—¿Puedes soltarme? —le pregunté con rabia a Thiago viendo cómo Leticia se iba de allí.
¿Por qué tenía él que meterse en medio?
—Te soltaré cuando te tranquilices —me dijo en un tono seco.
Intenté zafarme de su mano, pero no me dejó y me acerqué a él colocándome de puntillas.
—O me sueltas...
—¿O qué? —Se acercó a mí del mismo modo y quedamos a pocos centímetros.
En ese momento sonó «Friday I’m in Love» de The Cure y me entró la risa. Era viernes y estaba enamorada del chico con el que no dejaba de discutir. ¿Qué me hubiera dicho Antxon? ¡Esa canción te la han puesto para que lo beses y te dejes de historias, hostias!
Y tal cual.
Me acerqué a sus labios y rocé su boca con cuidado. Sentí un escalofrío en mi espina dorsal y quise más, por supuesto. Marqué con más seguridad mis labios en los suyos y Thiago entreabrió su boca. Ambos queríamos más.
Su mano dejó de presionar mi muñeca para subir por mi brazo en una caricia suave hasta mi nuca. Nuestras lenguas se buscaron y abracé su cintura.
«Cuánto tiempo...»
Nos besamos sin prisas, recorriendo la boca del otro y jugueteando con nuestras lenguas mientras nuestros cuerpos se fueron acercando hasta quedar pegados el uno al otro. Sentí su amago de erección en mi vientre y mi excitación aumentó. ¡Lo deseaba tanto! Demasiado tiempo sin él.
De pronto se separó de mí y colocó su mano en la frente.
—No deberíamos...
—Sigues cabreado —le dije segura.
—No es solo eso —replicó con gravedad.
—Vale, ¿qué más hay?
—Estoy con Débora.
Si alguien me hubiera dado cien patadas en el vientre, me habrían sentado mejor que esas tres palabras. ¿Iban en serio?
—¿De verdad? —le pregunté incrédula.
—¿Tengo que darte explicaciones? —preguntó molesto.
—No, claro. Haz lo que te salga de allí.
Me quise ir, pero su mano me atrapó de nuevo.
—Alexia...
—No necesito que me expliques lo patética que es tu vida. Y tranquilo, esto no volverá a pasar. Pero te recuerdo una cosa, amigo, Dios los crea y ellos se juntan. Así que allá tú.
No entendía cómo podía estar con esa gilipollas. En serio. O Thiago estaba ciego o era menos inteligente de lo que yo pensaba.
—Débora tiene problemas —añadió.
Nos miramos fijamente de nuevo. ¿Problemas? Todos teníamos problemas.
—Si yo me liara con todos los amigos que tienen problemas, probablemente sería una puta en boca de todos. Tú eres un tío, tienes la suerte de que a ti te dirán que eres un machote. Pero ¿sabes qué creo yo? Que das pena.
Me fui de su lado, con un movimiento brusco que hizo que me soltara la mano.
«A tomar por culo, Thiago, a tomar por culo.»
Salí a la terraza, enfadada por... por todo, ¡joder! Cada vez que lo tenía en la punta de los dedos se me escapaba, por una razón u otra. Siempre lo mismo. Siempre la misma puta historia.
—¿Alguien necesita un cigarro?
Sonreí al oír a Javi, el oportuno.
—Si tienes azufre también me lo fumaré.
—Es malo para la salud.
Nos reímos los dos y me dio ese cigarro.
—¿Me estabas espiando de nuevo?
—Velando por tu integridad, nada más.
—Me recuerdas a mi hermano, ¿sabes?
Nos miramos con cariño.
—¿Y dónde anda ese hermano? ¿Es tan guapo como tú?
Sonreí ante sus preguntas y le resumí la respuesta en pocos minutos. Al final de mi relato, Javi me abrazó y me acarició la espalda con cariño.
—No seré como él, pero puedo ocupar un poquito su lugar, yo siempre he querido tener una hermana con quien compartir trucos de belleza.
Me reí con él. Era único.
—Joder, petarda. Llevo media hora buscándote. —Lea se colocó a nuestro lado—. Esto... ¿interrumpo algo?
Javi y yo la miramos divertidos. Se despidió de nosotras ofreciéndonos otro cigarrillo y nosotras nos quedamos allí fumando.
