CAPÍTULO 33
Agosto de 2016
Cinco días antes del rapto
—¿TIENEN UN SITIO WEB?
—No —dijo Terry McDonald—. O al menos no lo encuentro. Dice que el tipo la encontró en la sección de comentarios de un sitio que habla sobre desaparición de personas. Y la invitó a una sala de chat online privado. Las cosas avanzaron desde allí.
—Dios santo. Cuando escucho estas cosas siento deseos de encerrar a mi hija en una burbuja.
—Yo también —concordó Terry—. Megan se marcha a Duke en un par de semanas, de manera que no hay burbuja que la pueda contener por mucho tiempo.
Estaba sentado detrás del escritorio de su oficina de alguacil del condado de Montgomery, conversando con su subalterno. Diana Wells había prestado declaración el día anterior, arrastrada por sus padres.
—Antes los padres nos preocupábamos por varoncitos adolescentes hormonales en busca de sexo o por las bebidas espumantes mentoladas. Pero ahora hay tantos locos dando vueltas que es difícil mantenerse al tanto. La Internet ha traído un nuevo tipo de depredador, como este grupo de idiotas haciendo simulacros de raptos para iniciarlos en su club. —Levantó una hoja de papel—. ¿Qué opciones tenemos aquí, Mort?
—No demasiadas. ¿Usted dijo que ella llegó a elegir determinadas preferencias para el rapto?
—Así lo describió. Dijo que podía elegir que la raptaran en la calle o la metieran en el maletero de un coche. Podía ser suave o violento. También podía elegir la duración. El mínimo era tres horas. El máximo, una noche.
—Locos de mierda —dijo Mort Gleeson—. Así que tenemos una menor de edad con documento falso en un bar, alcoholizada, que por propia voluntad subió al coche del acusado antes de que comenzara el simulacro. No la lastimaron. Al final, la dejaron en el bar. Y antes de comenzar con todo esto, ella se manifestó dispuesta. Podríamos arrestarla por estúpida, pero ¿perseguir a este club? No hay mucho a qué aferrarse.
Terry McDonald se echó hacia atrás en la silla, con la mirada fija en el anotador que tenía adelante. Hubo un largo silencio.
—Le conozco esa mirada, jefe. No se meta en líos. Este es un año de elecciones.
—Voy a echar un vistazo a los enlaces y las direcciones web de estas salas de chat, nada más.
Mort Gleeson se puso de pie y golpeó los nudillos contra el escritorio.
—Manténgame al tanto. Sé que su hija tiene esa misma edad, pero no pierda la cabeza ni empiece a derribar puertas.
Terry McDonald levantó la mirada y asintió. Cuando Mort se fue, el alguacil tamborileó los dedos contra el mentón, mirando las notas. Club del Secuestro. Lo subrayó dos veces.
—Listo, chicas —anunció Rachel, mientras bajaba los escalones de la casa de la playa hasta la terraza de la piscina. Traía licuados de frutas sobre una bandeja redonda, como una camarera—. Los acabamos de hacer con mi mamá. Tienen fresa, plátano y un toque de ese polvo proteico. Se supone que ayuda a perder tres kilos en una semana.
Rachel colocó la bandeja sobre la mesa de la terraza y les alcanzó las bebidas, que tenían sorbetes largos y un trozo de piña cabalgando sobre el borde del vaso.
—Ninguna de nosotras necesita perder tres kilos —se defendió Jessica desde la tumbona donde tomaba sol.
—Se acercan los ocho kilos que dicen que todo alumno de primer año de la universidad se echa encima —replicó Rachel—. Yo pienso combatirlos antes de que me encuentren.
—Si piensas que vas a ponerte gorda y fea, lo harás —acotó Nicole—. Una profecía autocumplida.
