Aquella semana cumplía diecinueve años, el sábado 20 de enero, y nadie había dicho nada de celebrarlo, cosa que me extrañaba bastante.
—¿Sabes qué día es el sábado? —le pregunté a Lea en el autobús.
—Pues sí, hija, el día que voy a estar desde las ocho de la mañana hasta las ocho de la tarde depilando patas a un equipo de ciclistas.
—¿Qué dices?
—Lo que oyes. El sábado no me veis el pelo. Son unas cuarenta chicas que han decidido depilarse todas el mismo día. No me preguntes por qué.
La miré frunciendo el ceño. Joder, ¿y mi cumple? ¿Se le había olvidado?
—¿No ibas a quedar con Thiago? —me preguntó ignorando mi mala cara.
—No sé —le dije un poco molesta.
—Ostras, creo que tiene un torneo de esos. Algo me dijo Adri ayer cuando hablé con él. Le comenté que el sábado no saldría y él me dijo que no me preocupara porque quería acompañar a Thiago al torneo ese. Creo que terminan hacia las doce de la noche. Vaya horas de jugar, ¿no?
—¿Eh? Sí, sí.
Joder, otro que tampoco estaría para mi cumpleaños. Pues qué bien.
En ese momento me llegó un mensaje al móvil: «El envío de Marco Santos está a su disposición en la oficina de...». ¿Y esto? ¿Un paquete para mí? Si era por mi cumple, iba a flipar mucho: que Marco supiera que el sábado era mi cumpleaños y mis amigos ni se acordaran...
Le escribí un mensaje para aclarar aquello. Quizá era un paquete para la oficina y yo estaba haciéndome tontas ilusiones.
Jefe, ¿es un paquete para la empresa? Me ha llegado un mensaje indicándome que debo ir a la oficina de correos.
Apagué el móvil y miré de reojo a Lea. Estaba escribiendo con rapidez en su teléfono, pero no podía ver con quién.
—¿Qué escondes, petarda?
—¿Yo? —preguntó mirándome con una sonrisa—. Nada, solo es sexo con Adri. ¿Quieres leerlo?
Me pegó el móvil a la nariz y me retiré riendo.
—¿De buena mañana? Venga ya.
—Eso es sano a cualquier hora, Alexia. Un poco de alegría para el cuerpo, ¿no? Te veo muy mustia.
Sí, claro. Me acababa de enterar de que ni ella ni Thiago estarían disponibles el sábado. Jolines, era mi cumple. ¿Y Natalia?
¡Hola, loca! Ya sé que es pronto para hacer planes, pero el sábado Lea estará currando, ¿cenamos juntas?
Me respondió al momento.
Pues me parece una muy buena idea. Ya concretaremos.
Bueno, otra que no se acordaba de que era mi cumpleaños, pero ¡al menos no tenía planes! Menos mal, porque ya me veía en el dúplex soplando sola una vela en una jodida magdalena.
El pasado año, cuando cumplí los dieciocho, lo celebramos las tres juntas cenando en un restaurante chino y saliendo de fiesta hasta que se hizo de día. Nos lo pasamos en grande, pero este año no se iba a repetir. Sin Lea no era lo mismo, la verdad.
En ese momento Marco respondió a mi mensaje.
Hola, currante. No es para la oficina, es para ti. Creo que el sábado alguien se verá alguna arruguita más en esos ojos bonitos.
Era un adulador, pero me gustó el detalle. Sabía que era mi cumple por mi ficha, pero había tenido el gesto de enviarme algún regalito. No como otras... ¿Qué sería? ¿Una pulserita? ¿Un pintalabios? A saber, con Marco nunca podías estar segura. Quizá era un simple perfume o un ramo de flores. Esperaba que no, porque tendría que fingir que me había gustado mucho, y con lo mal que se me daba hacer el paripé. Aquella misma tarde pasaría por correos, tenía ganas de descubrir qué me había regalado, aunque me llevara un chasco.
Gracias, jefe. ¿Me gustará? Me tienes acojonada.
Jajaja, te gustará, pero quizá no lo querrás usar.
Estoy por hacer novillos e ir a correos ahora mismo.
