ANACRONISMO

Un tiempo rudo abre las compuertas

de la noche

                        y corre como un niño atónito

hasta el que un día fuera cuarto de los juguetes.

Deambula por la casa, restaura la carcoma

irredenta de la imaginación,

ayuda a las arañas al envejecimiento

convencional de las habitaciones,

proyecta sus tentáculos

por esos escondites donde anidan los miedos.

Todo lo ocupa un claroscuro

de esmeril y lucerna y fumarola,

en tanto que los muebles

se cubren con la funda del tedio del domingo

y hay una lánguida desavenencia

(algo sucio y trivial como el grito de Munch)

creciendo en los exiguos reductos del recuerdo.

Qué tradición oral más farragosa

aquella en que se juntan de improviso

tantas tiernas erratas infantiles.