CAPÍTULO 36

Shipshewana

Emma permaneció de pie en la sala de estar, mirando con felicidad la nueva mesa y ansiosa por mostrársela a Mary y otros miembros de la familia. Todavía no podía olvidar la consideración de Lamar al haberla hecho. Mary había tenido razón, era un buen hombre.

“La próxima vez que Lamar me pida ir a algún lado con él, creo que debería aceptar su invitación —resolvió—. Incluso tal vez lo invite a cenar cuando venga parte de la familia la próxima semana”.

Las cavilaciones de Emma se detuvieron cuando oyó que llegaba un auto. Miró por la ventana y, cuando vio que se trataba de Star, fue hasta la puerta y la abrió.

—Buen día —dijo Star mientras ingresaba al porche—. Parece que soy la primera.

—Así es. Eres la primera. Entra y podemos conversar mientras llegan los demás.

Star siguió a Emma dentro de la casa, y cuando llegaron a la sala de costura, ambas se sentaron. A Emma le agradó ver que hoy Star no llevaba puesta la sudadera negra con capucha. Tenía unos jeans y una camiseta blanca, similar a las que usaba Jan.

—¿Cómo estás? —preguntó Emma, con la esperanza de que la llegada ansiosa de Star no significara que había tenido una mala semana.

—Estuve muy nerviosa toda la semana hasta que hablé con mamá, cosa que, a propósito, no ocurrió hasta que volvió anoche, porque había estado en Fort Wayne con el tipo con quien planea casarse.

—¿Le contaste acerca de Jan y de cómo te enteraste que era tu padre?

—Sí, y no hace falta que lo diga, se sorprendió mucho. —Star frunció el ceño con gravedad—. Parece que mamá me mintió cuando dijo que mi papá nos había abandonado poco después de mi nacimiento.

—¿Qué ocurrió realmente?

—Mamá cambió de parecer con respecto a casarse con él. Dijo que pensaba que era demasiado salvaje y que había decidido que no lo amaba realmente. Así que partió conmigo y no le dijo a Jan ni a su madre siquiera a dónde iba.

—¡Ay, por favor! —Emma no podía imaginar que alguien pudiese huir así, pero la madre de Star debía de ser joven y seguramente estaba muy confundida entonces. Y si creía que Jan era demasiado salvaje, probablemente haya hecho lo que en ese momento creyó que era correcto para ella y Star. Emma recordaba bien que cuando se es joven, uno piensa diferente, pero lamentablemente, a veces toma varios años darse cuenta de los errores.

—¿Y ahora qué? —preguntó Emma—. ¿Vas a contarle a Jan lo que dijo tu madre?

—Por supuesto. Estoy nerviosa y hasta ansiosa por ver a Jan hoy. Necesito decirle que lo siento por reaccionar como lo hice la semana pasada y por llamarlo mentiroso, entre otras cosas.

Emma colocó una mano con dulzura sobre el brazo de Star.

—Estoy segura de que entenderá y aceptará tus disculpas. También creo que le alegrará saber que has hablado con tu madre y que sabes la verdad.

—Eso espero. —Star metió la mano en el bolsillo de sus jeans y le entregó a Emma una hoja de papel doblada.

—¿Qué es esto? —preguntó Emma, mirando a Star por encima de los anteojos.

—Es una canción que escribí para ti. Quería que supieras cómo me siento por el modo en que tocaste mi vida.

Emma abrió el papel y vio que la canción se titulaba Me viste.

—Las cortezas me albergan —leyó Emma en voz alta—. Me ocultan… Corazas que alivian mi dolor. Montón de historias velan… me cuidan; baúl de cuentos protector. Más allá de mi pasado robado. Me viste; miraste todo y un poco más… Me viste, me ayudaste a ser valiente. Escondida, sola y perdida, me viste.

Las lágrimas brotaron en los ojos de Emma y nublaron las palabras de la página.

—Gracias —dijo, y le dio un abrazo a Star—. Las palabras que escribiste significan mucho y son hermosas. Me alegra tanto que hayas venido a mi clase, y aún más que hayas encontrado a tu papá.

Star asintió lentamente.

