# # # Cotillástico # # #

 

Tras aquella foto tan íntima en plan «espero que no nos vea nadie» de Jennifer Lamont y su ex, nos preguntamos si Jennifer estará cambiando de nuevo de acera. ¿Será una nena Bi? Como siempre, en Ryan nadie quiere confirmar si la de la foto es su jefa, pero S.R. es la única lesbiana en el pasado de J.L., que nosotras sepamos. ¿Alguien tiene fotos que demuestren lo contrario? ¡Nos encantaría verlas! Claro que tal vez solo sea por negocios.

Los rumores insisten en que nuestro cachas favorito, Hyde Butler, ha firmado para hacer una película con Ryan después de todo. ¿Sería ese café un casting para Lamont?¿Alguna de vosotras reconoce el lugar?

Mientras tanto, disponemos de nuevas y explosivas fotos de la última conquista del señor «La noche es joven». ¡Se ha topado con las aspirantes a productor peor vestidas del mundo del cine! Es bueno saber que hasta las regordetas pueden medrar con el clásico sistema de acostarse con el jefe.

 

 

 

Capítulo 6

 

 

 

—Asegúrate de ir vestida como es debido —Madeline se dirigía a Gail en un tono paciente y demorado, como si esta tuviese dos años—. Ryan Productions nunca llama a nadie solamente por presionar a un tercero, así que puede que tengas verdaderas posibilidades de conseguirlo.

Gail se tocó el ajado maquillaje. La última hora había sido surrealista, y la llamada a su agente estaba aumentando los retortijones que sentía en el estómago. Ojalá Madeline no le pareciese tan insegura de sus posibilidades.

—La directora de casting dejó bien claro que no era su intención exhibirme para forzar a otra a decidirse y firmar, y que, si todavía no había mostrado mis ases, debería hacerlo ahora si quería el papel.

Entonces sigue repasando tus frases y, si necesitas algo de ropa, puedo conseguirte un adelanto.

¡Como si Gail fuese a aceptar los consejos de Madeline sobre cómo prepararse! Le habían dado dos escenas más que memorizar para la siguiente prueba, pero no quería repetirse. Madeline no había demostrado mucha destreza en nada aparte de sus labores básicas como agente. Enfadada al oírle ofrecer un adelanto cuando la semana anterior podrían haberle venido bien incluso cien pavos, le dijo:

—La verdad es que no puedo permitirme deber nada. Mejor no.

—Pero tendrás algo que ponerte que dé imagen de seriedad, ¿no?

—Sí —contestó aunque no estaba muy segura.

Había planeado seguir apostando por su único par de vaqueros de marca junto con unas botas vaqueras, de esas tan gastadas que llegan a ser estilosas, y una sencilla camisa blanca. Regine tenía una chaqueta de ante que le quedaría demasiado ancha en el busto, pero nada más entrar allí se la quitaría. A fin de cuentas, ella era la desaliñada novia Georgette. Quienquiera que fuese la que interpretaba a la esposa consentida, que fuera ella la que vistiese de alta costura. Después de hablar con los demás aspirantes entre bastidores, mientras aguardaban, le había quedado claro que otro agente podría haberle conseguido más audiciones y haberle dado mejores consejos que Madeline, así que tampoco quería deberle más de lo que ya le debía, ni contractual ni moralmente.

—Me las arreglaré —añadió.

Acabada la conversación telefónica, se limpió cuidadosamente el minucioso maquillaje que se había aplicado siguiendo los consejos de varios programas de cambio de imagen. No ponerse máscara resistente al agua había sido un error. Menos mal que su papel no exigía llorar. Había quedado hecha un desastre cuando, al salir de allí, berreó como un bebé.

Sentada en la parada del autobús había sentido que todo aquello la sobrepasaba. Había intentado llamar a la tía Charlie para contarle que había conseguido pasar al siguiente nivel y que iba a conocer a una estrella de cine de la que incluso sus amigas de bridge habían oído hablar, pero tenía la garganta completamente cerrada. Aquellos tres años de dudas sobre si de verdad se merecía algo parecían terminar. De modo que se quedó allí sentada y lloró como una colegiala histérica a la que por fin han invitado al baile.

No la había ayudado el hecho de haber visto entre lágrimas que una de las responsables de la película salía del teatro. Desde el escenario, con las luces de la sala apagadas, no había podido distinguir con claridad a los pocos y dispersos espectadores de las audiciones. Aun así, la salida de aquella mujer por el mismo callejón lateral que Gail había utilizado, su traje a medida, su porte elegante y su abultada cartera apuntaban a que era una de las productoras. Gail había intentado esconder el rostro cuando la mujer se metió en su coche y se alejó de allí.

Al recordar ese momento, la escena se recreó en su mente en alta definición digital. Se había limpiado las lágrimas intentando fingir que estaba en un parque viendo jugar a los perros, no en un maloliente banco esperando el autobús. El coche se aproximó, aminorando, cuando el autobús se detuvo en la parada.

