Emma acababa de terminar de lavar los platos de la cena cuando alguien tocó a la puerta trasera. Curiosa por ver quién era, secó sus manos en una toalla y salió disparada de la cocina.
Emma se sorprendió cuando abrió la puerta y descubrió a Lamar en el porche.
—Buenas noches, Emma —dijo él con la sonrisa amigable de siempre.
—Buenas noches —respondió Emma.
—Tengo algo para ti en mi carro.
—¿De qué se trata? —preguntó ella, mientras miraba con curiosidad hacia el carro.
Lamar hizo un gesto con el dedo.
—Ven a ver, acompáñame.
Emma salió hacia el porche, algo confundida, y siguió a Lamar por el jardín. Cuando llegaron al carro, él se acercó a la parte trasera y corrió la lona.
Emma contuvo el aliento al ver una pequeña mesa de madera y una imagen que creía perdida para siempre apareció frente a sus ojos, hecha con belleza y preservada para siempre.
—Mira aquí —dijo Lamar, señalando la parte superior de la mesa—. Son tus iniciales que habían sido talladas en ese árbol junto a la charca.
A Emma se le cerró la garganta mientras lidiaba con un remolino de emociones.
—¿Pero cómo? Quiero decir… —Casi se ahoga y fue incapaz de decir el resto de la frase.
—Yo sabía acerca de la existencia del árbol en el que tu difunto esposo había tallado las iniciales porque Mary me lo contó. Y cuando tú y yo nos encontramos en la charca hace unas semanas, recordé que dijiste que ibas allí a veces para pensar y orar.
Emma hizo un lento gesto de aprobación.
—Estuve allí hace algunos días y encontré que el árbol había sido arrancado de raíz por la tormenta. Supuse que alguien lo usaría como leña, pero me entristecía saber que las iniciales de Ivan y las mías iban a ser destruidas. Era uno de los dulces recuerdos que tengo de él.
—Comprendo cómo es. Cuando miro el bonito acolchado en mi cama que hizo mi esposa, me ayuda a mantener vivo su recuerdo aquí. —Lamar puso la mano sobre el pecho.
—¿Y cómo apareció esta hermosa mesa? —preguntó Emma.
—Bueno, verás, cuando pasé por la charca hace unos días para ver si se había inundado, anduve por el camino y descubrí que tu árbol especial había sido arrancado de raíz. Como me imaginé que sin dudas lo ibas a extrañar, corté la parte que tenía tus iniciales talladas e hice la tabla de la mesa con esa sección. Luego le agregué unas patas que ya tenía hechas.
—Gracias —dijo Emma, mientras contenía las lágrimas—. ¿Cuánto te debo por esta bonita mesa?
Lamar sacudió la cabeza.
—Ni un solo centavo. La hice para demostrarte cuánto me importas, y solo ver tu reacción es todo el pago que necesito.
—Bueno, realmente te lo agradezco.
—¿Te la alcanzo hasta tu casa? —preguntó él.
—Sí, por favor.
Lamar tomó la mesa del carro, y Emma lo siguió hasta la casa. Estaba comenzando a ver a Lamar con otros ojos, y algunas de las barreras detrás de las que se había estado escondiendo comenzaron a caer. Mirando hacia atrás, todo lo relacionado con Lamar comenzaba a aclararse. Todo lo que él había hecho fue mostrarle amabilidad, y ella solo se había resistido. Tal vez si él continuara en busca de una relación con ella, hasta consideraría permitirle que la cortejara.
—¿Y cómo te fue en tu clase de confección de acolchados el sábado pasado? —preguntó Lamar mientras caminaban por la hierba.
—Interesante y con un final inesperado —respondió ella.
—¿Cómo es eso?
—Entremos la mesa y te contaré todo mientras comemos una porción de pastel de ángel con crema. ¿Qué te parece?
Él le sonrió.
—Me parece excelente.