—Sí, yo también, no puedo esperar a que llegue.

Justo en ese momento se detuvo otro auto, y unos minutos después tocaron a la puerta. Cuando Emma respondió, encontró a Paul en el porche con dos bolsas de papel, un sobre de papel manila y su cámara.

—Parece que viniste con algo más que tu proyecto de acolchado hoy —dijo Emma, sonriéndole.

—Tiene razón, así es. —Le entregó el sobre de papel manila—. Esto es para usted. Como hoy es nuestra última clase, quería que tuviese algo para que me recordara. Tenía mi cámara en la camioneta el sábado pasado, y tomé la fotografía antes de ir a casa.

Emma abrió el sobre y sacó una foto de su granero de ocho por diez. Varias de sus cabras también estaban en la imagen, debido a que el corral estaba próximo al granero.

—Esto es tan bonito. Gracias, Paul.

—Tengo algo más también. —Paul metió la mano en la bolsa de papel y sacó un paquete envuelto en papel aluminio—. Aquí tiene algunos tamales que preparó mi hermana, Maria. Espero que los disfrute.

—Ah, seguro que sí —apenas pudo decir Emma por la emoción—. No esperaba recibir regalos hoy. —Señaló a Star y dijo—: Ella escribió una canción especial y me la entregó unos minutos antes de que llegaras.

Star se ruborizó y se encogió de hombros.

—No fue mucho.

—Lo fue para mí. —Emma deslizó el brazo alrededor de la cintura de Star—. Tal vez algún día editen alguna de tus canciones.

—Eso sería lindo, pero no me quita el sueño, porque sé por experiencia que las cosas no siempre se dan como quisiera.

Emma sonrió.

—Bueno, oremos para que esta vez así sea.

—También traje esto —dijo Paul, señalando la cámara y llevando la conversación en otra dirección—. Como es el último día de clases, pensé que sería lindo tomar una fotografía de todos.

—Eres bienvenido a hacerlo, pero yo no podré estar en la fotografía —dijo Emma.

—¿Cómo es eso?

—Posar para las fotos no está bien visto por mi iglesia. Creemos que es un signo de soberbia.

—Está bien —dijo Paul—. Tal vez usted pueda usar mi cámara y tomar una fotografía de los seis que hemos venido a su clase de confección de acolchados.

—Eso estaría bien. Podemos hacerlo luego de que todos lleguen —dijo Emma.

—Ah, antes de que me olvide, nunca adivinarán quién le envió un paquete a Sophia esta semana —dijo Paul con una sonrisa de oreja a oreja.

—¿Quién? —preguntaron al unísono Emma y Star.

—La hermana de mi esposa, Carmen.

—Paul, eso es grandioso. —Emma sonrió, mientras pensaba que este día cada vez se ponía mejor y mejor.

—Los padres de Lorinda vendrán a visitarnos en unas pocas semanas, y estoy ansioso por contarles la buena noticia, también. Si bien Carmen puede seguir pensando que yo tengo la culpa por la muerte de Lorinda, al menos ahora reconoce a Sophia.

Emma podía ver cuán a gusto se sentía Paul por esto.

—Sabes, Paul, antes de que llegaras, estaba a punto de decirle a Star que yo creo que Dios tiene planes para la vida de todos —dijo—. No siempre entendemos ese plan, pero a veces, más adelante en el camino, podemos mirar hacia atrás y darnos cuenta de por qué las cosas sucedieron de cierta manera. —Emma sabía que eso aplicaba a ella también.

—Sé a qué se refiere —coincidió Paul—. Voy a seguir rezando por Carmen y tratando de estar en contacto. También voy a confiar en que Dios hará que finalmente recapacite.

—Yo también rezaré por eso. —Emma le dio a Paul una suave palmadita en el brazo, y cuando oyó que llegaba otro auto, se acercó hasta la ventana.

A continuación llegó Ruby Lee y le entregó a Emma cuatro dedales hermosos. Cada uno tenía el nombre de una estación y una imagen pintada; una flor para primavera; un sol para verano; una hoja para otoño y un copo de nieve para invierno.

