28

 

 

 

 

Estuve charlando con Roque. Era un chico hablador y simpático, pero estaba nerviosa porque no tenía a Thiago localizado. ¿Y a mí qué más me daba? Pues se ve que sí me daba, y mucho, porque empecé a sentir que me faltaba el aire del agobio.

—Voy a al baño.

—¿Estás bien?

—Sí, sí...

—Estaré por aquí, guapísima.

Me fui de su lado y me dirigí al baño. Al entrar había un bullicio exagerado: chicas charlando, otras maquillándose, un par haciéndose una raya de coca... Joder. Yo llevaba la mierda esa encima. La saqué del bolso y me acerqué a ellas.

—Perdona, me han dado esto...

—Mira qué suerte la tuya —dijo la rubia de pelo ondulado.

—A ver —dijo la otra de ojos negros y pelo oscuro acercándose a mi mano—. Coño, podrías compartir...

—No, si no la quiero —les dije pasándoles la droga.

—¡Joder! Qué guay...

Me metí en uno de los baños y me costó vaciar mi vejiga porque me era complicado mantener el equilibrio sin tocar la taza. Antes prefería mearme encima que tocar aquello. Cuando salí, me refresqué la nuca con agua y la rubia se dirigió a mí. Ellas seguían a lo suyo.

—Vamos, chica. Tómate un tiro.

—No, no, gracias —respondí intentando fijar la vista en el espejo.

Bien, parecía que el maquillaje seguía en su sitio y el pintalabios intacto.

—Venga, que es tuya, cariño. —La chica de ojos negros me cogió de la mano y me plantó delante de tres rayas de coca hechas a la perfección.

La rubia me colocó un canutillo en la mano.

—Las tres a la vez, vamos —me animó.

Ellas dos se agacharon para meterse aquello y yo las observé un poco asqueada. La rubia tiró de mí hacia abajo y me vi esnifando aquello. ¡Joder! ¡Qué asco! Me limpié la nariz intentando quitarme aquel picor y ellas se rieron de mí.

—Anda, bebe. —La rubia me pasó una pequeña petaca y la olisqueé: era whisky a palo seco.

Bebí para quitarme el gusto amargo de la boca e hice una mueca al notar el sabor del licor. No me gustaba nada. Ellas rieron y yo sonreí bastante atolondrada.

—Hasta otra —les dije yéndome de allí.

«Mujer tan bella y yo con una botella...» Sonaba «Bella» de Wolfine y salí más animada.

—Bonita, qué casualidad...

Era Roque, que estaba apoyado en una de las paredes.

—¿Bailamos?

—¡Uy, estoy un poco mareada! —le dije bastante eufórica.

—Si quieres, puedo ayudarte —dijo atrapando mi cintura y pegándome a él.

Me reí porque me hizo gracia su tono de seductor, se veían a un kilómetro cuáles eran sus intenciones.

—No hace falta, ese truco ya me lo sé.

—¿Qué truco? —preguntó antes de marcar su boca en la mía.

¡Eh, eh!...

Me separé de él y me miró con deseo.

—Roque, creo que te has confundido conmigo —le dije señalándolo con el dedo.

Volvió a pegarme a su cuerpo de un solo movimiento.

—¿Ah, sí? Pues a mí me parece que te gusta este jueguecito...

Sus labios mordisquearon mi cuello y sentí un amago de erección presionando mi abdomen. No, no quería liarme con ese tipo y no por nada, porque era guapote y simpático, pero lo último que me faltaba era enrollarme con un desconocido.

—Mira, Roque...

Volvió a por mi boca y metió su lengua en busca de la mía. Quise empujarlo con mis manos en su pecho, pero me las cogió y me inmovilizó en dos segundos. Sentí un agobio tremendo hasta que se separó de mí para mirarme con un brillo de deseo en los ojos.

—¿Nos vamos?

—No —le dije muy decidida.

—Tengo el coche fuera, solo un rato...

—Suéltame, tengo que irme.

—Perdona, pero ya la has oído.

¿Era Thiago? Vaya, por fin aparecía...

—¿Y tú eres...?

—Un amigo de Alexia.

Su tono grave me recordó lo borde que podía ser cuando quería. Roque no se encaró, simplemente me soltó las manos y yo me dejé arrastrar por Thiago. Me cogió del brazo y me separó varios metros de Roque.

—¿Qué cojones haces, Alexia?

No quise mirarle. ¿Sabría que me había metido mierda de aquella? Joder, debería darme igual, pero por alguna extraña razón no quería que se enterara.

