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Pero Thiago no se achantó.

Me mostró su media sonrisa, aquella que sabía que no fallaba nunca ante las féminas, y pasó uno de sus dedos por mi cintura. Ambos miramos ese dedo peligroso.

—Podría besarte ahora mismo si quisiera...

Su voz ronca me dejó noqueada. Joder, ¿no? Mis partes íntimas reaccionaron y me obligué a no dejarme llevar por mis instintos. Yo era muy primaria: si tenía hambre, comía; si tenía sueño, dormía; y si sentía aquel cosquilleo en mi sexo... ¡No, joder! No iba a caer en sus redes. Tenía claro que estaba jugando conmigo y el tío sabía un rato largo. Dudaba que ninguna tía se le resistiera, pero yo sí, o lo iba a intentar, porque noté que humedecía mi tanga. ¡Mierda! Thiago me ponía...

—Eso es mucho decir, Thiago. —Clavé mis ojos en los suyos y aleteé mis pestañas de forma coqueta.

Sonrió abiertamente y volví a ver a aquel chico divertido y simpático. Sus cambios eran tan radicales que me dejaba un poco fuera de juego.

—Eso es que no sabes que me van los desafíos, Alexia. Y tú, sin saberlo, me estás desafiando...

—¿Ahora soy un juego? —le pregunté poniendo morritos.

Miró mis labios y vi que me deseaba. Bien, empezaba a tenerlo donde quería. Aunque Thiago tuviera tres años más que yo, en el arte del flirteo las chicas siempre íbamos un paso por delante. ¿Te crees que eres tú quien liga conmigo? Déjame que me ría, soy yo quien te ha cazado...

—Peligroso, pero fascinante. —Su voz ronca me acarició la piel.

Él también sabía jugar y eso me encantaba, para qué negarlo. La mayoría eran muy simplones y no le ponían emoción a nada.

—Fíjate, si están aquí haciendo la buena obra del día. ¿Qué pasa, chicos? —Una voz estridente nos cortó el rollo.

Era la chica despampanante acompañada por la del pelo azul y por nuestra gran amiga Gala. Thiago se volvió y ella se colgó de su cuello, sin perder el tiempo.

—Thiago, ¿te has traído a tu hermana pequeña? —le preguntó ella refiriéndose a mí.

—Débora, es la graciosa del otro día, la que te dije que lleva extensiones de los chinos —le comentó Gala alzando la voz para que la oyéramos todos.

Lea y yo nos miramos y nos entendimos a la primera.

—Este lugar me encanta, Alexia. Quería ir al baño, pero resulta que el retrete lo tenemos delante —dijo Lea señalando con su mano a Gala.

—Joder, sí, qué mal huele, ¿no crees? —añadí yo mirando a ambas.

La tal Débora dio un paso hacia mí, pero Thiago la cogió de la cintura sin dejar de clavar sus ojos en los míos. ¿Qué esperaba? ¿Que nos dejáramos insultar?

—Venga, vámonos —le ordenó él.

Luis y Adrián los siguieron, aunque este último se volvió para mirar a Lea.

Así que Débora... ¿Estaban juntos? Algo había, eso se veía a dos leguas. Además, dudaba que Thiago no estuviera con alguna o con más de una. No me extrañaba, tan solo me confirmaba lo que yo intuía de él: que se las ligaba a pares y que no le importaba enamorarlas como a tontas, cosa que a mí no me iba a ocurrir.

Max nos preguntó por el trío de petardas y le explicamos por encima quiénes eran.

—Lo raro es que no haya aparecido Nachete —dijo Lea justo en el mismo momento en que lo vi en la pista.

Charlaba con un par de chicos y como si supiera que lo miraba se volvió en nuestra dirección. Sonrió y me guiñó un ojo.

—Ya estamos todos —les dije divertida.

—No, todos no. A tu derecha a las nueve y veinte o treinta —dijo Lea riendo.

—¿Qué leches dices? —le pregunté sin entenderla.

—Gorka y Lander, a tu derecha —especificó.

Me di la vuelta y los vi. No tenía claro que Gorka fuera a asistir a la fiesta, pero ahí estaba, con sus vaqueros rotos, su camiseta negra y su pelazo moreno bien peinado.

—¿Y ese quién es? —preguntó Estrella abriendo mucho los ojos.

