Gracias a la compañía de Javi, logré dormir un poco aquella noche porque no dejaba de pensar en la nota y la putada de la puerta. Joder, a veces desearía ser una tía de dos metros de alto con unos brazos musculados para repartir hostias como panes.
Javi durmió en el sofá y ahí lo dejé cuando me fui a coger el autobús para ir a la facultad. Durante el trayecto le expliqué a Lea lo que me había ocurrido y alucinó tanto o más que yo. La tontería de la nota y la silicona en la cerradura parecía sacado de una película.
Llegamos justo a tiempo para entrar en clase, así que no vimos a nadie y casi lo preferí. No tenía ganas de ver a Thiago. Tras las clases de Carmelo y Peña, hicimos el correspondiente descanso. En un primer momento, no tenía intención de aparecer por el bar porque estaba segura de que me encontraría a la pareja feliz, pero después pensé que no iba a dejar de seguir mis costumbres. Así que me senté a la mesa con Lea, y mientras yo fui a pedir el café, Adri se sentó con ella. Los miré sonriendo, me encantaban como pareja. En parte la envidiaba, aunque era una envidia sana porque me alegraba muchísimo por ella.
Sentí la mirada de alguien y, aun sabiendo que era el ojazos, me volví. Era superior a mí.
Estaba sentado con su chica y él la escuchaba mientras ella hablaba, pero sus ojos estaban puestos en mí. ¿A qué jugaba el idiota este? Mi dedo corazón pasó por mi ceja y le hice una mueca.
«Que te jodan.»
Él pasó la lengua por sus labios y sonrió de lado. Dios, esa superioridad me mataba. Si lo hubiera tenido delante...
Cerré los ojos y me mordí los labios un segundo, como si estuviera teniendo un miniorgasmo. Los abrí de repente, lo miré seria y levanté mi labio en plan «me das asco».
Thiago me miraba embobado.
—Alexia. —Me volví hacia Lea y Adri, que me miraban flipados—. ¿Estás ensayando para una obra de teatro o qué? —preguntó ella alzando las cejas.
—Romeo y Julieta —respondí con rapidez.
Adri se partió de risa y Lea me miró entornando sus ojos.
—Dime que si me vuelvo no está Thiago detrás.
Adri se volvió al segundo.
—Sí está —dijo en un tono cantarín.
—¿No tenéis nada más que hacer? —les pregunté cogiendo mi móvil.
Se rieron por lo bajini, pero los ignoré para escribirle un mensaje a Thiago.
Algún día alguien te morderá esa lengua. Deja de mirarme.
No podía responderme, claro, porque estaba con su novia. Joder, su novia... Tendría que empezar a asimilarlo. No me quedaba otra. Y también debía aprender a ignorarlo, aunque eso era bastante más complicado, visto lo visto. Sus ojos volvían a estar puestos en mí y le hice una peineta descaradamente. Me miró con frialdad, pero ni se inmutó, Débora le explicaba algo con mucho entusiasmo.
—Quien los entienda que los compre —comentó Adri mirándome.
—Ya te digo, los que se pelean se desean. —Lea usó un tono infantil y me hizo reír.
—Y los que no, se la pelan —continué yo entre risas.
—¡Oh, oh! Creo que Alexia se nos va —le dijo Lea a Adri.
—Joder, yo con dos Leas no voy a poder.
Lea le dio un codazo y nos reímos los tres.
—Princesa, ¿a qué viene tanta risa?
Nacho se sentó con nosotros a la mesa.
—Estos dos, que no dejan de decir guarradas —le respondí animada.
—Ni caso, Nacho, Alexia está desatada —le dijo Adri.
Nacho me miró de reojo y se acercó a mi oído.
—¿No será por esa pareja que veo delante de nosotros?
Sonreí por su picardía y me acerqué a él para susurrarle.
—Borrón y cuenta nueva. Nada que ver.
—No te me acerques tanto que no soy de piedra —continuó con ese murmullo en mi oído.
Nos reímos y Nacho empezó a hacerme cosquillas. Visto de fuera, parecíamos dos tortolitos, pero ambos sabíamos que aquello era una tontería, un juego sin malicia.
—Adri. —La voz grave de Thiago me sorprendió.
¿Es que estaba en todas partes?
—Dime.
Todos lo miramos y yo aproveché para pasar mi brazo por encima del hombro de Nacho, que se arrimó más a mí.
—Eso, eso, dile —comenté yo en tono irónico.
Thiago me miró un segundo con esa frialdad suya tan característica, pero no me afectó. Si él estaba cabreado, yo lo estaba el doble. Había optado por callar aquel secreto para no hacerle daño, cosa que él no veía así. Encima tenía que aguantar las putadas de su amiga y verlo con ella.
—Necesito el pendrive que te di.
Pendrive que tenía yo, claro. Opté por no decir nada.
—Eh... —Adri me miró a mí y le sonreí—. ¿Tienes el pendrive?
—¿El pendrive? ¿Qué pendrive?
—Alexia, no seas mala —me dijo Lea sonriendo.
Aquello le divertía tanto como a mí.
—¿Mala yo? ¿Acaso voy enviando fotos de mi bombero metido en mi cama?
Lea se aguantó la risa, Adri y Nacho nos miraban alucinados y Thiago me fulminó con la mirada.
—Varela, creo que puedes pedírmelo directamente. Hace dos días estabas entre mis piernas, así que hay confianza, ¿no crees? —Mi tono era irónico nivel diez.