—¿Alexia?

No dije nada. Estaba un poco colapsada, mareada y con ganas de perder de vista a Thiago. Quizá si no le contestaba se iría..., pero no.

—¿De qué vas? —gruñó cabreado.

Lo miré y vi rabia en sus ojos.

—¿De qué vas tú? —le escupí gritando—. Estoy hasta el coño de ti, ¿me oyes? No quiero verte más. Nunca más.

—¿Y eso por qué? ¿Y qué haces con ese tío?

Negué con la cabeza incrédula ante sus palabras. Era él quien se estaba comiendo el filete de su amiga, no yo. Era complicado discutir con alguien con la música a todo volumen. Teníamos que hablar tan cerca que era difícil no mirarse a los ojos.

—Vamos fuera —dijo cogiendo mi mano y arrastrándome hacia la salida.

Nada más salir respiré con ganas el aire fresco. No me encontraba demasiado bien. La mierda esa corría por mis venas con energía y no estaba especialmente receptiva.

—Mira, Thiago. Esto siempre es lo mismo y yo estoy hasta arriba de ti y de tus historias. Tienes unas amigas que me dan asco y no quiero volver a verte ni a ti ni a ellas ni a su puta madre.

Thiago parpadeó un par de veces y frunció el ceño.

—Por mí os podéis ir todos a la mierda. Tú, el primero.

—No hay quien te entienda —dijo pasando la mano por su pelo.

—¡Ja! Déjame que me ría. Eres tú quien se estaba enrollando con Débora. ¿Cómo puedes ser tan cínico?

—No me he enrollado con ella.

—No, claro. Ahora soy ciega —le dije moviéndome nerviosa.

—¿Tienes frío?

Lo último que sentía era el frío de la noche, y eso que iba en tirantes en pleno diciembre.

—No.

—¿Por qué te mueves así, entonces?

Su mirada inquisitiva no me gustó un pelo. ¿Quién se creía que era? ¿Mi padre?

—Porque me sale de allí. Te he visto, Thiago. Te he visto perfectamente. —Volví al tema porque no quería que me tomara por tonta.

—Débora me ha besado a mí.

Solté una carcajada áspera y le di un empujón en su hombro, en plan colegas.

—Claro, machito, claro. Si es que no sé por qué he dudado. Se te veía muy apurado, sí, señor.

—No he sabido reaccionar antes...

—Menuda excusa —le dije sintiendo que me mareaba.

Joder..., entre el alcohol y la coca me estaba dando un viaje de mierda. ¿Por qué había esnifado la farlopa? Sabía que me sentaba fatal.

Me apoyé en la pared, cerré los ojos y sentí cómo temblaban mis rodillas.

—Alexia...

Thiago me cogió por la cintura y su cercanía me enojó aún más.

—Vete —murmuré.

—No voy a dejarte aquí.

—Vete a morrearla. Yo también morrearé a otro.

Dios, sentía la cabeza a punto de explotar.

—Alexia...

—Me voy con mis amigas —intenté parecer despreocupada, pero Thiago no se lo tragó.

—No, Alexia, tú no vas a ningún lado.

Nos miramos fijamente, pero dejé de mirarlo sintiendo que me estaba analizando. ¿Se me notaría? Siempre diciendo que aquello era una mierda y resultaba que había terminado el año metiéndome una jodida raya de coca.

—¿Qué coño has tomado? —me inquirió muy serio.

—Eso tú, que eres el comecoños oficial del grupo. —Intenté salirme por la tangente.

—¿Vas a decírmelo? —Él también pasó de responder a mi provocación.

—A ver... Han sido tres chupitos y dos copas, más el vino de la cena y más la putada de verte. Suma —le dije entornando los ojos.

Empezaba a costarme seriamente fijar la vista. Estaba todo cubierto por una neblina que cada vez se iba haciendo más densa.

—Joder, Alexia...

Me cogió con más fuerza al notar que yo trastabillaba con mis propios pies. Puto equilibrio. Alguien estaba sacudiendo el planeta y de ahí que yo no me aguantara de pie. Thiago me apoyó con suavidad en la pared y me sujetó con una mano mientras con la otra sacaba su móvil.

—¿Adri?... Estoy con Alexia... Sí, dile a Lea que está conmigo... Nos vamos a casa.

—No, no —le dije al mismo tiempo que movía el dedo a uno y otro lado—. Yo quiero otra copa y bailar y morrearme con todos.