Emma le agradeció a Ruby Lee por el presente tan considerado y luego ella le contó que su esposo se había reunido con la junta de la iglesia la noche anterior.

—Gene accedió a dejar de lado los planes de ampliación de la iglesia, y a los miembros de la junta les alegró oír eso —dijo—. Así que al menos por ahora, Gene seguirá siendo su pastor.

—Eso es algo bueno, ¿verdad? —preguntó Star.

—Supongo, pero será difícil dejar atrás todo esto. —Ruby Lee frunció el ceño—. Corrieron demasiados chismes y se dijeron cosas hirientes sobre Gene, y todavía me gustaría poder decirles unas cuantas cosas a algunos. Todo esto me destrozó.

—El Salmo 34:18 dice: “Cercano está Jehová a los quebrantados de corazón; Y salvará a los contritos de espíritu” —dijo Emma.

Ruby Lee asintió.

—Así es, y la Nueva Versión Internacional lo expresa así: “El Señor está cerca de los quebrantados de corazón, y salva a los de espíritu abatido”. Creo que debería aprender ese versículo de memoria. A veces es difícil perdonar y seguir adelante, pero sé que como cristiana es lo que Dios espera que haga.

Paul asintió con la cabeza.

—Dios elige por lo que pasamos, pero nosotros elegimos cómo pasar por eso.

—Me gustaría saber más acerca de esta relación que ustedes tres tienen con el Señor. —Star miró hacia Ruby Lee—. ¿Estaría bien que alguna vez vaya a tu iglesia? ¿Y tal vez llevar a Jan?

—¿Quieres ir allí incluso después de todas las cosas malas que he dicho sobre algunas personas?

Star se encogió de hombros.

—¿Y quién dice ser perfecto?

—Tienes mucha razón —dijo Emma—. Y algo más que necesitamos recordar es que quien no haya probado lo amargo no conoce lo dulce. Los malos momentos realmente nos ayudan a recordar que debemos apreciar los buenos.

Nuevamente tocaron a la puerta.

—¿Quiere que vaya yo? —preguntó Star—. Podría ser Jan.

Emma sonrió.

—Si gustas.

Cuando Star regresó a la sala de costura unos minutos después, Stuart y Pam la acompañaban. A Emma le sorprendió ver que Stuart tenía una tablilla en el dedo índice de su mano izquierda, pero más le sorprendió ver que su otra mano sostenía con fuerza la de Pam.

—¿Qué te pasó en la mano? —preguntó Paul.

—Tuve un pequeño accidente con un comedero de colibrí. El vidrio roto cortó el tendón de mi dedo, así que iré a cirugía la semana próxima. —Stuart miró a Pam y sonrió—. Pero algo bueno surgió de todo esto.

—¿De qué se trata? —preguntó Ruby Lee.

—Pam comenzó a llorar cuando se dio cuenta de lo mal que estaba mi dedo, y entonces supe que realmente se preocupa por mí. Tuvimos una larga charla acerca de algunas cosas, algo que también ayudó. Y cuando volvimos a casa de la sala de emergencias, se quedó despierta hasta tarde para terminar de acolchar mi tapiz.

Ahora le tocaba sonreír a Pam.

—Así es, y Stuart demostró que también me ama cuando me dijo esta mañana que planea comprar una caravana en la que podemos dormir cuando vamos a acampar.

Emma se alegró al ver que las cosas iban mejorando un poco en la vida de todos. Ahora si tan solo llegara Jan y respondiera de manera favorable a las disculpas de Star, todo sería casi perfecto. Ay, a Emma le gustaban los finales felices, y esperaba poder presenciar hoy uno de esos.

—Pam y yo tenemos algo para ti —dijo Stuart—. Lo mío son unos frutos rojos congelados que recogí el último verano cuando fui a acampar, y Pam trajo una planta que dejó en tu porche frontal. —Sonrió y le entregó a Emma una bolsa de papel que había traído bajo el brazo.

—Es algo muy lindo. Muchas gracias a los dos. —Emma giró hacia la cocina—. Los pondré en el refrigerador mientras ustedes se sientan.

