Me fue bien tenerlos a mi lado porque me sentía bastante aturdida tras saber que mi madre me había mentido de aquella forma tan ruin.
Hablé largo y tendido con los dos, me ayudaron a pensar cómo debía actuar a partir de ese momento. La primera cosa que decidimos los tres fue que no me acercaría a mi madre. Me repitieron por activa y por pasiva que no valía la pena, que no sacaría nada en claro y que lo único que podía lograr era que acabara riéndose en mi cara.
La segunda decisión fue de mi padre: hablaría con mi madre en cuanto pudiera, cara a cara. Él sabía cómo tratarla y estaba segura de que a ella no le gustaría un pelo lo que le dijera, puesto que seguía afectándole todo lo que pensara mi padre.
La tercera decisión también fue unánime: dejaría que las cosas con Thiago se enfriaran. No éramos hermanos, pero el hecho de que su padre y mi madre estuvieran juntos no nos era nada favorable para ninguno de los dos. Además, él seguiría cabreado por mi mentira y yo por el hecho de que se hubiera ido con Débora a las primeras de cambio. Aquella parte no se la expliqué a ellos, pero me lo repetí mentalmente mientras hablaba con los dos sobre él.
La última decisión que me plantearon fue la más complicada.
—¿Quieres volver con nosotros a París?
Los miré alternativamente, mi cabeza iba a mil por hora. ¿Quería? Me encantaba estar con ellos. ¿Y mis amigos? No podía dejar a Lea, ni a Natalia, ni la facultad... Pero era tan feliz en su compañía...
—¿Puedo pensármelo?
Era la primera vez que no respondía con un no rotundo y los dos abrieron la boca entre sorprendidos y contentos.
—Claro que sí, cariño. Tómate el tiempo que necesites —respondió mi padre apretando mi mano entre sus dedos.
—Puedes terminar este año aquí e instalarte en verano... —Judith me miró mordiéndose los labios, y me reí al ver ese gesto tan mío.
—Sí, es una buena idea, pero dejad que lo vaya asumiendo.
—Está en tus manos, cariño. Es tu elección.
Mi elección. La elección de Alexia. Parecía el título de una canción, pero era el título de un capítulo importante de mi vida porque irme a París significaba empezar de cero otra vez y sobre todo dejar a Lea y Natalia en Madrid.
Y a Thiago... Thiago acabaría siendo historia, así que él no entraba en mi lista de gente a la que no quería dejar de ver. ¿Y Marco? Uf...
—No te agobies, cariño —me dijo mi padre al ver mi frente arrugada.
Le sonreí y nos abrazamos por milésima vez aquel día.
Tras su marcha busqué mi móvil para escribir a Lea, pero antes leí los mensajes que tenía.
Espero que tus padres no se hayan molestado...
Era Marco y me gustó eso de «tus padres».
Tranquilo, jefe, nos hemos zampado todos los cruasanes. Muchas gracias por el detalle.
Pasé al siguiente.
No sé qué le has hecho a Thiago, pero eres una zorra de mucho cuidado. Estarás contenta. Por cierto, estamos saliendo, no lo olvides.
¿Thiago estaba saliendo con Débora? ¿Desde cuándo? Entonces no era solo un polvo... Eliminé su mensaje sin responderle. No iba a entrar en su juego. Nuestra historia estaba más que rota, así que lo mejor sería empezar a pasar página.
Esta noche avísame si pasáis por Magic y usa mi cuerpo espectacular si lo necesitas para dar celos a ese bribón.
¿Bribón? Madre mía. Me reí a carcajada limpia al leer a Javi.
Gracias, loco. Te lo agradezco mucho y...
¿Iba a salir aquella noche? ¿Tenía ganas? Pues sí, me apetecía desconectar, bailar y pasármelo en grande.
... y nos vemos esta noche, segurísimo. Te tomo la palabra.
Y por último leí el de Natalia.
Espero que esta noche lo paséis muy bien. Felicita a Adri de mi parte y gracias por estar ahí, Alexia.
Me mordí el labio pensando en lo mal que lo debía de estar pasando.
Sabes que siempre estaremos ahí, tanto Lea como yo. Cualquier cosa que necesites llámame, por favor. ¿Nos vemos el domingo?
No sabía si era suficiente, pero debía confiar en que Natalia sabía lo que hacía.
Mi último mensaje fue para Lea.
Leaaa, ¿puedo llamarte?
No griteees, que me asustas. Clarooo, petarda.
A los cinco minutos la tuve en mi piso porque quería que se lo explicara todo a la cara y al detalle, sin dejarme ni una coma. Me hizo un interrogatorio de los suyos y no paró de gesticular a medida que le iba describiendo lo sucedido.
—¿Tienes algo fuerte para beber? —me preguntó suspirando.
—¿Eso es todo lo que se te ocurre decirme?
—Joder, Alexia, tu madre es una loca de mucho cuidado. Me alegro de que no seáis hermanos. Y ahora dame un trago de algo. Me has dejado flipada.
Me reí al ver su cara de apuro y fui a la cocina en busca de un par de cervezas.
—No tengo nada más fuerte...
Lea cogió el botellín y se bebió la mitad de un solo trago.
—Uf. Mejor.
—Pareces un camionero, Lea.
—Muy tranquila estás tú para haberte enterado de que has estado viviendo con una psicópata.
—He llorado un buen rato e incluso se me han escapado las lágrimas delante de él.
Lea alzó las cejas.
—¿Delante de Thiago?
