Goshen
Star recién se había sentado a la mesa de la cocina para cortar las piezas de su modelo cuando su mamá entró en la habitación.
—Acabo de ver los horarios del cine —dijo su mamá, mientras le mostraba el periódico a Star—. Esa nueva comedia romántica que vimos anunciada en la televisión se está dando en el Linway Cinema 14. ¿Te gustaría ir?
Star sacudió la cabeza.
—No, estoy bien. Me voy a quedar aquí esta noche.
—¿Haciendo qué?
—Estaré ocupada cortando las piezas del modelo de mi tapiz de pared. Tengo que terminar esta primera parte antes del sábado. —Señaló el material negro y dorado que había elegido.
Las cejas de mamá se unieron cuando frunció el ceño.
—Sigo pensando que es una idea tonta que sigas perdiendo el tiempo en esa clase de confección de acolchados.
Star rechinó los dientes. “Otra vez, no. Ya tengo suficiente con tratar de impresionar a mamá con algo que hago”.
—La abuela quería que fuese, si no, no me hubiera reservado un lugar.
Su mamá miró a Star como si aún no comprendiera.
—Extraño a la abuela, tomar las clases para aprender a confeccionar acolchados me hace sentir más cerca de ella —dijo Star.
—Puedes extrañarla todo lo que quieras, pero yo soy la única madre que tienes y debes apreciarme y desear pasar algún tiempo conmigo cuando tenemos la oportunidad.
—Pasaría más tiempo contigo si nos gustaran las mismas cosas. — Lo que Star quería decir realmente era: “Sí claro, ¿como todo el tiempo que pasaste conmigo mientras crecía?”. Pero no pudo hacer que salieran de su boca esas palabras llenas de rencor.
—¿De qué cosas estás hablando? —preguntó su mamá.
Star dejó las tijeras sobre la mesa y la miró.
—Me gusta tocar la guitarra, cantar, escribir canciones, y a ti no te gusta la música en absoluto —dijo, tratando de sonar tranquila. Algo que no necesitaba esa tarde era una discusión con mamá. Ya habían tenido demasiadas.
—Eso no es verdad. Simplemente no me gusta la clase de música que cantas y tocas.
Star comenzó a subir la guardia, a pesar de su decisión de mantener las cosas en calma.
—¿Y qué tiene de malo mi música?
—Es lenta y las letras que escribes son deprimentes.
—Tal vez sea porque me siento deprimida la mayor parte del tiempo.
La mamá de Star cruzó los brazos y la miró con furia.
—No tienes más motivos que yo para estar deprimida, y yo no ando por ahí con canciones pesimistas.
Star tomó la pieza de material con tanta fuerza que los nudillos se pusieron blancos.
—No es pesimismo. Simplemente expreso lo que siento.
—¿Y cómo te sientes?
—Sola y rechazada.
—No tienes motivos para sentirte rechazada. Desde que eras un bebé, te he cuidado. Eso es más de lo que puedo decir de…
Star levantó la mano.
—No entremos en eso, mamá. He escuchado esa historia tantas veces que ya me sé cada palabra de memoria.
—Bueno, bien. Entonces debes apreciar los sacrificios que he hecho, y salir de ese lugar de víctima.
—Sí, claro, lo que digas. —Star se dio cuenta de que no tenía sentido decir nada más. Su mamá la había criado sola y pensaba que merecía el premio por la mamá del año. Cualquier cosa que dijera caería en oídos sordos.
Luego de decidir que ese sería un buen momento para cambiar de tema, Star dijo:
—Sabes, mamá, no te vendría mal hacer algo creativo, algo diferente alguna vez. Realmente conocí a personas interesantes en la clase de confección de acolchados. Pienso que también voy a disfrutar de conocerlos mejor, especialmente a Emma; de verdad parece agradable.
—¿Tú, haciendo amigos? Has apartado de tu vida a casi todos. ¿Qué cambió ahora?
—Bueno, debe de haber una razón por la que la abuela quería que aprendiera a confeccionar acolchados. Quién sabe… quizá va más allá de los acolchados; y para decirte la verdad, estoy algo ansiosa por descubrirlo.
—¿Es eso? —su mamá se puso las manos en las caderas—. Bueno, veremos cuánto te dura.
—Ay, mamá, puedes ser tan negativa. —Star retorció las puntas de su cabello sobre el hombro—. De verdad no me importa lo que pienses. Tengo el presentimiento de que las clases de Emma son exactamente lo que necesito ahora. Aprender a confeccionar acolchados podría ser algo positivo para mí.
—¡Tienes que estar bromeando! Me suena como si le tuvieras más fe a esa mujer amish que la que nunca me tuviste a mí.
“La verdad es que es difícil tener más fe en alguien que piensa más en sí misma que en su hija”, pensó Star. Con todas las pequeñas mentiras que su mamá había dicho durante años, Star no podía entender cómo esperaba que tuviese demasiada fe en ella. Por supuesto, para ser justos con su mamá, Star debía admitir que desde que se mudaron a Goshen, había parecido más estable, y no tan caprichosa. Star no la había pescado diciendo ninguna mentira piadosa, así que al menos hasta ahí era algo bueno.
Su mamá dio un golpecito con el pie y continuó:
—No conoces ni la mitad de las cosas. Tuve que renunciar a mucho para darte una vida decente y…
—Antes de que digas nada más y empieces con el griterío, escucha lo que tengo que decir —interrumpió Star.
