11

 

 

 

 

Lea pasó a recogerme para ir a Colours, a nuestra gran cita. Yo estaba un poco nerviosa porque no sabía cómo comportarme con Thiago. Me había pasado media noche dando vueltas en mi cama y no había sacado nada en claro. En cambio, Lea estaba la mar de feliz.

Cuando entramos en Colours faltaban todavía quince minutos para la hora convenida, así que nos sentamos a esperarles a una de las mesas. Eran casi las siete y había gente, pero el local no estaba a rebosar como en otras ocasiones.

Pedimos una cerveza y a los cinco minutos entró Thiago. No pude evitar darle un buen repaso. Vaqueros desgastados, cazadora negra y, debajo, una camiseta de un gris oscuro.

Nuestros ojos se encontraron y no sonreímos ninguno de los dos.

—Viene Thiago —le dije a Lea interrumpiendo su discurso de todas las cualidades que poseía Adri.

Lea se volvió y él sonrió. Por lo visto para mí no había sonrisas, mal empezábamos. Nos saludó y me dio dos besos apoyando una de sus manos en mi cintura. Se sentó y nos quedamos mirándonos mutuamente en un silencio tenso.

—Me voy al baño, que tengo un apretón —dijo Lea tan tranquila ante mis ojos sorprendidos.

Ten amigas para esto...

—¿Qué tal todo? —preguntó Thiago mirándome de esa forma que me ponía tan nerviosa.

—Bien, ¿y tú? Ya veo que al final te has escaqueado del viaje.

—No me apetecía nada irme...

—Qué rebelde —le dije para picarlo.

Thiago juntó sus labios y sonrió. Dios, ¿por qué estaba tan bueno?

«Jodidos labios de bizcocho...»

—Puedo adivinar qué estás pensando —dijo con su habitual calma.

—Fíjate, yo también —le repliqué burlándome.

—Sorpréndeme, novata.

Aquel era mi mote y ya no me lo quitaba ni con lejía. La verdad era que no me molestaba, más bien al contrario, pero a él no se lo iba a confesar, por supuesto.

—Por cómo me mirabas creo que pensabas que hoy estoy especialmente guapa.

Se lo dije con desparpajo y sin cortarme un pelo. Él era un descarado cuando quería, así que yo no iba a ser menos.

Thiago sonrió de medio lado y soltó una de sus risillas.

—Estás especialmente guapa —dijo con rotundidad—. Cierto. Pero he pensado más cosas.

Me miró de reojo mientras bebía de su botella. ¿Este chico había asistido a clases de cómo volatilizar las braguitas de una chica con solo su mirada?

«¡Alexia, céntrate!»

—Más cosas —repetí yo pensando con rapidez—. Vale, has pensado también si iba a decirte algo de lo de ayer...

—¿Ibas a decirme algo?

Nos reímos los dos y me encantó escuchar el sonido de su risa. Era tan caro de oír...

—Ya lo sabes, había bebido.

—Estabas muy graciosa.

—Perdona, soy graciosa.

—¿En serio?

—Y muy chistosa. Lo que te dije ayer fue de chiste y...

—Vamos, Alexia, ¿vas a mentirme?

Se puso serio y me miro entornando sus ojos.

—Vale, pues era verdad, ¿algún problema?

—¿Yo? Encantado de la vida. Ese mensaje lo voy a guardar siempre —dijo sonriendo de lado.

—Se me fue un poco la boca —comenté como si no tuviera importancia.

—Se te fue mucho, pero ese es tu encanto.

Aproximó su silla a la mía y lo sentí demasiado cerca.

—Eh..., Thiago, que corra el aire, ¿no?

—¿Estoy muy cerca?

—Hay algo que se llama espacio vital.

—¿De veras? —preguntó con su mejor sonrisa.

—Deja de tomarme el pelo, listo —le dije en un intento de parecer indiferente ante el calor que sentía.

—A ver, novata, que yo sepa somos dos... amigos no, porque amigos no somos...

Me miró alzando sus cejas.

—Amigos no —le confirmé.

—Pues eso, somos dos compañeros que están aquí charlando tranquilamente de... ¿de qué hablábamos? Tus labios pintados me despistan un poquito.

Uf... Me estaba buscando y al final me iba a encontrar.

—Hablábamos de que estás casi encima de mí —le dije cruzando mis brazos y retirándome hacia un lado.

—Encima, dice. Se me ocurren tantas maneras de estar encima...

Un escalofrío recorrió mi columna vertebral al recordar su cuerpo desnudo junto al mío y me mordí los labios.

—¿A ti también? —preguntó jugando conmigo.

«¿Quieres jugar? Prepárate...»

Ladeé un poco la cabeza, entreabrí mis labios y me acerqué a él como si lo fuera a besar. Thiago abrió un poco los ojos, sorprendido ante mis intenciones.

—Esto..., hablando de amigas, ¿dónde están las tuyas? —le pregunté haciendo referencia a Débora, claro.

—Ni idea —contestó sin mover un pelo.

Qué mamón..., el tío era difícil de doblegar.

—¿Saben que eres un chico malo?

Me detuve a pocos centímetros de sus labios.

