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LEA

 

 

Cuando vi que Alexia se iba con Marco y Thiago con Débora, me quedé un poco descolocada. Hubiera jurado que al saber que no eran hermanos intentarían acercar posturas de nuevo, pero por lo visto me había equivocado de largo. Aunque era evidente que Débora marcaba territorio, no creía yo que Thiago fuera a caer de nuevo en sus garras. Había subestimado a la víbora, que había logrado meterse en medio sin demasiadas dificultades.

Últimamente parecía que todo el mundo quería interponerse en nuestro camino. Yo sabía que Leticia no nos lo iba a poner fácil a Adri y a mí, pero no esperaba que fuera tan gilipollas, o no tanto como para colocar una cucaracha en mi buzón junto a unas fotos que me hizo Rodrigo sin mi consentimiento. No iba a caer en su juego. Leticia estaba intentando desestabilizar nuestra relación, pero no lo iba a conseguir. Adri y yo lo teníamos claro.

—Tengo otro regalo más —le dije a Adri con picardía.

—¿Otro regalo? —preguntó besándome con ganas.

Estábamos en su coche, lugar habitual de nuestros encuentros íntimos y, por cierto, muy incómodo.

—Sí, pero debemos ir a buscarlo.

—¿Ahora? —Se separó de mí mirándome con sorpresa.

—Ahora es el momento ideal —le dije señalando la llave de contacto—. Sigue las indicaciones del GPS y luego hablamos.

—Está bien, pero hoy no te libras de que te coma esa boca —replicó alegre mientras salía del aparcamiento de la discoteca.

En veinte minutos llegamos a nuestro destino y cuando salimos del coche le obligué a cerrar los ojos y dejarse llevar por mí.

—¿Me puedo fiar?

—Claro que puedes, morenito.

—Rubia, que tú eres muy peligrosa. Paso de ir a un club de esos de intercambio, te aviso que no es lo que tengo pensado para ti esta noche.

Me reí al oír sus tonterías. ¿Compartir a Adri? Ni loca.

Llegamos al Hotel Boutique Las Flores de Madrid y retiré las manos de sus ojos.

—Hemos llegado.

Adri miró el pequeño cartel blanco con las letras en color plata.

—¿Un hotel?

—Un hotel boutique supermono. Ya verás.

Marqué el código de entrada y la puerta se abrió.

—A estas horas no hay recepcionista, pero he venido antes y ya he hecho el check in. Nuestra habitación es la doscientos quince.

—La de la niña bonita —susurró en mi oído atrapando mi cintura para besarme en la entrada del hotel.

No sé cómo logramos llegar a la habitación porque parábamos a besarnos en cada esquina. Teníamos ganas de estar en una cama, solos, tranquilos y de poder disfrutar el uno del otro. Y eso fue lo que hicimos unas tres veces con una pequeña pausa de unos veinte minutos entre una y otra.

Creo que nos dormimos hacia las seis de la mañana.

Yo fui la primera en despertarme y me quedé un rato observando al guapo de mi chico. Su móvil empezó a vibrar y miré la pantalla: Leticia. Qué pesadilla de mujer. Lo cogí sin cortarme un pelo.

—En estos momentos el señor Adrián está muy ocupado, inténtelo... nunca, gracias.

—Eres una...

Colgué con una sonrisa en los labios.

¿Una chica muy guapa y lista? Graciasss.