«No mires», se dijo. Pero sí lo hizo. Echó un rápido vistazo sintiéndose agradecida al momento al ver que la mujer tenía la vista fija en la parte trasera del autobús. Entonces la miró detenidamente y, de pronto, la inundó un olor a pollo con mayonesa, mezclado con los vapores del diésel. Pudo ver cómo se acumulaban las salsas y el aceite sobre el regazo de la mujer y, por un momento, llegó a creer que le iban a dar arcadas.

No pensaba contarle a Madeline que una de las personas que iban a decidir su futuro se había visto cubierta recientemente por un plato de comida, cortesía de la patosa Gail. Que aquella mujer la reconociese podría ser el fin de todas sus esperanzas. En lo único en lo que podía pensar ahora era en aquella caída de bruces sobre su regazo.

Quienquiera que hubiese dicho aquello de que la suerte era la diosa de las insatisfechas estaba en lo cierto. De todas las víctimas posibles, tuvo que escoger a una productora a la que después la suerte volvería a poner en su camino. Incluso era posible que aquella mujer fuese Selena Ryan en persona. Tenía sentido. Ryan Productions era una productora modesta, pero hacían películas de prestigio. Si los blogueros de Hollywood tenían razón y Hyde Butler estaba de por medio, podía ser que la propia Ryan fuese la productora.

Con los ojos por fin limpios de máscara, Gail utilizó la conexión a Internet de su teléfono para buscar una foto de Ryan. La selección no era muy nítida, pero reconoció fácilmente la foto robada de Jennifer Lamont en el restaurante. No pensaba decirle nunca a nadie que lo que se veía en primer plano era su culo, grande como un planeta. Los twitteros estaban convencidos de que la otra mujer era Ryan. De modo que sí, había arrojado comida sobre una de las mujeres con más influencia de Hollywood. Una de las pocas lesbianas con poder. Tal vez acababa de defenestrar su propia carrera antes incluso de empezar.

Fue pasando el cursor sobre los montones de cotilleos descarados acerca de ambas mujeres, quienes al parecer habían sido pareja, cosa que el radar de Gail no había detectado. Algunos tweets decían que cerca del restaurante había un motel, lo que no era cierto, y que Ryan le había metido la lengua a Lamont hasta las amígdalas, lo que tampoco era verdad.

Su estómago, que había estado lleno de mariposas durante los dos últimos días a causa de la emoción, se descompuso de puro terror. ¡Era posible que consiguiese el papel para perderlo después por culpa del pollo con mayonesa!

 

***

 

Selena aguardó hasta que Alan hubo despachado a uno de los becarios, con el recado de enviar uno de aquellos «regalos para quedar bien» al director que ella estaba cortejando con vistas a un proyecto futuro, antes de entregarle dos guiones que había estado revisando la noche anterior.

—Uno para ti y otro para Kim. Me da igual cuál escojáis cada uno.

Alan dibujó primorosamente sus iniciales con un lápiz en la parte superior de uno de ellos, y las de Kim en el segundo, antes de volver a mirarla expectante.

—¿Y...?

—Buen trabajo con el pandemónium del catering de Hong Kong.

—Kim tomó cartas en el asunto y calmó a todos los ofendidos. Lamento tener que decir que yo ya me había cansado de ser razonable.

—Siento habérmelo perdido —dijo, y era cierto. Cuando Alan se enfadaba se le torcía la corbata, y ese era el mayor desorden que había visto en él—. Me alegro de que el número de poli bueno-poli malo os dé resultado.

Alan sonrió levemente.

—Oí que Kim le decía al propietario que, si no conseguían llegar a un acuerdo, tendría que vérselas conmigo otra vez, y después de eso fue todo sonrisas y ofertas de soluciones. Hoy, por fin, ha habido dos segundos platos veganos, imagínate. Parece que ya han conseguido encontrar tofu en Hong Kong.

—¡Es un milaaa-gro! —exclamó Selena arrastrando las palabras.

A continuación, se dirigió hacia su despacho contenta de seguir vestida con unos simples vaqueros y una suave camiseta, gastada y ajustada. Después de mediodía, y durante buena parte de la tarde, tendría que dedicarse por completo al jaleo del casting con Hyde. Hasta entonces tenía una montaña de trabajo que sacar adelante, pero nadie a quien impresionar con su encarnación de Selena Ryan Productions.

Estaba tendida en el sofá de su oficina, hasta arriba de papeleo, cuando Kim llamó su atención con unos golpecitos en el marco de la puerta. Al darse cuenta de que añadía una sacudida de pulseras para reforzarlo, comprendió que seguramente llevaba allí un buen rato. Y también hizo tintinear las llaves del coche en el bolsillo de sus pantalones de lino cortados a medida, lo que le hizo parecer una mujer que tenía cosas mucho mejores que hacer que llamar y quedarse a la espera.

—Lo siento, ¿qué pasa?

—Tengo que salir corriendo para pagar las tasas de una solicitud para la universidad de Sara. Lo he ido retrasando demasiado, y o lo pago hoy o se le acaba el plazo. Me dijo que se había encargado ella, pero...

—Entonces, ¿te veo en la audición? —Selena echó un vistazo al reloj; desde luego, ya iba siendo hora de ducharse, cambiarse y abrirse paso entre el tráfico hasta las oficinas centrales de Mirah, donde habían acordado reunirse todas las partes para el casting.

