ramírez, el gobierno y el pueblo de los Estados Unidos le dan la bienvenida. Aquí están todos los presidentes de nuestra legendaria historia. Son más de cien mil, perdone, he perdido la cuenta: James Blair, Jack Britt, Connor Wells, David Harrison, Azzel Walk, Adams Brooks, Cameron Tanner, Damien Decher, Elliot Hamilton, Brad Clayton, Chad Blat, Christian Griffin, Gabe Rowling, Jack Scott… — pasaron varios días y por fin terminó la presentación— y George Washington.

Después de las presentaciones entraron en la Casa Blanca. Un vasto salón de más de un millón de metros cuadrados aforaba a más de medio millón de invitados. La celebración de la llegada del profesor Ramírez sería recordada por millones y millones de generaciones.

—Abraham Lincoln, soy el profesor Ramírez, mi ayudante Gerardo Rendón, la doctora Naomi, mi compañera Josefina, , Pablo, Guadalupe, la graciosa y simpática Adelita, Raúl Villarreal, el presidente Acuña, Galileo, el antiguo Papa Ricardo I el Guapo, el pintor Vogel Linker su fiel compañera Carbón Encendido, Toro Sentado, Caballo Loco, Nube Roja y por último Águila Solitaria.

—Estoy aquí— dijo Klaus el Vikingo presentándose con toda su familia.

Después de las presentaciones el profesor Ramírez y Abraham Lincoln quedaron solo en la multitud.

—Tiene usted un buen equipo profesor.

—El mejor, Abraham Lincoln, y deseo que usted pertenezca también a la gran familia de los Viajeros del Espacio.

—Me gusta la idea. ¿Qué tengo que hacer?

—Dejarse operar. Le sacaremos todos los órganos y le implantaremos la Máquina de la Vida.

—No he escuchado nada igual— dijo Lincoln.

—La ciencia tiene más sorpresas que descubrimientos.

Confío plenamente en la ciencia, estando más cerca de la verdad el que intenta de saber que el que cree.

El principio del oscurantismo y la decadencia del conocimiento, tuvo lugar con el emperador Teodosio de origen Hispano, en el siglo IV, estableciendo el cristianismo como religión oficial de Roma. Ese reconocimiento supuso la marginación y la subjetiva interpretación de la filosofía grecorromana, haciendo que la filosofía durante más de mil años se volviera un instrumento dócil de la teología.

La decadencia de todas las ramas del saber fue una hecatombe, y aún en nuestros días perdura con la teociencia y la teofilosofía.

Si el cristianismo se hubiera quedado en una secta, la humanidad estaría en otra esfera mucho más avanzada.

Un hispano tuvo que ser el freno del progreso de la humanidad. Por eso todavía, la fe ciega de la mayoría de los españoles, convierte a las masas en un esclavo fiel detrás del espejismo de una procesión.

—¿De quién es esa reflexión?—

—De un autor desconocido del siglo XXI—

—Muy buena reflexión—

—También dijo que la salvación de la humanidad está en el ateísmo, que hay que desterrar las religiones de la enseñanza y del modelo educativo, que la evolución tiene que ocupar científicamente el lugar que le corresponde, y el ser humano debe saber que venimos de una selección natural, donde todo ha pasado y pasa por una ontogenia donde la primera ameba hasta la cumbre evolutiva.

El ateísmo abre las puertas del conocimiento, desterrando de la creencia al fanatismo religioso, Dios no existe, es la fábula de una locura colectiva. El creyente es un demente, que hay que cuidar en Salud Mental. Solamente así, las nuevas generaciones no estarán manipuladas y sometidas a una creencia.

La iglesia, la mezquita y la sinagoga, tienen que desaparecer de la faz de la Tierra. La enseñanza colectiva de la antropología, de las ciencias naturales, es tan necesaria como el aire que respiramos. Las religiones se imponen a la fuerza. A los niños se le adoctrinan por tradición y la tradición se impone como apisonadora de un credo, de generación en generación.

Los creyentes no son tolerantes, son intolerantes, fanáticos que están dispuestos a morir por una creencia impuesta. El ateísmo es la salvación de la humanidad. El ateísmo es la única enseñanza integradora, la única enseñanza de las nuevas generaciones, para que el ser humano se libere del mito, de su fanatismo y de su criminal imposición a través de las Cruzadas, de la Santa Inquisición y del terrorismo islámico.

Los judíos edificaron su Holocausto en la tierra de Canaán.

—Un verdadero genio desconocido— dijo el profesor Ramírez.

—También escribió que la Máquina de las Dimensiones es un largo relato sobre el profesor Ramírez y su ayudante el doctor Rendón.

Dijo que la máquina tiene todas las medidas del espacio y puede recorrer todas las dimensiones de los multiversos.

Terminando diciendo que es una apasionante aventura científica y humana, donde la imaginación y la fantasía son el descubrimiento de la verdad.

