CAPÍTULO 54

Agosto de 2016
La noche del rapto

LAS LUCES DEL COCHE DE Nicole iluminaban el asiento trasero del Buick Regal. La chica se había calmado. Ya no pegaba puntapiés a la puerta ni golpeaba el hombro contra la ventanilla. Casey estaba seguro de que estaría tendida en el asiento trasero, en un sueño comatoso. Lo había visto antes.

—Vamos —dijo—. Ya es hora.

Bajó del coche de Nicole y abrió la puerta trasera del suyo. En efecto, la chica estaba inconsciente, tirada como borracha en el asiento trasero, con la bolsa sobre la cabeza y los zunchos plásticos sujetándole las manos detrás de la espalda. Tenía una pierna desparramada sobre el asiento con el tapizado roto y la otra en el suelo.

—¿Qué le pasa? —preguntó Nicole. Ambos estaban bañados por la luz del coche de ella, que también iluminaba el cuerpo inerte de Megan.

—Una siestita, nada más.

Nicole vaciló.

—¿Le diste algo?

—Estará como nueva en una hora.

Casey levantó a Megan, cuya cabeza y cuyos brazos se bamboleaban como los de un muñeco, y la cargó sobre los hombros. Encendió una linterna y echó a andar hacia una de las casas.

—¿Qué vamos a hacer con ella? —quiso saber Nicole.

Casey no respondió. Siguió caminando. Después de un instante de vacilación, Nicole lo siguió.

Lejos de las luces del coche, la noche estaba negra. Casey iluminó los números encima de la puerta de la casa: 67. Había dejado a Nancy Dee, hacía un año, en la casa vecina a esta. Y antes que eso, había traído a la chica de Georgia, Paula D’Amato, a una casa dos puertas más al sur. Nunca se había atrevido a volver para ver qué quedaba. Sabía que la chica Dee ya no estaba. Pero las otras… jamás se había atrevido a averiguar.

Entró por la puerta con la joven inconsciente sobre los hombros y Nicole detrás de él.

—¿Qué son estas casas vacías? —preguntó Nicole

Casey siguió avanzando hacia la puerta del sótano, que abrió de un puntapié antes de emprender el descenso.

—¡Casey, detente! Esto no me gusta.

Pero él ya no estaba. El pozo negro de la escalera se lo había tragado.