Abrí los ojos y sentí que me dolían los párpados. Dios..., y mi cabeza iba a estallar. Puta resaca.
Noté la almohada mojada bajo mi mejilla, me había pasado la noche llorando en sueños, pero las lágrimas habían sido reales.
Intenté saber sin moverme si Thiago estaba en la cama. Si lo estaba, se había separado de mí lo suficiente como para que no lo notara. Joder, seguro que no lo había dejado dormir nada y había acabado marchándose de mi lado.
Cerré los ojos. Tenía ganas de llorar, pero me las aguanté. Me dolían los ojos y la cabeza, me notaba la piel reseca y me imaginaba que el rímel estaría esparcido por mi cara. Tenía que levantarme y asearme antes de que Thiago me viera, pero me quedé paralizada al sentir que entraba en la cama y me abrazaba con ternura.
Acopló su cuerpo al mío y me colocó bien los mechones de pelo para que no me molestaran. Cerré los ojos y me dormí con una placidez increíble.
—¡Eres un cabrón!
¿Estaba Nacho en mi cabeza?
—Nacho, a ver...
—¿Qué tengo que ver? Déjame hablar con ella.
Dios..., ¿qué cojones estaba soñando?
—Nacho, Alexia no se encontraba bien y la traje a casa.
—Thiago, he hablado con Gala esta mañana. Lo sé todo.
—Lo sabes todo —repitió Thiago.
Me levanté de la cama y me metí en el baño. Me lavé la cara y me miré en el espejo. Madre mía, qué pintas. Salí de puntillas de la habitación y oí que Nacho seguía despotricando contra su amigo. Todavía no entendía qué hacía Nacho en casa de Thiago. ¿No se suponía que estaba en Cádiz?
—Siempre lo habíamos dicho, no íbamos a meternos en la relación de un colega. Y tú...
—Joder, Nacho, eres tú el que no sabe mantener la polla en sus calzoncillos.
—¿Y tú? ¿Y con mi chica?
—Creo que deberías hablar con ella, pero no ahora. Está durmiendo y ha pasado mala noche.
—Qué bonito, me estás poniendo tierno. Sois los dos unos cabrones.
—Nacho, fuiste tú quien se lio con Gala, no jodas.
—¿Cómo?
—A mí me lo explicó Débora, pero a Alexia fue la misma Gala quien le enseñó tus mensajes.
—¿Qué mensajes?
Se hizo un silencio tenso y yo dejé de respirar esperando que reconociera su desliz.
—Los que le mandaste a Gala después de tirártela. ¿Tengo que explicártelo todo? Hostia, Nacho, no seas tan cabrón. Le has puesto los cuernos, a mí no hace falta que me mientas.
—Pero ¿qué coño estás diciendo? Yo no me he tirado a Gala, joder. ¿Eso ha dicho ella? La madre que la parió...
¿Cómo? Me agarré al marco de la puerta con fuerza. No podía ser que Gala me la hubiera metido doblada... Bajé las escaleras a toda leche, sin darme cuenta de que iba con una simple camiseta y sin nada más.
—Joder, Nacho, el día antes de marcharte estuviste con ella y... he visto tus putos mensajes. No seas tan cabrón, ¿puedes? —le grité nerviosa.
Nacho me miró incrédulo.
—Alexia, no sé qué coño te ha dicho Gala, pero, sea lo que sea, no es cierto. No he estado con ella ni tengo intención de hacerlo. Y ella lo sabe. No le he mandado mensajes de ningún tipo...
—Los leí —le escupí enfadada.
—Los leíste... ¿Y miraste la fecha?
Fui a replicarle, pero apreté los labios mientras pensaba en ese detalle. ¿Miré la fecha? No. ¿Cómo que no? No, no la miré. Leer aquellas palabras me dejaron descolocada y ver a Gala dolida por compartir a Nacho me dio a entender que todo lo que me decía era cierto... Y no... quizá no... ¿O sí? Mierda, no sabía a quién creer en ese momento.
—Alexia, sería un mensaje de... de antes de estar contigo. Así de simple. Gala te ha mentido, joder, y tú la has creído a la primera de cambio. Me parece perfecto.
Se habían cambiado las tornas y ahora el enfadado era él. Hostia, hostia... No podía ser, no podía ser que hubiera caído en una trampa tan sencilla como aquella y que ni le hubiera preguntado a él. La creí a pies juntillas, a ella y a las zorras de sus amigas.