El profesor Ramírez quedó profundamente sorprendido ¿Cómo sabía aquel desconocido que existiría una máquina de las dimensiones con el tiempo? Había mencionado también su nombre y el del doctor Rendón.

—Es una pena no saber el nombre de ese personaje tan asombroso que el tiempo ha borrado por completo.

—Profesor Ramírez creo que era de Almería.

—¿Y dónde está Almería?

—En España, concretamente en Andalucía.

—¿Cómo se llamaba? ¿Recuerda usted su nombre?

—Creo que Juan Martínez Asensio.

—Lo buscaremos en el tiempo y el espacio hasta dar con él.

Cuando terminó la celebración, el profesor Ramírez y los Viajeros del Espacio se despidieron del presidente de los Estados Unidos y de todos los presidentes.

Salieron a la plaza de Benjamin Franklin, escucharon fuertes gritos y se alarmaron.

En el árbol de la plaza se encontraron al general Custer fuertemente atado y a los cuatro jefes Sioux bailando alrededor del tronco del árbol, con el hacha de guerra que acababa de desenterrar.

El profesor se enfrentó a los Sioux y estos dejaron de gritar y de dar saltos poniéndole fin a la ceremonia de la muerte.

—Basta— dijo el profesor Ramírez—, dejad en paz al general Custer.

—General las guerras han terminado. La paz tiene que ser universal.

—Gracias, profesor Ramírez, los Sioux no me pueden ver.

—Hay que firmar un tratado de paz, aunque sea verbal, entre el Séptimo de Caballería y la nación Sioux— dijo Abraham Lincoln.

—Por mí —dijo Custer—. De acuerdo.

Toro Sentado habló en nombre de la nación Sioux.

—Custer y Toro Sentado, ahora hermanos de sangre.

El 15 de Marzo del año 615.748 volvieron a la Tierra con dos nuevos pasajeros, con Abraham Lincoln y Benjamin Franklin.

Benjamin Franklin fue el decimocuarto hijo de un total de diecisiete hermanos (cuatro medios hermanos de padre y el resto hermanos de padre y madre). Hijo de Josiah Franklin (1656-1744) y de su segunda esposa Abiah Folger.

Una vez en el laboratorio esperaron a Abraham Lincoln y a Benjamin Franklin.

—¿Cuánto tiempo llevo operado?

—Exactamente veinte años.

—¿Tanto, profesor?

—El tiempo después de la operación se dispara.

—Me gustaría viajar en la Máquina de las Dimensiones.

—Mañana a las diez salimos de viaje.

—¿Dónde?

—Estamos buscando nuevos planetas para habitarlos.

Llegó el día anunciado y se perdieron en el espacio de todas las dimensiones.

El profesor entró mentalmente en la dimensión de una partícula. Se empequeñecieron y hasta el infinito y la materia, el tiempo y el espacio se hicieron infinitamente más grandes.

Llegaron a un mundo desconocido que se le parecía mucho a la Tierra.

El profesor mientras tanto recordó: Doctor Rendón la operación ha sido un éxito.

—Profesor Ramírez la Máquina de la Vida no necesita órganos. La rata Adelita lleva veinte años viva sin comer. Como sabemos la central nuclear microscópica que le hemos implantado, alimenta a más de 35 billones de células y las oxigena sin el mínimo oxido y las células no se oxidan.

Adelita vive sin corazón, sin hígado, sin riñones y sin aparato digestivo, y no ha envejecido en estos últimos veinte años.

El profesor miró las cicatrices de la operación y acababan de desaparecer, llevaba la Máquina de la Vida introducida y se había quedado sin órganos.

Nunca más envejecería.

—Gerardo Rendón, mañana te toca a ti.

Hubo un tiempo en la noche de los tiempos donde nuestros antepasados no podían bajarse de los árboles porque eran devorados por las fieras.

Como en los árboles morían de hambre, no tuvieron más remedio que bajar del árbol y penetrar en la sabana. Caminaban a cuatro patas y de vez en cuando eran presa fácil para los depredadores. No tuvieron más remedio que levantarse para ver donde estaba el peligro. Por instinto de conversación de la especie se volvieron bípedos, sacaron de la piedra el primer objeto cortante e inventaron la primera lanza sacándole punta a la madera.

Somos los descendientes de los que sufrieron constantemente el acoso de los leones, de las panteras, de los lobos, de las hienas y de toda clase de animales que eran más fuertes que nuestra especie. Nuestros antepasados eran carroñeros: No eran animalistas ni amigos de los animales, ni podían serlo, olfateaban el peligro y se avisaban los unos a los otros. Inventando finalmente la palabra para comunicarse mejor. Los animalistas dicen que los animales nunca atacaron al hombre para devorarlo, que fue el hombre el que atacaba a los animales. Si nuestra especie no hubiera bajado del árbol, si no se hubiera vuelto bípeda para defenderse de las fieras, ninguno de nosotros estaríamos vivos.