¡Tira pa clase y que no me entere yo!
Jajaja, un beso.
Otro para ti, húmedo porque llueve, ¿eh?
Me reí al leerlo y Lea me miró alzando sus cejas.
Ya, ya.
Dime que lo pensarás.
¿El qué?
Usarlo.
Joder, ¿qué carajos sería?
Miedo me das.
Dímelo.
Lo pensaré.
Por pensar no perdía nada, aunque no tenía ni idea de qué podía ser ese regalo misterioso.
Bieeen. Espero noticias suyas, señorita.
Marco dejó de estar en línea y yo releí nuestra charla. Me moría por saber qué era aquel paquete, siempre había sido demasiado curiosa.
—¿Era Thiago? —preguntó Lea con interés.
—No, no. —No quise explicarle nada porque estaba mosqueada por lo del sábado.
Entendía que cada uno tenía su vida y que a veces era fácil olvidarse de un cumpleaños, pero, joder, Lea era mi mejor amiga.
A media mañana salimos a desayunar al césped y nos tumbamos las dos a tomar el sol.
—Esto es la gloria, joder.
—Lo es —le dije sonriendo con los ojos cerrados.
—Alexia...
—¿Mmm?
—No hay ciclistas.
—¿Cómo?
—El sábado... que te he metido una bola.
Abrí los ojos y la miré. Lea me miraba con el rostro demasiado serio.
—¿Y eso? —pregunté preocupada.
—Se lo dije a Thiago, joder, se lo dije —comentó enfurruñada.
—¿El qué? Lea me estás poniendo nerviosa.
—Te está preparando una fiesta sorpresa —lo dijo en un tono tan bajo que me costó entenderla.
—¿Para mi cumpleaños? —pregunté entusiasmada.
—¿Para qué va a ser? Claro. Me va a matar.
La miré pensando que Thiago conocía muy poco a Lea porque le costaba un mundo tener el pico cerrado con cosas así. Me puse a reír al saber que me estaban montando una fiesta, me sentía feliz.
—Tú ríete, cabrona. Verás cuando lo sepa...
—No va a saberlo —le dije muy segura.
Lea me miró sorprendida primero y después sonrió.
—¿Vas a fingir? ¿Tú?
—Por ti sí, fíjate.
Lea me abrazó de repente y nos caímos tumbadas en el césped mientras reíamos.
—¿Y vas a decirme dónde es la fiesta?
—No, no, que tanto no vas a saber fingir. Tú quedas con Natalia y lo demás deja que sea una sorpresa, ¿vale?
—Está bien —dije conforme—. ¿De quién ha sido la idea?
—Natalia y yo estábamos pensando qué hacer y Thiago nos lo puso en bandeja. Así que un poco de todos.
—¡Ay, qué ilusión! Esta mañana pensaba que pasabais todos de mí.
—Ya te he visto la cara y se me ha partido el alma. Por eso te lo he dicho, tía, yo una semana así no puedo.
Nos reímos de nuevo las dos. La entendía. Yo hubiera estado pensando cada día que a mi mejor amiga se le había olvidado mi cumpleaños. No necesitaba regalos, pero sí estar con ella, era un día especial y a Lea la quería muchísimo. Y bueno, también me apetecía estar con Thiago o por lo menos verlo un poco aquel día. Al final lo iba a tener todo y aquello cambió mi humor radicalmente. No era muy dada a las fiestas sorpresas, pero mejor eso que pasarlo medio sola.
—Hola, princesa...
Abrí los ojos después de pasar varios minutos en silencio con Lea.
—Nacho, ¿qué tal?
—No tan bien como tú. Esta semana los de cuarto vamos de culo, ya lo sabes.
Después de Navidades los de cuarto organizaban el viaje de fin de curso que realizaban antes de Semana Santa. ¿Dónde ir? ¿Cómo ir? ¿Cuántos días? Y todo lo que conllevaba montar un viaje para tantas personas. Cada facultad organizaba su propio viaje, pero era complicado que se pusieran de acuerdo a la primera de cambio. Al final siempre lo conseguían, pero durante unos días todo aquel tinglado resultaba un poco caótico.
