ADRIÁN
¿Quitarme a Lea de la cabeza? Eso había dicho. Pero había acabado haciendo todo lo contrario.
Cuanto más la veía, más me gustaba, y no era algo simplemente físico, lo jodido era que me gustaba todo de ella.
Lea era natural, descarada, divertida y a la vez inteligente. No se las daba de nada, era sencilla y veía las cosas con un optimismo contagioso que me encantaba. Era como si lograra ver la vida de un modo más fácil.
Los dos nos sentíamos atraídos por el otro, lo sabíamos, pero ella había respetado en todo momento el que yo tuviera pareja. No era de aquellas que van a la caza, y eso me gustaba porque significaba que Lea quería algo más. Yo me dejé querer al principio, pero poco a poco me había ido enganchando a ella y le empecé a mandar mensajes tontos a todas horas.
La noche del viernes la pasamos juntos bailando, hablando y sobre todo riendo. Nos entendíamos a la perfección, tanto que a veces me daba miedo. ¿Estaba idealizándola? ¿Tal vez porque era la antítesis de Leticia?
Mi chica era controladora, dominante y con mucho carácter. En cambio, Lea era como un alma libre y lo único que te pedía era que tú también fueras libre a su lado. Sin presiones. Sin agobios.
Con ella se me pasaban las horas volando, como si el tiempo se acelerara de repente. Aquella noche del viernes ni me di cuenta de que había perdido a todo el mundo. Yo con Lea tenía más que suficiente.
Estaba jugando con fuego, lo sabía. Y podía quemarme. Sobre todo porque las amigas de Leticia me controlaban como si fueran sus secuaces. Afortunadamente, aquella noche no aparecieron por allí porque Gala pilló un buen ciego.
A media noche, Lea me dijo que Thiago estaba con Alexia y me alegré por él. Thiago no tenía claro qué hacer con ella, no quería volver a tropezar con la misma piedra. Yo le repetía constantemente que Alexia no era Carol, que se dejara de pajas mentales. Pero es muy testarudo cuando quiere.
El sábado por la tarde tenía partido y fui a verlo. Jugó como el culo y su padre lo miró con mala cara, pero Thiago pasó de él. Le pregunté cómo había ido la noche y no quiso decirme mucho.
—Bien.
—¿Bien y ya está? Macho, sé un poco más explícito.
—Dormí en casa de Alexia. Iba muy pedo y me quedé allí a pasar la noche.
—¿En serio? No jodas.
—Sí, pero estamos cabreados de nuevo.
—Coño, ¿y por qué? Parecéis el perro y el gato.
—Nada, discutimos y ya está.
Thiago no me explicó nada más y yo no quise insistir. Mi amigo es muy suyo y no le gusta ir explicando sus intimidades, ni siquiera a mí. Necesitaba su tiempo y, cuando lo creía conveniente, entonces me lo soltaba todo.
Solo esperaba que eso no afectara a mi relación con Lea y Alexia porque la última vez también se habían enfadado conmigo. Al verlas en el bar de la facultad nos saludamos como siempre y Lea me miró con esos ojos preciosos que me tenían atontado.
Sonó el móvil y lo cogí.
—¿Leticia?
Qué oportuna era mi chica. Les di la espalda unos segundos y anduve hacia la salida del bar.
—Cariño, ¿cómo estás?
—Bien, bien.
Estaba a la defensiva porque me extrañó mucho que llamara a esas horas.
—Te echaba de menos, cari.
—Eh, ya. Y yo.
Mentiras y más mentiras.
—¿Sabes qué? Como en Navidades quizá me quede aquí haciendo prácticas he pensado en ir esta semana...
—¿Sí?
«Adri, más entusiasmo, que se te nota mucho...»
—¡Qué bien! ¿no?
Joder, esa semana había quedado con Lea para enseñarle a jugar al pádel. Habíamos hablado del tema y le había prometido que haríamos unas clases juntos.
—Sí, mi amor. En nada nos vemos.
—¿Y cuándo dices que vienes?
Quizá fuera el viernes o el sábado...
—¡Sorpresa! No te digo más. Dame un beso, que tengo que irme.
—Un beso —le dije, sintiendo que Leticia lograba joder mis planes incluso desde la distancia.