—El rollete de Alexia —respondió Lea.

—¡Ah! Pensaba que no salías con nadie —me dijo ella.

—No salimos juntos, solo...

—Follan, follan mucho —me cortó Lea entre risas.

Le di un culazo y ella me pellizcó.

—Vaya... —dijo Estrella mirando a Gorka con interés.

No era extraño, Gorka era un tipo muy atractivo, con una mandíbula cuadrada y unos ojos rasgados muy llamativos.

Nos miró en ese momento y me saludó con una sonrisa. Me gustó que no viniera a marcar territorio; yo estaba con mis amigos y él con su hermano, no me apetecía estar con él en plan parejita.

Bebimos, bailamos, reímos, saltamos y nos dejamos la piel en la pista a la vez que nos íbamos quitando varios moscones de encima. Max desapareció al cabo de un rato con una pelirroja y nosotras seguimos a lo nuestro, hasta que Adrián se nos acercó e inesperadamente me cogió para bailar. ¿Y eso? Si a la que le echaba constantes miraditas era a Lea.

—¿No te has equivocado de chica? —le pregunté acercándome a su oído.

Adrián rio y miró a Lea de nuevo.

—Solo quería saludarte y decirte que vayas con cuidado con aquellas.

—¿Son unas psicópatas? ¿La poli las tiene fichadas? —bromeé pensando que no me daban miedo alguno.

—Son tóxicas y muy celosas de lo suyo.

—Ya he visto qué es lo suyo —le dije con ironía.

La rubia despampanante estaba muy pendiente de Thiago, coqueteando con él y demostrando a todo el mundo que entre ellos había algo. Había cruzado mi mirada con él un par de veces, pero me había obligado a dejar de observarlo, ¿para qué?

—Solo es un rollo —me informó Adrián—. A Thiago no le interesa. Bueno, realmente, hace tiempo que no se interesa por alguien en serio, ya me entiendes. Salió hace un par de años con una amiga de la familia, estuvieron casi un año juntos, pero no cuajó.

—Hablas poco, ¿no? —le dije riendo.

—Es un defecto de fábrica. ¿Y Gorka, qué? —me preguntó directamente.

Lo miré alzando las cejas. ¿Así que venía a eso? ¿A recabar información?

—¿Qué de qué? —le pregunté yo alzando mi barbilla.

—¿Es un lío? ¿Es algo serio? ¿Una distracción? ¿El amor de tu vida?

Sus gestos teatreros me hicieron reír.

—Adrián, te voy a dar un consejo. Si vas así por la vida, alguien acabará jodiéndote. Eres demasiado transparente.

Me miró frunciendo el ceño, pero sonrió al momento.

—Si hablas de que alguien me pueda romper el corazón, puedes estar tranquila, salgo con una chica desde hace dos años y sigo entero.

Joder, aquello me sentó como una patada en el estómago. ¿Salía con alguien? Mierda... A Lea le iba a sentar peor.

—Enhorabuena, supongo. ¿Y dónde la tienes escondida?

—Está de Erasmus en Helsinki. Ha terminado Educación Primaria y hace unas semanas se marchó allí. Estará un año y vendrá cuando pueda.

Así que no estaba en Madrid. Interesante.

—Pero no me cambies de tema y cuéntame. ¿Qué?

—Dile a Thiago que si le interesa mi vida que me pregunte y que deje de enviarme recaditos —le contesté un poco molesta.

—Thiago no me ha dicho nada. Es otro el interesado.

Lo miré sin entenderlo.

—¿Otro?

—No puedo decírtelo, me juego el cuello. Y yo me quiero mucho.

Sus ojos se desviaron hacia Lea. Estaba claro que ella le hacía tilín. Mi amiga bailaba sola y a su bola porque Estrella estaba charlando con un chico. La cogí de un brazo y la acerqué hasta nosotros.

—Joder, bailad vosotros que tengo una urgencia —les dije dejándolos uno frente al otro.

Me fui en dirección al baño, pero en cuanto pude me di la vuelta para verlos: Adrián le estaba diciendo algo y ella reía coqueta con uno de sus mechones rubios del flequillo enredado en su dedo. Me di un beso mental en mi mejilla, ¡bien!

—¿Se ha perdido usted, Celestina?