—Hasta luego, Adri.

—Me duele la cabeza. —Respiré hondo y seguí hablando—. Thiago, estoy mareada.

Me apoyé en su pecho y me abrazó.

—¿Hola? Sí... Necesito un taxi... En Magic... Gracias.

A los cinco minutos estábamos en ese taxi camino de su casa. No quise pensar en lo ridículo que resultaba todo: Thiago se liaba con su amiga y después se hacía cargo de la penosa de Alexia.

—Putas drogas —murmuré para mí misma.

—¿Qué te han dado? —preguntó él con suavidad.

Al estar en el taxi me dio menos apuro decírselo. Allí dentro no me iba a meter la gran bronca.

—Coca.

—Joder, Alexia. Si siempre has sido la primera en rechazar esa mierda.

—La camarera me la ha puesto en la mano, yo se la he dado a la rubia y la morena en el baño y ellas...

—Ellas ¿qué?

—No me he dado casi ni cuenta. No lo sé —suspiré cansada.

Estaba agotada de luchar por todo. Mi madre, mi cuaderno, Nacho, Thiago, Débora, Gala... ¿No podía salirme algo bien?

—Hemos llegado —me advirtió Thiago.

Siguió cogiéndome de la cintura hasta llegar a su cama. Me sentó con delicadeza y mi cuerpo se balanceó hasta que me obligué a estar quieta.

—Ya está —farfullé.

Thiago se agachó y al verlo en esa pose pensé que era el tío más guapo que había conocido nunca. Me estaba quitando los zapatos.

—Todo esto es porque tú pasas de mí. —Me froté la nariz y miré hacia el techo.

—Ya hablaremos mañana —dijo en su tono severo.

—Te has liado con ella delante de mí, no te lo perdonaré nunca. Soy muy rencorosa, ¿sabes?

Thiago se sentó a mi lado y no dijo nada. Me bajó la cremallera del vestido.

—¡Joder, Apolo!

Me miró muy sorprendido.

—¿Qué... qué dices?

—Eh..., es un amigo mío.

—¿Y?

Me levanté de golpe con la clara intención de ir a por mi móvil. No le había dicho nada, ni me había acordado de felicitarle el año nuevo. Todo porque estaba embobada con Thiago, joder. Lo había buscado en un momento dado por Magic, pero no le había escrito ni un simple mensaje.

—Tengo que... ¡Dios! —Me tapé los ojos con la mano, obligándome a cerrarlos porque me estaba mareando por momentos.

Thiago me cogió con rapidez y me obligó a sentarme de nuevo. Mi cabeza se apoyó en su hombro y me sentí idiota perdida.

—Se va a cabrear... y con razón —dije en un murmullo.

—Si es un buen amigo, lo entenderá...

—Lo es. Es muy guay. Me hace reír mucho y es un poco chulito, pero te caería bien.

—Seguro que sí.

Cerré los ojos y una pesadez se apoderó de mi cuerpo y de mi mente. Quería dormir.

—Vamos, nena...

—Mmm...

Thiago me tumbó en la cama y con poca ayuda por mi parte me quitó el vestido y seguidamente el sujetador.

—No mires —le dije medio sobada.

Thiago soltó una risilla y yo sonreí en mi interior. Me vistió con una camiseta que olía a él y la agarré con fuerza para acercármela y aspirar su aroma.

—Dios..., eres tú en camiseta.

Él me cogió de nuevo y me levantó sin esfuerzo alguno para meterme en su cama.

—No me dejes sola —supliqué acojonada en aquel momento.

Había bebido demasiado y me había metido una raya, yo sabía que todo aquello podía provocarme una noche cargada de pesadillas, de gritos, de accidentes, de sangre...

—Por favor...

—Tranquila, Alexia. Me quedaré contigo. —Su tono suave me relajó.

Si dormía conmigo, la noche iría bien.

 

 

—¡Nooo! Antxon, nooo...

Empecé a llorar desconsoladamente.

—Nena... Chis...

Seguí llorando. Oí a Thiago, pero mi mente continuó mostrándome a Antxon con la cabeza partida en dos mientras me hablaba como si no le ocurriera nada. Esperpéntico...

—Alexia, siempre seré tu hermanito.

—Antxon, no, no eres tú...

—Sí, sí, hermanita.

—¡Nooo!

—Alexia... Nena... —Abracé a Thiago como si fuera mi salvavidas. En parte lo era.

Aquella pesadilla se repitió cinco veces más durante la noche.