—¿Y Adri? —le pregunté, extrañada de que lo dejara solo con aquella zorra rondándole.
—Con sus amigos. La lechuza se ha ido cabreada al baño después de la charlita.
—Lo sé, hemos cruzado cuatro palabras y habrían sido más si Thiago no se hubiera entrometido.
—¿Y? —preguntó esperando algo más.
—Se me ha ido la pinza, lo he besado mientras discutía con él y me ha rechazado. Bonito, ¿verdad? Últimamente la suerte me persigue.
—Quizá la vida te está diciendo algo así como: pasa de Thiago, pasaaa.
—Sí, quizá sí, pero es que cuando lo tengo cerca... es complicado.
—La palabra no es esa, la palabra es irresistible. Te entiendo.
—Pues sí, para qué engañarme. Sigo sintiendo mil cosas por él y no me lo quito de la cabeza. Y ahora está con esa... No entiendo qué coño hace con ella.
—Tal vez lo haya hecho para olvidarte o para empezar de cero o para demostrarse algo.
—O porque es imbécil.
—Eso ya va incluido en su genética masculina —comentó con un gesto gracioso.
Soltamos las dos una buena carcajada y entramos en la discoteca de mejor humor, sobre todo yo. Sonaba en ese momento una canción movidita y Nacho me atrapó entre sus brazos para bailar.
—¿Seguro que quieres bailar conmigo o es otra de tus tretas?
—No tengo ni idea de qué me hablas, princesa.
Pegó su cuerpo al mío y su rostro rozaba mi nariz.
—¿Estás un poco cerca?
—No lo suficiente.
—¿Suficiente para qué?
—Para darle celos a Thiago.
Lo miré sorprendida.
—No hace falta, Nacho. Él tiene con quien consolarse, no te preocupes.
—¿Hablas de la víbora?
Me reí al oír que la nombraba así.
—Creí que era tu amiga.
—Dejaron de ser mis amigas ya sabes cuándo.
Nos miramos fijamente. Parecía que habían pasado años desde que aquellas idiotas nos habían separado con sus mentiras, pero tan solo hacía unos meses.
—Voy a besarte —me dijo muy seguro de sí mismo.
—¿Qué dices?
—Es para que Thiago se dé cuenta de lo mucho que la está cagando. No quiero que ellas vuelvan a salirse con la suya.
Esta vez ellas no habían tenido nada que ver en nuestra separación, aunque Débora había aprovechado bien el tiempo arrimándose a él y jodiéndome con esa llamadita de marras.
—Nacho, agradezco tu generosidad. —Nos reímos los dos porque aquello parecía de chiste—. Pero no es necesario.
—¿Estás segura?
Afirmé con la cabeza y seguimos bailando un rato más hasta que Adri nos invitó a otra ronda de chupitos. Nacho se colocó a mi lado, situándose entre Thiago y yo. Sonreí ante su papel de protector. En su día pensé que no volveríamos a ser amigos y allí lo tenía, dándome todo su apoyo. ¿Podría ocurrir lo mismo con Thiago? Lo dudaba, pero ¿por qué había aparecido cuando estaba con Leticia? ¿Me había seguido? ¿Había sido casualidad? Probablemente, porque a pesar de ese beso yo ya no le interesaba a Thiago. Él había hecho su propia elección y yo quedaba fuera de su vida.
Aquella noche me demostré a mí misma que podía con todo. Thiago estuvo parte de la noche con Débora y aguanté el tipo. Leticia y Gala rondaban cerca y estuve pendiente en todo momento de que no vinieran jodiendo la marrana a Lea. No ocurrió nada especial y decidieron irse pronto, aunque antes quisieron despedirse de mí.
—¿Me pones una Mahou? —le pedí al camarero.
Las vi venir a las tres, como si fueran las tres vengadoras. No me daban miedo. Leticia en el centro y las dos lagartas a su lado.
—Menuda estampa —les dije en cuanto Leticia se plantó delante de mí.
Aquellas dos se apoyaron en la barra, como yo.
—Dile a Lea que esto no ha terminado.
—Lo sé, las cucarachas se reproducen —le dije con asco.
—Cucarachas dice, qué ingeniosa —comentó Gala en mi oído.
No me gustaba un pelo tenerlas tan cerca. Thiago y yo cruzamos la mirada unos segundos y le advertí con los ojos que no viniera.