Imaginaos un mundo donde el ser humano no hubiera matado a ningún animal para defenderse y alimentarse. Sus consecuencias hubieran sido las siguientes: el mundo estaría lleno de lobos, de leones, de panteras, de tigres, de toda clase de felinos porque nuestra especie habría desaparecido.

En los tiempos actuales hay que proteger a los animales, pero contando la verdadera historia de la noche de los tiempos, no contando fábulas y mitos que nada tienen que ver con la realidad.

—Profesor— dijo Gerardo Rendón contemplando los homínidos en los árboles. Hemos retrocedido en el tiempo más de cuarenta y dos millones de años.

—No lo creo— respondió el profesor— No estamos en el planeta Tierra.

—¿Dónde estamos profesor?

—En un fantástico desdoblamiento de la evolución.

—¿Pero dónde, profesor?— preguntó Naomi.

—En un sinfín de dimensiones desdobladas en un expansión infinita.

—¿Cómo es posible?—preguntó Galileo.

—El tiempo, la materia y el espacio se desdoblan como el ser y todo se repite incesantemente en una expansión infinitesimal.

—¿Quiere usted decir profesor que este planeta es una clonación espacial de la Tierra?

—Más que clonación, desdoblamiento.

—¿Esto no forma parte de nuestro pasado?— preguntó Raúl Villarreal.

—Todo sucede en el presente— respondió el profesor.

Vieron como los depredadores daban saltos intentando atrapar a los asustados homínidos. El profesor Ramírez y sus acompañantes tuvieron que enfrentarse a las fieras y no tuvieron más remedio que matar para no ser atacados. Las fieras se retiraron y los homínidos bajaron tanteando el terreno. Se metieron en la sabana y empezaron a caminar erguidos.

Pablo, Guadalupe y Adelita se hicieron amigos de los más pequeños y lograron atrapar a tres.

—¡Qué pequeñitos son!— dijo Adelita jugando con ellos.

—Juegan lo mismo que los niños— dijo Guadalupe riendo.

—Son unos niños— dijo el profesor— Nos lo llevamos con nosotros.

El homo sapiens sapiens al que pertenecemos los actuales hombres que poblamos la Tierra es un animal que pertenece a la clase de los mamíferos, al orden de los primates, a la familia de los homínidos, al género homo y a la especie sapiens sapiens.

Estuvieron en el planeta del desdoblamiento más de 30 millones de años. Contemplaron, observaron y vieron todos y cada uno de los procesos de la evolución.

—En 35 millones de años el homínido se ha transformado en la especie humana— señaló el profesor—. Podemos buscar los millones y millones de planetas desdoblados y encontraremos un eslabón de la cadena evolutiva en cada uno de ellos.

Llegaron al planeta del principio de la vida. La Tierra estaba desierta, despoblada, carente de vida y grandes volcanes abrían sus cráteres portentosos por doquier.

—¿Profesor en qué tiempo estamos? – preguntó el antiguo Papa Ricardo.

—Creo que mil millones de años después de la formación de la Tierra. Estamos en un proceso evolutivo de hace de aproximadamente 3.500 millones de años.

—¿En los mares tiene que haber amebas?—

—Naturalmente, presidente Acuña.

—Podemos localizarlas y meternos en su planificación unicelular— dijo Josefina.

—Así, lo haremos— respondió sin pensárselo el profesor.

La Máquina de las Dimensiones se metió en las aguas como una sonda y se redujo instantáneamente a la medida de una ameba.

—Parece un calamar— gritó Galileo.

—Es verdad, profesor—

—Nada y se mueve como los calamares— dijo Abraham Lincoln.

—No quepa la menor duda— añadió Benjamin Franklin.

—Todos los organismos pasan en un momento inicial de su existencia por ser una sola célula (cigoto)— dijo el profesor Ramírez contemplando las aguas repletas de gigantescos calamares.

Pasaron a una nueva dimensión y la ameba cambió sorprendentemente de apariencia. Ahora se parecía más bien a un gigantesco pulpo, después a una ballena y sucesivamente se fue desdoblando en un proceso evolutivo que se encontraba totalmente planificado en una sola célula.

—Profesor— preguntó Vogel Linker— ¿Si la clonación y el desdoblamiento son ciertos, la evolución es un simple espejismo?

—Puede ser, amigo Vogel. Las apariciones engañan, y en una sola forma pueden estar todas las formas introducidas sin tener que evolucionar. Una simple partícula contiene un sinfín de formas y multiversos y las partículas no evolucionan, solamente se dividen para que las demás formas y contenidos también sean.

—Buena reflexión profesor— dijo Gerardo Rendón mirando por la ventanilla de la Máquina de las Dimensiones.

—En el universo nada puede evolucionar aunque todo se transforme.

—Cierto, profesor.

