Jack Hartman oyó la conmoción de gente corriendo y gritando antes de verla. Con ojos en la espalda, su instinto de policía tomó el control. Algo andaba mal. Comenzó a correr.
Al ver que el alboroto estaba dentro de Hazme-Un-Oso, su corazón se detuvo. Se tranquilizó al no oír disparos. Detuvo a un adolescente y le preguntó:
-¿Qué ocurrió?
-Una pelea. Pero ya terminó. No la vi. –El adolescente, con aire decepcionado, estrechó la mano de Jack y regresó con sus amigos.
Jack se abrió paso entre la multitud. Dos policías del centro comercial, Brad y Fred, rodeaban a una mujer joven, un niño... y la sobrina de Jack, Ada. Gracias a Dios. Jack dejó salir el aliento que había estado conteniendo por los últimos minutos.
La mujer tenía su brazo alrededor de los niños como protección.
-¡Tío Jack! –gritó su sobrina.
-¿Estás bien? –preguntó él, y cayó de rodillas para abrazarla.
Jack comenzó a tomar la mano de la niña pero la mujer lo detuvo.
-Lo lamento, señor. Nadie se llevará a estos niños hasta que pueda verificar que sus brazaletes de seguridad coinciden.
-Está aquí mismo. –Jack levantó su muñeca.
-Sí... -dijo ella. –Pero, ese es el problema, señor. Tengo aerosol de pimienta en los ojos y no puedo ver su brazalete. –Aspiró por la nariz y soltó las manitos de los niños sólo lo suficiente para sonarse la nariz, que moqueaba.
-Hey, Jack, -dijo Brad al verlo. -¿Qué estás haciendo aquí? Este es tu día libre. ¿Estás buscando problemas?
-¿Ésta no es la niña de tu hermana? –preguntó Fred mientras sacaba una libreta de su bolsillo para tomar notas.
-Sí, –murmuró Jack. –Ella estaba aquí haciendo un oso... Creí que estaría segura.
-Estoy segura. –Ada señaló la mesa verde volcada. –La señorita dio vuelta ese círculo y nos dijo que nos escondamos detrás. Y luego empujó al hombre que estaba peleando.
Jack echó un vistazo a la sección destruida de la tienda.
-¿Por qué no llevas a tu sobrina a casa? –dijo Brad. –Nos ocuparemos de esto.
-¿No puedo distinguir si son policías? –susurró la mujer, como para sí misma. –No puedo verlos.
El pánico se apoderó de la cara de la joven, quien aferró las manos de los niños con más fuerza.
Jack la miró. Con los ojos rojo sangre, la nariz goteando y sintiendo dolor, aun así permanecía con los niños. Su respeto por la mujer se multiplicó por diez. ¿Cómo podía enojarse? Esto es exactamente lo que él habría hecho en esta situación. Al estar medio ciega, ella no tenía idea de qué relación tenían con Adam.
Se giró y respondió a Brad.
-Ada y yo vamos a quedarnos por aquí hasta que regresen los padres del niño. Con chicos tan pequeños, nunca se es demasiado cuidadosa con su seguridad.
-¡Estos hombres malos llegaron y rompieron el castillo, y después otra mujer gritó y le tiró algo asqueroso en los ojos a ella! –Ada agitó un dedo.
Ada comenzó a correr hacia Jack, pero él levantó su mano en un gesto para que se detenga y dio un paso atrás.
-Ada. Todo está bien. Estoy aquí y parece que esta amable señorita te ayudó también. Quiero que te quedes con ella unos minutos más.
-Señorita. –tocó el brazo de la mujer. -¿Cuál es tu nombre?
Ella dio un respingo y parpadeó. Él se dio cuenta de que estaba tratando de enfocar sus ojos mientras se limpiaba la nariz.
-Kara. Mi nombre es Kara.
-Sé que tu prioridad es mantener seguros a estos niños. ¿Tienes un cuarto trasero con un lavabo?
Ella asintió.
-¿Cuál es tu nombre? –Jack preguntó al niño pequeño, luego de agacharse para mirarlo a los ojos.
-Billy.
-Ada y Billy, quiero que se sostengan del delantal de la señorita Kara... justo como lo están haciendo ahora. Están haciendo un muy buen trabajo.
Dos sonrisas se dibujaron en las pequeñas caritas al recibir el elogio. Jack sonrió a Ada y luchó para mantener su voz estable. Ada era tan pequeña... Dios, era tan pequeña e indefensa.
Jack se acercó a Kara.
-Toma mi brazo. Los niños están tomados de tu falda y no irán a ningún lado. –Los cuatro se desplazaron por la tienda destruida hasta llegar a la sala de empleados. Jack llevó a Kara hacia el lavabo y abrió la llave del agua. –Voy a guiarte hacia el lavabo.
