Las sábanas de anoche, sus sonoras,
sus húmedas arrugas, ¿a qué sueño
remiten, siguen cubriendo todavía
tantos jadeantes flecos de desgana,
la pesadumbre de los cuerpos
apenas ya reconocibles?
No despiertes aún, nunca despiertes
si no has ido esquivando mientras amanecía
los profusos gerundios del amor.
Portadora de sábanas, la vida
se amotina en la alcoba y gime
como el gozne oxidado de una puerta.