Hubo algo definitivo que me llevó a tomar la decisión de iniciar un cambio: quería sentirme y verme guapa. No te voy a decir mentiras, cuando tuve a mi segundo hijo sentí que todo mi ser había adoptado cosas que sentía que no me pertenecían, por ejemplo, una llanta de más en la barriga justo encima del ombligo. Y aunque es normal que en algún momento aparezcan estos incómodos «gorditos», este era raro y diferente, tanto así que decidí ir al médico y hacerme unos exámenes para asegurarme de que no fuera una amenaza para mi salud. Pero no, era grasa, pura grasa acumulada. Al entregarme los resultados, el médico, muy tranquilo y campante me dijo: «Estefi, esto tiene una cura muy eficaz: HACER EJERCICIO».
Sin embargo, fue como si su recomendación me hubiera entrado por un oído y hubiera salido por el otro. Cuando me miraba desnuda en el espejo me sentía muy mal, no me gustaba lo que veía. Aparte de todo, me invadió la inseguridad de no poder encontrar trabajo nunca más. Fue un momento muy difícil en el que estaba recién parida, sin trabajo y sintiéndome físicamente incómoda. Hasta que tomé la decisión: tenía que solucionarlo, no había otra alternativa. Lali es una de mis mejores amigas y por esa época solíamos desayunar juntas antes de que ella se fuera a entrenar al gimnasio. En los momentos que compartíamos, la miraba y la veía muy feliz, siempre llegaba con una energía arrolladora. Lali transmitía una seguridad permanente y demostraba siempre con su entusiasmo que se quería comer el mundo. Se sentaba y empezaba a contarme cómo había sido su entrenamiento y me compartía absolutamente todos los cambios que estaba sintiendo. Y después de pensar: si Lali es tan feliz, ¿por qué no puedo sentirme igual?, decidí inscribirme a un gimnasio para que me ayudaran a bajar de peso y a… ¿sentirme mejor? ¡NOOO! Qué error estaba cometiendo al no saber en ese momento que sentirme mejor era algo que solo dependía de mí. Sin embargo, vamos paso por paso.
A partir de esa iniciativa la cosa empezó a tener más sentido. Escuchar a mi cuerpo fue algo vital porque fui descubriendo que el cuerpo te habla TODO el tiempo. Siempre he sido muy coherente con las cosas que pienso y las que hago. Bueno, en realidad ha sido algo que he ido mejorando con el pasar de los años y todo lo aprendido, pero algo de lo que sí me he dado cuenta es que a cada uno de nosotros el cuerpo le habla físicamente, es decir, ¿a quién no le pasa que cuando duerme mal o tiene un día muy pesado y deja de comer, o le da rabia, le duele la cabeza? También pasa que comes mal, tienes malos pensamientos, no haces ejercicio y además te la pasas renegando y te preguntas… ¿Por qué será que siempre ando con la panza inflamada? O tal vez eres de los que realmente prefiere cuidarse la eterna gripa a punta de pastillas sin tener en cuenta lo importante que es mantener el sistema inmunológico fuerte ya que este se encarga de mantener nuestras defensas activas. ¿Te has preguntado alguna vez por qué pasa esto? Para mí, es la manera que tiene el cuerpo de hablarte y manifestarse.
¡Ah, vamos a un punto mucho más delicado! Este también tuvo mucho que ver en mi transformación y en la necesidad de encontrar un balance en mi nutrición y mi salud. Imagínate que cuando mi hija mayor, Sofía Del Mar, tenía dos años me diagnosticaron una enfermedad que se llama Morfea Escleroderma… ¿Qué? ¿Qué es eso? Sí, esa fue mi primera pregunta. Luego de diagnosticarme, los médicos me dijeron que era una enfermedad que le daba a las mujeres mayores de cincuenta años, ¿ah? ¡y yo con veinte, jajaja! Ahí sí quede más perdida. Les pregunté a los médicos de qué se trataba mi enfermedad, ellos muy generosamente me contaron su evolución y además me dijeron que me iba a morir en un año. Ahí sí que quede peor… ¡Dios!, ¿me voy a morir?, ¿pero por qué? Para resumirte la historia, mis células en lugar de producir colágeno (la segunda capa que cubre nuestro cuerpo de punta a punta debajo de la piel) se lo comían. Qué barbaridad… el cuerpo hablándome por todos lados y yo sin querer escucharlo. Me mandaron un tratamiento de medicinas muy fuertes para controlar un poco ese proceso celular, pero no me daban ninguna garantía de sanación. Comencé mi tratamiento y cada vez me sentía peor... y no era ni siquiera por la enfermedad, sino por la reacción que mi cuerpo empezó a tener con todas estas medicinas tan fuertes. Me seguía hablando… y yo, sorda. Hasta que definitivamente me llegó un angelito de esos que me cuidan todo el tiempo y me envió a donde un gran médico holístico homeopático que se llama Santiago Rojas. Él no conocía mucho de la enfermedad, pero con todo el amor y el profesionalismo decidió aprender sobre ella junto a mí y buscar las herramientas para que yo me pudiera sanar.