Sí; debería tener tiempo de sobra para llegar hasta allí y volver después a donde Mirah. Dejaré todas las copias de los contratos en tu coche por si ella quiere revisar algún detalle contigo antes de que yo llegue.

—Muy bien. Conduce con cuidado.

Volvió a concentrarse en el papeleo durante dieciocho minutos más, y después subió a toda prisa hasta el dormitorio de la casa para prepararse.

Dado el creciente calor del inminente verano, ella habría optado por unos pantalones a medida y una chaqueta informal, pero enfrentarse a Jennifer requería una vestimenta bien escogida. Además, tenía que dejar claro ante todos que Jennifer y ella no eran pareja. Eso implicaba una ropa muy formal. Comenzó por su azul favorito porque la hacía sentir muy a gusto, pero lo descartó todo hasta llegar al completo traje de negocios, ajustado y cortado a medida, que solía llevar a las reuniones con los contables del estudio. Meditó si llevar unos zapatos de salón de Prada que acababa de añadir a su armario el día anterior. En opinión de Kim, los zapatos corregían casi cualquier metedura de pata en el vestir. Tenía razón, pensó Selena mientras se calzaba aquellos tacones de ocho centímetros. El conjunto pasó de transmitir autoridad a expresar un «voy a patearte el culo». Conociendo a Kim, seguramente los había comprado después de la visita de Jennifer pensando precisamente en ese mensaje.

 

***

 

Las oficinas de Mirah en Century City bullían de actividad. Como ella no se encargaba más que de proyectos pequeños a medianos, los despachos estaban casi atestados de grupos de aspirantes que buscaban algún casting de última hora. A Selena no le sorprendió ver a actores de algún otro proyecto alineados junto a una de las paredes. Muchos de ellos alzaban la vista, expectantes, para desviarla acto seguido con gesto de desencanto. Se preguntó si eso querría decir que Hyde ya había llegado. Si era así, desde luego verla a ella sería toda una decepción.

Cruzó la estancia e intercambió saludos con la recepcionista, quien presionó la apertura automática de la puerta para que Selena pudiese acceder a la zona de ascensores. Justo cuando apretaba el botón de llamada sonó de nuevo la apertura automática, y reconoció a Gail Welles. Dado que la actriz todavía no tenía por qué reconocerla, la saludó solamente con un vago gesto con la cabeza. Desde tan cerca, seguía sin saber con certeza si el opaco color verde de sus ojos era natural o producto de unas lentes de contacto. De pronto le vino a la mente una imagen borrosa, y no era del teatro. ¿Tal vez en alguna fiesta? Si se habían visto antes, sin duda habría gente alrededor.

Cuando estaban entre el segundo y tercer piso, faltando dos todavía para llegar, Welles le dijo de pronto:

—Seguramente no me reconocerá usted, pero prefiero afrontarlo de todas formas.

Selena le dedicó una distraída mirada de extrañeza. De modo que sí se conocían. Sin embargo, seguía sin acordarse.

—Soy la camarera que dejó caer la comida en su regazo. Si eso va a cambiar algo, he pensado que sería mejor decirlo ahora y evitarles a todos un mal trago. Si usted quiere me voy.

Selena pestañeó incrédula. ¿Era aquella la mujer a la que había definido como esmirriada? Imposible.

—¿Te has cambiado el peinado?

—Sí —asintió Welles—. Para la audición.

Era también la camarera que estaba atendiéndolas cuando se hizo aquella foto de Jennifer y ella. ¿La habría hecho ella? No, sé razonable, se regañó a sí misma. Aparecía en la foto. No podía haberla hecho. Esperaba que su rostro no reflejase el desconcierto que sentía. Con un poco de retraso, respondió:

—El que yo te conozca de otras circunstancias no influirá para nada en la decisión. Está olvidado.

—Gracias.

Las puertas se abrieron y Welles esperó a que Selena saliese primero, lo que le vino bien porque estaba intentando controlar un fuerte sonrojo. Se sintió estúpida por no haberse dado cuenta porque, Alan tenía razón, aquella mujer tenía un rostro de gran personalidad. En el restaurante no se había fijado en aquellos ojos tan inusuales, y la forma en que la Welles actriz se movía poseía una elegancia especial de la que carecía la Welles camarera. Supuso que, si hubiese conocido a aquella mujer en un despacho de producción, habría recordado otras cosas de ella, como los ojos de jade. Aquel uniforme mal cortado no hacía justicia a sus largas piernas y fuertes espaldas. La camarera tampoco había hecho sonar su detector de gays, al menos no mucho, pero la Welles actriz sí lo habría hecho, incluso si no hubiese sabido ya que era lesbiana gracias a Trevor.

Estaba ante una de esas pequeñas rarezas de la vida. En fin, si el accidente de la comida fue intencionado, había estado a punto de salirle el tiro por la culata ya que, después de todo, ella podría haber decidido vengarse por ello. Claro que a lo mejor no había sido aposta. Tal vez Welles era mejor actriz que camarera. Sin embargo, ahora tenía en su proyecto dos potenciales actrices a las que conocía previamente. Tremendo.

