El disc jockey cambió el ritmo totalmente y sonó «No me compares» de Alejandro Sanz y su voz rota envolvió totalmente el pub porque incluso la iluminación bajó de intensidad. Sonreí al pensar que Thiago no podía haber llegado en mejor momento, en sus brazos no debía preocuparme de nada.
«Yo no me parezco a él... ni a él ni a nadie...»
Rodeé su cuello con mis manos y él me miró sonriendo. Thiago era incomparable, lo tenía claro. No había conocido a nadie como él. En esos momentos D. G. A. dejó de existir y eso significaba que yo solo tenía ojos para Thiago.
Después de aquella canción nos acercamos a la barra donde estaban Adri, Lea y Natalia. No era cuestión de dejar sola a Natalia, así que nos reunimos con ellos. Pedimos nuestra segunda copa y charlamos animadamente un rato antes de bailar de nuevo.
Aquel chico guapete con novia seguía mirándome y me tenía realmente mosqueada. Tanto que en cuanto vi que se iba al baño lo seguí con la excusa de que tenía la vejiga llena.
Los baños estaban al fondo y a la izquierda, cómo no, pero había un espacio común que dividía el baño de chicas y el de chicos. Un espacio con un enorme espejo donde siempre había gente. En cuanto entré allí, a pocos pasos de él, el tipo me cogió de la mano y me asustó.
—¿Qué haces? —le inquirí.
—Me estás siguiendo —respondió con voz grave.
Me fijé en que tenía unos ojos negros muy bonitos y que su nariz era algo grande, pero no desentonaba en su rostro cuadrado.
—¿Quién eres? —le pregunté sin cortarme un pelo.
—¿Quién voy a ser? —preguntó con cierta ironía.
Necesité solo dos segundos para montar mi película: ¿quién iba a ser? Pues Apolo.
—Tienes novia —le dije en un tono acusador.
Ya ves tú, yo estaba con Thiago, pero en ese momento solo pensé que quería aclarar aquello con Apolo.
—¿Novia? Qué va, es un rollete.
Ya. D. G. A. siempre había vacilado de ser un ligón, tampoco debía extrañarme tanto.
—¿Y lo tuyo? —me preguntó entornando los ojos.
Claro..., lo mío...
—Pues lo mío es lo que has visto.
—Solo he visto que bailabas con él y poco más. El tipo es tan alto que no me dejaba verte. Pero ahora no está...
Dio un paso hacia mí y me quedé petrificada. Sentir a Apolo tan cerca me dejó bloqueada.
—¿Cómo... cómo te llamas?
—Alejandro, para servirte. ¿Y tú?
Apolo, Alejandro... Tenía su lógica.
—Alexia.
—Vaya, somos la doble A. Qué casualidad.
Uy, uy, que cara a cara Apolo-Alejandro perdía bastante...
—Pues sí, mi nombre significa «la protectora».
Me miró frunciendo el ceño.
—¿No ha dicho algo de eso el disc jockey?
Lo miré abriendo los ojos. ¿Es que me tomaba el pelo?
—Sé que has sido tú, Apolo.
—Alejandro, guapa.
—Sí, sí, Alejandro.
—¿Tienes dislexia?
—¿Cómo? —pregunté creyendo que no lo había entendido bien.
—Sí, mujer, eso que confundes palabras y nombres y no sé qué más cosas.
Joder... o D. G. A. usaba un filtro mental en Instagram o de noche perdía mucho. Quizá había bebido..., pero no lo parecía, la verdad.
—¿Has bebido?
—No bebo, solo bebo Cola-Locas.
¿Cola-Locas? Madre mía... Ese no podía ser Apolo.
—Esto...
Debía preguntarle algo que me confirmara que no lo era. Rápido.
—¿Te acuerdas de mis tres secretos?
—¿Tú te drogas?
Vale, no lo era. Joderrr...
—No, no. Creí que eras alguien...
—Y soy alguien.
—Alguien conocido.
