Pues tu única opción es que el saque bote en el filo de la techumbre, dijo el duque. Nos estuvieron cultivando, pero se puede equivocar y en el regreso lo matas. El poeta se mordió el labio inferior sin decir nada, sacudió la cabeza. ¿Propuestas, Otero?, le preguntó al escolta. Se alzó de hombros: Con efecto y recio a la esquina del tejadillo, para que tenga que correr por ella y no le dé tiempo de apuntar. Y meter el cuerpo a la buchaca, ni modo, dijo el duque. Eso es obstrucción, anotó el poeta. No queda de otra si la prende, y a lo mejor podemos alegar que fue involuntaria. El poeta alzó las cejas.
Tenez! Hizo el saque correcto: duro y a la esquina. Inverosímilmente, el artista la alcanzó y volvió a sacar una recta que claramente iba a entrar en la buchaca. El poeta metió la cabeza para protegerla. La pelota le pegó en la frente.
Mientras se desvanecía, escuchó un rumor de aprobación levantándose también del lado italiano de la tribuna: se necesitaba valor para contener esa pedrada con el cuerpo. También escuchó la voz del matemático: Otruzione, tre a tre.