Cuando Emma entró a la cocina, miró el reloj en la pared del fondo y se dio cuenta de que eran las diez y cuarto. Como Jan todavía no había aparecido, cuando regresó a la sala de costura sugirió comenzar con la clase y esperar para tomar la fotografía.

Mientras Emma les mostraba a todos cómo ribetear sus tapices acolchados, Star apenas podía concentrarse en lo que estaba diciendo. Seguía mirando el reloj, y a medida que pasaba el tiempo, se preocupaba aún más: “¿Dónde está Jan? Tal vez no venga hoy. Probablemente esté molesto por las cosas que le dije la semana pasada y no quiere volver a verme”.

—Ayer horneé algunos pasteles de ángel con crema —dijo Emma alrededor de las once—. ¿Tomamos un receso ahora y comemos algo, o prefieren seguir trabajando en sus tapices y esperamos al final de la clase?

—Yo no tengo hambre —murmuró Star—. Pero ustedes pueden hacer lo que quieran. —Estaba convencida de que Jan no vendría. Si no, ya habría llegado.

Emma le brindó una sonrisa compasiva y le ofreció algunas palabras de consuelo. Los otros también, pero por mucho que Star agradeciera su preocupación, todavía se sentía horrible. Toda su vida había deseado conocer a su padre. Ahora, a pesar de que sabía quién era, estaba segura de que nunca tendría la oportunidad de conocerlo realmente.

—Creo que deberíamos seguir trabajando en nuestros tapices y podemos comer cuando terminemos —dijo Ruby Lee.

Todos asintieron.

Todos se turnaron para usar las máquinas de coser a batería, y Ruby Lee hasta probó la vieja máquina a pedal de Emma, y comentó cuánto más difícil de usar le resultaba.

—Es cierto —coincidió Emma—, pero una vez que te acostumbres al pedal, no será tan difícil y, quién sabe, hasta te pueda parecer divertido. Yo disfruto mucho de usar esa vieja máquina.

Poco antes de las doce, todos habían terminado de ribetear sus tapices, así que Paul tomó su cámara y sugirió que todos se reunieran para la foto.

Star sacudió la cabeza.

—Yo no estoy de humor. Además, Jan no está aquí, y sin él, no sería una foto de la clase, realmente.

—Lamento mucho que no esté aquí —dijo Emma—, ¿pero al menos no te gustaría tener una foto de los que están hoy aquí?

En realidad no la quería, pero aceptó a regañadientes. Hoy había ido sin la sudadera con capucha, pero deseaba habérsela puesto, porque realmente tenía un humor de perros.

—Salgamos y tomemos la fotografía —sugirió Emma—. Probablemente no haya suficiente luz aquí para tomar una buena fotografía. —Abrió la puerta y todos salieron al porche y se pusieron en pose. Star era la única que no sonreía. No podía forzar los labios hacia arriba cuando se sentía tan mal.

Después de que Paul le mostró a Emma cómo usar la cámara, ella se paró en el jardín y estaba a punto de tomar la fotografía cuando Jan llegó caminando y con la lengua afuera. Los brazos y el rostro estaban sudados, y su ropa estaba toda manchada.

Lágrimas de alegría se escurrieron por entre las pestañas de Star, pero no dijo una palabra. Esperó para ver qué diría Jan.

—Perdón por llegar tarde —le dijo a Emma—. Se rompió la estúpida cadena de mi bicicleta, y luego derrapé sobre grava y me caí. Estuve lidiando con la cadena un tiempo, pero sin herramientas, fue en vano. Como tenía decidido venir aquí, dejé la bicicleta donde estaba y empecé a caminar. Luego un chucho, que tendría que haber estado en su caseta, me persiguió durante un rato. Pero cuando apareció un carro, el perro renunció a mí y empezó a fastidiar al caballo. Las cosas fueron de mal en peor después de eso. El caballo se asustó tanto que terminó por mandar al carro dentro de una zanja. —Jan se detuvo y tomó algo de aire—. Bueno, no podía dejar que la pobre mujer amish que manejaba el carro se ocupara sola de todo eso, así que después de espantar al perro, saqué el caballo de la zanja y volví a poner el carro nuevamente en el camino. Para entonces, sabía que había perdido buena parte de la clase, pero tenía que venir de todos modos porque necesitaba ver a Star, aunque fuese por última vez.

