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MARCO

 

 

La sensación de estar dentro de ella había superado mis expectativas, cosa bastante complicada con mi historial. Lo reconocía, mi vida sexual era bastante activa y había estado con mujeres de todo tipo, pero Alexia... Alexia había logrado que me comportara como un quinceañero. Los preliminares habían sido más bien escasos, pero era lo que ocurría cuando algo así surgía de repente.

No tenía en mente acostarme con ella, ni siquiera besarla de nuevo. Sabía que Alexia estaba pasando por un mal momento con lo de su amigo Thiago y también sabía que ella todavía lo quería. Pero aquella jodida llamada de la amiga vengativa había provocado que Alexia empezara a besarme con esa sensualidad tan suya, de la que, estaba seguro, no era consciente. Sus labios cálidos, su piel suave, su aliento fogoso... Y yo me había dejado llevar. Joder, no era de piedra, y al final había sucumbido a sus encantos, que eran muchos.

Y ahora la tenía entre mis brazos, durmiendo, y estaba alucinado conmigo mismo. Le había pedido que me dejara dormir con ella cuando lo normal hubiera sido que me quedara en el sofá. Ambos sabíamos que aquello había sido un buen polvo y que ninguno de los dos quería pringarse más. Ella porque estaba enamorada de otro y yo porque no quería salir escaldado. Alexia me gustaba mucho, pero no me apetecía meterme en esa historia que se traía entre manos con su amigo y montar un trío en el que yo era el tercero en discordia. Hasta entonces yo había vivido muy bien y quería seguir haciéndolo: sin dramas, sin complicaciones, sin ataduras. Estaba acostumbrado a vivir así, mi última relación seria había durado casi medio año y entonces yo tenía diecinueve, es decir, siete años atrás. Era un alma libre y me apetecía seguir siéndolo. Aunque si Alexia quería ser algo más que una amiga y compañera de trabajo, yo no me opondría.

De acuerdo, todo eso era la teoría, pero la práctica era otra, porque verla dormida entre mis brazos me provocaba unos sentimientos extraños que apenas sabía gestionar. No quería darle más vueltas: habíamos follado y probablemente volveríamos a hacerlo porque la deseaba más que antes, pero de ahí a querer algo serio había un mundo.

—¿Estás dormido? —me preguntó con voz pastosa sin abrir los ojos.

Sonreí y pasé mi mano por su pelo largo, algo que siempre tenía ganas de hacer al ver esa melena.

—Estoy muy dormido, ¿por?

—Por saber si duermes con el móvil en tu bóxer o es otra cosa.

Nuestras piernas estaban enredadas y mi erección matutina rozaba su muslo.

—Es el móvil, es una costumbre que tengo. ¿Quieres llamar?

Alexia rio y abrió los ojos. Nos miramos unos segundos en silencio hasta que fui a por su boca sin saber si aceptaría ese acercamiento. Me iba el peligro...