Al entrar en la gran sala de conferencias, borró a Welles de su mente aunque tuvo un momento de pánico al preguntarse si Jennifer la reconocería. No era probable ya que Jennifer solía fijarse tan poco en los rasgos de una camarera como la propia Selena.

Jennifer llevaba uno de sus espectaculares conjuntos de vaqueros y top ajustado. La camiseta, de cuello de barco, era de esas que amenazan con deslizarse hombro abajo. El tono rosado destacaba bajo las luces fluorescentes sin disminuir en lo más mínimo el impacto de la oscura y resplandeciente cabellera y los ojos color bronce. Era, de la cabeza hasta las rosadas uñas de los pies, una incitación andante al pecado.

Bajo la atenta mirada del agente de Jennifer, un tipo simplón al que Selena respetaba como profesional, ambas intercambiaron unos abrazos en los que Selena se aseguró de que sus cuerpos no llegasen a tocarse. Al percibir el sutil perfume de Jennifer, tuvo que reprimir un estremecimiento.

Maldita sea, aquella mujer era perfecta para el papel de la esposa.

Welles entró en la sala y Selena se descubrió observándola, todavía con curiosidad. Ella misma se presentó a Jennifer, quien reaccionó de una manera educada y cortésmente distante. Welles se lo tomó con calma y se presentó a la persona inmediatamente más cercana. Sonrió, y Selena estuvo a punto de sonreír también. Había algo fascinante en la forma en que cambiaba la expresión de su rostro al hablar. Alan tenía razón, todas sus emociones se reflejaban en su rostro.

Jennifer observaba atentamente a Welles, lo cual era típico en ella. Toda actriz que estuviese a su alrededor se convertía o bien en una aliada o bien en una amenaza. Sin embargo, no pareció reconocerla, y si Gail era lista procuraría que siguiese siendo así. No había razón alguna para que Jennifer, o cualquier otro, supiese que Selena y ella ya se conocían. Nadie se merecía el tipo de insinuaciones tan comunes en la blogosfera... excepto quizás aquella tal Weston.

Muy a su pesar, hubo de admitir ante sí misma que existía química en el contraste entre los afilados ángulos de Gail y las curvas de Jennifer. Iba a ser una lectura muy interesante.

Comenzó las rondas de saludos a los directores y ayudantes reunidos allí. Estaba charlando con el diseñador de vestuario cuando llegaron Hyde y BeBe. El frenesí de besitos al aire, «cariños» y «queridas» requirió bastante tiempo, pero, en el momento en que llegaron James Sherman y su agente, Mirah instó a todos a que se pusiesen a trabajar.

—Gracias, pongámonos en marcha. Espero que todo el mundo haya podido presentarse entre sí. Por si alguien no lo sabe, yo soy Mirah Zendoza, la directora de casting. Nuestra guionista, Delilah Connor, no ha podido estar aquí, pero tenemos a Michael Story, el director artístico, y a Lee Lewis, diseñador de vestuario —Mirah fue señalando a los responsables de los distintos equipos dejando para el final al director Eddie Lynch—. Eddie es sencillamente uno de los mejores directores de cine independiente que hay en la actualidad. Vamos a leer tres escenas completas de modo que, si los actores toman asiento, podemos intentar comenzar.

Los cuatro actores se sentaron en el extremo más alejado de la mesa de reuniones con los guiones delante de ellos y agua al alcance de la mano. Si no hubiese sido un entorno habitual en la profesión que habían elegido, Selena les hubiese compadecido por la formalidad del mismo: nada de atrezo con el que interactuar, tan solo un despliegue de productores, directores y ayudantes al otro lado observándolos mientras en sus cabezas imaginaban la cartelería, la iluminación, el vestuario y el diseño de los platos de rodaje. Probablemente, lo más desconcertante era la mirada fija, sin pestañear, de Eddie Lynch. Él prefería un enfoque orgánico, y no diría una palabra hasta después de haber visto el producto de la mezcla que Mirah había creado en aquel grupo de personas dejándolos actuar a su aire en aquellas escenas en concreto.

Para cuando se hizo un pequeño silencio, después de la primera frase, el corazón de Selena latía con fuerza. En parte era simplemente por estar cerca de Jennifer, no le importaba admitirlo. La ira que todavía sentía y el recuerdo de la pasión que habían compartido, demasiado vivido, eran solo parte de las razones. Lamont y Butler eran una combinación explosiva. Ambos eran físicamente fascinantes, tanto que a Selena le preocupó que atrajesen demasiado la atención por encima de la propia película. Eso dejaba a los pobres Sherman y Welles con la poco envidiable tarea de intentar atraer la atención precisa a sus propios papeles sin tener que gritar «¡miradme!» mientras lo hacían.

Por la mirada de Jennifer, estaba clarísimo —al menos para Selena— que sabía perfectamente que este papel la ascendería de la lista B a la lista A. Estaba a punto de conseguirlo de todos modos, y una sólida interpretación dramática frente a una genuina estrella de primera clase cimentaría su estatus. Butler parecía adecuadamente deslumbrado por ella, pero había sido igualmente encantador con los demás actores. Sherman parecía estar reprimiendo las ganas de echar la primera papilla, y Welles no le iba muy a la zaga.