—Está bien. Aquí estás ahora; es todo lo que importa —dijo Emma.

Todos coincidieron mientras sonreían. Ellos también parecían felices de que Jan hubiese llegado antes del final de la clase. Pero ninguno estaba más feliz que Star. Estaba tan contenta por ver a Jan que casi le dio un abrazo. Conteniéndose a tiempo, sonrió y dijo:

—Me alegra que estés aquí. Me preocupaba que no vinieras.

Jan sacudió la cabeza.

—En verdad pensé en no venir, pero no, decidí que no podía hacer eso.

—Necesito decirte algo —dijo Star, mientras se acercaba a él lentamente, con las manos juntas detrás de la espalda. El corazón le latía con tanta fuerza que creyó que le explotaría el pecho.

—¿De qué se trata? —preguntó él esperanzado.

—Hablé con mi mamá anoche, y admitió que fue ella la que se largó.

El rostro de Jan dibujó una enorme sonrisa.

—¿En serio?

Star asintió.

—Lamento no haberte creído, pero no quería creer que mamá pudiese mentirme sobre algo tan importante como esto. ¿Podemos volver a empezar, tal vez pasar algún tiempo juntos y conocernos mejor? —preguntó ella, bajando la mirada.

—Sí, eso me gustaría. Me gustaría mucho. —Jan levantó la barbilla de Star para que lo mirara a los ojos—. Pronto recuperaré mi licencia de conducir. ¿Crees que tal vez te gustaría dar un paseo en mi Harley entonces?

—Claro, sería genial. También me gustaría conocer a tu perro. Nunca tuve una mascota, así que sería divertido ver cómo es eso, también.

Star también le contó a Jan que, cuando fuese el momento, a su madre le gustaría hacer las paces con él.

Jan, más que un poco sorprendido, asintió y dijo:

—No hay problema. Estaría encantado de volver a hablar con Bunny y tratar de arreglar las cosas entre nosotros. Sé que no podemos recuperar lo que tuvimos, pero si pudiésemos ser amigos, significaría mucho para mí.

—Significaría mucho para mí también —dijo Star con sinceridad.

Star y Jan comenzaron a hablar de otras cosas que les gustaría hacer juntos hasta que Paul aclaró la garganta con bastante fuerza.

—¿Tomamos la foto ahora así podemos comer nuestros refrigerios?

—Yo sí que no puedo salir en ninguna foto —dijo Jan, mientras miraba la suciedad y sudor en su ropa y brazos.

—¿Cómo? ¿También va en contra de tu religión? —preguntó Stuart.

—No, nada de eso, pero mírame, hombre, ¡estoy hecho un desastre!

—El baño se encuentra cruzando el vestíbulo —dijo Emma—. Puedes ir allí y limpiarte, y hasta puedo prestarte una de las camisas de mi esposo.

Jan le sonrió.

—Le agradezco mucho.

—Mientras te limpias y te cambias, traeré el pastel y algo para tomar. Luego tomaré la fotografía de ustedes seis, y después podremos disfrutar el pastel mientras conversamos —dijo Emma.

—Me parece bien. —Jan miró a Star y los ojos se le llenaron de lágrimas—. Nunca creí que diría esto, pero algo bueno salió de perder mi licencia de conducir.

—¿Qué cosa? —preguntó ella.

—Como la perdí y tuve que pasar algún tiempo en prisión, me obligaron a ver a un agente de libertad condicional, que dijo que debía encontrar mi parte creativa. Si no hubiese visto el anuncio de Emma y me hubiese anotado en la clase, nunca habría conocido a mi hija. —Jan le sonrió a Star de un modo tan especial que ella se sintió como su hija—. Bueno, creo que mejor me voy a limpiar —dijo Jan, antes de dirigirse hacia el vestíbulo. Cuando estaba a mitad de camino, se dio vuelta y le gritó a Star—: No vayas a ningún lado, ¿escuchaste?

—No se me ocurriría —respondió ella.

