El mediodía también es una buena hora para agradecer.

Dicen los abuelos que hay que regar un poquito de agua en la puerta y dar las gracias a la casa y a las energías por tener un techo donde resguardarnos y compartir los alimentos, agradecerle a la casa con un gesto, como si le diéramos un pequeño beso.

Algunas horas después del almuerzo es cuando más nos sentamos en la puerta. A la tarde, cuando terminamos las tareas del día, jugamos frente a las casas, saludamos a nuestros amigos, nos relajamos. Y es cuando los abuelos se sientan con nosotros, cuando nos cuentan historias de su infancia, cuando nos cuentan cómo eran de niños.