¿Sabes qué? ¡Yo no me quería morir! Era lo único de lo que estaba segura en ese momento. Empecé mi terapia con este gran médico y él fue quien me enseñó que el cuerpo habla de todas las maneras. ¡A mí me estaba gritando!, y yo, bien sorda, ni lo escuchaba. Estaba manifestando mucho cansancio, dolores sin sanar, rabia, mala alimentación y, sobre todo, falta de amor. Para no alargarte la historia, fue ahí cuando empecé un camino diferente de aprendizaje a través de lo más valioso que todos tenemos: nuestro cuerpo. Después de seis años de muchos tratamientos, terapias, sanación de adentro hacia afuera, fortaleza espiritual y convencimiento de todo lo que valgo y soy, hoy te cuento que soy una mujer sana, que le agradezco a mi cuerpo por haberme pegado esos gritos… porque de no haber sido así… otra sería la historia. ¿Entonces? Escúchate, pues lo que les ocurre a otros puede que no te funcione a ti. Sé consciente de lo que piensas, haces y dices; regálate tiempo para ti, para identificar cada cosa que te puede pasar. El mundo no está afuera de ti, el mundo vive dentro de ti.
Qué difícil es escuchar los mensajes que nuestro cuerpo nos envía, siempre se nos hace más sencillo ignorarlos y pretender que nuestros malestares se derivan de cualquier parte, menos de nosotros mismos y de nuestros hábitos. Como ves, la enfermedad que viví después de mi primer embarazo marcó el primer paso de un camino que se confirmó con mi proceso de pérdida de peso del segundo embarazo. No se trata de un asunto solo de vanidad, claro que me gusta verme linda, pero la verdad es que desde que aprendí a escucharme, entendí que la belleza es algo que viene desde el interior y se proyecta, y que la salud es belleza.
En mi caso, hoy percibo que cuando estoy ansiosa inmediatamente me empieza a doler la cabeza y mi respiración cambia, se agita. Empiezo a sentir que no me hallo en ningún lugar… Como calmante natural tomo agua y respiro tres veces profundamente, me doy unos minutos para ver qué pasa… si no me calmo, busco algo para hacer, el ejercicio me funciona muy bien. También percibo que cuando no puedo dormir bien es porque me he alimentado mal o porque me siento nerviosa y estresada. ¿Qué hago? ¿Ejercicio, jajaja!, para no empeorar el sentimiento, mejoro mi alimentación y aunque no sienta hambre procuro comer de a poquitos cada tres horas, tomo mucho líquido, busco a mis amigas y nos vamos a echar cuento y trato de resolver la situación; si depende de mí resolverla, lo hago haciéndole frente al tema con amor, seguridad y respeto. Si no depende de mí lo suelto y con fe dejo que fluya. Eso me funciona.
En mi opinión, es bien importante entender que todo lo que nos pasa lo creamos nosotros mismos, que la realidad de cada uno de nosotros nos pertenece porque así lo hemos decidido. A mí me pasaba que siempre veía de mis narices para afuera, completamente desconectada de mi ser interior. Entonces, por cada cosa que me pasaba le echaba la culpa a otro... y ¿sabes qué? No es así. Ojalá con este testimonio yo pueda ayudarte a transformar un poquito tu forma de ver la vida. Yo pasé por ahí y lo único que logré fue una enfermedad que casi me mata. Gracias a ella pude empezar un camino más consciente. Dejemos de mirar hacia afuera y empecemos a valorar lo que hay en nuestro corazón. Amemos más, relajémonos un poco y aprendamos a escucharnos a nosotros mismos, ese es un buen punto de partida.
Al adquirir consciencia, el panorama empezó a tener un tono diferente. Comencé a sentirme optimista y a vivir enfocada en mi objetivo principal que en ese momento era: bajar de peso. Lo que no me esperaba era lo que estaba a punto de ocurrir. Pero para que entiendas mejor mi proceso y avances en el tuyo, te invito a acompañarme durante un día entero para que conozcas a la perfección mis rutinas, hábitos, la alimentación ideal para cada ocasión, lo que sugiero consumir y lo que debes evitar y, lo más importante: cómo asumir la vida con una actitud positiva que te permita cumplir todo lo que te propongas, y con la que te sientas seguro y confiado.
¡Acompáñame en este día!