Mishawaka
—¿Necesitas ayuda? —preguntó Stuart al entrar en la cocina y encontrar a Pam frente al fregadero lavando unos comederos de colibrí. El año pasado, los niños habían estado fascinados al ver un pequeño colibrí revoloteando de un capullo de azalea a otro, así que este año Pam había comprado algunos comederos para que Sherry y Devin pudieran verlos más de cerca.
—Creo que podrías terminar de lavar estos. —Pam señaló los comederos que aún estaban sin lavar—. Mientras lo haces, llenaré los limpios con el néctar fresco que preparé hace un tiempo.
Él sonrió. Al menos esa tarde le hablaba, aunque no fuera en el tono más amigable.
—¿Cómo fue tu día con los niños? —preguntó Stuart, con la esperanza de generar más conversación.
Ella se encogió de hombros de manera evasiva.
“Genial”, se dijo Stuart. Él había tratado de hablar con Pam el día anterior, pidiéndole que le contara más acerca de su infancia, pero ella se había negado a hablar con él acerca de eso. No estaba haciendo ningún esfuerzo por mejorar su comunicación como les había pedido la consejera en la última sesión.
—¿Hicieron algo especial hoy? —preguntó Stuart, en un intento de que se abriera. Aclaró el primer comedero, lo colocó sobre una toalla que Pam había estirado sobre la encimera y esperó su respuesta.
—Terminé todo lo que había que hacer en mi tapiz acolchado mientras los niños jugaban con el rociador para refrescarse. Hizo un calor abrasador.
—Sí, lo sé.
“Bien, está hablando nuevamente. Creo que podríamos estar progresando”, se dijo Stuart.
—Afortunadamente el aire acondicionado estuvo encendido hoy en la tienda. Cuando dejó de funcionar el año pasado durante la ola de calor, recibimos muchas quejas hasta que lo hicimos reparar —continuó Stuart.
Pam abrió la puerta de la alacena y sacó un paquete de azúcar.
—Stuart, necesito preguntarte algo.
—¿De qué se trata?
—¿Planeas iniciar los trámites de divorcio?
Las cejas de él se elevaron.
—Otra vez no, Pam. ¿Por qué me preguntas eso?
—Porque oí que hablabas por teléfono con alguien la otra noche cuando estabas en el porche, y mencionaste que verías a un abogado.
Stuart se rascó el caballete de la nariz, como si tratara de recordar la conversación que había tenido con el empleado de la tienda.
—Ah, ahora me acuerdo. Blaine y yo estábamos hablando acerca de una persona que se había caído en la tienda el otro día, y cuando dijo que creía que la mujer podría intentar demandarnos, le dije que llamaría a nuestro abogado.
—¿En serio? ¿Eso era todo?
—Sí, Pam. No voy a iniciar los trámites de divorcio, y espero que tú tampoco. Los niños nos necesitan a ambos, y necesitamos seguir trabajando en nuestro matrimonio hasta que las cosas mejoren.
—Tienes razón y así será —dijo ella con expresión de alivio.
Durante los minutos siguientes, se ocuparon de los comederos en silencio. Stuart estaba a punto de hacerle más preguntas a Pam acerca de su infancia, pero ella habló primero.
—¿Qué vas a hacer con tu tapiz? Apenas lo tocaste en toda la semana, y mañana Emma nos mostrará cómo colocar los ribetes; y luego terminaremos.
—Trabajaré en eso cuando haya terminado de lavar los comederos.
—No podrás terminarlo a tiempo. Te falta demasiado.
—Entonces supongo que no lo terminaré.
“¿Por qué tiene que provocarme todo el tiempo? —se enfureció Stuart—. ¿En verdad es tan importante que termine ese estúpido tapiz? Justo cuando acabo de decir que necesitamos seguir trabajando en nuestro matrimonio, y ella vuelve a la carga contra mí”.
Stuart tomó uno de los comederos más pequeños y, con la frustración que sentía, lo sujetó con demasiada fuerza. ¡Crack! El vidrio estalló.
