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A la siguiente clase llegué puntual como un reloj. Era la del profesor Peña y no quería saltarme aquella lección por nada del mundo. Disfrutaba muchísimo de sus explicaciones y además debía entregarle el texto que había realizado junto a Hugo. Esperaba que me tocara de nuevo con él y que Thiago trabajara con Lucía y Ana.

Justo antes de entrar apareció Lea para preguntarme cómo estaba y qué había pasado con Thiago. Se lo expliqué por encima, me aconsejó que me lo tomara con más calma y cada una nos fuimos a nuestras respectivas clases.

En la hora del descanso estuve distraída escuchando las hazañas de Max. Por lo visto, había conocido a un chico cuyo gemelo era idéntico y pensaba que se habían intercambiado entre ellos en más de una ocasión, pero no lo tenía claro. Estuvimos aquella media hora dándole consejos varios y riéndonos un poco de la situación.

—¿Subes a la biblioteca? —me preguntó Lea mientras recogíamos nuestras cosas.

—Voy un momento al despacho de Peña a entregarle uno de los textos y subo. Se me ha olvidado dárselo antes.

Lea me dio un beso en la mejilla y se fue con Estrella y Max.

—¡Alexia! —Adri se acercó sonriendo—. Esto..., ¿vendrás a celebrar mi cumpleaños? Es el viernes.

—¿El viernes? ¿Ya?

Lea me lo había comentado, pero no había pensado más en ello.

—Sí, este viernes. Y, como odio las fiestas sorpresas, pues me la monto yo mismo. ¿Cuento contigo?

Nos miramos unos segundos largos. Thiago iba a estar presente, claro.

—Si no me colocas al lado de tu amigo, puedes contar conmigo.

—¿Eh? No, no... Lo celebraremos en Escápate, pero será algo informal.

¿En aquel restaurante de arena donde estuvimos una vez los cuatro tan a gusto? Lo recordaba perfectamente, pero parecía tan lejano todo...

—Quiero que vengas —dijo en un tono más bajo.

—Iré, aunque solo sea un rato.

—Perfecto, ¿vendrás con alguien?

Lo miré entornando los ojos. ¿En serio me preguntaba eso?

—No, iré yo sola —respondí negando con la cabeza.

—Tampoco sería tan raro, ¿no?

—¿Quieres preguntarme algo?

—¿Estás liada con tu jefe? —preguntó a bocajarro.

—¿Y ese interés?

Adri torció la boca y se mordió el labio inferior.

—Interés de amigo.

—Sí, claro. No estoy liada con nadie.

Sonrió y pasó su mano por mi hombro.

—Bien, entonces te veo el viernes a las nueve de la noche en Escápate. Después iremos a Magic a mover el culo un rato.

—Porque eres tú...

—Lo sé, lo sé. Yo también te quiero mucho.

Me dio un beso en la mejilla, igual que Lea, y me hizo sonreír. Me dirigí al despacho de Peña pensando que iba a ser difícil dejar de ver a Thiago. Lo iba a tener que tratar más de lo que habría querido. Si en verano se iba a Lyon a trabajar, lo perdería de vista y quizá con el tiempo las cosas se calmarían. Esperaba que así fuera.

Llamé al despacho con cuidado, pues sabía que el profesor Peña era una persona tranquila y que no le agradaban los ruidos. Cuando Thiago abrió la puerta maldije mi mala suerte.

—¿Señorita Suil? ¿Quería algo? —preguntó en francés como si fuera el profesor.

Tuve que aguantarme las ganas de mandarlo a paseo.

—¿No está el profesor Peña? Debo entregarle un texto.

—En estos momentos está... está ocupado.

—Pues lo espero.

—Si me lo das a mí, yo se lo hago llegar.

—No me fío ni un pelo —le dije con sinceridad.

Aquella traducción no era solo mía y no sabía si podía fiarme de Thiago tal y como estaban las cosas entre nosotros.

—Espera.

Cerró la puerta y desapareció. Al minuto salió con un papel y me lo entregó.

«Confirmo que la señorita Suil me ha entregado en mano el texto de traducción que ha realizado junto a Hugo. Hoy es lunes, día 9 de abril. Thiago Varela.»

—¿Contenta? —me preguntó cuando levanté la vista del papel tras observar su bonita firma.

Le respondí con una falsa sonrisa y le entregué el pendrive con el texto.

—No lo pierdas —le indiqué.

—Lo intentaré —me replicó con rapidez clavando sus ojos verdes en los míos.

Esa mirada...

—¿Algo más? —preguntó con el rostro grave. Era evidente que estaba enfadado conmigo.

—No, gracias —le dije reaccionando. Era fácil quedarte como una lela mirándolo.

Me volví para irme.

—Por cierto, Alexia, el viernes nos vemos —dijo con ironía.

—No me queda otra —contesté sin girarme.

—Siempre puedes buscar una excusa.

Me volví para replicarle.

—No eres tan importante como para tener que hacer eso —sentencié muy segura.

—Por eso te has follado a tu jefe.

Su tono rencoroso no me gustó nada.

—Y por eso te has follado a la estúpida de tu amiga.

