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¿Qué tal estás?

 

El examen de Carmelo había durado dos horas largas y tras el descanso había subido a la biblioteca con Lea y Estrella.

Alcé la vista al leer esa nota en un papel medio roto. Thiago se había sentado enfrente y no me había dado ni cuenta. A su lado estaba Adri mirando a Lea con su bonita sonrisa. Menudo par...

 

Bien, gracias. He dormido como si tuviera una batidora en la cama, lo de siempre.

 

Lea me dio un codazo y me sonrió. Supongo que ver que Thiago y yo empezábamos a comportarnos con normalidad era una buena señal para ellos. Yo no las tenía todas conmigo, sabía por experiencia que ahora podíamos estar bien y en dos segundos se iba todo al garete por un simple comentario.

 

Lo de siempre es un buen indicador. Apolo estuvo esperando.

 

Apolo y yo no somos amigos.

 

Lo sabe, pero él esperó igualmente.

 

Dile que es muy optimista.

 

Lo es cuando vale la pena.

 

—Chicos... —Adri nos interrumpió y lo miramos todos, incluida Lea—. He visto que estrenan Mamma Mia, ¿quién se apunta?

A Lea le encantaban ese tipo de películas y a mí no me desagradaban, aunque me iban más las de miedo o terror.

—Alexia y yo nos apuntamos, y quizá Natalia también. ¿Estrella?

—¿Eh? No, hoy no puedo porque me toca dentista —respondió ella alzando los hombros.

Todos arrugamos la nariz como si ir al dentista fuera lo peor del mundo.

—Te acompaño en el sentimiento —le dijo Adri con gravedad.

Nos reímos todos por lo bajini. Si seguíamos con tanta cháchara, acabarían echándonos de la biblioteca.

—Chis —indicó Lea entre risillas.

—¿Thiago? —Adri lo miró aún riendo.

—He quedado, no puedo.

Nos quedamos todos callados y yo bajé la vista hacia mi libro, aunque realmente no sabía ni por dónde iba.

—¿Con Débora? —le preguntó Lea directamente.

Joder..., ¿y a ella qué le importaba?

—Sí —respondió él sin añadir nada más.

En ese momento me hubiera levantado de la mesa haciendo mucho ruido con la silla, en plan «que te den por culo, Thiago», pero aguanté estoicamente repitiéndome que Thiago no era nada mío.

«Nada... Nada... No es nada...»

—¿... más tarde?

Lea me dio un codazo y la miré mosqueada.

—¿Qué te pica?

—Baja de las nubes, Thiago te ha preguntado algo.

Volví mi vista hacia él y su media sonrisa.

—Decía que si nos podemos ver más tarde...

¿Me lo decía solo a mí? Joder, no pillaba ni una. Lea cogió mi cara y me la hizo mover en un movimiento afirmativo. Se rieron todos de nuevo por lo bajini, menos yo.

«Muy graciosos...»

—Lea, que Alexia tiene un poco de sueño —le riñó Thiago con cariño.

Lea me abrazó como una lapa.

—Jolines, es verdad... Perdona, petarda.

Puse los ojos en blanco y Thiago me miró alargando su sonrisa. Tantas sonrisas seguidas..., me estaba quedando bizca.

—Después del cine podemos ir a picar algo todos juntos —propuse aún sin saber si la invitación de Thiago era general.

—Genial —dijo Adri rápidamente—. Thiago, cuando salgamos del cine te digo algo.

—Perfecto —replicó él posando su vista de nuevo en mí.

¿Intentaba ponerme nerviosa? Porque al final lo lograría con tanta miradita.

 

 

A pesar de tener constantemente a Thiago en la cabeza, procuré no olvidarme de Marco. En un par de ocasiones traté de hablar con él, pero o estaba muy ocupado o pasaba olímpicamente de mí. Entendía que podía estar mosqueado, pero ¿tanto? Joder, que yo supiera no estábamos juntos. En fin..., ya se le pasaría. Además, tarde o temprano me cruzaría con él en las oficinas, así que ya lo pillaría para hablar con él.

Natalia se apuntó al cine con nosotros, y aunque la película no era espectacular, me sentó bien distraerme un rato.

Al salir del cine nos dirigimos hacia el barrio de las Letras, ya que Ignacio estaba por allí con un par de amigos, exactamente en un local donde podías tomar unos pinchos con tranquilidad, sin mucho ruido de fondo y escuchando música variada a un nivel moderado. Uno de aquellos locales donde podías encontrar muchas parejas disfrutando de un poco de tranquilidad.