Stuart hizo un gesto de dolor al ver que salía sangre de la cortadura horrible que se había hecho en el dedo.
—¡Ay no! ¿Qué hice?
Cuando intentó mover el dedo y no pudo, se dio cuenta de qué había sucedido.
—Tenemos que ir rápido a la sala de emergencias, ¡creo que me corté el tendón del dedo!
Cuando Pam encendió las luces de la todoterreno y salió del aparcadero del hospital, la invadió una sensación de fatiga, como si tuviera encima un edredón pesado. El día había comenzado ocupado como de costumbre, y no había tenido ningún problema en manejarlo. Con los años había adquirido la destreza de hacer cosas en la casa y cuidar a los niños. Pero esta tarde, luego de que Stuart se cortó el dedo, todo lo que pudo hacer fue poner la mente en frío y pensar con claridad. Y ahora empezaba a pagar las consecuencias.
Cuando habían salido de la sala de emergencias y del edificio, se había sorprendido al ver que ya era de noche. Después de llegar al hospital, había perdido la noción del tiempo. Con todos los papeles que hubo que llenar y luego la espera al doctor para que viera el dedo de Stuart y evaluara qué debía hacerse, cada minuto parecía llevar al siguiente. Todo lo que quería era ir a casa y desplomarse en la cama.
Realmente la había perturbado oír que Stuart se había cortado el tendón del dedo y que necesitaría cirugía la semana siguiente. Y que se lo hubiera cortado mientras la ayudaba a limpiar los comederos de los colibríes la hacía sentir culpable, sin mencionar que lo había estado molestando por no terminar su tapiz. Si tan solo hubiera mantenido la boca cerrada, el accidente no habría ocurrido.
—Espero que los niños estén bien en lo de los Anderson —dijo Stuart, interrumpiendo los pensamientos de Pam.
—Están bien. Llamé cuando estabas con el doctor y le dije a Betty que llegaríamos apenas pudiésemos —dijo Pam, mirando a Stuart—. Betty dijo que no nos preocupásemos porque ella y Lewis estaban disfrutando mucho de Devin y Sherry. Hasta preguntó si podían quedarse a dormir.
Stuart asintió.
—Qué bien.
Pam apreciaba a los Anderson. Era como tener un par de abuelos en la casa de al lado. A Devin y Sherry les encantaba pasar tiempo con ellos y viceversa. Cada vez que los niños encontraban algo interesante en el jardín, como un sapo o un saltamontes, corrían a casa de los vecinos para mostrarles a Betty y Lewis como si ellos nunca hubiesen visto criaturas semejantes. Los hijos de los Anderson habían crecido y ya no vivían con ellos, así que cuando el matrimonio mayor tenía alguna oportunidad de pasar tiempo con Devin y Sherry, no se la querían perder. Pam esperaba que cuando los niños fuesen grandes y tuvieran familias, ella y Stuart pudieran ser buenos abuelos.
Tragó el nudo que se le había hecho en la garganta. “Eso, si todavía estamos casados para entonces”, pensó.
A pesar de que Stuart le había asegurado que no planeaba divorciarse, ella temía que así fuera si no mejoraban las cosas entre ellos.
—Lamento haberte hecho pasar por todo este caos esta noche. — Stuart estiró la mano sana y le dio una palmada a Pam en el hombro—. Pude ver cuán impresionada estabas en la sala de emergencias.
Pam asintió con la cabeza y suspiró, mientras se rascaba la sien.
—Agradezco que no hayas perdido el dedo.
—No más agradecido que yo. Solo que hubiese preferido que hicieran la cirugía mientras estábamos en el hospital.
—Supongo que será por alguna razón, Stuart. Pero no te preocupes. Como dijo el doctor, programarán la cirugía para la próxima semana, y será ambulatoria. Dijo que la operación no debería tomar más de una hora, así que estoy segura de que estarás bien. —Pam trataba de sonar segura mientras presionaba el botón para bajar la ventanilla. Necesitaba algo de aire fresco para mantenerse concentrada hasta que llegaran a casa—. Avísame si es demasiado aire, y subiré un poco la ventanilla.