Luego notó el pequeño refrigerador en el rincón y cruzó los dedos mentalmente mientras abria la puerta. El antídoto que necesitaba, medio litro de leche.
Jack trató de mantener una conversación liviana.
-Entonces, ¿quién es la que come sano aquí? ¿leche y ensalada?
-Es mío –admitió Kara.
-Inclínate. –guio su cabeza hacia abajo en dirección al lavabo. –Voy a derramar leche sobre tus ojos para lavar el aerosol de pimienta.
Ella siguió sus instrucciones. Jack vació la jarra sobre su cara y luego usó su mano para recoger un chorro de agua.
-Me ayudó. Gracias. –Dijo Kara luego de unos minutos.
Jack tomó una toalla limpia de la mesada y se la alcanzó para que seque su cara.
Kara parpadeó de nuevo.
-Todavía duele, pero puedo ver un poco mejor.
Miró a los niños, que seguían aferrados a su delantal.
-Ellos están bien. –dijo Jack.
Kara asintió. Jack pensó que se iba a poner a llorar, pero en cambio, levantó el mentón.
-¿Puedo ver su brazalete, señor?
-Jack, -dijo, y levantó su muñeca.
Kara contempló su brazalete un largo rato y, a continuación, el de la niña.
-Coinciden. Lamento no haberle creído antes, señor... pero...
-Jack, y está bien. Estando bajo estrés, muchos los habrían dejado ir sin más. –Miró a su alrededor. -¿Eres la única que trabaja hoy?
Kara negó con la cabeza.
-No, mi compañera, Brittany, se asustó cuando comenzó la pelea. Ella es quien me tiró aerosol de pimienta.
-¿Te roció tu compañera? Qué desastre.
Kara sonrió. Incluso con la nariz y los ojos rojos, era bonita. Su cabello era un profundo castaño rojizo y su cara tenía una forma perfecta de corazón.
-Brittany no reacciona bien bajo presión. Estoy segura de que todavía está corriendo.
-Estoy feliz de que Ada estuviera aquí contigo y no con la tonta de tu compañera.
Brad apareció a la vista.
-Señorita, si está lista, necesito tomarle declaración.
Todos se giraron al oír una voz agitada proveniente de la tienda.
-¡¿Dónde está mi bebé?! –Al salir, encontraron una mujer robusta que agitaba las manos en el aire. -¡Billy! –gritó, y corrió hacia el niño para alzarlo.
-¿Podemos ver su brazalete, señora? –preguntó Jack. –La señorita necesita ver que coincidan por motivos de seguridad.
La señora refunfuñó y extendió el brazo. Kara comprobó los brazaletes y asintió.
-¡Ya van a oír de mi abogado! ¿Qué clase de lugar es éste? –gritó la mujer y dio un paso hacia Kara.
Jack se interpuso en frente de ella.
-Es un lugar que mantuvo a su hijo fuera de peligro cuando se originó una pelea en el centro comercial. En vez de demandar a esta mujer, debería agradecerle.
-¿Y quién demonios es usted para decirme a mí lo que debería hacer? –La mujer lo fulminó con la mirada.
-Detective Hartman, señora. –Rebuscó en su bolsillo trasero, sacó su placa y la abrió. -¿Le gustaría anotar mi número de placa en un trozo de papel? La niña que está con su hijo es mi sobrina. Puedo decirle con certeza que esta mujer hizo todo lo que pudo para priorizar la seguridad de los niños.
Ella lo miró con frialdad antes de deslizar su mirada hacia Kara.
-Supooooooongo que me llevo el oso gratis.
Kara pareció aún más triste, si eso fuera posible.
-Billy no tuvo oportunidad de terminar el oso. Justo estábamos por rellenarlos cuando...
-No te molestes. Olvídalo. No volveremos aquí y le diré a mis amistades que tampoco lo hagan. –gruñó la señora, tomando a su hijo de la mano.
-Le daré un certificado gratuito... -comenzó a decir Kara, pero Jack la cortó.
-Déjala ir. No vale la pena. –susurró Jack mientras contemplaban a la mujer, que se iba con paso airado. –Algunas personas, lo juro...
Los dos oficiales llamaron a los encargados de seguridad del centro comercial e hicieron un recorrido por el lugar, pero los peleadores se habían ido hace tiempo. Kara tendría que dar sus descripciones.
Jack dio las gracias a Kara nuevamente, tomó a Ada de la mano y la llevó caminando por el centro comercial. Quería alejarse de este lugar tan rápido como fuera posible. Era domingo por la noche, y el centro comercial cerraría en unos quince minutos. Llevaría a Ada al local de hamburguesas y helado de al lado.
Ada podría olvidar lo ocurrido esa tarde y ahogar sus malos recuerdos en caramelo caliente. Él pasaría ese tiempo pensando en qué le contaría a su hermana.