Mirah era muy buena en su trabajo. Hizo que Welles y Sherman comenzasen por una escena que tenían juntos, y las voces de los actores recuperaron la calma. Cuando Hyde se unió a ellos, al final de la escena, lo hizo con un estilo cansado y displicente que no desmerecía del obvio descontentó de Sherman ni de la extravagante adoración, mezclada con desespero, de Welles.

Después de la siguiente escena, el corazón de Selena se calmó un poco y, de pronto, notó que el rubor de una profunda complacencia amenazaba con inundarla. Hyde estaba algo encorvado, parco de gestos, y según avanzaba la trama parecía cada vez más un hombre que debería haber tenido todo lo que deseaba en la vida, pero que acababa viéndose frustrado una y otra vez. Era una gran interpretación, con la sutileza que Selena siempre había sospechado que Butler podría darle a un personaje.

Tenía que reconocérselo también a Jennifer. Había atenuado su poderío de estrella dejando solamente que destellase cuando así lo pedía el guion. Cuando lo mostraba de nuevo se volvía deslumbrante, y Hyde dejaba ver su desconcierto. Selena esperaba que la expresión del rostro del actor no fuese la misma que reflejaba el suyo propio cuando comenzó a enamorarse de Jennifer. En ese momento, Welles aportó el grado justo de envidia y celos dejando a Sherman en un segundo plano, tan conspirador que hacía pensar que existía un as Sajo la manga de cuya existencia nadie sospechaba.

Funcionaba, todo encajaba. O al menos lo suficiente para que, añadiéndole ensayos, dirección, vestuario, luces, ambientación, efectos de sonido, música y montaje, todo marchase a la perfección. Pensó en las varias notas que quería dejarle al director y se sintió agradecida cuando la puerta se abrió y Kim se coló dentro, muy desenvuelta, aunque Selena sabía que debía de estar furiosa por llegar tarde. Iba a tener que dejarse el pellejo en aquella película, y merecía estar presente en su nacimiento.

Mirah la hizo volver a la realidad al decir:

—Hagamos una última escena. Página cuarenta y dos.

Hyde sonrió.

¿Por fin voy a poder besar a alguien?

—Compórtate —le riñó Mirah.

Welles, que hasta entonces no había dicho nada que no estuviese en el guion, intervino en voz baja:

—Me gustaría ensayar eso.

—Aduladora —le dijo Hyde mirándola de reojo.

—No, solo soy una bollera que no está acostumbrada a las pieles rasposas.

Tras unos segundos de silencio, Hyde se echó a reír, y a Selena le pareció que su regocijo era sincero.

—¿Es aquí donde tengo que pavonearme y decir que yo te haré cambiar?

Welles pestañeó con un gesto tímido y sarcástico a la vez mientras replicaba.

—Si alguien pudiese conseguirlo serías tú, desde luego.

Jennifer, que había presenciado el intercambio de palabras sin inmutarse, se removió en su asiento.

—Supongo que querrás besar a tu esposa, querido.

—Desde luego, hermosa Jennifer, desde luego.

—Estupendo, a mí nadie quiere besarme —protestó Sherman haciendo pucheros.

—Basta ya de diversión —intervino Mirah con firmeza—. Página cuarenta y dos, por favor.

Kim garabateó en un papel «¡Qué maravilla!», y Selena convino asintiendo con un gesto. Mantenía el rostro lo más impertérrito posible, muy consciente de que Jennifer intentaba continuamente cruzar la mirada con ella. El hecho de que a la actriz le diese igual que todos pensaran que conseguía sus papeles acostándose con sus jefes no implicaba que Selena quisiera que la creyesen tan fácilmente manipulable. ¿Cómo podía nadie fiarse de que una era justa si creían que la persona con la que se había acostado vencía siempre? Hyde Butler se había unido a aquel proyecto gracias a la buena reputación de Selena. Ella había visto cómo otras gentes muy poco recomendables se ganaban cómodamente la vida cuando ella había tenido que luchar a diario por pagar sus facturas y sacar adelante una película. Ahora, por fin, su rechazo a hacer las cosas como ellos estaba empezando a proporcionarle grandes dividendos. No pensaba permitir que ninguno de los que estaban en aquella sala creyese que había cambiado algo en ella solo porque Jennifer estuviese mirándola casi con lascivia, maldita sea.

Una vez más, había dejado de disfrutar con lo que estaba sucediendo ante sus ojos, la magia de unos actores que hallaban las sinergias adecuadas, el equipo que buscaba la forma de hacer que aquello funcionase en pantalla, y todo porque la parte comercial del asunto era fea, y la gente como Jennifer Lamont chapoteaba en el fango y salía de él bailando, limpia como los chorros del oro.

En lugar de intentar hacer caso omiso a Jennifer se concentró en Gail Welles. Al menos hasta donde ella sabía, Welles no era ninguna aspirante marrullera. Tal vez aquel plato solo se le había resbalado de las manos. Una cosa era cierta: la chica sabía actuar. A cada frase, el personaje de Georgette se iba perfilando y definiendo. Sus matices vocales eran cada vez más sutiles. Tal vez, además de tener una película de Hyde Butler que ofrecer al público, Selena disponía también de una recién llegada que valía la pena disfrutar, y eso era bueno. Descubrió que estaba sonriendo, y tuvo que invocar de nuevo su gesto impasible.