—Bueno, seguro; adelante.
—Como te iba a decir acerca de Emma… ella escucha de verdad cuando las personas hablan, y parece una persona auténtica, también. Me recuerda a la abuela en muchos sentidos. Ella sola podría darme una razón para continuar yendo a las clases.
Al ver que tenía la atención de su mamá, Star se apresuró a agregar: —También está el tipo motociclista, que estoy segura no es más que un oso de felpa grandulón. Además hay una mujer afroamericana muy agradable que es esposa de un pastor, y un maestro de escuela hispano que tiene a la bebé más bella. Es una pena que la esposa del pobre hombre haya muerto hace seis meses. Ah, también asiste un matrimonio. Todavía no logro entenderlos, pero hicieron que la clase fuese bastante interesante. Es hasta casi gracioso verlos molestarse entre sí.
—Está bien, esas personas parecen únicas, pero sigo pensando que hablas mucho y no vas a terminar las clases. —Su mamá se encogió de hombros—. Pero sigue adelante y haz lo que quieras; como siempre.
La guardia de Star subió.
—Olvídalo, mamá. No puedes ver más allá de tus narices, pero anota mis palabras: te voy a probar que estás equivocada, porque no solo terminaré las clases, sino que voy a aprender a hacer un hermoso tapiz acolchado ¡porque eso era lo que la abuela quería que hiciera! —Star volvió a tomar las tijeras y comenzó cortar otra pieza del modelo.
—¿Entonces vas a venir a ver la película conmigo o no? —preguntó su mamá, agitando el periódico frente al rostro de Star.
—¿No me escuchaste la primera vez? Dije que no. Voy a pasar la noche trabajando en mi tarea.
La mamá se quedó mirando a Star con disgusto.
—Está bien; ¡veré si Mike quiere ver la película conmigo!
—Excelente idea —balbuceó Star mientras su mamá salía rápidamente de la habitación—. Seguramente sea mejor compañía que yo, de todos modos.
Star se enderezó, tratando de no permitir que cayeran las lágrimas que le nublaban la visión. “Vaya, por una vez me gustaría ser yo quien pronunciara un: ‘Te lo dije’”, pensó.
Shipshewana
Para cuando Emma llegó al jardín de Mary, estaba sin aliento y agitada. Dio un grito ahogado cuando vio cómo el fuego se había descontrolado. Y si comenzaba a soplar el viento, la casa podría estar en peligro. Incluso la casa de Emma.
“No llames a los problemas —se dijo Emma a sí misma mientras se apresuraba hasta donde estaban Mary y su familia viendo a los bomberos combatir las llamas—. Simplemente necesitamos confiar en Dios y orar por que suceda lo mejor”.
—¿Están todos bien? —preguntó Emma mientras tomaba a Mary del brazo.
—Sí, estamos bien —dijo Brian antes de que Mary pudiese responder—. Me temo que no estaba prestando suficiente atención y algunas chispas de nuestra fogata hicieron que el cobertizo se prendiera fuego. —Se secó el sudor de la frente y apartó un mechón de cabello color arena—. Intenté apagarlo con la manguera del jardín, pero no tardé mucho en darme cuenta de que necesitaba a los bomberos, así que envié a Stephen hasta la cabina telefónica para que llamara mientras yo continuaba echando agua.
—Luego de que las autobombas llegaron —continuó Mary—, Brian y los niños querían ayudar, pero les dijeron que se apartaran y que permitieran a los bomberos hacerse cargo de la situación. Los ángulos de sus ojos oscuros se llenaron de lágrimas. Parecía estar terriblemente conmovida.
—Mientras un grupo de hombres trabaja para apagar el fuego, otro grupo mantiene la casa y el granero húmedos para que no se prendan fuego —agregó Brian.
Emma se alegró de que la estación de bomberos no estuviera demasiado lejos de dónde vivían. Al recordar los primeros años de matrimonio, cuando Ivan y ella habían perdido el granero y varias piezas de ganado porque vivían muy lejos de cualquier ayuda, se alegró de que se hubieran mudado más cerca del pueblo varios años atrás, donde la ayuda en tiempos de crisis estaba al alcance de la mano.
—¿Dónde están los pequeños? —Emma le preguntó a Mary al notar que los niños no estaban a la vista.
—Lisa y Sharon estaban asustados, así que los envié a casa de los vecinos —respondió Mary.
—Podrías haberlos enviado a mi casa. —Emma se sintió algo herida porque Mary había elegido enviar a los niños a lo del vecino inglés en lugar de a su casa.
—Sabía que vendrías apenas escucharas las sirenas —explicó Mary.
Emma asintió. Incluso aunque los niños hubiesen estado en su casa, habría ido. Pero les habría dicho que se quedaran quietos mientras ella iba a ver cómo estaban las cosas. Nunca había sido el tipo de persona que se sienta y espera descubrir qué ocurre. Suponía que se trataba de su naturaleza curiosa, junto con la necesidad de ayudar siempre que podía.
—Mary, ¿por qué no vas con tu madre hasta su casa? —sugirió Brian, mientras se secaba más sudor de la frente—. No tiene sentido que ambas se queden aquí paradas en la brisa fresca de la tarde.
Mary sacudió la cabeza con determinación.
—No voy a ningún lado hasta que sepa que nuestra casa y nuestro granero están a salvo del fuego.