—Lista —susurro—. Pero no te pases con la intensidad.
Su dedo se agranda en mi pantalla al pulsar el botón «Encender».
Se pone en marcha con la vibración más mínima.
Guau.
Ya estoy a punto.
Pasea los ojos por mi rostro.
La vibración se intensifica.
El calor se esparce por mi interior.
No. Debo. Gemir.
La velocidad disminuye.
¿Qué demonios? El orgasmo al que casi había llegado comienza a alejarse.
¿Está jugando conmigo?
La velocidad aumenta de nuevo.
Luego se reduce.
Luego aumenta al máximo.
—No pares —dice mi boca sin que yo le haya dado permiso consciente.
¿Es esa una sonrisa de satisfacción? Se me nubla la vista, porque la velocidad se pone a tope.
No puedo evitar gemir. Y volver a gemir.
La velocidad vuelve a aumentar otra vez y me lanza totalmente al vacío, y ahí es cuando grito de placer.
Oye, al menos no he gritado su nombre.
Todavía presa de unas cálidas réplicas, aparto el juguete y trato de recuperar el aliento.
—Eso ha sido definitivamente más intenso que cuando estaba yo al mando.
—Te lo dije —murmura él, con aire ligeramente condescendiente—. Bueno, ¿quieres terminar por hoy?
—Buen intento. Ahora es tu turno.
Arquea una ceja: una real, lo que me pone celosa.
—¿Qué juguete?
Hasta ahora, no estaba segura de si iba a hacer lo que me ha sugerido Ava, pero como él ha jugado con las velocidades, haciéndome gemir como una estrella del porno, decido ir a por ello.
—Dado que estamos en modo de reevaluación, estaba pensando en la ardilla.
El atisbo de suficiencia desaparece de su rostro, reemplazado por su habitual expresión indescifrable. Rebusca en algún lugar y muestra el juguete de trasero a la cámara.
Mi esfínter se aprieta del nerviosismo. Puede que tenga estrés postraumático.
—Sí, ese. —Espera, ¿estaba intentando sonar sensual?—. ¿A menos que quieras acobardarte oficialmente?
—¿Por qué tendría que acobardarme? —pregunta con calma. Si esto le molesta, lo oculta muy bien.
—Por nada. Avísame cuando estés listo.
Mientras él lubrica el juguete, hago todo lo posible por mantener mi cara de póquer.
Una de sus manos desaparece de mi vista y lucho contra el impulso de soltar una risita.
No me puedo creer que realmente lo esté haciendo.
Se está metiendo...
Hace una ligera mueca.
—Listo.
¿Se le ve titubear? ¿Me importa?
A una profesional no le importaría.
Esto es solo una prueba, después de todo.
El botón de «estimulación del punto P» que ya conocía aparece en mi lado de la aplicación. Sintiéndome desproporcionadamente traviesa considerando que solo estoy presionando la pantalla de mi teléfono, pongo en marcha la ardilla.
Él exhibe una expresión pensativa mientras el juguete busca su próstata.
Aguanto la respiración.
Si todavía hay un error en su código, el juguete podría saltarse su próstata y tendríamos otra visita al hospital entre manos.
Pues no.
La pantalla me informa que la ardilla ha llegado a la tierra prometida que es la próstata de Vlad.
Carraspeo.
—Última oportunidad de echarse atrás.
—Estoy bien. —Sus palabras no coinciden con su expresión, pero me las tomo al pie de la letra y pulso el botón de «Encender».
Aparece un panel de control de intensidad. Sintiéndome misericordiosa, pongo la vibración al nivel mínimo.
Sus ojos se agrandan.
¿Es eso buena señal? No había jugado con estas cosas antes, así que es difícil saberlo.
Con cautela, subo la velocidad un puntito.
Su respiración se vuelve irregular y las venas de su cuello se resaltan.
Lo está disfrutando, ¿verdad? ¿Necesitábamos una palabra segura para esto?
Suponiendo que diría "para" si fuera necesario, acelero un poco más.
—¡Fanny! —exclama con un gruñido.
¿Fanny acelera o Fanny para? Mantengo la misma velocidad.
Gruñe de nuevo, esta vez claramente de placer, pero su cara de orgasmo es diferente hoy… casi tan confusa como feliz.
Detengo la vibración.
Él se sienta allí, respirando con dificultad.
—Ha ocurrido, ¿verdad? —Lucho contra mis ganas de añadir «¿Te ha gustado?».
—Oh, sí que ha ocurrido. —Tiene la voz ronca—. Sin embargo, ha sido muy diferente. Había oído hablar de orgasmos sin estimulación penil, pero...
Deja de hablar, sin duda dándose cuenta de la cuestionable profesionalidad del término «penil». Soltando el aire que no me daba cuenta de que estaba conteniendo, le ordeno a la ardilla que salga de él.
—¿Estás bien? —pregunto cuando lo veo hacer una mueca de nuevo.
—Perfectamente —dice él—. Pero ahora tengo que irme.
Me muerdo el labio.
—¿Hablamos mañana?
—Te enviaré un mensaje —dice y cuelga.
Me quedo mirando a la pantalla en negro.
Bueno acaba de ocurrir de verdad. He violado a mi jefe al cuadrado. Le he proporcionado una experiencia sexual que nunca antes había tenido... un nuevo tipo de orgasmo, en realidad.
Pero, ¿que accediera a hacer esa prueba es señal de que le gusto, como ha sugerido Ava?
Bah, no. Apuesto a que solo ha dicho que sí porque está muy implicado en este proyecto y/o es abierto de mente. Lo que hace que me pregunte si me dejaría...
No. Para.
Me levanto, me limpio, como algo y me meto en la cama.
Duermo mal toda la noche y mis sueños son de la variedad húmeda.