En cuanto dimos con Ignacio, lo saludamos y estuvimos charlando con él y sus amigos un buen rato. Natalia y él hacían buena pareja; y se les veía felices. Me alegraba mucho por ella. Su madre andaba un poco floja con todo lo que había pasado y Natalia seguía ofreciéndole todo su apoyo. Desde la muerte de su padre, mi amiga había salido poco, pero ya era hora de que empezara a pensar en ella también.

Más tarde nos sentamos todos a una mesa y pedimos unos pinchos. Adri miró su reloj preocupado y yo dirigí la mirada hacia la puerta de entrada. Creo que los dos pensábamos en la misma persona. Él nos había dicho que Thiago vendría a Suave, pero de momento no daba señales de vida.

En ese instante sonó mi teléfono y pensé que era él, pero me equivoqué: era mi padre.

—¿Papá?

Salí del local y sonreí al oír su voz.

—Hola, cariño. ¿Cómo va eso?

—Por aquí todo bien, ¿y vosotros?

No iba a explicarle lo del coche ni lo de las fotos y las llamaditas. No era necesario preocuparlo.

—Estamos bien en París, pero he hablado con la empresa...

—¿Sobre qué? —le corté pensando que se irían de allí porque no estaban todo lo bien que decía.

—Sobre mi traslado.

—Lo he imaginado. ¿Demasiados recuerdos? —pregunté en un susurro.

—No, no es eso. Pero tanto Judith como yo coincidimos en que necesitamos estar más cerca de ti.

Me quedé en blanco intentando procesar esa información.

—¿Alexia? ¿Se ha cortado? ¿Alexia?

—No, no, papá. Es que...

—Sí, cariño. Vamos a instalarnos en Madrid, y espero que sea para siempre.

Las animadoras de mi cabeza empezaron a danzar y a decir: «Dame una B, dame una I, dame una E...»

—¡¡¡Bieeen!!!

Mi padre y yo nos pusimos a reír.

—¿Te gusta la idea?

—¿Cómo no me va a gustar? Estaba... estaba pensando en ir a París, te dije que lo pensaría porque yo también quiero estar cerca de vosotros...

Me mordí los labios al pensar en que al final sí podría tenerlos conmigo y que, además, podría seguir viviendo en Madrid y no perdería a mis amigos, ni a Lea, ni a Natalia, ni a...

Thiago...

Venía hacia mí en esos momentos y con el rostro muy serio. No pintaba nada bien.

—Hace unos minutos me lo ha confirmado mi jefe directo y he querido decírtelo cuanto antes.

—¿Y cuándo vendréis? —pregunté entusiasmada.

—Cuando lo deje todo cerrado en París, viajaremos hacia Madrid.

Thiago se detuvo a unos pasos de mí sin decir nada.

—¡Qué ganas, papá! —Me giré y le di la espalda a Thiago porque no me gustaba su fría mirada.

—Lo sé, cariño. Judith y yo estamos entusiasmados con volver.

Charlamos un par de minutos más y nos despedimos con la promesa de que nos veríamos pronto. ¡Joder, por fin algo que iba bien! Con mi padre a mi lado, me sentía más fuerte y, sobre todo, protegida. Su sola presencia me reconfortaba y no era lo mismo hablar por teléfono que tenerlo a mi lado.

—Alexia.

La voz de Thiago me sacó de todos aquellos pensamientos. Me volví y vi que se había acercado a mí.

—¿Qué ocurre? —pregunté viendo que estaba demasiado serio.

—Es tu madre...

—¿Qué ha hecho? —dije cortándolo.

—Acabo de hablar con mi padre. Me ha dicho que tu madre se ha desmayado cuando estaban juntos. Ahora mismo está en el quirófano; su estado es muy grave.

¿Muy grave? ¿Por qué? ¿Iba a... morir? Me mareé un poco solo de pensarlo. Thiago dio un paso con rapidez y me cogió por la cintura.

—¿Tan grave es?

—No saben... No saben si sobrevivirá.

—Pero... ¿qué ha pasado? —pregunté en un tono agudo.

—No lo sé, mi padre me ha llamado para que me pusiera en contacto contigo y te llevara al hospital.

Solté todo el aire de mis pulmones.

—Tengo el coche a dos manzanas de aquí —me dijo ante mi silencio.

—Gracias, Thiago —murmuré intentando digerir toda aquella información.

¿Cuántas veces la había mandado a la mierda? ¿En cuántas ocasiones la hubiera tirado por las escaleras? ¿Dónde estaba ahora todo ese odio? La verdad es que se había esfumado por arte de magia porque, me gustara o no, era mi madre.