Star no sabía qué le depararía el futuro con respecto a su carrera musical, pero sabía que estaba agradecida por la oportunidad de conocer a su padre y feliz porque el futuro lo incluiría a él.

Luego de que Emma encontró una de las camisas de Ivan para Jan, se dirigió hacia la cocina y le agradó que tanto Pam como Ruby Lee la siguieran.

—¿Cómo podemos ayudarla? —preguntó Pam.

—Déjame ver… El pastel está sobre la encimera, así que si alguna de las dos lo quisiera cortar, yo sacaré los platos, cubiertos y servilletas.

—Yo cortaré el pastel —ofreció Ruby Lee.

Emma miró a Pam.

—Hay té helado en el refrigerador, y los vasos están en la alacena. Así que si no te molesta, puedes llevarlos al comedor donde nos sentaremos y tomaremos nuestros refrigerios.

Pam sonrió.

—No me molesta en absoluto.

—Puedes colocarlos aquí. —Emma le entregó a Pam una bandeja de servir grande.

—Voy a extrañar venir aquí cada semana —dijo Ruby Lee cuando comenzó a cortar el pastel.

—Yo también los extrañaré a todos ustedes —admitió Emma—. Pero son bienvenidos a pasar cuando quieran, ya sea para conversar o para que los ayude con algún otro proyecto de acolchado. Me encantaría volver a verlos a todos.

—Usted ha sido una buena maestra —dijo Pam—. Y yo, al menos, aprendí muchísimo aquí, no solo acerca de la confección de acolchados.

—Yo también —coincidió Ruby Lee—. Conocerlos a todos y compartir nuestros problemas ha sido bueno para cada uno de nosotros, creo.

—Bueno, a lo largo de estas seis semanas, yo también he aprendido algo —dijo Emma.

Pam levantó las cejas.

—¿Acerca de la confección de acolchados?

Emma sacudió la cabeza.

—Acerca de las personas, y de qué manera cada uno de nosotros es especial ante los ojos de Dios. También he aprendido a aceptar la ayuda de los demás cuando la necesito.

—¿Se refiere, por ejemplo, al buen hombre que la reemplazó cuando estuvo enferma? —preguntó Ruby Lee.

—Sí. Lamar ha sido de gran ayuda en varias formas, y anoche me trajo algo que hizo para mí.

—¿Qué era? —preguntó Pam.

—Hizo una mesa muy especial. Se las mostraré luego de que comamos nuestro refrigerio.

—Esto ya está listo. —Ruby Lee señaló el pastel que había cortado en partes iguales.

—Entonces volvamos con los demás. —Emma las condujo hacia la sala de costura, donde Stuart, Paul, Jan y Star estaban sentados y conversando alrededor de la mesa.

—¿Podemos tomar la fotografía de la clase ahora, antes de comer? —preguntó Star.

Emma asintió.

—Salgamos al porche.

Pam y Ruby Lee dejaron el pastel y el té helado sobre la mesa del comedor, y todos salieron.

Paul le mostró a Emma qué botón debía presionar y le recordó que la cámara hacía autofoco. Luego, los seis alumnos de Emma se reunieron en el porche mientras Emma permanecía parada en el jardín con la cámara.

—Podemos ser un montón de confeccionadores de acolchados a medio coser —dijo Jan mientras se paraba junto a Star y sonreía—, pero estoy seguro de que aprendimos algunas lecciones aquí al comenzar a conocer y entender a los demás, y creo que también aprendimos algo acerca del amor.

Star lo miró y sonrió.

—Realmente lo estoy sintiendo ahora. ¿Y tú? ¿También lo sientes?

Jan chocó los cinco con ella.

—Sip. Así es, y no quiero perderte otra vez. —Dudó un momento, pero luego se estiró y colocó su mano alrededor del hombro de Star. Se veía feliz cuando Star se acercó.

Emma sostuvo la cámara con firmeza y tomó la fotografía. Planeaba colocar un anuncio para otra clase de confección de acolchados y no podía esperar para conocer al próximo grupo de alumnos que Dios le pondría en el camino.

—Muy bien —dijo, mientras entraba en el porche—. ¿Quién quiere una porción de mi pastel de ángel con crema?