—Todavía no... —Su tono ronco llegó directamente a mis partes íntimas y me obligué a no ser yo la que cayera en sus redes.

Pasé la lengua por mis labios muy despacio y lo miré como si me lo fuera a comer de un momento a otro. No fingía, pero no tenía intención de besarlo, claro que no.

«¿Seguro que no?, ¿ni un poquito? ¡Alexia, no!»

Thiago miró mi boca y seguidamente mis ojos.

—Alexia...

—¿Qué?

—Como compañera que eres, necesito que me eches un guante.

—¿En qué?

Estaba haciendo un verdadero esfuerzo por no comerme esa maldita boca.

—Necesito describir ciertas sensaciones que desconozco y solo tú puedes ayudarme.

—¿Yo?

No entendía de qué cojones hablaba.

—Sí, tú. Es para un trabajo de una optativa. Tengo que saber describir en alemán qué se siente al besar a una chica que se resiste...

Tragué saliva ante su insinuación y cerré los ojos unos segundos.

«Vamos, Alexia, sepárate de él a-ho-ra-mis...»

Sus labios rozaron los míos y una corriente subió por mi cuerpo hasta mi cabeza.

«Dios...»

—Necesito... —Su tono suave acarició mi boca—. Saberlo...

—No... no puedo... —le dije pensando que él sabía que estaba con Nacho.

Empezó a besarme despacio mientras una de sus manos acarició mi cuello para acoplarse mejor a mí. No pude pensar en nada más, solo sentirlo. Sus labios carnosos besaron los míos con un deseo contenido de muchos días y no pude resistirme. Lo deseaba tanto como él a mí, así que le besé del mismo modo, lo que dio pie a que Thiago se atreviera a introducir su lengua en busca de la mía.

Solté un gemido ahogado al recibirlo en mi boca y nuestras lenguas se acariciaron con una tranquilidad agónica que provocó mil sensaciones en mi cuerpo. Mi piel ardía, mi corazón palpitaba con rapidez y mi mente se había quedado totalmente en blanco. Solo pensaba en él, en sus besos, en tenerlo de nuevo dentro...

No... no... Se suponía que salía con un chico, joder.

Me separé bruscamente de Thiago y ambos nos miramos con deseo.

Afortunadamente, el sonido de mi móvil cortó esa situación.

—¿Lea?

—Estoy fuera fumando un cigarrito.

—¿Y para eso me llamas?

—Y para decirte que te dejo cinco minutos más, que Débora y su séquito están a punto de entrar y que te he visto el tanga mojado.

—¡Cerda! —le dije riendo.

—No pasa nada. Te separas un poco del guaperas y ya está.

—Gracias por el aviso y entra ya.

—De nada, mujer fatal.

Lea se rio y yo puse los ojos en blanco.

—Fatal estás tú. Cuelgo.

Thiago me estaba mirando con interés.

—Era Lea para decirme que tu amiguita está a punto de entrar —le informé intentando hacer ver que ahí no había pasado nada.

—Genial —dijo recostándose en su silla—. Ahora ya tengo material para mi trabajo. Gracias por el beso.

Nos miramos recordando aquel contacto.

—No vuelvas a besarme —respondí dirigiendo mi vista al frente.

—De acuerdo, pero dime una cosa.

—¿Qué?

—Si necesito más ayuda, ¿puedo pedírtela?

Lo miré de reojo y le vi sonreír. ¿No podía ser un poco más feo? ¿O más simple? ¿O menos divertido?

—Si es del tipo te beso y te meto mano, no.

—Ya...

Thiago se acercó de nuevo a mí.

—¿Eso es porque no te ha gustado o porque te ha gustado demasiado?

Me mordí los labios al sentirlo tan cerca y me aguanté las ganas de mirar sus ojos verdes. Estaba segura de que vería deseo en ellos.

—Eso es información confidencial —dije observando que Débora y un par de chicas más entraban en el bar en aquel momento.

—Entonces me inventaré la respuesta.

—Tú sabrás.

—Dudo que me equivoque. Voy a saludar a esas.

Se fue hacia la barra y lo observé con detenimiento mientras hablaba con sus amigas.

«Jodido Thiago...»

Con él no sabías nunca a qué atenerte y quizá era eso lo que me tenía tan enganchada a él.

—¿Qué ha pasado? —preguntó Lea sentándose de repente a mi lado.

—¡Tía! ¡Qué susto!

—Claro, si estás embobada mirando al ojazos.

—Qué va...

—Y el beso que he visto... ¿también me lo invento?

Alcé las cejas en un gesto de resignación.

—Ha sido un impulso.

—Un impulso —repitió Lea en un tono aburrido.

—Un fallo técnico, una cagada. Llámalo como quieras.

—Pues, chica, yo he visto un beso de película.

—Y tú ¿para qué miras?

Nos reímos las dos.

Miré de nuevo la ancha espalda de Thiago mientras hablaba con Débora.

—Lea, no sé si esto es buena idea... —le dije con cautela.

—¿Qué coño dices? —me preguntó ella alarmada.

—Que quizá debería irme.

