CAPÍTULO 43
Noviembre de 2017
A catorce meses de la huida de Megan
DESPUÉS DE DOS SEMANAS SIN que Megan le devolviera las llamadas, Livia se tomó el segundo día personal de franco y condujo hasta Emerson Bay. Dejó el coche en el estacionamiento del Edificio Federal del Condado de Montgomery y se dirigió a la oficina del alguacil. En la recepción, pidió hablar con Terry McDonald. No, no tenía una cita previa. Livia ni siquiera sabía si el alguacil estaba, pero podía esperarlo todo el día, si era necesario.
Unos minutos después la secretaria la acompañó a la oficina. Terry McDonald estaba sentado detrás del escritorio.
—Por favor, siéntese —dijo a Livia.
—Gracias por recibirme —respondió ella.
—Tenía pensado llamarla, pero no he tenido tiempo.
—A propósito, ¿cómo está Megan? Hace un par de semanas que no puedo comunicarme con ella.
—Me alegra que haya venido —dijo Terry—. Megan es otro motivo por el que deseaba hablarle. Desde que se embarcaron juntas en esta aventurita —y no es mi intención desmerecerla, no es eso lo que estoy diciendo— y Megan comenzó a procesar todo lo sucedido por su cuenta, su psiquiatra me ha dado informes inquietantes sobre su progreso. Aparentemente ha hecho una regresión. Sufre pesadillas. Ha dejado de recordar cosas durante las sesiones con él. Se ha retraído. Está deprimida. Todos los mismos síntomas que experimentó inmediatamente después de lo que le sucedió.
—¿Cuándo comenzó todo esto? —preguntó Livia—. Es decir, lamento mucho que esté pasando por esto, pero la última vez que hablamos estaba muy bien y deseosa de poder colaborar. He tenido largas conversaciones con su hija, señor, sobre lo que quiere y lo que necesita para poder darle cierre a esa terrible experiencia.
—Doctora Cutty, valoro los conocimientos forenses que aporta al caso de Megan y de su hermana, pero usted no es psiquiatra, ¿no es así?
—No, por supuesto que no.
—Entonces, le voy a pedir por favor que deje a Megan fuera de todo esto que está haciendo. Comprendo su necesidad de respuestas y la de su familia. Pero usted no conoce a mi hija. No sabe del infierno por el que pasó y de lo largo que ha sido el recorrido para que vuelva a tener alguna sensación de normalidad. La ayudaré de cualquier forma que mi cargo o mis contactos lo permitan. Pero por favor, no mezcle a mi hija. Ha mejorado tanto bajo la guía del doctor Mattingly, que no voy a permitir que se desperdicie ese esfuerzo. Hasta hace poco tiempo era una persona diferente de lo que era cuando volvió a nosotros. Su madre y yo notábamos que estaba volviendo a ser la chica que recordamos. Quiero que esa chica regrese, doctora Cutty. Pero verlas juntas y comprobar la recaída que tuvo en las últimas semanas me dice que usted le está impidiendo progresar.
Livia se quedó mirando a Terry McDonald, sin saber qué responder. Sabía cosas de su hija que el alguacil desconocía. Pero hacía días que Megan no respondía los llamados. Sí, era posible que se hubiera dado una regresión, pero Livia se preguntaba qué la había provocado tan repentinamente.
—Siento mucho si he causado problemas —se disculpó—. No fue mi intención.
—Por supuesto que no. Solo la estoy poniendo al tanto de la situación. No es bueno para Megan seguir por este camino. Como dije, la ayudaré en lo que pueda. Siempre y cuando no incluya a Megan. ¿Podemos ponernos de acuerdo en eso?
Livia asintió lentamente.
—Sí.
—Bien —replicó el alguacil McDonald, cambiando el foco de la conversación. Abrió la gaveta inferior del escritorio y extrajo una carpeta—. Hice unos llamados. Hablé con detectives de Virginia y Georgia, como así también con los detectives locales que tenían el caso de Megan y Nicole. Los puse al tanto de sus descubrimientos y sospechas. Van a dar un paso atrás y ponerse a analizar todo. No espere resultados inmediatos, porque ellos no trabajan así. Pero se mostraron interesados. Muy interesados. —Terry asintió con la cabeza—. A pesar de mis reservas en cuanto a haberla involucrado a Megan, permítame decirle que ha hecho un trabajo realmente bueno, doctora Cutty.
—Tengo más —anunció Livia. En las últimas noches, había documentado y expandido todo lo que había aprendido de Nate Theros sobre las posibles características del hombre responsable de las muertes de Nancy Dee y Paula D’Amato, además del secuestro de Megan y el traslado descuidado que terminó en su huida de la cabaña. Las teorías de Nate, organizadas por la meticulosa mente científica de Livia, llenaban tres carillas. Livia las empujó por encima del escritorio hasta dejarlas delante del alguacil.
Terry McDonald se tomó varios minutos para leer el informe.
—¿Estas conclusiones son suyas?
—No, señor. Me ayudaron.
—¿Un especialista en criminología?
Livia sacudió la cabeza.
—No exactamente, pero es alguien con un… un pasatiempo poco habitual, digamos. Prefiere mantener el anonimato.
—¿Puedo quedármelo? —preguntó Terry.
—Por supuesto.
—Se lo mostraré a nuestros detectives, para que lo comparen con lo que tienen ellos. —Terry colocó el perfil dentro de la carpeta y volvió a guardarla en la gaveta inferior.
—Bien, entonces ya está todo en marcha. Hice los llamados, veremos qué sucede ahora. Les llevará un tiempo a los detectives acomodar las tareas para justificar el hecho de dedicar horas a un caso que ya estaba frío. Mientras tanto, haré lo que pueda por mi cuenta, mientras esperamos, y la mantendré informada si hay novedades.
—¿Cómo puedo comunicarme con Megan? No me ha devuelto las llamadas.
—Con todo respeto, doctora Cutty, preferiría que dejara a Megan tranquila por el momento.
Livia asintió.
—De acuerdo. ¿Puede decirle, por favor, que pienso en ella?
—Se lo diré.
Livia se puso de pie.
—Gracias nuevamente por su ayuda. Sé que no es fácil para usted y su familia.
—Lo mismo digo, doctora Cutty. Me mantendré en contacto.