—Ahora ya nos conocemos. ¿Vamos fuera?
—No alucines —le dije saliendo de allí, pero el falso Apolo me siguió.
—Oye, oye. —Me cogió del brazo y me habló al oído—. No puedes ir calentando al personal y después desaparecer.
—¿Perdona? Poder puedo y tú no eres nadie, por mucha fuerza física que tengas, para tocarme un pelo sin mi permiso. ¿Lo sabes, imbécil?
El tipo dio un paso atrás, muy sorprendido por mis palabras y por la rabia que había en ellas. ¿Quién se había creído que era? Como si iba desnuda por la vida, no te jode. No tenía ningún derecho a ponerme una mano encima. Si se le calentaba la polla era su problema, no el mío.
Me fui de allí flipando conmigo misma. ¿Cómo había podido pensar que aquel estúpido era Apolo? No le llegaba ni a la suela de los zapatos. Ya me valía...
Cuando regresé, Lea y Natalia estaban bailando y Thiago y Adri estaban charlando apoyados en la barra. Thiago me miró y me sonrió. Le guiñé un ojo indicándole que todo estaba bien y me reuní con las chicas.
—Creí que te habías ido por la taza del váter —me dijo Lea riendo.
—Si te lo cuento, no me crees, joder...
—¿Qué?
—Ya hablaremos —le comenté por lo bajini.
—¿Qué coño hacen esas tres aquí? —preguntó de repente Lea mosqueada.
Me volví para ver a quién se refería.
Débora, Gala y Felisa.
—Joder, ni con lejía nos las quitamos de encima —dije asqueada.
Saludaron a Adri y Thiago. Débora iba a por todas, era algo evidente. Lo arrinconó a la que pudo y habló con él. Thiago, cruzado de brazos, la escuchaba e iba diciendo algo de vez en cuando. No quería parecer que estaba superpendiente de ellos dos, pero no podía evitarlo.
—Acabarás perdiéndolo. —La voz de Gala me taladró la oreja.
Me volví despacio mirándola con mucho desprecio.
—¿Como tú a Nacho? —le pregunté acercándome a ella para que me oyera bien.
—No, como tú a Nacho, recuérdalo. —Su tono de repipi, sumado a que no me dejaba ver qué ocurría entre Débora y Thiago, me puso muy nerviosa.
—Si quisiera, estaría con Nacho, tonta del culo.
—Qué fina eres. ¿Sabe Thiago que eres tan palurda?
—¿Y tu madre sabe que su hija es una zorra?
Gala endureció su gesto y yo di un paso hacia ella. ¿Cómo se atrevía a tocarme los cojones de esa manera después de todo lo que había provocado? No tenía vergüenza, joder.
—Eres una...
—¿Una qué? —la corté con rapidez acercando mi rostro al suyo.
En ese momento alguien me cogió de la cintura y me separó de ella.
—Pequeña, no vale la pena.
Me quedé sin aire al pensar durante unos segundos que era Apolo..., pero no, era Thiago, joder. ¿En qué momento se me ocurrió decirle a mi amigo virtual que iba a estar en Marte?
—Es una gilipollas —gruñí todavía mosqueada con Gala, que me miraba con aire triunfal.
Un día le iba a quitar esa sonrisa estúpida de la cara...
—No le des el gustazo, es lo que quiere. Créeme, las conozco bien.
Nos miramos a los ojos y no hizo falta preguntarle por Débora. Él mismo me lo explicó. Su amiga quería volver a ser eso mismo: su amiga. Thiago le había dicho claramente que estaba conmigo y que no quería ni líos ni rollos. Ella le había prometido que solo quería su amistad.
Sí, claro, y yo era Jennifer López y tenía el culo asegurado. Bueno, lo del culo asegurado era un rumor desmentido, pero bien podía ser.
La cuestión era que yo no la creía y él sí. ¿Qué podía decirle?
—Por cierto, ¿y están aquí las tres Marías porque...?