La última escena funcionó tan bien como las anteriores, provocando una sincera carcajada de los agentes y ayudantes. Incluso Eddie Lynch sonrió.

Cuando hubieron acabado, BeBe proclamó, entusiasmada «¡Oh, Hyde, eres toda una estrella!» al tiempo que cogía del brazo a Mirah sugiriendo sin duda que, antes de tomar ninguna decisión, Hyde —o sea, BeBe— debía ser consultado.

Sus sospechas se confirmaron cuando Mirah dijo haciéndose oír:

—Selena, Eddie y yo tomaremos unas cuantas decisiones en cuanto podamos reunirnos en privado.

A continuación señaló con la cabeza hacia la puerta, y los demás directores y sus ayudantes se dieron por aludidos.

Mientras comenzaban a salir, Hyde dijo:

—Por lo que a mí respecta, estoy feliz con el modo en que se está perfilando todo.

BeBe dejó escapar un suspiro de irritación, pero comenzó a dar rienda suelta a toda una serie de besos al aire. Welles, sin agente alguno que diese garantías ni hiciese propuestas en su nombre, se limitó a estrechar las manos de sus compañeros actores al salir, después la de Mirah y por último la de Selena.

—Gracias por esta oportunidad.

—Tu interpretación ha sido excelente —le confesó Selena apreciando la calidez y firmeza de su saludo y el hecho de que la mirase directamente a los ojos, al contrario del estilo huidizo de Jennifer.

¿Cómo podía no haberse fijado en los nada corrientes ojos de la camarera? Eran tan expresivos como su voz, en ese momento teñida de exaltación y ansiedad. Tal vez ese tono no fuera real aunque a tan corta distancia no conseguía ver ni rastro de lentillas de color.

—No tardarás en saber qué es lo que decidimos —añadió.

Cuando Selena, Eddie, Kim y Mirah se quedaron solos por fin, Mirah dijo:

Entonces, Eddie, ¿qué te parece? ¿Podrás trabajar con este grupo?

Eddie no se había movido de su asiento; después de tantos años de colaboración mutua, Selena había aprendido a no permitir que su quietud la preocupase. Se movería cuando tuviese un motivo para ello.

—Son un frasco de nitroglicerina. Si lo sacudes de mala manera, explotará.

—¿Estás diciéndome que no sabrás sacudirlo como es debido? —quiso saber Selena apoyándose en la mesa de conferencias.

—No he dicho eso —Eddie alzó la vista, y su expresión mutó ligeramente hacia una sonrisa—. Tan solo estoy advirtiendo sobre su potencial. Los dos secundarios son otro ejemplo del excelente trabajo al que Mirah nos tiene acostumbrados.

—Gracias —contestó esta dejándose caer sobre una silla—. Sherman tiene referencias muy respetables como actor, pero no puedo adjudicarme el mérito por Welles. Nos la habían recomendado, y en mi opinión ha sido un regalo de los dioses. Creo que también hemos acabado de seleccionar a los principales. Lamont nos va a ser costosa, pero firmará por una cifra razonable. Su agente no protestará: ambos saben que lo que ella reciba será mucho más que simple dinero.

Kim se pasó el lápiz táctil por las cuentas que adornaban sus trenzas, costumbre que tenía cuando estaba nerviosa. Mientras tecleaba velozmente en la Blackberry lucía una amplia sonrisa.

—Me ha puesto la carne de gallina aunque no figuraba en mi lista de favoritos. Pero se ha ganado el papel. Está prácticamente escrito para ella.

—¿Podrás trabajar con ella? —preguntó Selena, quien sabía perfectamente lo que opinaba Kim sobre Jennifer.

Si tú puedes, yo también —contestó Kim; por un momento, todo el estilo y el aplomo que aquella mujer se había forjado durante los años que llevaba trabajando con Selena para tratar con las gentes de la industria del cine desapareció, y no fue más que una amiga hablando de mujer a mujer—. Pero con que solo me digas una palabra, su nombre no volverá a salir de mis labios.

A Selena le encantaba ser testigo de la puesta en marcha de una producción, pero esta vez se le aguaría la fiesta al tener que armarse de valor para ver a menudo a Jennifer. Tal vez sería más sencillo si la actriz dedicase a otra persona su representación de una tímida y ardiente gatita, ahora que ya había conseguido lo que quería. Debía tener presente, además, que ella poseía una perspectiva muy particular sobre Jennifer Lamont, pero su creciente número de admiradores la veía de la forma en que su agente y publicista querían que la viesen.

Sonrió con desenfado a Kim para darle las gracias, tal vez no muy convincentemente. A continuación miró a los demás y dijo.

—Llegados a este punto, pues, lo único que tenemos que hacer es quedarnos aquí el rato suficiente para que parezca que hemos tenido que discutirlo en serio.

—Puedo encargar que nos traigan la cena —se ofreció Mirah.

