El 14 de marzo de 1618 Quevedo le escribió a Pedro Téllez Girón una carta en la que describía minuciosa y cruelmente la avaricia con que el duque de Uceda, valido del rey, recibió un soborno. Dice Quevedo que la gente del Palacio de Uceda era tan mezquina y estaba tan lista para arrebatarse cualquier pequeña derrama de bienes, que no le regresaron ni los materiales de empaque: «No ha caído en desgracia ni el algodón, que se ha acomodado a cabos de vela.» Los cajones en que venían los regalos también encontraron uso: «Las cajas de madera en que venía todo pensaron en escaparse por sus deméritos, y descubriendo que eran de chopo, con gran fiesta se repartieron para palas de pelota.»