—Amigo Gerardo, tengo el presentimiento de lo que tomamos por evolución es simplemente aparición de lo que ya está hecho.

—¡Asombroso!— dijo Galileo.

Entraron en una nueva dimensión y la ameba se volvió en un monstruo de las profundidades marinas.

Un gigantesco monstruo de una sola célula.

—El siguiente paso— dijo el profesor Ramírez. es introducirnos dentro de la célula.

Se perdieron en la célula y quedaron maravillados de lo que vieron, la célula contenía más de 700 millones de células reducidas a una planificación de millones de formas y contenidos.

—¿Cómo algo tan pequeño, puede tener un contenido tan grande?— se preguntó el profesor.

—Profesor dentro de la ameba se halla la ontogenia— dijo Raúl Villarreal.

—En esas células diminutas está el misterio de la vida— insinuó Ricardo I.

Nos vamos a reducir más todavía para meternos en una de sus células—dijo el profesor Ramírez.

Se redujeron y nuevamente dieron un salto en la materia, en el tiempo y en el espacio.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Capítulo XXI

 

Pasaron 4.000 millones de años. El calendario se había quedado sin hojas y se empezó nuevamente de cero. El nuevo calendario era el calendario de las dimensiones. El profesor estuvo estudiando la clonación, el desdoblamiento del tiempo, del espacio y de la materia durante 1.000 millones de años y los otros 3.000 mil millones los dedicó a viajar por el espacio.

Antonio Ramírez miró el almanaque que tenía en la pared y comprobó lo que iba buscando: Era el año 151 de las dimensiones, más exactamente el jueves 25 de abril del 151.

Finalmente se había quedado solo, Josefina, Naomi y Gerardo Rendón se hallaban viajando por las estrellas. Guadalupe, Pablo y Adelita estaban jugando en el Sol. Galileo, Juanita, Klaus, Dagmar y Benjamín estaban de vacaciones en Dinamarca, Ricardo I el Guapo se perdió como una gota de agua. Raúl Villarreal regresó con los suyos. El presidente Acuña con su familia y Vogel Linker y Carbón Encendido no salían de la sala de exposiciones.

El profesor se desdobló cien mil millones de veces de forma microscópica, se vio reflejado en todas y cada una de las dimensiones y pensó desdoblarse y multiplicarse hasta el infinito. En el año 315 de las dimensiones se desdobló a tamaño real quince veces. Y finalmente tuvo consciencia de su desdoblamiento. Pudiendo hablar normalmente con cada uno de sus dobles.

El seguía siendo el profesor Ramírez número uno, y del uno al veinte eran la misma unidad en veinte unidades diferentes. En un solo día operó a los veinte y tuvo una charla muy prometedora con ellos.

—Profesor Ramírez número dos, usted se va a encargar de estudiar las neuronas.

—Bien profesor—

—Usted número tres tomará datos de los planetas desdoblados.

—Por supuesto profesor—

—Profesor, deseo viajar en la Máquina de las Dimensiones.

—Número cuatro, intentaremos separarnos

— Estamos todos atrapados en la misma burbuja espacial y cada una de nuestras formas está formada por las demás.

El número cuatro intentó separarse y no lo consiguió. Comprobó que el movimiento era único y no individual y que cuando uno se movía, se movían todos.

—Hasta ahora— dijo el profesor— he conseguido grandes avances. He conseguido desdoblarme primeramente y después he logrado que cada uno de mis dobles tenga su propio yo.

—Profesor, queremos tener nuestra propia libertad, pensar y movernos libremente.

—Número catorce, estoy cerca de conseguirlo.

El profesor volvió a ser uno para poder estudiarse mejor.

De pronto escuchó a alguien reírse detrás de él a carcajadas: Profesor ya estamos aquí, hemos vuelto.

El profesor se volvió y su rostro se iluminó de alegría.

—¡Pablo, Guadalupe, Adelita, que agradable sorpresa!

—Profesor, hemos vuelto— dijo Guadalupe abrazándose a él

—¿Qué habéis hecho durante 4.000 mil millones de años?

—Jugando en el Sol, profesor.

—¿Habéis llegado al núcleo?

—Hemos llegado al núcleo y el Sol está aumentando de temperatura.

—Con la energía desdoblada le quedan todavía más de ocho mil millones de años.

—Otras vacaciones en el Sol y nos quedamos sin Sistema Solar— dijo Adelita soltando fuertes carcajadas.

—Tendré que mirarle el núcleo— dijo el profesor.

—Puede hacer que el núcleo no aumente de temperatura enfriándolo.

—Sí— respondió el profesor.

De pronto Adelita se desdobló: una, dos, tres, cuatro, cinco Adelitas.

—Profesor ahora somos cinco, ¡Ja, Ja, Ja, Ja!— las cinco soltaron sonoras carcajadas.

El profesor cogió a los cuatro roedores y los operó.

—Adelita el número cinco te viene muy bien.