Tanta casualidad no podía ser, eso sí que no se lo tragaba ni el más inocente de los mortales.
—A Adri se le ha escapado en el gimnasio y estaba Felisa por allí. Ella misma nos lo ha dicho.
—Están en todo —comenté con ironía observándolas.
—Como si no estuvieran —me dijo acercándome a él.
—Gala me pone de muy mala leche.
—No tardarán en irse, ya verás. A ellas les gustan los tíos más pijos.
Puse los ojos en blanco y Thiago rio. Si es que eran idiotas al cien por cien. Pero mi chico acertó de lleno porque a la media hora se fueron de allí con sus aires de divas y yo me quedé más tranquila. No me gustaban nada las miradas que me echaba Débora. No me intimidaba, pero no me apetecía discutir más con ninguna de ellas.
La tercera y última copa decidimos tomarla en otro pub que estaba al final de esa misma calle, en La Casa, un local de dos pisos donde aquella noche celebraban una fiesta los de la Complutense con la intención de recaudar dinero para el viaje de fin de curso.
Nos fuimos los cinco hacia allí. Lea charlando con Thiago y Adri, y yo del brazo de Natalia conversando de nuestras cosas. Ellos iban delante y yo observaba de vez en cuando la espalda de Thiago: podías perderte en ella y mis pensamientos eran más bien calenturientos, pero procuraba prestar atención a lo que me iba diciendo Natalia porque no quería parecer una cachonda mental. Pero, joder, qué espalda...
Cuando entramos en La Casa, un golpe de calor nos sacudió. Estaba hasta los topes, pero a esas horas era lo normal y estábamos acostumbradas a hacernos un hueco en cualquier pub. Lea iba al frente y yo cerraba la comitiva.
—¡Alexia! —Alguien me agarró el brazo y me volví hacia mi derecha.
¿Quién era?
—¿Cómo estás?
Joder, era Gorka...
—¡Eh! ¿Qué tal? Cuánto tiempo... —comenté sorprendida.
Nos dimos dos besos y nos sonreímos con simpatía. La última vez que nos habíamos visto en la discoteca no habíamos terminado demasiado bien, pero el tiempo lo ponía todo en su sitio. Nos habíamos enviado un par de mensajes pidiéndonos disculpas mutuamente. Él por comportarse como un novio celoso y yo por no ser más clara con él. En fin, que no íbamos a ser los mejores amigos, pero el mal rollito entre nosotros se había esfumado.
—Estás guapísima, ¿no? —me preguntó con un brillo en los ojos.
—Gracias, tú también estás cañón —le dije bromeando.
Seguía igual de guapo, saltaba a la vista. Por algo era modelo.
Miré hacia la izquierda y me di cuenta de que había perdido a Thiago y a los demás.
—¿Qué tal estás? —preguntó más serio.
—Bien, muy bien. ¿Y tú?
—Pues como siempre, haciendo malabarismos entre la uni y el curro, pero no me quejo porque este verano me voy un mes entero a Nueva York para grabar un anuncio de una conocida firma de ropa. No puedo decir nada, pero ya me verás.
—¡Vaya! ¡Te vas a hacer famoso!
—No exageres —dijo riendo.
Se le veía feliz y me alegraba por él. Aunque en algunos momentos se hubiera comportado como un capullo, Gorka siempre me había parecido un chico encantador.
Miré de nuevo hacia mi izquierda para ver si veía a mis amigos. Estaban los cuatro en la barra y Thiago nos miraba a nosotros fijamente.
—Tengo que irme —le dije a Gorka para despedirme—. Me alegro de que te vaya todo bien.
—A veces pienso en ti —soltó de repente.
Nos miramos a los ojos y pude vislumbrar en los suyos que yo todavía le gustaba.
—No hace falta que digas nada, entiendo que estás con él. Desde el primer día vi que te comía con los ojos.
—Uno no elige —le dije dándole a entender que no era culpa de nadie.
Los sentimientos eran los que eran.
—Lo sé, cuídate, Alexia.