—Y, Alexia, deja a Thiago si puedes. Él pasa de ti, deberías saberlo —dijo Débora a mi derecha.
—Es mutuo, no te preocupes. Pero si me llama borracho a las cuatro de la mañana, ¿qué hago? ¿Te aviso?
Débora dio un paso para ponerse delante de mí.
—¿Nos quieres volver a oír mientras follamos?
—¿Para escuchar cómo finge Thiago? Sé muy bien cómo gime de placer y no me pareció que estuviera disfrutando.
—Eres una zorra —me escupió cabreada.
La intención de las tres era mosquearme, pero se había girado la tortilla. Yo tenía poco que perder, ellas no.
—En cuanto te vayas, me tiraré a los brazos de tu novio —le dije para picarla.
Era mentira, pero quería devolvérsela.
—Que te jodan —me dijo yéndose de allí con una sonrisa triunfante que no entendí.
Débora debía estar muy segura de Thiago o quizá sabía que yo no era tan capulla.
Cogí mi botellín mientras las vi irse y bebí pensando que eran tres ratas de cloaca.
—¿Qué querían las tres marías? —me preguntó Lea con tranquilidad.
—Nada que no sepas. Menudo trío.
—Adri me ha dicho que vayamos con cuidado, que no nos fiemos.
—¿Y eso?
—Porque a la que menos te la esperas te la lían. Ya viste lo que te hicieron con Nacho o los mensajitos que me envía la lechuza.
—Bueno, ahora que se han ido podemos respirar tranquilas.
—Adri le ha pedido a Leticia que nos deje en paz y ¿sabes qué le ha dicho ella? Que somos nosotras las que la provocamos, sobre todo yo.
—Manda cojones.
—También me ha dicho que Débora tiene problemas en casa.
—¿Qué problemas? —pregunté interesada.
—No lo sabe, es lo que le ha dicho Thiago.
Observé a Thiago mientras hablaba con Luis y sentí un calor inesperado entre las piernas. Joder. Cambié el peso de una pierna a otra y seguí bebiendo al lado de Lea mientras mirábamos al personal moverse al ritmo de la música.
—Y esta canción... que me encanta... es para alguien muy especial. —Era la voz de Javi por los altavoces y sonreí sin pensar que se refería a mí—. Alexia, esta va por ti. ¡¡¡Báilame!!!
Sonó «Ode to My Family» de The Cranberries y abrí la boca sorprendida por sus palabras. Me sentía relajada, feliz y contenta, a pesar de todo. Tenía a mi padre, a Judith, a Lea, a Natalia, a mis amigos...
Alguien me abrazó por detrás y me apoyé en ese duro pecho, sintiéndome en la gloria. Nos mecimos al son de la música y cerré los ojos. Allí no había nadie más que ese cuerpo, el mío y la música.
Una mano grande me abrazó por la cintura y sonreí. Aquella mano se atrevió a subir por mi vientre y sentí un fogonazo de calor que me hizo gemir en silencio. Joder..., me estaba poniendo a mil con esas caricias. Pero... ¿quién era? Abrí los ojos durante unos segundos de cordura y solo atiné a ver a Thiago en el centro de la pista mirándome con la frente arrugada. Parpadeé intentando focalizar bien la vista. No había bebido tanto, pero estaba un poco aturdida con las luces y los focos.
Aquella mano subió hacia mi pecho y no me moví, incapaz de reaccionar ante el placer que sentía por todo mi cuerpo. ¿Era aquello... normal? Me lamí los labios y sentí la garganta seca. Necesitaba beber más, eso lo primero, después ya me encargaría de esa mano que seguía subiendo hacia mi cuello con sensualidad. Me acabé la bebida de un trago y al terminarla suspiré sintiendo que la energía volvía a mí.
—¿Nos vamos? —preguntó una voz desconocida en mi oreja.
«¿Irnos?»
—¿Adónde?
—A donde tú quieras, cielo...
Sus palabras me hacían cosquillas en el oído y parecía que había un camino directo desde ahí hasta mi sexo porque sentía una calentura fuera de lo normal.
Joder..., tampoco estaba tan necesitada de sexo.
—Me cago en mi vida, suéltala.
¿Thiago? Sí, era Thiago...
—¿Perdona? —preguntó con chulería el desconocido.