Las cinco Adelitas se abrazaron cariñosamente a Guadalupe que gritó: ¡Felizmente la familia ha aumentado!

—Son las cinco muy simpáticas— dijo Guadalupe entusiasmada—. Gracias profesor, por el desdoblamiento y las operaciones.

Creo que el número cinco, es el número perfecto para el desdoblamiento. Cinco con un mismo ser y mismo movimiento, es mucho mejor que una multitud.

Cuando Adelita se movía, todas las Adelitas se movían, y cuando hablaba, todas hablaban y el profesor ya no sabía cuál de las cinco Adelitas se había desdoblado.

Desdobló a Guadalupe cuatro veces y Guadalupe pasó de una unidad a cinco unidades. Las cuatro unidades desdobladas fueron operadas. Después le tocó el turno a Pablo y finalmente al profesor que tuvo que hacerse sin más remedio una auto operación.

Desdobló la nave y el laboratorio cinco veces, y en cada laboratorio se vieron todos presentes en una sola unidad. El resultado del desdoblamiento era increíble, estaban ocupando cinco espacios, y en cinco tiempos diferentes de lo que parecía el mismo espacio y tiempo.

El profesor comprobó asombrado que acaba de descubrirse cinco consciencias y que su mirada podía ver por cinco veces.

Hizo un experimento. Abrió la Máquina de las Dimensiones e hizo subir a Guadalupe, a Pablo y Adelita.

—Guadalupe, decrece en un viaje infinitésimo.

Guadalupe hizo que la nave decreciera y se perdieron.

Pero los otros desdoblados que no estaban en la nave, los mismo que el profesor, Guadalupe y Adelita, estaban también en la nave y vieron todos los acontecimientos.

El profesor descubrió que podemos estar en todos los sitios al mismo tiempo y aquello lo trastornó en cierta medida donde el genio y la locura se confunden.

—Profesor— preguntaron las ratitas asustadas—. ¿Estamos en todas partes?

—Así es, querida Adelita. Lo mismo que la materia es una, el ser es uno.

Al año volvió la nave. Y cuando descendió uno, parece que todos descendieron.

—Profesor— dijo Guadalupe bajando la nave— Hemos estado en dos sitios al mismo tiempo.

Con la Máquina de las Dimensiones entraron en uno de los profesores desdoblados y se redujeron a la medida de las células. El profesor comprobó que los cincuenta billones de células que componen el cuerpo humano son la primera ameba desdoblada que se desdobló hace más de 3.000 millones de años en los mares y que toda la planificación celular es un simple desdoblamiento. Comprobó que todas las células se movían con una sola mecánica y que todas las células se mueven en una unidad múltiple.

Si el movimiento es uno— se dijo el profesor—. Todos somos uno y no existe lo diferente.

Finalmente encontró la primera ameba de la ontogenia y descubrió todo el proceso del desdoblamiento de lo que suele llamarse ontogenia.

Todas las células se alimentaban al mismo tiempo y se movían al mismo tiempo.

Dejaron la célula y se incrementaron hasta el infinito, llegaron al primer átomo y cuando estuvieron dentro de él, descubrieron que el átomo no es divisible, que no se divide, que se desdobla dividiéndose por la mitad. Sería pues, una división desdoblada con la mitad de la carga eléctrica y la mitad del movimiento.

Todos los movimientos de la galaxia, de los Sistemas Planetarios, todos los movimientos de los multiversos forman parte de un solo movimiento que planifica la estructura universal.

El movimiento del núcleo es el que origina el movimiento del electrón, del neutrón y del protón. Lo mismo que el movimiento del Sol genera el de los planetas.

El movimiento no es fruto del azar, es más bien una transmisión matemática que de mayor a menor planifica la superestructura universal.

—Si me muevo, todos mis dobles se mueven— dijo el profesor—. El desdoblamiento es constante formando la forma de la materia y la energía.

—Profesor ¿Qué pasaría si el primer movimiento dejara de moverse?

—Toda la materia se desintegraría en una reacción en cadena. Cuando el todo se mueve, se mueve todas sus partes. El todo está en reposo fuera del desdoblamiento y en movimiento cuando se desdobla en una masa más pequeña guardando toda su estructura.

Volvieron al laboratorio y el profesor no dejaba de imaginar y de preguntarse:

Si uno de mis dobles está al otro extremo del universo y me muevo también se mueve. El movimiento tiene pues, un principio en el tiempo y en el espacio y se transmite instantáneamente en la materia desdoblada. Si yo desdoblo una materia, la puedo mover a billones de años luz como si estuvieran en mí presente.

Toda la materia universal sigue dependiendo del primer movimiento y de su energía, nada se pierde en el tiempo y el espacio. Las medidas de la masa y de la energía se van reduciendo y se van haciendo cada vez más pequeñas.

La intensidad del movimiento se va reduciendo, pero también aumentando.