—Y tú, cuídate mucho.
Me fui de allí sintiendo el peso de su mirada, pero busqué la de Thiago. El brillo de sus ojos podía animar a cualquiera.
—Pensábamos que te habías perdido —me dijo Natalia al verme.
—No, no, es que me he encontrado a Gorka.
Ellas dos me miraron y no preguntaron nada más. Thiago me cogió de la cintura y me dio un beso suave en el cuello.
—¿Más competencia? —preguntó en tono bromista.
—¿Quién puede hacerte a ti algo de competencia, pijo? —le repliqué divertida.
Me gustaba que fuera directo, que no se anduviera con rodeos y que no fuera melodramático. Las cosas claras y el chocolate para comérselo, o eso era lo que decía siempre Lea.
La noche transcurrió sin ninguna sorpresa más y no aparecieron otros ex por allí. Yo estaba más relajada en aquel pub al saber que Apolo no andaba por allí y los cinco disfrutamos bailando y conversando, pero sobre todo bailando.
Natalia era como yo, no necesitaba a nadie para pasárselo bien e iba bastante a su bola. De todos modos, ni Lea ni yo dejábamos de estar pendientes de nuestra amiga, aunque estuvieran Adri y Thiago con nosotras. A las cuatro de la mañana decidimos retirarnos. Todos habíamos ido en metro, así que en el último tramo Adri se marchó con Lea, y Thiago y yo decidimos acompañar a Natalia hasta su portal. Nada más girar la esquina vi a un hombre sentado en el escalón de su puerta y fruncí el ceño pensando que habíamos hecho bien en insistir en acompañarla hasta su casa. A saber quién era aquel tipo que llevaba una botella en la mano. Fijo que algún puto borracho...
«Hostia... hostia...»
Era su padre. En cuanto levantó la vista hacia nosotros tres vi que era él y pude ver el pánico en el rostro de Natalia. Mierda, ¿qué pasaba?
—Es tu padre —le susurré con rapidez.
—Ya —comentó ella con voz trémula.
—¿Te está esperando?
Pregunta estúpida, lo sabía, pero me negaba a pensar que su padre estaba bebiendo como un jodido borracho en el portal de su casa. Daba pena, la verdad.
—Mírala..., mírala... —dijo en un tono de voz demasiado alto cuando se dio cuenta de que era Natalia.
Mi amiga no dijo nada y yo me tuve que morder la lengua. Si hubiera sido yo...
Natalia pasó por su lado ignorándolo y se volvió un segundo para decirnos adiós con un movimiento de cabeza. Su padre la cogió del tobillo y ella soltó un quejido.
—Siéntate un poquito, cariño —le dijo con esa voz pastosa.
Iba muy bebido.
—Estoy cansada —comentó ella en un tono duro.
—Vaya, siempre estás cansada. Naciste cansada. Tú y tu madre, siempre cans...
—¡Papá, basta! —exclamó Natalia furiosa.
Me miró a los ojos y supe que estaba tratando de saber qué intuía yo de esa situación, pero la verdad era que en ese momento estaba bastante colapsada. Natalia se soltó de esa mano y desapareció tras la puerta. Su padre me miró unos segundos y se puso a reír.
Menudo gilipollas.
Me agaché un poco para hablarle al oído, fue un impulso de los míos, pero no lo pude evitar.
—Si le hace daño a Natalia, se arrepentirá.
Mi voz áspera lo sorprendió y Thiago me cogió del brazo para separarme de él.
—Es mi hija —balbuceó con un aliento apestoso.
—Yo le he avisado —le dije señalándolo con la mano que tenía libre.
—Alexia —me advirtió Thiago antes de que dijera algún disparate.
Ganas no me faltaban. Me caía mal por lo que le había hecho a su madre, pero había algo más..., mi intuición me decía que ese tipo era un mal bicho y que de un modo u otro andaba jodiendo a mi amiga.
Grandísimo hijo de su madre... La intuición no suele fallar, ¿verdad?