—Novata, tengo mala memoria, sobre todo para lo que no me interesa.
—¿Seguro que no te interesa? Creo que la vida sexual de Nacho te interesa demasiado. ¿A qué has venido? Podrías haberle pedido el pendrive en otro momento.
Thiago chasqueó la lengua y Adri intentó calmar los ánimos.
—A ver, chicos, ¿podéis entender que nos estáis metiendo en medio de lo vuestro?
—No hay nada nuestro —escupió Thiago enfadado.
—Aquí solo hay un asco mutuo —repliqué del mismo modo.
Thiago y yo nos miramos fijamente, sin decir nada más. Cogí el pendrive de mi bolso y lo solté encima de la mesa.
—Procura que no tengamos que trabajar juntos, no tengo ganas de vomitar —le dije con rabia.
Lea me miró diciéndome que me estaba pasando. Thiago se marchó sin decir nada y Adri se fue tras él.
—Joder, cómo está el patio, ¿no? —Nacho me miró esperando una explicación.
—Él se lo ha buscado. A las malas, ni Leticia me gana —concluí orgullosa.
En ese momento me llamó Javi.
—Hola, bella durmiente. ¿Qué tal mi sofá?
Nacho se acercó para escuchar y le di un codazo con el que se rio.
—Tu sofá es una jodida tortura. Deberías venderlo en Wallapop diciendo: sofá para invitados indeseables, una noche en el sofá y su marcha está asegurada.
Me reí al oírlo. Marco ya me había dicho que era incómodo, pero pensé que era una excusa como cualquier otra.
—Lo siento, la próxima vez duermes conmigo.
—Eso seguro. Pero te llamaba por otro tema...
—Dime.
—¿Quieres ir esta noche a la galería de Soledad, la amiga de Flor? Van a exponer algo mío...
—¡Claro que sí! ¡Qué sorpresa! No me habías dicho nada...
—Ya, es que me lo acaban de comentar. Son un par de cuadros que tenía por ahí, se los enseñé a Flor e insistió tanto en llevarlos a la galería que al final cedí. Por lo visto, a Soledad le han encantado.
—¿Es en las Letras? Dime hora y dirección y ahí estaré —le pedí entusiasmada.
—Más tarde te envío la dirección exacta. Puedes venir con quien quieras.
—Genial, nos vemos allí.
Al colgar sonreí al pensar en él. Sin darme cuenta, Javi me había hecho cambiar el humor.
—¿Adónde vamos? —preguntó Lea con interés.
—Eso, ¿adónde? —preguntó a su vez Nacho.
Los miré con cariño. Me sentía arropada por ellos, a pesar de ser una deslenguada y a pesar de mis cagadas.
—Esta noche toca arte...
—¿Arte? ¿Hay bebida gratis? —preguntó Nacho,
Le di una colleja y me la devolvió riendo, pero cuando se sentó Adri a la mesa callamos de golpe.
—¿Está bien Thiago? —preguntó Nacho al ver el rostro de su amigo.
Adri me miró a mí directamente. Pude ver en sus ojos que no sabía bien qué decir.
—Joder con Thiago. También me va a quitar a los amigos —dije levantándome de la mesa.
—Alexia, no te vayas —me pidió él.
—Me voy porque está claro que no puedes responder si estoy yo aquí...
—No quiero meterme en lo vuestro, eso es todo. ¿No deberíais hablar?
—¿Hablar? ¿De qué? —pregunté yo muy segura.
—De todo, de todo lo que os ha pasado.
Lo miré fijamente. Entendía su consejo, pero no era factible. Nos habíamos fallado demasiadas veces y nuestro entorno no había ayudado nada.
—Adri, Thiago y yo hemos terminado. Lo que ves ahora son los restos de una relación que ni empezó. Sé que estás en medio y que estás con mi mejor amiga, y lo siento por ti. Me encantaría verlo e ignorarlo o no sentir nada, pero no es así, de momento. Con el tiempo nos reiremos de esto...
—Espero —murmuró Lea.
—¿Cuántas personas creen que van a morir de amor? ¿Y después qué? —les pregunté a los tres.
—Después pasa —respondió Nacho con gravedad—. Con el tiempo, todo pasa, es verdad. Cuando me enteré de lo tuyo con Thiago, te hubiera colgado de un árbol y míranos ahora..., casi podríamos decir que somos amigos.
Lo miré sonriendo.
—¿Lo ves? —me dirigí de nuevo a Adri—. A todo el mundo le ocurre lo mismo.
—¿Y si no eres como todo el mundo? —preguntó él con rapidez.
—¿Qué quieres decir? —Lo miré sin entender.
—¿Y si esa historia es distinta? ¿Y si es especial?
Parpadeé ante sus palabras.
—Adri, para cada uno es especial su propia historia.
—¿Y si lo es también para su mejor amigo?
Quería ponérmelo difícil.
O eso o Adri creía realmente en lo nuestro.
—Su mejor amigo tendrá que entenderlo, tendrá que entender que han terminado de verdad.
Adri me miró a los ojos y me pareció ver que estaba disconforme con mis palabras, pero no dijo nada. No entendía esa cabezonería porque su amigo estaba con Débora. ¿Qué más hechos necesitaba? Y, además, acababa de estar presente en una discusión en la que solo podías ver rencor. Ese era el final de muchas relaciones. Del desencanto al cabreo y del cabreo a la ignorancia.
Cuando ignorar a Thiago no fuera un esfuerzo, habríamos llegado al final de nuestra historia.