Según la masa hay un reparto relativo del movimiento. Ocurre lo mismo que con la velocidad de la luz.

—Profesor— dijo Guadalupe—, hemos descubierto muchas cosas y hasta la ratita Adelita está encantada que ahora seamos cinco.

Guadalupe se agachó y cogió a Adelita que estaba jugando en el suelo y el profesor observó que las otras cuatro Guadalupes cogieron cada una de las cuatro Adelitas que estaban en el suelo al mismo tiempo.

¿Pero si las cuatro restantes Guadalupes estuvieran a millones de años luz y no estuvieran aquí, las cuatro Adelitas las cogerían también?

Puso a las cuatro Guadalupes en la Avenida Eduardo Sánchez Fernández sin ninguna Adelita y le ordenó a Guadalupe que cogiera a Adelita en el laboratorio. El profesor se quedó en la Avenida junto a las cuatro Guadalupes sin Adelita. De pronto las cuatro Guadalupes se agacharon y cogieron a las cuatro Adelitas que se desdoblaron en el tiempo y en el espacio.

El profesor no sabía todavía el verdadero alcance de su descubrimiento, pero estaba asombrado.

Si la materia está desdoblada en todas las dimensiones, eso explica que el movimiento primero sea múltiple y dimensional. Un golpe contundente en el principio sería el caos dimensional.

Ninguna de las Guadalupes podían coger dos ratas porque cada Guadalupe tenía que coger forzosamente esa rata. Volvieron al laboratorio y el profesor le dijo a Guadalupe que cogiera a las cinco Adelitas. Cuando Guadalupe cogió a las cinco Adelitas, las otras cuatro Guadalupes también las cogieron. Pero cómo era posible si había solamente cinco. Eran cinco desdobladas por cuatro más cinco.

—Por lógica hay solamente una Adelita pero por desdoblamiento veinticinco.

Meses después del experimento, el profesor puso uno de sus dobles en la nación Sioux para controlarlos. No se fiaba de los cuatro jefes Sioux porque siempre estaban pensando en la guerra y desenterrando el hacha.

—Toro sentado, mi espíritu se quedará eternamente con vosotros. Será vuestro amigo y consejero.

—Profesor Ramírez— dijo Toro Sentado—, nuestro pueblo es tu pueblo, y nos alegramos que te quedes con nosotros.

—Profesor las demás tribus se han establecido cerca de nuestro territorio.

—¿Qué tribus?— preguntó el profesor.

— En la Gran Cuenca Shoshones, en el sudoeste Navajos y Apaches.

—¡Tenéis que vivir en paz!

—¡Viviremos!— dijo Nube Roja.

El profesor dejó a su desdoblamiento y regresó al laboratorio.

A medianoche aparecieron Toro Sentado y Nube Roja, y estaban hablando con ellos. Lo que estaba sucediendo en el laboratorio sucedía a varios miles de kilómetros de distancia.

Al día siguiente volvieron Gerardo Rendón, Josefina y Naomi y se extrañaron de ver tantas Guadalupes, tantas Adelitas, tantos Pablos y tantos profesores al mismo tiempo.

—¿Qué ha sucedido?— preguntó Gerardo Rendón extrañado.

—No os asombréis, es sólo un experimento.

—¿Cómo ha ido el viaje?

—Muy bien profesor— respondió Gerardo.

En el poblado indio se repitió la misma escena y los Sioux se asustaron y el desdoblamiento del profesor los tuvo que tranquilizar.

Pasaron y pasaron tantos milenios que el tiempo como una flecha nuevamente se disparó. El calendario de las dimensiones también se estaba quedando pequeño, porque la hoja del calendario marcaba jueves 3 de abril de 20.528.

Finalmente todos los Viajeros del Espacio se reunieron nuevamente en el laboratorio y fueron multiplicados como los panes y los peces por cinco.

Decidieron emprender un largo viaje en el desdoblamiento y el profesor se hizo de más naves, exactamente de cinco. Esas cinco Máquinas del Tiempo tenían los mismos viajeros.

—Regresaremos al laboratorio dentro de un millón de años— dijo el profesor.

En cada nave iban: El profesor Ramírez, el doctor Rendón, la doctora Naomi, Josefina, Guadalupe, Adelita, Pablo, Galileo, Raúl Villarreal, el presidente Acuña, Abraham Lincoln, Benjamin Franklin, Vogel Linker, Klaus, Dagmar, Benjamín, Juanita y los cuatro jefes Sioux sin el hacha de guerra.

Cinco naves desdobladas se empequeñecieron y se perdieron en el espacio de todas las dimensiones.

El viaje era largo, sin prisa, el tiempo aunque existiera, no existía para ellos y la eternidad se ponía de manifiesto en cada una de sus miradas.

—¿Cuánto tiempo llevamos viajando, profesor?— preguntó Raúl Villarreal.

—¡Cinco mil años!