—Vale, ahora entiendo por qué has pasado de mí como de la mierda. ¿Cómo has podido tragártelo? ¿Y por qué no hablaste conmigo?
Lo miré sin decir nada. Había varias respuestas a eso: su mala fama y Thiago, Thiago, Thiago...
Dios, hubiera dado medio brazo por desaparecer de allí en ese momento.
—Yo qué sé, Nacho. Me lo dijo convencida e incluso dolida... Tuve su móvil en las manos y vi aquellos mensajes...
—Claro, y lo más lógico es que creas que es todo verdad.
Resoplé agobiada.
—Y te lías con Thiago, con mi colega. No eres mucho mejor que Gala, ¿sabes?
Lo miré con la cabeza gacha y los brazos cruzados. No podía negarlo. Aunque aquella noche no hubiera pasado nada, era cierto que Thiago y yo nos habíamos acostado.
Una sombra de dolor cruzó por sus ojos y lo sentí de verdad. Joder... en pocos minutos había pasado de ser el cabrón de Nacho a la víctima de mis acciones.
—En cuanto me enteré de eso..., tuve claro que tú y yo habíamos roto... —intenté justificarme, pero no había excusa posible, lo sabía.
—¿Sin hablarlo, Alexia? —preguntó rabioso.
—Para mí estaba clarísimo y lo único que quería era mandarte a tomar por culo, ¿lo entiendes? —Estaba mosqueada, pero más conmigo misma que con él.
—No, no entiendo nada. Solo sé que te has follado a Thiago, que no has dudado en hacerlo y que me has decepcionado, Alexia. —Esto último lo dijo levantando los brazos y dando un paso atrás.
Joder, estaba dolido de verdad y todo porque yo no sabía hacer las cosas con más calma.
—Nacho...
—Nada, princesa, quédate con él. Ahora soy yo el que pasa de ti.
Dio otro paso hacia atrás y yo me acerqué a él, pero con un gesto de las manos me indicó que no lo tocara.
Nacho desapareció y yo me quedé cabreada y muy dolida. ¿Cómo había podido ocurrir todo aquello? Joder, me había dejado engañar. Yo y todos los demás, porque Thiago y Adri también se lo habían tragado. Pero era yo la que estaba con Nacho, era yo la que sabía que él quería ir en serio conmigo, era yo la que había apostado por lo nuestro pasando de los rumores. ¿Y al final qué? Al final era como todos, había etiquetado a Nacho sin pensármelo y ni siquiera había sido capaz de hacer una simple llamada para saber si era verdad. Yo lo había dado por hecho como el resto.
Era igual de gilipollas que Gala y su séquito de brujas.
Subí a la habitación a por mi ropa sin mirar a Thiago, aunque sentí que venía tras mis pasos.
—Alexia...
Busqué mi ropa y encontré el vestido bien colocado encima de la silla.
—¿Qué? —Me quité la camiseta sin importarme que Thiago me viera.
Total, la noche anterior me había desnudado él. Me puse el sujetador y se acercó para hablarme de frente.
—Yo no sabía nada. —Lo miré a los ojos.
¿Acaso pensaba que se me había pasado por la cabeza que él estuviera metido en el ajo? Eran sus amigas, pero no creía que fuera como ellas.
—Lo imagino —dije colocándome el vestido—. Pero tus amigas se han pasado, joder. Al final... Nacho era inocente de todo y he sido yo la que le he traicionado. ¿Has visto sus ojos?
Thiago me miró sin responder.
—No somos mejores que ellas, te aviso.
Tragué saliva al darme cuenta de que era cierto. Ellas me habían puteado, pero yo no había dudado en follarme a Thiago. Sin preguntar. Sin saber. Sin pensar que podían mentirme, que quizá era un error, que podía dañar a Nacho.
—Hablaré con él —consiguió decir.
Nos miramos fijamente.
—No hace falta, no vamos a volver. Pero lo que sí tengo claro es que no quiero saber nada de vosotros. —Me humedecí los labios, nerviosa.
Estaba tomando decisiones precipitadas, pero esa panda de pijos empezaba a complicarme demasiado la vida. Incluso Thiago. La noche anterior la había pasado de puta pena al verlo morreándose con su amiga. No quería volver a vivir una situación parecida ni a sentir aquella sensación de quemazón en mi estómago.
—Supongo que estoy incluido en el lote. —Cruzó los brazos sobre su pecho y sus ojos verdes se oscurecieron.
—Tú mismo.