Rachel se sentó y todas bebieron los licuados, contemplando la bahía donde las lanchas y los esquiadores trazaban líneas blancas sobre el agua. Unas ocasionales nubecillas blancas de algodón decoraban el cielo azul. El aire de la tarde traía sobre los hombros aroma a hamburguesas mezclado con rastros de césped recién cortado, cloro y loción bronceadora con coco. El sonido de la cortadora de césped llegaba desde la casa vecina y en la distancia, un furgoncito de helados hacía sonar su campanilla mientras recorría el vecindario. Era verano en Emerson Bay.
—¿Van a volver el año que viene? —preguntó Rachel.
—¿Adónde, a Emerson Bay? —quiso saber Jessica.
—Aquí, a mi casa. ¿Volveremos a pasar el verano juntas?
—¿Por qué no lo haríamos?
—No lo sé. Amigos nuevos. Tal vez una de nosotras se quede todo el verano en la universidad, tomando clases o algo.
—Yo no —anunció Jessica—. Yo vuelvo a casa. Y si tú no lo haces, me sentaré aquí con tu mamá todo el verano y te enviaré fotografías de nosotras dos. Pero algo me dice que no soy yo la que te preocupa. —Jessica dirigió la mirada a Nicole.
—¿Qué estás queriendo decir? —preguntó Nicole.
—Este verano ya estuviste ausente en acción, con la cabeza en ese tipo al que no nos dejas conocer.
—Es que no lo entenderían y no tengo ganas de andar dando explicaciones.
Jessica y Rachel habían presionado todo el verano, hasta darse por vencidas. Lo más cerca que habían estado de saber algo sobre el novio de Nicole fue una fotografía que les mostró: una selfie de Nicole y Casey. Les dio un poco de contexto un día en que les contó que el hermano de Casey había sido secuestrado cuando eran niños. Jessica y Rachel de inmediato dejaron de preguntar. Nicole había tenido una niñez extraña que incluía una prima desaparecida. El misterioso romance de verano comenzó a tener alguna lógica para ellas.
—Antes que preocuparnos tanto por el próximo verano —dijo Jessica—, concentrémonos en el fin de semana. Todas vamos a ir a la fiesta en la playa, ¿verdad?
—Hay que ir —respondió Rachel—. Marca el final del verano en Emerson Bay; es una tradición.
Se quedaron esperando que Nicole las mirara.
—¿Qué sucede? —preguntó Nicole.
—¿Vas a ir?
—Calculo que sí.
—¿Qué vas a hacer cuando Casey no vaya contigo a la universidad?
Nicole esbozó una sonrisa falsa.
—Ya veré.
Una de las lanchas se separó del resto y aminoró para entrar en la zona con prohibición de olas frente a la casa de Rachel. Las tres chicas se protegieron del sol con una mano en la frente para ver de quién se trataba.
—Es Matt —anunció Jessica—. Otro tema del cual tenemos que hablar: ¿sabe Casey que te ves con él?
—Ay, por favor. Matt está demasiado metido con la princesa como para algo que no sean besos inocentes. Pero voy a insistir. Es un tipo que vale la pena. —Nicole se incorporó en la tumbona y se acomodó la parte superior del bikini. Se quitó los lentes y los usó como espejo para mirarse en ellos.
—Tyler y Mike vienen con él.
—¡Epa! —dijo Nicole, haciendo mohines—, qué lindo fue el otro día cuando les tendieron una emboscada en la lancha y las arrojaron al agua. Había sido un verano tan aburrido para ustedes… Pero ahora sí que es un verano caliente ¿no?
—No seas desagradable —respondió Rachel. Se puso de pie y saludó con la mano mientras Tyler y Mike saltaban al muelle y subían las escaleras hacia la piscina.
—Hola, chicas —saludó Tyler.
—¿Qué cuentan? —dijo Rachel.
Llevaban shorts de baño y sus torsos desnudos mostraban un brillo bronceado que sugería que habían pasado el día en el agua.
—Queríamos asegurarnos de que iban a ir el sábado a la fiesta en la playa.
—¿Por qué, necesitamos invitación especial de ustedes? —dijo Nicole.
—Sí, vamos a ir —respondio Jessica—. Nicole está de mal humor.
—¿Qué le pasa a Matt, de pronto es demasiado tímido como para hablarnos? —preguntó Nicole.
