LEA
Las bromitas pesadas se estaban convirtiendo en una molestia importante. Lo del escarabajo había sido asqueroso, pero lo de las notas amenazadoras ya pasaba de castaño oscuro. Eran del mismo tono que las anteriores, pero involucraban a Alexia y a Natalia, lo cual no me parecía nada gracioso. En una de ellas me advertían que no dijera nada a nadie o ellas acabarían pagándolo. Podría haber ignorado aquella nota, como había hecho con las demás, pero la persona que estaba detrás de todo aquello añadió una coletilla al mensaje cuando, al cruzar la calle para dirigirme al centro de mi madre, un coche se saltó el paso de peatones y casi se me lleva por delante. Maldije todos sus huesos hasta que un mensaje de un número desconocido me hizo abrir los ojos como platos:
Si vas con el rollo a tus amigas, las arrollaré con el coche y no tendrán la misma suerte que tú.
Miré en dirección al coche; ya no lo veía, pero intenté recordar detalles del vehículo. De color gris, no muy grande y... ¿era un Audi? Sí, sí, era un Audi, aunque no podía asegurar del todo si era un A1 o un A3. Pensé en Leticia al momento, pero me extrañó porque sabía que ella no tenía carnet de conducir ni coche. ¿Entonces? Podían ser Gala o Débora, y que Leticia estuviera a su lado. Debería investigarlo sin levantar sospechas.
—Oye, Adri, en tu grupo de amigos..., bueno, exgrupo podríamos decir..., ¿solo conducen los chicos o qué?
—Eh... Pues no, Débora sí conduce. Tiene un Mini muy guapo.
—¿Y Gala y Leticia?
—Ellas no tienen carnet. Alguna vez las he oído hablar del tema, pero creo que prefieren que las lleve su príncipe azul. Vamos, que no tienen mucha prisa en sacárselo. Además, Leticia tira muchas veces de chófer.
—¿Chófer particular? —pregunté alucinando.
—Sí, el chófer de su familia.
—¿Y qué coche tiene?
Adri me miró frunciendo el ceño.
—Es curiosidad... Esto de Pijolandia es flipante, ¿no crees? Seguro que tiene un Rolls-Royce de esos antiguos —dije intentando distraer a Adri.
—¡Qué va! En su casa todos llevan coches de la marca Audi.
¡Bingo! Pero... ¿el chófer intentando atropellarme? Quizá no lo llevaba este tipo, sino cualquier amigo de Leticia dispuesto a asustarme a cambio de a saber qué. Bueno, no podía afirmar que había sido ella, simplemente había visto que el coche era un Audi gris, y de esos había a montones en Madrid. Mi ex, Alberto, tenía ese mismo coche y del mismo color. La vecina del tercero también e incluso el jefe de Alexia, Marco, conducía un A3 de color gris. Debería haberme fijado en la matrícula, pero con el susto encima no pensé más que en mirar si me faltaba algún miembro.
Cuando pillara al capullo, o a la capulla, que me estaba enviando esos mensajes, se iba a enterar. De momento no quería decirles nada a mis amigas porque tampoco solucionaríamos nada, pero tenía claro que fuera quien fuese era muy cobarde. Además, no quería preocupar demasiado a Natalia, porque con lo de su padre ya tenía bastante.
Aquella muerte repentina nos había dejado a todas un poco descolocadas. Cuando vi a Natalia con la escoba en la mano y a su padre con la cabeza de lado, pensé lo peor. ¿Lo había matado? No hubiera sido tan extraño porque las palizas de su padre cada vez iban a más. Llamé a una ambulancia y acto seguido recibí una llamada de un número desconocido. Pensé que quizá eran los de la ambulancia.
—¿Sí?
—Vigila tu espalda, nunca se sabe por dónde pueden caer los cuchillos.
¿Cuchillos? Fuera quien fuese, estaba como una puta cabra y yo ya me estaba cansando de tanta historia.
—¡El cuchillo te lo voy a meter yo a ti por el culo, gilipollas!
Eso era lo que debería haberle dicho, pero me quedé muda al oír sus siguientes palabras.
—Lea, no te voy a avisar más... —Escuché atenta intentando reconocer esa voz masculina—. Si no dejas en paz a Adri, acabarás muerta en una cuneta.
¿Podía alguien odiarme tanto como para hacerme daño a mí y a los míos de verdad? Hasta entonces pensaba que eso solo ocurría en las películas, pero, visto lo visto, debería ir con cuidado.