—¿Y en cinco mil años por cuántas dimensiones hemos pasado?

— Por millones— respondió el profesor.

—Me gusta viajar— dijo riendo a carcajadas Adelita— .Verdad que sí, Guadalupe.

—Adelita, no sé cómo nos la apañamos que siempre estamos viajando— (Rieron).

De pronto localizaron un sistema solar y después una galaxia. Tomaron la medida de un planeta y viajaron dimensionalmente por la galaxia.

—Puede que haya vida en este multiverso— dijo el profesor acercándose a un gigantesco planeta.

—Es un planeta azul como la Tierra—. Señaló el presidente Acuña.

Descendieron hasta la superficie. Al frente se tropezaron con una gigantesca montaña cubierta de nieve y por detrás las aguas del mar parecían jugar con una ligera brisa.

—Profesor hay vegetación.

—Y se escucha el canto de los pájaros.

—Parece un planeta habitado— dijo Josefina.

—Eso parece— respondió Raúl Villarreal.

Anduvieron durante varios kilómetros y después regresaron a la nave.

—Volveremos— dijo el profesor, este planeta lo poblaremos con nuestro desdoblamiento. Se desdoblaron varias veces y dejaron a lo desdoblado en el planeta para que se multiplicara.

—¿Profesor y si lo que hacen ellos lo tenemos que hacer forzosamente nosotros?— preguntó un tanto inquieto Gerardo.

—Marcando el 01 en la memoria, el acto de desdoblamiento ya no tiene lugar.

Marcaron el 01 en la memoria y quedaron libres de lo que hicieran los demás dobles.

—Profesor el planeta se poblará en unos cuanto miles de años.

—Así es Naomi, seremos nosotros en otro tiempo y en otro espacio.

—¿Volvemos profesor?— preguntó Vogel Linker.

—Dentro de millón y medio de años.

—Tan tarde profesor— dijo Naomi.

—No podemos volver antes. Nos quedan muchas cosas por hacer.

—Profesor, otro planeta— señaló Adelita.

—Nos acercamos a él— dijo el profesor.

El tiempo fue pasando y los viajeros del espacio se fueron desdoblando como semilla llevada por el viento por todos los planetas habitables.

Al millón de años volvieron al laboratorio. Las luces de la nave estaban encendidas y no había ninguna necesidad de apagarlas.

Las otras cuatro naves no volvieron y nunca más volverán. Lo que pasó con ellas es un misterio que ni el mismísimo profesor Ramírez sería capaz de resolver.

—Profesor las naves no han vuelto.

—No sé lo que habrá sucedido— respondió preocupado el profesor.

—Puede que estén al llegar— dijo Gerardo.

—Estaban programados para un viaje de un millón de años— dijo el profesor.

—Se habrán perdido en el espacio— insinuó Abraham Lincoln.

—No pueden perderse, somos nosotros, en ellos y ellos en nosotros— dijo el profesor.

—Tal vez estén al llegar— dijo Toro Sentado.

—O no lleguen— respondió Caballo Loco.

—Creo –dijo el profesor— Que por alguna causa que desconozco, el desdoblamiento ha terminado y que las cinco naves y sus tripulantes se han convertido en una.

—Profesor, creo que usted tiene razón— dijo Gerardo.

—Eso es lo que habrá sucedido— dijo Josefina.

—No puede ser de otra manera— respondió Benjamin Franklin— ¿Profesor tiene usted alguna manera de comprobarlo?

—Naturalmente que sí.

El profesor se desdobló unas cuantas veces y comprobó que todos los desdoblamientos menos los que habían dejado en los planetas, seguían ahí.

—Sorprendente y maravillosa la comprobación profesor.

—No hemos perdido ninguna nave porque eran naves y tripulación desdoblada— dijo Adelita soltando unas cuantas carcajadas.

—Viajeros del espacio— dijo el profesor— todos a bordo, volvemos a viajar.

—¿Dónde profesor?— preguntó Josefina.

—¡Dónde sea!— el profesor y Josefina se besaron.

En su pequeño apartamento Juan Martínez Asensio se hallaba escribiendo una novela de realismo fantástico que había titulado como la Máquina de las Dimensiones. Se trataba de una asombrosa historia de hiperciencia ficción donde los dos protagonistas principales de la narración eran indudablemente el profesor Ramírez y el doctor Rendón, sin olvidarnos naturalmente del resto.

Esta fantástica historia comienza en un laboratorio donde un roedor ha sido operado para implantarle la Máquina de la Vida, una especie de central nuclear microscópica capaz de alimentar a los 35 billones de células de la ratita Adelita. El experimento resulta ser todo un éxito y la rata vive sin alimentarse. Acto seguido dejan sin órganos al roedor que desde la operación rejuveneció adquiriendo unas fuerzas sobrenaturales y asombrosas. El doctor Rendón y el profesor Ramírez se operaron y se implantaron tan maravillosa máquina y lograron una vitalidad y unas fuerzas nunca jamás conseguidas anteriormente por ningún ser viviente.