—Me gustaría repasar el plan de rodaje —dijo Eddie—, y acabar de planear las contrataciones que habrá que hacer en España.

Mientras discutían los siguientes pasos y devoraban unos cuantos sándwiches y refrescos, Selena se dio cuenta de que estaba rodeada de personas que amaban el cine tanto como ella. Si seguía centrándose en lo bueno y dejaba de obsesionarse con la mezquindad de algunos sería mucho mejor para ella. De pronto recordó a Gail Welles y sonrió para sí misma al evocar al mismo tiempo las imágenes de la segura actriz que coqueteaba con Hyde y la de la camarera que intentaba limpiarse la mayonesa del pelo.

La resolución que había tomado se puso a prueba al tener que hacer caso omiso no a una, sino a dos llamadas de Jennifer antes de llegar a casa. No quería saber qué era lo que andaba buscando ahora la actriz.

 

***

 

Gail se estaba colocando el delantal en la cintura cuando oyó el zumbido de su móvil. Su jornada laboral todavía no había comenzado aunque el ajetreo de los viernes por la noche en el restaurante ya estaba en marcha. Llevaba pegada al teléfono las últimas veinticuatro horas esperando alguna noticia sobre el papel, de modo que lo sacó del bolsillo y comprobó quién la llamaba.

Era Madeline. Tras prepararse ante una posible mala noticia se coló en la cocina para atender la llamada.

—Acaba de llegar un paquete para ti de Ryan Productions. Te ofrecen el papel de Georgette en esa película...

—¡Venga ya!

—¿Lo voy preparando? Tienes que decidirlo antes del mediodía del lunes...

—Sí.

—Ni siquiera he leído el contrato todavía.

—Lo haría gratis —declaró sin poder creer que su voz sonase tan calmada cuando el corazón le latía con tal fuerza que apenas podía sostener el teléfono.

—¡Qué estupidez! —protestó Madeline irritada.

—Voy a compartir escenas con Hyde Butler.

«¡Voy a compartir escenas con Hyde Butler!»

Se hizo el silencio, y Gail oyó de pronto un barullo de ollas y cacharros tras ella. Se movió para apartarse de la entrada.

No sabía que fuese uno de los protagonistas.

¿Se le habría ocurrido alguna vez buscar en Google?

—Bueno, pues yo sí lo sabía. Hyde Butler y Jennifer Lamont. Hice las pruebas con ellos.

El tono de Madeline se volvió más cálido por momentos:

—En ese caso no te están pagando lo suficiente, ni mucho menos. Ryan Productions tiene reputación de ser honrada, de modo que recibirás tu parte de los beneficios de los subproductos, pero por el papel en sí no te ofrecen mucho más de lo especificado en la escala salarial del sindicato de actores.

De pronto comprendió la crucial importancia de aquel momento. Había conseguido el papel, un papel magnífico, importante y precioso, junto a dos famosas estrellas. Se lo había ganado prácticamente por su cuenta. No iba a dejarlo escapar ahora.

—No me lo estropees —le dijo, y su tono no era ni mucho menos el de una buena chica de Iowa—. Firmaré el contrato tal y como está.

—Pero Gail, sé que podría conseguirte más...

—Sin embargo, acabas de decir que son honrados, así que ¿cuánto más podrías sacar antes de que piensen que soy una pesada y escojan a otra?

—Mi tarea es conseguirte lo mejor. Leeré detenidamente el contrato y te diré si es buen negocio. Por ahora creo que la remuneración es demasiado escasa.

—Quiero leer el contrato yo misma —respondió Gail esforzándose en no subir la voz—. Y después decidiré si lo firmo.

—Debes dejar que haga mi trabajo —replicó Madeline ofendida.

Quizás fueron los tres largos años de ansiedad y frustración, o tal vez el haber comparado experiencias con los otros actores del casting. Quizás fue el estilo directo, sin rodeos, de la propia Selena Ryan y de la directora de reparto. La noche pasada, al llegar, no había caído en la cuenta de que, de todos los actores, ella era la única sin su agente al lado. Solo ahora sintió una punzada de humillación al pensar que Madeline no se había esforzado por acudir. Ryan Productions no era ninguna empresa de tres al cuarto. Si su agente hubiese hecho la más mínima investigación, se habría enterado de que Hyde Butler estaba ligado a esa película.

—Oye —le dijo con voz firme—, ya es tarde para que empieces a actuar como una agente. Me enviaste a esa audición sin estudiar antes el proyecto. Esto ya es lo último. No puedo permitirme correr riesgos. Escucharé tus consejos, pero seré yo quien tome la decisión. Si no puedes soportarlo, buscaré un nuevo representante.

Tras un breve silencio, Madeline declaró:

—No estoy habituada a que me lea la cartilla una recién llegada...

—He sido cliente tuya durante tres años.

—Si te calmas un poco, estoy segura de que podemos llegar a una solución.

—Estoy perfectamente calmada —replicó Gail, y se dio cuenta de que así era, al menos en ese momento—. Puedo pasarme por ahí el lunes a primera hora. Estoy dispuesta también a entregarles el contrato en mano. Quiero ese papel.

—Yo también quiero que lo consigas. Podemos quedar a las nueve.

