Estaba pensando qué cenar cuando llamaron a la puerta del dúplex. Miré por la mirilla y sonreí al verla.
—¿Qué haces aquí, petarda? —Vi la pequeña maleta que llevaba en su mano y me reí—. ¿Vienes a vivir conmigo?
—Ayer ya dormiste sola y he pensado que hoy querrías compañía —respondió Lea dándome dos besos.
—¿Y si te digo que tengo un tío en la cama?
—Pues no me lo creo. ¿Es Thiago? —preguntó de repente.
Me reí al ver su cara de asustada.
—Sabes que aquí no entra ni Dios, tranquila.
—Joder, pues no me extrañaría. Esta mañana lo odiabas y al cabo de un rato te lo comías con los ojos.
—Está bueno, ¿qué quieres?
—Si solo fuera eso...
—¿Tienes hambre? ¿Te apetece pizza? —le pregunté abriendo la nevera.
—Sí, genial. ¿La preparamos nosotras?
—Venga, sí. Pero primero hacemos como en las pelis y abrimos una botella de vino, ¿vale?
Me encantaba tener a Lea allí. Me hubiera gustado poder vivir a mi aire con ella, pero la realidad era otra muy distinta.
—¿Cómo ha ido eso? —preguntó sirviendo el vino en las copas mientras yo iba sacando todos los ingredientes.
—Genial, Lea. Hemos trabajado superbién y he estado con ellos comodísima, como si nos conociéramos de siempre...
Le expliqué cómo era Hugo y el tema de su canal en YouTube.
—¿En serio quiere grabarte en vídeo? Joder, qué pasada, ¿no? Le habrás dicho que sí a la primera.
—Pues no, ya sabes que a mí esos rollos no me van.
—Lo que daría yo porque me vieran quinientas mil personas. ¡Vamos, petarda! Que puede ser divertido. Si quieres, te acompaño.
—Lo que tú quieres es salir en el vídeo ese, que te veo venir.
Lea rio y me pasó la copa. Brindamos y tomamos un sorbo.
—Dile a tu madre que el vino está riquísimo.
—Me echará la bronca, pero me da igual. Le diré que lo usé para cocinar. Cincuenta euritos —le informé cruzando mis ojos.
Lea se rio.
—Un vino de cincuenta euros para cocinar, no eres pija tú ni nada.
Reímos de nuevo y seguimos charlando de nuestras cosas.
—¿Y con Adrián qué? —le pregunté recostada en la encimera.
—Un hueso duro de roer, ya te digo. La Leticia esa lo tiene bien cogido por los huevos. No da un paso el tío, pero no deja de echarme miraditas. No sé si atacarlo u optar por usar la técnica de paso de ti.
—Creo que vas a tener que darle un empujón. Si pasas de él, no creo que reaccione. Lleva dos años con su chica, y si están juntos será por algo.
Lea me miró pensativa. Tal vez lo que le estaba diciendo no le molaba nada, pero ella sabía que entre nosotras era mejor dejar las cosas claras. No iba a ir de falsa diciéndole que seguro que Adri se colaba por ella y dejaba a su chica. ¿Para qué mentir? Al final lo único que conseguiría sería joder más a Lea y crearle falsas esperanzas. Y, que yo supiera, eso no era de amigas.
—Pues optaremos por la primera opción. Ya lo había pensado, no creas. Llevo en la maleta la falda rosa...
—¿La extramegacorta?
Lea rio por mis palabras.
—La que no falla nunca. —Me guiñó un ojo y nos reímos las dos.
Aquella falda casi era un cinturón y se la ponía en contadas ocasiones.
—A ver, loca, que vamos a la uni. ¿Y si...?
Yo había quedado con Thiago para tomar una cerveza... ¿me echaría un cable en este tema?
—Pásame el móvil —le pedí a Lea.
—¿Qué estás pensando?
—Tú dime que sí —le dije abriendo el WhatsApp.
—Sí, sí, no te jode, sí ¿a qué?
¿Podríamos sumar a la cerveza a Lea y Adri?
Thiago estaba en línea y no tardó nada en leerme. Me gustó que estuviera pendiente de mí.
¿Haces de casamentera? Yo se lo digo, claro que sí.
No esperaba que dijera que no, pero tampoco que aceptara con esa inmediatez. ¿Cómo me lo debía tomar?
En mis ratos libres me dedico a eso. Gracias.
Quizá te pido consejo un día de estos. De nada, novata.
Me reí al leer ese «novata»; ya no sonaba igual.
—¿Qué, qué? —preguntó Lea insistente.
—Mañana por la tarde anula cualquier cosa que tengas: nos vamos a tomar una cerveza los cuatro.
—¿Los cuatro? ¿Con Adri?
—No, con su padre. Pues claro, con Adrián.
Lea soltó un gritito y me saltó encima, abrazándome.
—¡Eres la puta Celestina!
Me reí y me la quité de encima como pude.
Confirmado, Adri acepta tu proposición indecente.
Sonreí al leer que a Adri le apetecía estar con Lea.
—Que se nos quema la pizza, loca...