—Sí, se ha ido cuando yo estaba hablando con mi padre en mi habitación. Habrá pensado que soy una gilipollas por creer a mi madre o por no poner en duda antes el contenido de la carta.
—Sí dudabas, pero cuesta creer que la gente sea capaz de hacer este tipo de cosas, sobre todo tu propia madre. Es que a quien se lo cuentes... Es bastante increíble. Supongo que lo hacía por propio interés, para que te alejaras de Thiago.
—Pues no lo sé porque viniendo de ella... Sabía que con esa carta yo lo pasaría mal al hacerme creer que mi padre era otro. ¿Cómo puede ser así, Lea?
—¿Sabes qué dice mi madre siempre? Una persona tiene la opción de ser tan buena o tan mala como ella decida. Es su elección, Alexia. Nadie la obliga a ser así.
—No entiendo que mi padre pudiera ver algo bueno en ella.
—El amor es ciego, ya lo sabes.
Lea se levantó para coger otro botellín de cerveza.
—¿Y tú? ¿Estás bien? —le pregunté cuando abría la nevera.
—Sí, sí...
Se sentó en el sofá, dejándose caer.
—Esta mañana he encontrado una cucaracha en el buzón. —Arrugué la nariz de asco—. Venía con una nota en un sobre que decía: «Las cucarachas comen cualquier cosa que se encuentren en su camino. ¿Te acuerdas de Rodri?».
—Hostia... ¿En serio? —le pregunté.
Rodri fue un ligue de una noche un poco loca en la que Lea terminó en la parte trasera de su coche. Aquel tipo quiso hacerle fotos con el móvil y Lea se negó.
—Mira. —Hurgó en su bolso y me pasó un par de fotos.
Se veía claramente que era ella, semidesnuda, enrollándose con aquel tipo.
—Joder...
—Eso mismo he dicho yo. No he querido decirte nada antes porque ya tenías bastante lío.
—¿Habrá sido Leticia?
—Probablemente —respondió con cierta frialdad—. Pero voy a pasar de ella.
—¿Se lo dirás a Adri?
—Sí, pero no esta noche.
¿Cómo había logrado Leticia aquella información? ¿Tanto poder te otorgaba el hecho de tener dinero?
—Estamos rodeadas de taradas, en serio —le dije negando con la cabeza.
Lea se levantó de repente, trasteó en su móvil y puso música: «Usted», de Juan Magán y Mala Rodríguez.
—¿Y esto?
—Alegría para el cuerpo —respondió bailando en medio de mi salón.
Me reí al verla.
—«Usted, que pasó por mi vida tratándome e’ loco, ya ve, que por más que lo intente no engaña a este bobo. Yeah, sabe que al final yo me di cuenta de todo, yah, yah, yah, y aunque usted quiera verme nadando en el lodo...» ¡Va por tu madre! —exclamó Lea dando un giro.
Me coloqué a su lado y bailé con ella. Acabamos las dos gritando el estribillo, cayendo en el sofá y riendo como dos locas.
—No podrán con nosotras, Alexia.
—¡Que no se diga! —exclamé yo imitándola para seguir con aquellas risas.
En cuanto se marchó Lea, me duché, rebusqué en mi armario qué ropa ponerme y me vestí con tranquilidad. Habíamos quedado en Escápate a las nueve de la noche y Lea iba a ir con Adri, así que decidí coger un taxi. Con mi minúsculo vestido skater negro de flecos y espalda descubierta no pasaba desapercibida y no me apetecía ser el centro de las miradas en el metro. Mis labios rojos iban a juego con mi chaqueta corta de piel roja. En abril hacía frío, aunque en los locales te asabas de calor y siempre sobraba la ropa.
Cuando bajé del taxi pude ver que en la puerta de Escápate ya había alguien. Genial, Thiago junto a Nacho y un par de chicas que no conocía. Alcé la barbilla, mostrando mi orgullo, y me acerqué a ellos cagándome en mi puntualidad. Podría haber llegado más tarde, ¿no?
Thiago estaba frente a mí y me miró de arriba abajo sin disimulo para volver a mis ojos. Le mostré una frialdad que no sentía.
—Eh, Alexia... —Nacho me miró como si fuera un bollo de chocolate.
—Nacho, ¿qué tal? Hola —dije en general sin mirar a Thiago.
—Hola, Alexia. Somos amigas de Adri. Ella es Marta y yo Arlet.
—Encantada...
Nos dimos los correspondientes besos y Nacho se apuntó a la ronda. Sus besos tan cerca de mi boca y su mano en mi cintura desnuda me hicieron poner los ojos en blanco.
Thiago carraspeó y lo miré un segundo. Estaba igual de serio y pasé de él. Las amigas de Adri iniciaron una agradable charla conmigo y en nada los dejamos de lado.
Entonces llegaron Adam, Ivone y algunos amigos de la facultad: Samuel, Pedro, Luis, Héctor y Aleix. Y al final llegó la pareja feliz y felicitamos a Adri allí mismo entre besos y palmaditas de los chicos.
—Parece que estamos todos —indicó Adri feliz—. ¿Entramos?
Al abrir la puerta recordé la vez que había estado allí con Thiago, Lea y Adri: nuestras manos jugueteando bajo la arena, mis piernas encima de las suyas, el tonteo con las frambuesas, la excitación, el calor... Lo miré un segundo pensando que estaría pendiente de Adri, pero sus ojos estaban puestos en mí. ¿Estaría pensando lo mismo que yo?