—Gracias, Madeline. Allí estaré.

Se quedó en el umbral durante un rato, el estómago a punto de volvérsele del revés. En realidad daba igual lo que hiciese Madeline. Iría a su despacho y firmaría todo lo que hubiese que firmar para obtener ese papel. Mientras se repetía que debía mantener el control, buscó el teléfono de Ryan Productions devanándose los sesos para recordar el nombre de la encantadora ayudante que había llegado tarde. Una mujer negra y sumamente elegante, de mirada y sonrisa vivaces... Katie, Kelly...

—¿Podría hablar con Kim, por favor? Nos conocimos ayer, en la lectura de prueba para Barcelona.

Su apuesta fue recompensada por una enérgica voz que la saludó al otro extremo de la línea.

—Hola, soy Kim.

—Y yo Gail Welles. Siento llamar tan tarde para usted. Tan solo quería decirle que acabo de enterarme de que me ofrecen el papel, y que resolveré todos los detalles necesarios para que así sea.

El tono de su respuesta fue mucho más cálido, y a Gail le pareció notar que sonreía.

—Esa es una gran noticia. Me parece que su agente ha llamado hoy, y ya me estaba preguntando si habría algún problema.

¿Cuánto tiempo habría estado aquel contrato sobre el escritorio de Madeline antes de que esta se dignase a llamar a Gail?

—Ninguno, en absoluto. Los documentos firmados estarán en sus manos aunque tenga que ir yo misma a entregárselos.

—Si es así, estoy deseando que trabajemos juntas. Tan pronto como estemos todos a bordo programaremos los ensayos, y también los rodajes, aquí y en España.

¿España... iba a viajar a España? Menos mal que tenía al día el pasaporte. Agradeció a Kim su atención y colgó sintiéndose algo mareada.

—Cuando veas que estás dispuesta puedes unirte a nosotros, Gail —la llamó Betty.

La aludida trató de sacudirse el estupor aunque estaba a punto de desmayarse.

Angel se detuvo un momento con los brazos cubiertos de platos.

—¿Estás bien? Porque, si es así, me vendría bien algo de ayuda.

—Tengo un papel.

—Estupendo: yo tengo cinco mesas esperando.

—Tengo un papel en una película de Hyde Butler.

—Caray, eso es guay, muy guay —tras una pausa, Angel anunció—. ¡Betty, Gail va a ser una estrella!

Betty salió del mostrador con aquella mirada que decía «los clientes esperan».

—Claro, chica —replicó.

—En una película de Hyde Butler.

—¿De veras? —Betty miró a Gail con gesto escrutador, el rostro meditabundo de una madre protectora—. ¿En serio? ¿Y dices alguna frase y todo?

—Más que unas frases. Soy su novia chiflada. Jennifer Lamont es su mujer.

Gail seguía sin creérselo. Comprendió que aquella sensación de distancia era producto del shock. Como cuando sus padres murieron, aunque no tan malo. Era curioso que la sensación fuera muy semejante cuando ocurría algo tan fantástico.

—Gracias por darme unas horas libres ayer —añadió con algo de retraso.

—Sé amable conmigo en tus memorias —replicó Betty al tiempo que le indicaba con un gesto que comenzase a trabajar.

—Cuenta con ello —le prometió Gail.

Intentó adaptarse al ritmo del servicio del restaurante buscando las mesas en las que los clientes no tenían todavía agua ni menús. En el primer descanso hizo la única llamada telefónica que le importaba.

Sé que es tarde, tía Charlie, pero tengo buenas noticias.

—Estaba a punto de quitarme la dentadura —contestó esta—. En cuanto sonó el teléfono supe que sería algo importante.

—He conseguido el papel. Estaré en la película Barcelona, con Hyde Butler y Jennifer Lamont como protagonistas. Yo soy la novia de Butler. Es un gran papel... no de protagonista, pero sí importante.

—Oh, mi niña —exclamó la tía Charlie sin aliento—. Sabía que solo necesitabas una oportunidad para destacar. Ahora puedo morir feliz.

—¡Ni se te ocurra! Tienes que venir al estreno. ¿Lo prometes?

—Haré lo que pueda. De hecho, ¡haré hasta lo que no pueda!

Eso mismo pensaba hacer Gail. Después de aquello, pasó la noche y el fin de semana siguiente flotando. Ya no era Gail Welles, la camarera melancólica, sino Gail Welles la actriz. Claro que seguía sin poder ahorrar ni dos centavos, y sobrevivía gracias a la comida del restaurante y los aperitivos de las fiestas. Eso iba a cambiar muy pronto.

Podría hacer realidad todo lo que la tía Charlie había soñado para ella. Extrañamente, también necesitaba estar a la altura de la fe de Selena Ryan en que la mujer que había derramado sobre ella todo un plato de pollo con mayonesa podía sacar adelante un papel crucial en su película. Aquella mujer tenía una forma muy agradable de estrechar la mano, y cuando sonreía sinceramente, como hizo cuando acabaron las audiciones, era mucho más cálida. La verdad era que llegar a conocer a Selena Ryan, y a todos los que participaban en la película, no iba a hacérsele nada cuesta arriba.