—No lo sé —replicó Tyler—. Está raro.
Nicole se puso de pie y dejó el vaso sobre la mesa.
—Voy a ver qué problema tiene.
Bajó las escaleras con andar seductor, sabiendo que todos la estaban mirando. Corrió por el muelle y saltó dentro de la lancha.
—¿Qué pasa, no puedes subir a saludarme? —preguntó a Matt, que estaba ordenando los esquís y los trajes de neopreno en un compartimento bajo el suelo de la cubierta.
—Hola —respondió, sin mirarla—. Solo me detuve un momento porque mis amigos tienen algo con tus amigas.
Nicole se sentó en el asiento del capitán y le dio un leve puntapié juguetón en el muslo cuando él se puso de rodillas para mover un esquí atascado.
—¿Estuviste pensando en mi ofrecimiento?
Matt logró liberar el esquí y alinearlo con los demás; cerró la escotilla y se incorporó.
—¿Qué ofrecimiento?
Nicole ladeó la cabeza.
—El que te hice el otro día, cuando estábamos solos… —Se-ñaló el compartimento debajo de la cubierta—. Allí mismo.
Matt tomó una toalla y se secó las manos, con total desinterés en Nicole.
—¿Sabes qué, Nicole? No entiendo por qué necesitas tanta atención. Pero ofrecerle sexo a la gente es una forma estúpida de conseguirla.
Nicole tragó saliva al escuchar sus palabras, pero lo disimuló con la mejor sonrisa.
—Me imaginé que con tu novia no ibas a tener suerte, así que me ofrecí para ayudarte.
—Tratar de convencerme de que engañe a mi novia no es la mejor forma de que me fije en ti. Haz algo original, Nicole. Entonces sí que te prestarán atención.
Nicole se puso de pie.
—Dijiste que no tenías novia.
—Las cosas cambian.
—¿En serio? ¿Es Megan McDonald?
—¿Y a ti qué te importa?
—No es para nada tu tipo de chica.
—No sabes cuál es mi tipo.
—Bueno, lo sabía, porque yo era tu tipo.
—Salimos el año pasado, Nicole. El tema está superado ya.
—El otro día yo era tu tipo de chica. —Nicole se le acercó y le rodeó la cintura con los brazos—. Te lo aseguro, ella no te va a dar lo que yo puedo darte.
Matt la tomó de las muñecas y presionó con su fuerza.
—Me da miedo averiguar qué me darías, y lo mismo le pasa a la mayoría de mis amigos.
Nicole trató de disimular el dolor que le estaba causando la presión de él en las muñecas.
—Suéltame.
—Eso es lo que todos piensan de ti, ¿sabes? Que transmites enfermedades venéreas de tan promiscua que te has vuelto. Cutty-Puti, te llaman.
—Eres un imbécil.
—Y tú, una zorra. —Matt la alejó de él—. Vete de mi lancha.
Nicole sonrió. La sonrisa era más forzada y falsa que la anterior.
—¿Sabes lo que realmente va a ser gracioso? Cuando le cuente a la princesita lo que sucedió entre nosotros abajo en la cabina. Sin duda el romance universitario de ustedes en Duke florecerá cuando se entere de que no podías quitarme las manos de encima ni la lengua de la boca.
Ahora fue Matt el que esbozó una sonrisa mucho más convincente que la de Nicole mientras se le acercaba. Con un movimiento rápido que había empleado cientos de veces en los campeonatos de lucha, la tomó de la nuca y acercó el rostro de ella a unos centímetros del suyo.
—Si hablas con Megan, verás un costado de mi personalidad que no conoces en absoluto. —La volvió a alejar de sí—. Ahora bájate de la lancha de una vez.
La sonrisa falsa volvió a dibujarse en el rostro de Nicole, que usó el dorso de las manos para secarse las lágrimas.
—Qué fracasado eres —le espetó.
Subió de prisa por el muelle y pasó junto a Tyler y Mike, que la miraron con expresión incómoda mientras se dirigían a la lancha.