—¿Habéis decidido algo?
—Si siete destinos distintos es «algo», pues sí. Mañana habrá una nueva votación y entre los dos primeros se vuelve a elegir.
—Joder, qué organizados. ¿Tenéis urnas también?
Nos reímos los dos y Lea sonrió.
—Y espérate, que falta decidir cómo vamos, las fechas y lo peor de todo: dónde nos alojamos. Algunos quieren camping; otros, un hostal, y otros, un hotelazo.
—Madre mía, qué palo —le dije escuchándolo atenta.
—Bueno, el viaje vale pasta y la gente quiere invertirla en algo que les guste. Es lógico.
—¿Dónde quieres ir tú? —le preguntó Lea.
—Yo he votado por ir a Nueva York.
—Joder, con lo que cuesta el avión —le dije yo; lo sabía porque había ido varias veces con mi padre.
—Sí, supongo que no será uno de los elegidos. A ver mañana qué decidimos.
En ese momento vimos que Thiago y Adri se acercaban hacia nosotros. Nacho se levantó con rapidez.
—No hace falta que te vayas —le dije con sinceridad.
—Lo prefiero —me dijo medio sonriendo.
Nos dijo adiós con su bonita sonrisa. Al pasar a su lado los saludó y siguió su camino. Parecía que las cosas entre ellos mejoraban, pero nada volvería a ser como antes.
Thiago me dio un beso suave en los labios y se sentó a mi lado.
—Vengo del despacho del profesor Peña. Me ha dicho que vamos a tener bastante trabajo con el proyecto porque los de la editorial están muy contentos con nuestras traducciones. No creían que tuviéramos tanto nivel.
—¡Qué bien!
—Sí, y nos toca juntos...
—¿Solos?
—Eso me ha dicho el profesor. Nos pasa uno de los textos más complicados y quiere que lo hagamos tú y yo.
—Vaya, qué honor trabajar codo a codo contigo.
Thiago rio y yo aproveché para observarlo de cerca. Estaba guapísimo.
—No me mires así que me hipnotizas —dijo acercándose a mis labios.
—No puedo mirarte de otro modo, es superior a mí.
—¿Recuerdas los primeros días? No podía dejar de mirarte.
—Ni yo a ti. Lo recuerdo perfectamente. ¿Sabes cómo te llamaba? «El ojazos» o «el tipo de ojos verdes».
Thiago soltó una risilla.
—Pues yo te llamaba en mi cabeza «la guapísima novata con dos pares».
Me reí al escuchar ese apodo.
—Tienes genio —me dijo sonriendo.
—Un poco, pero soy buena tía.
—Sí, sí, pero eres peleona.
—Eso me dijo Adri una vez. Supongo que repetía tus palabras.
—Adri me hizo el favor de acercarse a ti para preguntarte cosas...
—Cosas como, por ejemplo, si tenía pareja.
—Pues sí, y aluciné el día que te vi en el piso de Gorka.
—Yo también me quedé muy sorprendida, y Gorka, mosqueado. Fue la primera vez que discutimos porque vi que no íbamos por el mismo camino.
—Él quería algo más.
—Y yo no. Tenía claro que no quería nada serio con nadie.
—¿Y ahora?
Thiago rozó mi nariz con la suya hablándome en un tono muy bajo.
—Ahora me he convertido en una persona muy seria. Y sé lo que quiero.
—¿Y se puede saber qué es?
Quería oírmelo decir y a mí no me importó hacerlo.
—Sí... Quiero estar contigo en serio. Quiero que me des la mano y que juntos empecemos a escribir nuestra historia.
Thiago mordisqueó mi labio inferior.
—Eso me gusta —dijo en un ronroneo—. Creo que lo nuestro es especial, Alexia.
Yo también lo pensaba, con él todo era muy distinto.
Cogió mi mano y la puso en su corazón. No nos dijimos nada, pero los dos lo entendimos. Sentíamos algo fuerte, aunque fuera pronto para decir que era amor... ¿o no?
Suspiré y nos sonreímos. Quizá sí que estaba un poco enamorada...