—Vale, pues la falda rosa para la tarde. Tengo que jugar bien mis cartas, porque si se me acojona tal vez no tenga más oportunidades. ¡Ay, Dios! Es tan raro que un tío no se deje llevar un poquito...
—Los dos son diferentes, es verdad —afirmé pensando que no podía decirse que Thiago y Adrián fueran los típicos chicos del montón.
Saqué la pizza y la corté en varios trozos.
—Pues sí. Dime tú si es normal que Adri me busque, pero no quiera nada porque su chica está en la Siberia esa.
Solté una risilla.
—Y dime tú si es normal que Thiago me mire como si fuera un bombón de chocolate y después me repita hasta la saciedad que soy una cría para él.
—Menudo par...
Nos sentamos a la mesa de la cocina y empezamos a comer.
—Tía, haces unas pizzas cojonudas —comentó Lea masticando.
—Receta de mi padre —le confesé sonriendo.
Lea me miró unos segundos dudando si sacar el tema, y como la conocía de sobra, me adelanté.
—¿Dónde podríamos quedar con ellos? ¿Y si quedamos en El Rincón? Adam no curra esta semana, así que no habría problema.
No era que me preocupara en exceso, pero tampoco quería ir fastidiándolo.
—Por mí sí, a ver qué dicen ellos.
—Ellos dirán lo que digamos nosotras —le dije pasando mi lengua por mis labios en plan viciosa.
Lea y yo nos reímos de nuevo.
—Tú ríete, pero el otro día bailando con Adri... Joder, no te lo conté, pero el bailecito ese con la canción de «Perfect Duet»...
—¿Qué? —pregunté tomando un poco más de vino.
—La bailamos superpegados y, claro, se le levantó la bandera del todo.
Me reí de lo lindo al oírla.
—No te rías, coño. No sabes lo excitante que fue. —Su cara de ensoñación lo decía todo—. Madre mía, si hubiera sido otro me lo llevo al baño, te lo juro. Además, el bulto no era precisamente pequeño...
—¡Lea! No entres en detalles, joder.
—No seas pava. Yo creo que llega a los treinta centímetros.
La miré abriendo mucho los ojos.
—¿Qué dices? ¡A ver si te va a partir en dos!
Entre el vino y las tonterías, las risas estaban aseguradas.
—¿Te imaginas que no me cabe?
No podía parar de reír.
—Joder, déjame comer, ¿puedes? —le dije secándome una lágrima de la risa.
—Pero vayamos por partes. Primero tengo que enamorarlo.
—Enamorarlo —repetí, divertida.
—Sí, Adrián es de sentimientos. No es de los de un rollo y ya está.
—Pero, Lea, si apenas lo conoces. ¿Y si quien se enamora eres tú?
—Hay algo en él, Alexia. —Lea me miró más seria y la creí.
Si Lea te hablaba en ese tono, era por algo. Y en fin, a veces una sabe que esa persona puede ser especial en tu vida.
Acabamos de cenar cotilleando un poco sobre los compañeros de clase. Luego lo recogimos todo, excepto las copas y el vino, y nos trasladamos al salón para seguir bebiendo mientras veíamos una película en la televisión.
La miré de reojo. Lea estaba concentrada en la peli y pensé que la quería un montón. En esos momentos era la persona más importante en mi vida. Mi mejor amiga siempre estaba ahí, incluso había venido a casa sin preguntar, sabiendo que estaba sola y que mis noches eran más bien malas. Iba a hacer todo lo posible para que ella y Adri se conocieran más, aunque eso implicara no estar a solas con Thiago. De todos modos, lo mío con Thiago tampoco sabía por dónde iba a tirar. El indescifrable Thiago era precisamente eso: indescifrable. No quería un rollo conmigo ni quería algo serio con una niñata; entonces, ¿qué quería? Tal vez solo pretendía que fuéramos amigos: yo le había caído bien o se aburría o vete a saber cuál era la razón. Que yo le gustaba lo sabía, pero ¿hasta qué punto?
Le mandé otro mensaje: el enlace de una canción de Eminem, uno de mis cantantes predilectos y que escuchaba cuando necesitaba un poco de caña. La canción era «Love The Way You Lie» y la cantaba junto a Rihanna. Era un vídeo que me gustaba mucho por la pasión que expresaba aquella pareja, peleándose y amándose a la vez. Una de aquellas relaciones destructivas, con demasiado frenesí y que solían terminar mal. ¿Podía ser así la nuestra?
Thiago me respondió al poco.
¿Me encanta la forma en que mientes?
Era el título de la canción. Sonreí y recordé una estrofa que me gustaba mucho.
¿Has amado tanto a alguien que apenas puedes respirar cuando estás con esa persona?
Me mordí los labios esperando su respuesta.
Quizá eso es lo que pasa cuando un tornado choca con un volcán.
—¡Joder! —exclamé muy sorprendida.
Aquello también era una estrofa de la canción. ¿Thiago escuchando a Eminem?
—¿Con quién zorreas? —me preguntó Lea medio sobada.
—Con Thiago —le dije sonriendo como una boba.
Vaya, vaya, el chico era una cajita de sorpresas y a mí me apetecía mucho abrirla.