Prólogo

Mayo de 1813

Londres

La lluvia le había empapado el cuerpo. Las finísimas prendas, dignas de alguien como él, estaban arruinadas por el agua de la tormenta… una tormenta impetuosa aunque no tan destructiva como la que se había desatado en su corazón.

«No es cierto…», se repetía mentalmente, pero el sabor de la traición era tan fuerte e inconfundible como el del alcohol que había bebido para intentar olvidar la peor de las imágenes: la del amor de su vida con otro hombre. Esperó oír una explicación, pero ni una palabra salió de los labios de ella. Se preguntó cientos de veces por qué. Sin embargo, la razón lo convenció de que no tenía sentido esperar una respuesta. El amor no era para él.

El corazón se le destrozaría en mil pedazos, y al hombre que hasta entonces había sido lo enterraría en la oscuridad de la tristeza para convertirse en otro al que poco le interesaría su existencia.

Y allí estaba Arthur Middleton, conde de Harley, bajo la lluvia de Londres, a punto de ahogarse en el turbulento mar del alcohol, caminando sin rumbo hacia una zona en la que jamás se hubiera adentrado si le hubiese importado su propia vida.