Capítulo 2

❖ El almacén del pirata Pete Patadepalo estaba a la orilla del puerto.

—¿En qué puedo servirles, joven dama y caballero? —preguntó Patadepalo—. En esta tienda no vendemos dulces ni paletas, tampoco muñecas.

Jenny brincó a un barril y blandió su sable tan cerca de la nariz de Patadepalo que los ojos se le saltaron.

—Primero —dijo Jenny—, quiero un barco. Después, una tripulación, la más salvaje y malvada que tengas, y después quiero la rampa más larga y resistente que haya en esta vieja y polvosa tienda. Y YO —blandió su sable en sentido contrario— NO soy una joven dama.

Pete Patadepalo movió la cabeza tan rápido que se le cayó el sombrero.

—Eso lo puedo ver, gentil señorita… ejem, señor… ejem… ¿A quién tengo el honor de dirigirme?

Jennifer Jones abrió la boca pero se contuvo. Arriba en la pared, había un cuadro de una feroz aguamala haciendo remolinos entre las olas. Jenny cruzó los brazos y echó chispas por los ojos.

—Soy la capitana Jennifer Aguamala Jones —anunció—. Y cualquiera que se cruce en mi camino tiembla como gelatina antes de ser carnada de los peces. ¿ENTENDIDO?

—Oh, sí, sin duda, y es un verdadero honor servirla, capitana Aguamala.Patadepalo asentía y se deshacía en caravanas mientras se alejaba presuroso hacia la oscura trastienda.

Roger estaba reclinado sobre una gran caja que aullaba y casi brincaba.

—¿Qué es eso? —preguntó Jenny.

—Es un perro, capitana —contestó Roger—. Parece que se llama Williams. Espero que muerda.

—Mmmh. No había pensado en un perro, pero estoy segura de que debemos tener uno —dijo Jenny—. ¿Qué edad tiene?

—No lo sé —respondió Roger—. ¿Por qué?

—Todo barco pirata tiene un viejo perro de mar a bordo —dijo Jenny—. Llevémoslo con nosotros.

Perro de Mar Williams ladró con salvaje entusiasmo, saltó de la caja y corrió hacia Jenny y Roger.

Pete Patadepalo salió de la trastienda, arrastrando una rampa.

—¿Se llevan ahora la tripulación, señor y capitana? O prefieren que la entregue directamente al Espectro Espeluznante, que es el mejor barco que tengo. —Miró de reojo a Perro de Mar Williams—. Y también les dejaré ahí al animal sin costo alguno, amables señores.

Jenny dio un paso al frente.

—No esperaba menos —dijo—. Nos llevaremos a la tripulación y las provisiones ahora, y dese prisa. —Rebanó el aire con el sable y Pete Patadepalo se escabulló a la alacena de su tienda.

Cuando Jenny vio a la tripulación se preguntó cómo diablos la conduciría al barco. Roger temblaba y había palidecido. Perro de Mar Williams empezó a gimotear y trató de subirse al regazo de Jenny.

—¡CLOC! —exclamó Polly.

Eran los piratas más salvajes, los más malvados jamás vistos, y gruñían, maldecían y escupían mientras cargaban cajas y bolsas, y rodaban los barriles de comida y bebida para la travesía.

—Cuídelos bien, capitana —dijo Pete Patadepalo, frotándose las manos—. Son las provisiones de mejor calidad y la tripulación más desalmada que jamás hayan visto.

—Ejem,… muy amable —dijo Jenny.

Roger asintió.

—Excelente, sin duda —dijo Jenny.

Roger volvió a asentir.

Un pirata con cara de zorro rió burlonamente.

La capitana Jennifer Aguamala Jones recordó de pronto quién era ella. Brincó al mostrador de madera, pateó recio y blandió el sable en torno a su cabeza.

—¡Patanes horrorosos! —gritó—. ¡Fórmense y marchen hacia el Espectro Espeluznante. Y ni siquiera PIENSEN en un gruñido o en una queja contra mí, su capitana, o sabrán POR QUÉ me llaman capitana Aguamala Jones!

Los piratas se sobresaltaron y apurados formaron una fila desordenada. Después se escurrieron por la puerta y la capitana Jenny salió pavoneándose tras ellos.

—Ejem… perdón por traerlo a colación, amables señores —dijo Patadepalo cuando Roger y Perro de Mar Williams corrieron tras Jenny con la rampa—, pero, ¿no piensan pagar?

Jenny lo dejó helado de una mirada.

—Te pagaremos cuando hayamos probado la mercancía —dijo—. SI el barco y la tripulación son lo que esperamos que sean, te pagaremos. Si no, regresaremos para hacerte picadillo.


Y la puerta de la tienda se cerró de un portazo. ❖