—Profesor— dijo Adelita — alguien en el pasado o en un universo presente y desdoblado está escribiendo nuestra historia.

—¿Cómo es posible?— preguntó extrañado el profesor Ramírez.

—Mi imaginación me indica que no existimos fuera de lo que existe, que es nuestro creador, y que somos fruto de una fantasía.

—Adelita —dijo Guadalupe protestando— no somos una fantasía somos una hiperrealidad.

—¿Dónde está ese escritor desconocido?— preguntó Gerardo Rendón.

—En Almería— respondió Adelita— en la Calle de todos los cuentos Nº 46 1ºizquierda.

—¿Cómo lo sabes?— preguntó Galileo asombrado.

—Lo he sabido por un agujero de gusano— respondió Adelita riendo a carcajadas.

—¿Puedes leer la novela Adelita?— preguntó el profesor.

— La estoy leyendo…

—¿Y cómo es?

—Fantástica.

—¿Es el fiel reflejo de lo que estamos haciendo?

— Es una copia exacta de lo sucedido y de lo que va a suceder.

—En qué dimensión espacial se encuentra.

—En el espacio 512.428.

El profesor entró en el espacio 512.428 y la Máquina de las Dimensiones se fue acercando al objetivo.

El domingo 6 de Agosto del año 2017, a las 21 horas, Juan Martínez Asensio se encontraba escribiendo en una libreta Clippers Colors de 180 páginas cuando de repente algo increíblemente fantástico apareció en medio de la página que estaba escribiendo.

El objeto esférico emitía unas luces rojas y azules muy penetrantes que lo dejaron medio ciego. Después la intensidad de los reflejos se fue suavizando y la esfera aumento aumentó de tamaño hasta alcanzar la masa de una naranja. Vio como una pequeña puerta del objeto se abrió y aparecieron unos seres diminutos del tamaño de un dedal.

La nave y los seres diminutos en unos cuantos segundos crecieron enormemente y la esfera luminosa que ya no emitía ninguna luz, llego a rozar el techo de la habitación.

Juan Martínez Asensio dejó de escribir, y un hombre alto y corpulento de unos veinticinco años le preguntó amablemente:¿Está usted escribiendo nuestra historia?

—¿Qué historia?— preguntó asombrado Juan Martínez Asensio.

—Nuestra historia… la historia de la Máquina de las Dimensiones.

—No comprendo… como sabe que estoy escribiendo esa historia que me tiene intrigado y no me deja dormir.

—Porque nosotros somos sus protagonistas— contestó el profesor Ramírez.

—¿Usted es el profesor Ramírez?

—Soy el profesor Ramírez, este es el doctor Rendón, aquí están Adelita, Pablo, Naomi, Josefina y todos los demás.

—Todos los protagonistas de la novela— dijo sorprendido Juan Martínez Asensio y esta esfera tan llamativa tiene que ser la famosa Máquina de las Dimensiones.

—Así es—dijo Adelita soltando una de sus sonoras carcajadas—. Juan Martínez Asensio esta novela es universal y debe ser leída en todos los idiomas y repartida como un regalo de sabiduría y el intelecto por todos los multiversos.

—Cierto encantadora y agradable Adelita, haremos cien millones de ejemplares de la edición nos encargamos nosotros— dijo sonriendo el profesor Ramírez.

A continuación el profesor fue presentando uno a uno a los Viajeros del Espacio al autor desconocido: Gerardo Rendón, Naomi, Josefina, Guadalupe, Adelita, Pablo, Galileo, Raúl Villarreal, el presidente Acuña, Juanita, Toro Sentado, Caballo Loco, Nube Roja, Águila Solitaria, Vogel Linker, Carbón Encendido, Klaus, Dagmar y Benjamín.

—No sé si me habré olvidado alguno Juan Martínez Asensio.

—Faltan Benjamin Franklin y Abraham Lincoln.

—Estaban con nosotros, estarán dentro de la nave— dijo el profesor de pronto aparecieron Benjamin Franklin y Abraham Lincoln y también se los presentaron al autor del Libro de la Máquina de las Dimensiones.

—Nos lo vamos a llevar con nosotros, escritores ingeniosos como usted es un privilegio para las nuevas generaciones.

—Estoy dispuesto— respondió emocionado Juan Martínez Asensio.

—Todo el mundo está a bordo— ordenó el profesor.

Subieron en la nave y la Máquina de las Dimensiones se perdió en la superficie de la mesa vacía. La novela de la Máquina de las Dimensiones le pertenecía al futuro y sería leída por millones de lectores que nacerían en la Máquina del Tiempo.

En cuanto a Juan Martínez Asensio abandonó la Tierra y se perdió como una gota de agua en la corriente de la noche de los tiempos.