Nos miramos con ganas de decirnos mil cosas, pero nos contuvimos. Quizá hubiéramos acabado a gritos y tal vez yo hubiese perdido los nervios, algo que tenía muy claro que no me podía permitir delante de Thiago. ¿Y si se me escapaba y le decía que éramos hermanos?

¿Cómo hubiese reaccionado Thiago al saberlo? ¿Cómo hubiese actuado conmigo? ¿Le habría sido tan difícil como a mí entender que no podíamos besarnos o tocarnos?

Cuando entré en la biblioteca Lea estaba concentrada leyendo un libro junto a Estrella y Max. Los miré uno a uno mientras me acomodaba al lado de Estrella.

Estrella se había convertido en una buena amiga, comprensiva y paciente. Era una buena chica y jamás se metía en problemas. Ella decía que su vida era aburrida, pero ya hubiera querido para mí un poco de su calma.

Max, en cambio, era todo lo contrario. Siempre le ocurría algo: cuando no se enamoraba de una chica con pareja lo hacía de un chico que no quería salir del armario. Max era un torbellino de sentimientos y, aunque solía practicar el sexo sin problemas, también se quedaba colgado de sus ligues en demasiadas ocasiones.

Y Lea... Lea era la mejor amiga que podía tener. Siempre ahí. Tendiéndome la mano, dejándome su hombro y apoyándome en todo, pero sin decirme a todo que sí. Si en algo no estaba de acuerdo, lo decía, y si pensaba lo contrario, también. Con toda esta historia de Thiago, a ratos me daba la impresión de que era yo quien le fallaba a ella. Le mentía, no le decía toda la verdad y ella lo intuía. Pero tenía claro que no quería meterla en medio de toda esa mierda. A Lea no.

—Vaya, pensaba que las ratas no podían entrar en las bibliotecas...

Los cuatro levantamos la cabeza de nuestros libros para observar a la autora de aquellas palabras.

Leticia, ni más ni menos, en todo su esplendor. Con su melena impecable, su ropa sin una sola arruguita y sus taconazos de sábado noche que la hacían parecer siempre mucho más alta de lo que era.

—Por lo visto, hoy dejan entrar incluso a los gusanos. —Apoyé los codos en la mesa y le sonreí falsamente.

Leticia alzó una de las cejas ante mi respuesta y miró a Lea directamente.

—Estoy buscando a Adrián.

Yo aluciné con su descaro.

—Se ha ido a la China porque sabía que estabas al caer —se burló Lea sin cortarse un pelo.

Solté una risilla, y Max y Estrella me acompañaron.

—Por cierto, Alexia, ¿qué tal la familia?

Se me cortó la risa al segundo. ¿De qué hablaba? Me levanté y me encaré a ella con ganas de soltarle una buena bofetada. Pero estábamos en la biblioteca, eso lo primero, y además no quería llegar a ese extremo.

—Deja de meterte en mis asuntos —la avisé en un tono que no daba lugar a discusión.

—Lo mismo te digo. —Arqueó su ceja de nuevo y se volvió para salir de la biblioteca.

Lea y yo nos miramos en silencio sabiendo qué pensábamos ambas: problemas, esto serán problemas. Y por lo visto no solo para Lea, Leticia tenía para las dos y si me había preguntado aquello era porque... ¿porque sabía que Thiago era mi hermano? No, yo estaba demasiado susceptible con el tema. Dudaba que, aparte de Joaquín y de mi madre, lo supiera nadie más. ¿A santo de qué podía saberlo ella? No tenía ninguna lógica.

—Esa tía ha venido para joderme...

Estábamos en clase de Guerrero y Lea no podía quitarse de la cabeza a la lechuza. La verdad es que yo tampoco.

—Lea, Adri está enamorado de ti. ¿Qué puede hacer esa bruja? Pavonearse delante de él y poco más. Adri no es tonto.

—Tonto no, pero es un tío.

—Venga ya, ¿no confías en él?

—Es de ella de quien no me fío. Es una zorra de mucho cuidado, una manipuladora y no sabes cómo trataba a Adri... Era como una marioneta en sus manos.

—¿Y temes que vuelva a ocurrir? Adri sabe que si la caga te perderá y él no quiere volver con ella.

—Pues ella tiene claro que sí.

Lea me enseñó un mensaje en el móvil de un número desconocido.

 

Ahora es mi momento, ve haciéndote a la idea. Volverá a ser mío.

 

Cuánto odiaba esa manera de proceder: tiro la piedra y escondo la mano. Probablemente era Leticia, pero ¿por qué no tenía las agallas de decirlo?

—¿Has respondido?

—No voy a entrar al trapo. Paso.

—Esa es mi Lea. Esa tía es un cero a la izquierda y lo único que quiere es asustarte.

—Y meterse con tu familia —murmuró.

—Sí, supongo que se refería a la mierda de relación que tenemos mi madre y yo.

Suspiré, cansada de mentir, y Lea me cogió la mano.

—¿Estás bien?

—He pasado mala noche, ya sabes. Thiago dando por saco y ahora esta pava.

—A esta nos la comemos con patatas.

—Si nos la comemos quizá nos envenenemos...

Nos reímos las dos por lo bajini e intentamos coger el hilo de la clase, pero estábamos a años luz de allí.

Lea temía que Leticia fastidiara su relación con Adri y yo que supiera aquella mierda de secreto que empezaba a tenerme muy harta.