—Gracias, pero el aire de la noche se siente bien.
Pam echó una mirada a Stuart y advirtió que estaba mirando el vendaje que le habían hecho en el dedo.
—¿Duele mucho?
—En realidad, no. —Stuart sacudió la cabeza—. Pensé que dolería más, pero supongo que todavía está dormido por la inyección que me dieron antes de hacer la sutura temporaria. —Hizo una pausa y volvió a dejar la mano sobre el regazo—. ¿Puedes creer la cantidad de gente que había en la sala de emergencias? Ya empezaba a creer que nunca me asistirían.
Pam estaba por decir algo, pero el nudo de la garganta no le permitía soltar las palabras. Su voluntad la estaba abandonando. No había sido fácil disimular su temor por la herida de Stuart frente a Devin y Sherry y luego mantener una actitud positiva para Stuart, llevarlo al hospital y esperar en la sala de emergencias, pero ahora su habilidad para mantenerse fuerte se le estaba escurriendo entre los dedos.
—Pam, ¿te encuentras bien?
—¡Ay, Stuart! —Una vez que comenzaron a caer las lágrimas, ya no podía detenerlas. Era como si hubieran abierto una compuerta, y su visión se hizo borrosa instantáneamente. No tenía otra opción más que aparcar a un costado del camino y apagar el motor. Una vez que lo hizo, los sollozos se hicieron más fuertes, y le costaba respirar. Puso la cabeza entre las manos y lloró como si no hubiera un mañana.
Stuart se desprendió el cinturón de seguridad y le acarició el hombro.
—Cielo, ¿qué sucede?
A Pam le gustó que Stuart fuese paciente con ella, porque le tomó un tiempo calmarse para poder hablar otra vez.
—Me asusté mucho cuando vi tanta sangre que salía de tu dedo. Todo lo que podía hacer era mantener la mente en frío y la calma frente a los niños. —Casi se ahoga por el hipo—. Todo lo que podía pensar era en llevarte a salvo al hospital. —Otro hipo—. Ay, Stuart, no sé qué haría si algo te sucediera.
Stuart se acercó, y Pam nunca se había sentido más contenida que cuando la tomó entre sus brazos. Con cuidado para no hacerle daño en el dedo herido, rodeó el cuello de Stuart con sus brazos y comenzó a llorar otra vez.
Una vez que se calmó un poco, miró a Stuart y, con la barbilla temblando, dijo:
—Si… si supieras lo bien que se siente que me abraces así. — Mientras Stuart le quitaba suavemente un mechón de cabello del rostro, ella cerró los ojos y se sintió una niña otra vez—. Habría dado lo que fuera porque mi papá me abrazara así cuando tenía miedo de todas las cosas invisibles que imaginas cuando eres una niña. Todo lo que quería era que se diera cuenta de mi presencia y que me dijera que me amaba y que estaba orgulloso de mis logros. Podía estar en la misma habitación, viendo televisión con él, y ni se percataba de que yo estaba allí. Creía que hacía todo bien: mis calificaciones eran buenas en la escuela, y jamás les di problemas a mis padres. Habría ido a pescar con él si me lo hubiese pedido, pero por supuesto, nunca lo hizo. Cuando crecí… —Pam inspiró profundamente, y el resto salió en un susurro—. Finalmente un día me di cuenta de que mi papá era egoísta y que yo no le importaba. —Creyó que ya no le quedaban lágrimas, pero ahora su llanto se había convertido en un suave lloriqueo.
Stuart continuaba abrazándola y la mecía como a un bebé. Se sentía contenida, aunque su mente era un remolino de dudas perturbadoras. Después de abrirse a él como lo había hecho, ¿habría alguna diferencia en el modo en que la trataba? Las cosas entre ellos estaban mejor esta noche, ¿pero lo estarían por la mañana?