CAPÍTULO 14
Julio de 2016
Cuatro semanas antes del rapto
—¡NICOLE!
La voz, distante y jovial, convertía el nombre en una palabra de tres sílabas. Ni-cooooo-le.
—¡Sal, sal, de dondequiera que estés!
Abrió los ojos. Se había quedado dormida. Sin tener certeza de que no estaba soñando, se puso de pie y escuchó. Tenía los jeans empapados a la altura del trasero y los muslos ateridos e insensibles por el frío. El efecto de la marihuana se había disipado por completo durante el tiempo en que había estado dormida.
—Nicole, pequeña… ¿Dónde estás? —La voz se había vuelto cantarina.
Nicole aguardó. La voz se fue acercando. Sonó un golpe fuerte en la puerta de madera.
—¿Estás allí, Nicole? ¡Es hora de salir!
La puerta se abrió con estrépito. Afuera del cobertizo había diez personas con linternas, alumbrando la noche y sus propias caras como una horda tribal del medioevo. Las dos personas que entraron primero en el cobertizo y la abrazaron como osos eran chicas a las que Nicole nunca había visto antes.
—¡Te queremos, te queremos, te queremos! —dijo una de ellas.
—¡Hijos de puta! —exclamó Nicole.
—Para mearse de miedo, ¿no? —dijo la otra chica—. ¿Te hiciste pis encima? —preguntó, extendiendo la mano hacia los pantalones mojados de Nicole—. ¡Sí! —La chica se volvió hacia el grupo—. ¡Se meó encima!
El grupo gritó y aplaudió. Las chicas la hicieron salir del cobertizo y cuando estuvo afuera, el grupo la vivó. Un hombre se adelantó de las filas de la horda. Tenía la linterna debajo del mentón, lo que le daba un aspecto fantasmagórico.
—Mi pequeña Nicole. Lo lograste.
—¿Casey? —preguntó Nicole.
—¿Quién otro te salvaría?
—¡Eres un imbécil!
Esto hizo que el grupo estallara en risas, silbidos y chiflidos.
—¿Qué hacías con la foto de mi prima?
—Todo es parte de la experiencia —respondió Casey.
—¿Y quién era el tipo que me manoseó los pechos?
Más risas y aullidos.
Casey sonrió a la luz de la linterna.
—No hubiera resultado muy convincente que solo te subiéramos al coche con nosotros. —Se encogió de hombros—. Primas desaparecidas, un poco de manoseo, susurros libidinosos al oído. Todo fue parte del paquete que encargaste.
Se acercó a ella y la abrazó, susurrándole al oído.
—Estuviste genial, bombón. ¡Bienvenida al Club del Se-cuestro! Sabía que te encantaría.