Busqué mi bolso y lo cogí para irme de allí.
—Alexia, estás cabreada, lo entiendo. Eso... eso ha sido una gran...
—Putada. Exacto. Una gran putada de esa panda de tías a las que llamas amigas. Incluye en el lote a la que te morreas delante de mi cara.
—Joder, yo no la besé —soltó cabreado.
—No me jodas, Thiago.
—Vuelves a equivocarte —gruñó de malas maneras.
Lo miré pensando en mi acusación equivocada, pero esto era distinto.
—Te vi, ¿vale? Y te vi después hablando con ella en la barra, con lo cual me quedó claro que lo vuestro sigue ahí. Y después no te vi, ni a ti ni a ella. ¡Dime por qué tengo que creerte! —grité muy dolida.
—Nunca te he mentido, no me gusta mentir.
—No quiero verte más —dije sin rastro de emoción.
Fingía, por supuesto, pero era eso o seguir sufriendo por él. Aquella historia se estaba alargando demasiado y siempre acabábamos en el mismo punto. Estaba claro que no iba a salir bien.
—¿Lo dices en serio?
—Muy en serio.
No dudé y eso lo dejó tan sorprendido que no reaccionó cuando abandoné su habitación con la intención de salir de su casa.
«Muy en serio, Alexia, vas a olvidarte de él.»
Llamé a un taxi.
«Esta historia se ha terminado.»
Subí al taxi.
«No quiero que te eches atrás.»
No dejé de llorar en todo el camino. Joder...
Estaba avergonzada por mi manera de actuar. Mucho.
Con Nacho la había cagado de lleno. Me había fiado de la palabra de Gala y además me había tirado a los brazos de Thiago a la primera de cambio. Nacho debía de estar muy cabreado y con razón. Él había mantenido las manos quietas, mientras que yo no había sido capaz. Pero creo que lo que le dolió más fue saber que no había creído en él y que ni siquiera le había dado la opción de defenderse.
Si yo fuera él, no me lo perdonaría. Esa desconfianza era algo difícil de recuperar.
Así que además de avergonzada estaba triste; triste por mí y por él. Lo había acabado puteando yo y no podía ni darle consuelo porque evidentemente no quería saber nada de mí. Lo había llamado un par de veces, pero me había colgado. No le llamaba con la intención de volver con él. Sabía que nuestra historia estaba más que terminada. Pero no sé..., necesitaba saber de él. Odiaba hacer daño a la gente que me importaba.
También estaba avergonzada por haberme perdido la noche de fin de año, por no haber estado con Lea, con Natalia, con Max... Yo y mis jodidas historias. Había bebido más de la cuenta sabiendo que no me convenía. Incluso me había drogado con esa mierda sabiendo que ni me gustaba, ¿qué hostias me pasaba? Ya tenía dieciocho años, tampoco era tan niña, y estaba a punto de cumplir los diecinueve. En algunas culturas, a mi edad las chicas ya estaban casadas, trabajando o incluso dirigiendo una tribu. ¿Y yo? Había acabado la noche con Thiago de niñera, con mal cuerpo y sin apenas sostenerme. Digno de admirar, sí, señora.
—Menuda cara... —Mi madre me recibió con su habitual cariño.
—No tengo ganas de discutir. —Puse los ojos en blanco—. Gracias.
—De nada. Esta semana quizá tengamos cena...
—Conmigo no cuentes —la corté.
—Contigo sí cuento.
—¡Y una polla! —le grité fuera de mí—. Haz lo que te salga del coño con mi cuaderno, me importa una mierda. ¡Tú me importas una mierda!
—Haremos ver que no he escuchado nada. Entiendo que estás de resaca.
La miré furibunda, me ponía negra esa tranquilidad que demostraba. Pasaba de mí como siempre.
—No iré a ninguna cena más de pijos. Si vuelves a obligarme, iré a buscar a la mujer de Gerardo para explicarle lo hijo de puta que es su marido.
Mi madre abrió los ojos unos segundos, sorprendida, pero se recompuso con rapidez.
—Alexia, ni se te ocurra meterte en mis asuntos —dijo señalándome con sus uñas perfectas.
Me acerqué a ella y le hablé a cinco centímetros de su cara recién maquillada.
—Alexia, si vuelves a obligarme a algo, lo pagarás muy caro.
Sus ojos se quedaron fijos en los míos. Jamás la había llamado por su nombre. Sabía que yo odiaba compartir mi precioso nombre con ella. No era digna de llamarse así.