—¡Joder, Alexia! Habíamos quedado tú y yo, ¿y ahora me dejas plantada? Además viene el amor de mi vida, ¿no me vas a hacer ese favorcillo?

Puso cara de gatito maltratado y no pude resistirme a esa mirada.

—Lea, es que no quiero que Thiago piense que...

—A ver, petarda, siempre has sabido decir no. ¿Qué pasa? ¿Que Thiago puede contigo? Es solo un tío, ¿eh? No tiene superpoderes ni nada parecido.

«¿Seguro?»

—Así que déjate de chorradas —acabó diciendo Lea.

Sí, vale, tenía toda la razón del mundo. Dos no se enrollan si uno no quiere, ¿no?

—Está bien, está bien...

Así era nuestra amistad. Si había que hacer sacrificios, pues los hacíamos y punto. Aunque ir con un tío bueno a cenar tenía poco de sacrificio, la verdad.

Al cabo de un minuto Thiago volvió a nuestra mesa, justo en el mismo momento en que Adri entraba. Adri, con su pelo a lo afro, despeinado, sus ojos grandes y bonitos y su sonrisa atractiva. Podía entender a Lea, el chico era guapito y además entre ellos había una conexión especial. Nos saludamos con alegría y aquellos dos se miraron como si llevaran años sin verse. Eso estaba a punto de caramelo...

—Por cierto, ¿qué sabes de Nacho? —me preguntó de repente Thiago.

Lea y yo nos miramos unos segundos antes de que yo respondiera.

—Nada, está bien —dije cogiendo la botella de cerveza.

—¿Sabe que salimos los cuatro? —me murmuró Thiago al oído.

Lo miré de reojo de nuevo.

—Te recuerdo que Nacho es tu amigo.

—Y yo te recuerdo que no estás casada.

Lo miré sorprendida. ¿Es que le daba igual?

—Y yo te recuerdo también que soy una novata, una cría y una caprichosa —le dije con una sonrisa falsa.

Thiago juntó sus labios y los lamió. Uf..., cada vez que hacía eso me moría de ganas de hacer lo mismo con mi lengua en su boca. Además, lo hacía de forma inconsciente y no tenía ni idea de lo sexi que estaba cuando hacía ese gesto.

—Quien haya dicho todo eso de ti es gilipollas.

Sonreí al escucharlo. Menudo liante.

—Si estás intentando camelarme, vas listo, pijo. Esta noche si no te comportas te dejaré plantado, ya sabes que no sería la primera vez.

—Es verdad, esta noche solo amigos.

Nos miramos los dos sin parpadear.

—Oye, Thiago, ¿a ti qué te pasa conmigo?

—Eso quisiera saber yo —dijo más serio.

Se pasó una de sus manos por el pelo.

—Vale, vamos a intentarlo —dijo de repente.

—¿Intentar qué?

—Vamos a fingir que somos dos amigos que se caen de puta madre, nada más.

Lo miré fijamente.

—¿Y que no se besan? —pregunté tanteándolo.

—Exacto.

Nos sonreímos con una complicidad que no era normal. Yo lo intentaba, juro que lo intentaba, pero todo hubiera sido más fácil si no me lo fuera encontrando en todos los lados.

—Vas a conocer al Thiago enrollado y divertido —me dijo entornando sus ojos.

Lo recordé en mi cama, abrazado a mí. Allí ya era enrollado y divertido...

Pero... ¿de dónde salía todo ese buen rollo? ¿Por qué Thiago parecía otro de repente?

«Sabe lo de Nacho.»

Joder, seguro que aquellas arpías le habían ido con el cuento y Thiago lo sabía todo.

—Thiago...

—¿Mmm?

—No estoy casada, pero...

Se acercó a mí y me miró serio. Sus ojos verdes analizaron los míos, pero mantuve el tipo. Quería que fuera él quien me lo dijera.

—Vale, tienes una historia entre manos.

Se recostó hacia atrás y se pasó una mano por el pelo, resoplando.

—Lo siento —dijo en un tono bajo.

—¿Qué sientes?

—Tienes que hablar con él antes. Vale, lo entiendo.

—¿Sobre qué? —le pregunté directamente.

Frunció el ceño antes de hablar.

—A ver, Débora me comentó algo... Ahora me haces dudar...

—¿Qué te contó?

—Que Nacho se había liado con Gala y que ella misma te lo había dicho. ¿Es cierto?

Ni siquiera él se fiaba de ellas...

—Lo es —aseguré con calma.

Me miró esperando que yo dijera algo más.

—No tengo mucho que hablar con él, Thiago. Está claro que Nacho es un cabrón de mucho cuidado. —Fue a hablar, pero lo interrumpí—. Lo sé, estaba avisada y no quise hacer caso a nadie.

—Bueno..., debo decirte que Nacho estaba distinto contigo y que pensé que quizá quería sentar la cabeza. Después de aquel golpe que tuvisteis con su coche, me confesó que le gustabas mucho y que quería hacer las cosas bien. A partir de ese día intenté..., ya sabes, mantener las distancias contigo.

De ahí su frialdad, pero ¿de qué había servido? De nada, solo para incrementar nuestras ganas, estaba clarísimo.