Gorka me habló al oído y me reí.

—Caballero, no sé de qué me habla. —Parpadeé un par de veces en un gesto teatral y él también rio conmigo.

—He observado su estrategia, un poco descarada, pero efectiva.

—¿Me vigilas? —pregunté bromeando.

—Para nada, pero mis ojos siempre se van a la chica más guapa y esa eres tú.

Sonreí por el piropo y él colocó bien unos de mis mechones.

—Gracias...

Una voz que sonó por toda la sala nos interrumpió y la gente dejó de bailar para escucharla.

—¡Gracias a todos por venir a la fiesta de bienvenida para los de primero de Madrid On!

Una algarabía de gritos y vítores acompañaron sus palabras, pero continuó charlando por el micrófono.

—Ya sabéis que los de cuarto solemos hacer un regalito a los de primero, así que esta vez os regalamos un baile..., pero no un baile de reguetón o uno pachanguero. Un baile de los de antes, de aquellos que disfrutaban nuestros padres en las discotecas... Alumnos de cuarto, por favor, id buscando a vuestras parejas...

Hubo un movimiento de gente; chicos y chicas mayores buscando a los de primero.

—Las parejas no son aleatorias, los alumnos de cuarto de Filología Inglesa bailarán con sus compañeros de primero y así todos los demás. Llevamos una semana con las listas estas, pero queríamos deciros que... ¡nos encanta que estéis en nuestra universidaaaaaad!

Gorka y yo nos miramos sonriendo hasta que vi que miraba por encima de mi hombro, mucho más serio.

—¿Me permites? —¡Joder, era Thiago!

Me volví hacia él y me tendió su mano.

—Eh...

—Eres mi pareja —dijo Thiago igual de serio que Gorka.

¿Era casualidad? Claro que no, coño. No era tan ilusa.

Me volví de nuevo hacia Gorka.

—Después hablamos —le dije sintiendo en ese momento la mano de Thiago cogiendo la mía.

Bajaron las luces, algunos silbaron, había muchas parejas, pero no vi a nadie más...

Sonó «Perfect Duet» de Ed Sheeran y Beyoncé, y Thiago me abrazó por la cintura, acercándome a él. Había reducido la distancia de su altura con mis tacones, pero aun así debía alzar mi barbilla para mirarlo. Seguía serio y callado. Quizá me había escogido antes de saber quién era yo y ahora no le apetecía, pero... nadie le había obligado, ¿no?

«Encontré un amor para mí. Oh, querida, solo lánzate de cabeza y sígueme. Bueno, encontré una chica, preciosa y dulce. Oh, nunca supe que eras la persona que me estaba esperando. Porque éramos solo niños cuando nos enamoramos, sin saber lo que era. No voy a dejarte ir esta vez...»

Miré hacia los lados, incómoda, porque me sentía atraída hacia él, pero no quería sentir aquello. Mis manos apenas le tocaban los hombros... «El chico está durito... Seguro que su pecho también es así...» ¿Cómo sería acariciarlo? «¡Alexia!» Me lamí los labios diciéndome que dejara de pensar en esas cosas.

—No te voy a comer —dijo de repente.

Lo miré a los ojos y realmente parecía todo lo contrario con su mirada intensa.

—No me das ningún miedo, Thiago.

«Miedo no, pero ganas de otras cosas...»

—Entonces, ¿por qué no me coges?

Me estaba probando, lo sabía. ¿Quería jugar? Este no sabía con quién tonteaba.

Pasé mis manos por su cuello y entrelacé mis dedos, con lo que provoqué que nuestros cuerpos se rozaran por varios puntos. Asomó su media sonrisa.

—¿Mejor?

—Mucho mejor, creía que eras una de esas que delante de su chico cambian tanto que ni se las reconoce.

¿Perdona? Salté como una leona.

—Oye, guapo, ni tengo chico ni soy tan imbécil.

—¿No tienes chico? —preguntó con sorna.

¡Mierda! Ya le había dado demasiadas explicaciones.

—¿Me estás preguntando algo en concreto? —le pregunté directamente.

—¿Yo? Nada.

Nos miramos fijamente y sus ojos bajaron a mis labios unas milésimas de segundo, las necesarias para que yo pensara lo mismo: «Joder, me lo como...».