THIAGO
No podía apartar mis ojos de ella. Estaba... espectacular y me quedo corto. Con ese vestido negro que marcaba sus curvas, esa espalda al aire que daban ganas de besar sin prisas y esas piernas de infarto... El infarto me iba a dar a mí si no dejaba de mirarla.
Seguía enfadado con ella por esconderme lo de mi padre, pero me había quitado un peso de encima al saber que no éramos hermanos. El mosqueo no se me había pasado, pero saber que Alexia no era mi hermana era el mejor regalo que me podían haber hecho aquella mañana.
Cuando Alexia se fue a su habitación quise levantarme e ir tras ella, pero Judith me aconsejó que no lo hiciera. Su padre se encargó de hablar con ella y entendí que él debía ser el que le explicara el porqué de aquella mentira por parte de su madre, si es que había explicación posible.
—¿Puedo leerla? —le pregunté a Judith señalando la carta.
—Sí, claro.
La leí un par de veces, la primera con avidez, y la segunda pensando que yo también hubiera creído que aquellas palabras eran ciertas. No me cabía en la cabeza que su madre fuera capaz de hacerle algo así. ¿Todo para separarnos? Hubiera sido más fácil decírselo de otra manera. Aquello era una putada, pero de las grandes.
Dejé la carta en la mesa y Judith me miró con cariño.
—¿Estás bien? —me preguntó.
—No demasiado.
—A veces, los padres también nos equivocamos.
Me sorprendió tanta bondad, la verdad, y me recordó a mi madre cuando yo era pequeño y me enfurruñaba con mi padre.
—Todos nos equivocamos, pero esto de mi padre no es un error, él es muy consciente de lo que hace.
—Entiendo —dijo sin añadir nada más.
La actitud de mi padre no era justificable. Sabía que poner los cuernos estaba a la orden del día, pero que lo hiciera mi propio padre... Era bastante decepcionante. No lo tenía en un pedestal, no era eso, pero siempre había pensado que mis padres se llevaban bien y que eran un matrimonio feliz. Por lo visto, nada es lo que parece.
—¿Has hablado con ellos? —me preguntó Judith con cautela.
La miré con curiosidad, aquella mujer parecía preocuparse por mí, sin conocerme apenas.
—No, todavía no. No sé cómo planteárselo a mi madre, la verdad. ¿Qué harías tú en mi lugar?
—Es una pregunta complicada porque no soy tú ni tus padres son los míos. Pero yo me tomaría las cosas con calma y creo que lo primero que haría sería hablar con él. Con tranquilidad y sin amenazas. Es algo entre ellos que tú has descubierto, ¿hasta dónde debe meterse un hijo en el matrimonio de sus padres? Es difícil responder a eso. Si fuera tu mejor amigo, lo tendrías muy claro, se lo dirías sin pensar porque no soportarías la idea de saber que lo están engañando..., pero con nuestros padres... no es tan sencillo.
—No, no lo es. Cada vez que veo a mi madre, me hierve la sangre.
—Háblalo con él. Quizá la solución que tome sea la menos dolorosa para tu madre.
Nos miramos fijamente. Entendía qué quería decir: según lo que hiciera mi padre, podría ahorrarle mucho sufrimiento a mi madre. Y en el fondo eso era lo que yo quería, que no saliera muy dañada de todo aquello.
—Gracias —le dije con una sonrisa—. Debo irme.
—Claro. Cuídate mucho, Thiago. Espero que nos veamos pronto.
Eso lo dudaba, porque las cosas entre Alexia y yo estaban peor que nunca, eso sin tener en cuenta que yo estaba liado de nuevo con Débora. Pensaba que quizá era la mejor forma de olvidar a la que creía que era mi hermana, pero daba igual con quien me liara, no me la quitaba de la puta cabeza.